viernes, 1 de febrero de 2019


Sexta Feria, 1 de febrero

SANTA BRIGIDA DE IRLANDA


(451 o 452)

Sanadora y Taumaturga

Patrona de Irlanda

Todo lo que Brígida pedía al Señor, se lo concedía inmediatamente

Vio el necesario vínculo, entre la fe y el intelecto

Su nombre significa flecha ardiente

Breve
Su padre es un jefe irlandés, y su madre una esclava cristiana, bautizada por San Patricio.

Ya de muy joven, Santa Brígida respondió a la llamada del Señor, a la vida religiosa.

Era muy generosa con los pobres. A los 20 años, fundó el primer convento de Irlanda, en Kildare. Se hizo famoso, como lugar de devoción y formación. Santa Brígida vio el necesario vínculo, entre la fe y el intelecto.

Se le conoce como patrona de los lecheros, por un incidente de su juventud: Su madre le dio dinero para comprar mantequilla. En vez, ella le dio el dinero a un pobre en el camino. En otra ocasión, ya de mayor, Santa Brígida le dio agua a un pobre, y ésta se convirtió en leche. La ubre de la vaca del convento, nunca dejó de dar leche.

Vuela a la eternidad el 1 de febrero de 525. Comparte con San Patricio y San Columba, el patronazgo de Irlanda.
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Lo que podemos afirmar con certeza, respecto a la vida de Santa Brígida, es realmente poco. Probablemente nació a mediados del siglo quinto, en Faughart, cerca de Dundalk.

Es indudable que desde temprana edad, se consagró a Dios. Esta doncella elegida por Dios, muy juiciosa y llena de sabiduría, siempre buscó lo más perfecto.

Su madre la enviaba a recoger la mantequilla, que hacían las mujeres con la leche de las vacas, y ella se la daba toda a los pobres. Cuando las demás volvían con la carga, la joven trataba de restituir el producto que había tomado, y con tierna confianza, volvía su corazón al Señor y le pedía, por intercesión de su Madre, que devolviese la mantequilla con creces.

A su debido tiempo, cuando sus padres desearon que contrajera matrimonio, hizo voto de castidad; lo hizo en presencia de un santo obispo, y tocó con la mano, el pilar de madera sobre el cual se apoyaba el altar. En memoria de la acción de esa joven, hace largos años, esa madera permanece todavía verde, y como si no hubiera sido cortada y despojada de su corteza, florece en sus raíces y sana a innumerables tullidos.

Santa y fiel como era, viendo Brígida que se acercaba el tiempo de sus esponsales, pidió al Señor le enviara alguna deformidad, para frustrar la importunidad de sus padres: se le reventó un ojo, y se le derramó por dentro. Y así, habiendo recibido el santo velo, Brígida, junto con otras vírgenes consagradas, permaneció en la ciudad de Meatr, donde Nuestro Señor, por su intercesión, se dignó obrar muchos milagros.

Curó a un extranjero por nombre Marcos; proporcionó cerveza de un solo barril, a dieciocho iglesias, y la bebida alcanzó desde el Jueves Santo, hasta el fin del tiempo pascual.

A una mujer leprosa que le pedía leche, le dio agua fría, porque no tenía otra cosa; el agua se convirtió en leche, y cuando la mujer la hubo bebido, quedó sana. Curó a un leproso, y dio vista a dos ciegos. Una vez cuando iba de viaje, para acudir a un llamado urgente, al cruzar un arroyo se resbaló, y se hirió en la cabeza; con la sangre que manó de la herida, dos mujeres mudas, recobraron el habla. Un buen día, a un criado del rey, se le cayó de las manos una preciosa vasija, y se rompió; para que no lo castigaran, Brígida la compuso totalmente.

Entre éstas y muchas otras historias parecidas, hay algunas hermosas leyendas; especialmente la que se refiere, a una monja ciega, Dará, cuyo relato no podrá hacerse mayor, que con las propias palabras de Sabire Baring-Gould:

Una tarde, al ponerse el sol, Brígida estaba sentada con la hermana Dará, una santa monja que estaba ciega: hablaban del amor de Jesucristo, y de los gozos del paraíso. Sus corazones rebosaban en tal forma, que la noche voló mientras conversaban, y no se dieron cuenta, de que habían pasado muchas horas.

Entonces salió el sol tras las montañas de Wicklow, y su luz pura y blanca, vino a iluminar y a alegrar la faz de la tierra. Brígida suspiró al ver la hermosura del cielo y de la tierra: sabía que los ojos de Dará estaban cerrados, a toda esta belleza. Inclinó entonces la cabeza y rezó; extendió su mano, e hizo la señal de la cruz, sobre las apagadas órbitas de la dulce hermana.

Entonces cesó la oscuridad, y Dará vio la esfera dorada en el oriente, y los árboles y las flores, que brillaban, con el rocío a la luz de la mañana. Se quedó mirando un instante, y luego, volviéndose a la abadesa le dijo: «querida Madre, le ruego vuelva a cerrar mis ojos, porque cuando el mundo, está así de visible a los ojos, el alma ve menos claramente a Dios». Entonces Brígida oró una vez más, y los ojos de Dará volvieron a obscurecerse.

Poco sabemos de la gran fundación religiosa en Kill-dara, (el templo del encino), y de la regla ahí practicada. Más de seis siglos después, Giraldus Cambrensis, coleccionó algunas curiosas tradiciones, referentes a esta fundación.

Dice, por ejemplo: «En Kildare de Leinster, renombrado por la gloriosa Brígida, hay muchas maravillas dignas de mención. Principalmente el fuego de Brígida, que llaman inextinguible; no porque no se pueda apagar, sino porque las monjas y santas mujeres alimentan, y avivan el fuego tan ansiosa y puntualmente, que desde la época de la virgen, ha permanecido encendido durante siglos, y nunca se han acumulado cenizas, aunque en tanto tiempo, se haya consumido tan grande cantidad de madera.

En tiempos de Brígida, veinte monjas servían aquí al Señor. Ella era la vigésima, y cuando gloriosamente partió, quedaron diecinueve, y no han pasado de ese número. Los monjas se van turnando cada noche, para cuidar el fuego, y cuando llega la vigésima noche, viene la última doncella, y colocando suficiente leña dice: "Brígida, cuida este fuego tuyo, porque a ti te toca esta noche".

Y por la mañana, encuentran el fuego todavía encendido, y el combustible consumido en la forma acostumbrada. El fuego está rodeado por una valla circular de arbustos, dentro de la cual ningún hombre entra, y si alguno se atreviera a entrar, como algunos temerarios lo han intentado, no escapa de la venganza divina».

Esta es la historia, a la cual aludió el poeta Tom Moore, cuando escribió:

La lámpara rutilante que alumbró el santo templo de Kildare, ardió constante a través de las edades de sombras y tormenta”.

Pero no obstante que el material legendario predomina, es inconfundible el entusiasmo, que la memoria de Santa Brígida, suscitó entre sus paisanos. No sería fácil encontrar, algo más fervoroso en su expresión, que las rapsodias del "Book of Lismore": Todo lo que Brígida pedía al Señor, se lo concedía inmediatamente.

Pues todo su deseo era: socorrer al pobre, aliviar cualquier pena, y ayudar a todos los desvalidos. Ahora bien, nunca hubo mujer más tímida o más modesta, más dulce o más humilde, más juiciosa, o que tuviera una mas armoniosa proporción, en todo, que Brígida. Nunca se lavaba ni las manos, los pies o la cabeza, delante de otras personas. Nunca miró, rostro de hombre alguno. Nunca hablaba sin sonrojarse.

Era abstemia, inocente, piadosa, paciente; se gozaba con los mandamientos de Dios; era firme y humilde; perdonaba y amaba; era un estuche consagrado, para guardar la sangre y el cuerpo de Cristo; era templo de Dios. Su corazón y su mente, formaban un trono para que descansara el Espíritu Santo. Tenía puesto su corazón por entero en Dios; compadecía a los desgraciados, era pródiga en milagros y maravillas.

Por todo esto, su nombre en medio de las cosas creadas, es Paloma entre los pájaros, Viña entre los árboles, Sol entre las estrellas. El padre de la santa virgen, es el Padre Celestial; su hijo es Jesucristo; su aliento (quien la alienta y la nutre) es el Espíritu Santo. Por eso, esta santa virgen, ejecuta tan grandes prodigios e innumerables milagros.

Ella es quien ayuda, a todos los que están en aprietos y peligros; la que disminuye las pestes; la que calma la ira y la borrasca del mar. Es la profetiza de Cristo; la reina del sur; la María de los gaélicos (celtas).

De acuerdo con Charles Plummer (VSH., vol. I, p. 136), «el nombre de Brígida, tiene una etimología caprichosa: "breosaiget" significa flecha ardiente, y por cierto que su leyenda, expone muchos rasgos de esta naturaleza. Además Brígida tiene un homónimo pagano, como por ejemplo, "Erigid banfiéle," es decir la poetisa-madre de las tres edades de la poesía. Esta identidad entre los nombres, es buena ocasión para la transferencia de mitos.»

En tiempos antiguos se veneraba mucho a Santa Brígida en Escocia, y también en aquellas partes de Inglaterra, más directamente en contacto con influencias celtas. Hay varios lugares en Gales, llamados Blansantffraid, Iglesia de Santa Brígida. En Irlanda, las iglesias a ella dedicadas, son innumerables; en Inglaterra sabemos de diecinueve, que le fueron consagradas antes de la Reforma.

La mayoría de éstas se encuentran en la parte occidental del país, pero hay una iglesia famosa en Londres, la de Santa Brígida, en Fleet Street. Bridewell, originalmente un palacio real, parece haber adquirido su nombre, por su contigüidad a la iglesia de Santa Brígida. Su fiesta se observa en toda Irlanda, Gales, Australia y Nueva Zelanda.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la intercesión de Santa Brigida, protejas a Irlanda y el Reino Unido, para que se mantenga fiel a la Fe Cristina y Católica, y bendigas a todos los que se dedican a la actividad lechera, incluidas a las propias vacas, para que todos puedan prosperar, brindando con Amor, su producto tan apreciado y necesario para muchos, especialmente a los niños. Amén.


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