Sexta
Feria, 15 de Febrero
SAN
CLAUDIO DE LA COLOMBIERE S.J.
(+1682)
Impulsor de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Impulsor de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
"A
cualquier precio que sea, es necesario que Dios esté contento¨
"¡Oh
Corazones de Jesús y María, verdaderamente sois dignos de poseer,
todos los corazones de los ángeles, y de los hombres!. Vosotros
seréis, de aquí en adelante, la regla de mi conducta, y en todas
las ocasiones, trataré de inspirarme en vuestros sentimientos.
Quiero que mi corazón no esté, en adelante, sino en el de Jesús y
María; o que el de Jesús y María estén en el mío, para que ellos
le comuniquen sus movimientos, y que el mío no se agite ni se mueva,
sino conforme a la impresión que de ellos reciba”
Breve
Propagó
el amor al Sagrado Corazón de Jesús, tal como lo recibió de Santa
Margarita María Alacoque.
San
Claudio de la Colombiere, sacerdote jesuita, fue el primero en creer
en las revelaciones místicas del Sagrado Corazón, recibidas por
Santa Margarita, en el convento de Paray le Monial, Francia.
Gracias
a su apoyo, la superiora de Margarita llegó también a creer, y la
devoción al Sagrado Corazón, comenzó a propagarse.
San
Claudio no solo creyó, sino que en adelante dedicó su vida, a
propagar la devoción, siempre unido espiritualmente a Santa
Margarita, en cuyo discernimiento, confiaba plenamente.
Sacerdote
santo y sabio, que supo discernir muy bien, la auténtica
intervención divina, en el alma de Santa Margarita, a pesar que
hasta entonces, todos los teólogos y las religiosas la despreciaban,
y hasta algunos la tenían por posesa.
Breve
Biografía
Glorias
para Nuestro Dios
Un
artista, contemporáneo de Claudio, nos ha dejado un retrato pintado,
cuando éste tenía entre treinta y cinco, y cuarenta y un años:
rostro alargado, ojos pequeños pero brillantes, y de mirada
penetrante; frente amplia, boca bien proporcionada, y mentón un
tanto afilado.
Se
dice que cuando Claudio entró en la Compañía de Jesús, era más
bien robusto, de carácter muy alegre, de elevados ideales, prudente
y agradable. La vida religiosa, no hizo sino desarrollar sus dones
naturales.
Su
inteligencia innata, se acostumbró a los juicios agudos y certeros.
Claudio amaba las bellas artes, y sostuvo una correspondencia con
Oliverio Patru, miembro de la Academia Francesa, quien alaba mucho
sus escritos.
Pero
poco valor habrían tenido, estos dones naturales en el trabajo por
las almas, si no hubiera unido a ellos, el espíritu interior de un
religioso, sediento de la gloria de Dios. La fuente de su vida
interior, era la unión con Dios en la oración, a la que se
entregaba constantemente.
Llegó
a habituarse de tal modo a referirlo todo a Dios, que el respeto
humano, y los motivos mundanos, no existían para él. Este
extraordinario desapego del mundo, fue su característica principal.
Nacimiento
y más acontecimientos
El
santo Claudio, nació en Saint-Symphorien d'Ozon, cerca de Lyón, en
1641. Su familia estaba bien relacionada, era piadosa, y gozaba de
buena posición. No poseemos ningún dato especial sobre su vida,
antes de ingresar en el colegio de la Compañía de Jesús de Lyón.
Aunque
sentía gran repugnancia por la vida religiosa, logró vencerla, y
fue inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en
Aviñón, y a los dos años, pasó al colegio de dicha ciudad, a
completar sus estudios de filosofía. Al terminarlos, fue destinado a
enseñar la gramática y las humanidades, de 1661 a 1666. Desde 1659,
la ciudad de Aviñón, había presenciado choques constantes entre
los nobles y el pueblo.
En
1662, ocurrió en Roma, el famoso enfrentamiento entre la guardia
pontificia, y el séquito del embajador francés. A raíz de ese
incidente, las tropas de Luis XIV ocuparon Aviñón, que se hallaba
en el territorio de los Papas. Sin embargo, esto no interrumpió las
tareas del colegio, y el aumento del calvinismo, no hizo más que
redoblar el celo de los jesuitas, quienes se consagraron con mayor
ahínco, a los ministerios apostólicos en la ciudad, y en los
distritos circundantes.
Cuando
la paz quedó restablecida, Aviñón celebró la canonización de San
Francisco de Sales.
En
el más antiguo de los dos conventos de la Visitación, se llevó a
cabo una gran función litúrgica. En aquella ocasión, el Santo
Claudio desplegó por primera vez sus dotes de orador, pues, aunque
todavía no era sacerdote, fue uno de los elegidos, para predicar el
panegírico del santo obispo, en la iglesia del convento. El texto
que escogió fue: "De la fuerza, ha brotado la suavidad"
(Jueces: 14, 14), y el sermón resultó magnífico.
Entre
tanto, los superiores habían decidido enviar al joven Claudio, a
terminar sus estudios de teología en París, centro de la vida
intelectual de Francia. En dicha ciudad, se
le confió el honor de velar, por la educación de los dos hijos del
famoso ministro Colbert. Lo que ocurrió, probablemente, es que
Colbert descubrió la envergadura intelectual de Claudio, y lo
escogió para ese importante oficio, aunque él personalmente no era
amigo de los jesuitas.
Sin
embargo, las relaciones del santo, con esa distinguida familia
terminaron mal, pues una frase satírica que Claudio había escrito,
llegó al conocimiento del ministro, quien se mostró sumamente
ofendido, y pidió a los superiores de la Compañía, que enviaran al
santo, nuevamente a su provincia. Esto no pudo realizarse, sino hasta
1670.
La
Palabra es proclamada, y el Corazón elevado
En
1673, el joven sacerdote, fue nombrado predicador del colegio de
Aviñón. Sus sermones, en los que trabajaba intensamente, son
verdaderos modelos del género, tanto por la solidez de la doctrina,
como por la belleza del lenguaje.
El
santo parece haber predicado, más tarde, los mismos sermones en
Inglaterra, y el nombre de la duquesa de York (María de Módena, que
fue después reina, cuando Jacobo II heredó el trono), en cuya
capilla predicó Claudio, está ligado a las ediciones de dichos
sermones.
El
santo, durante su estancia en París, había estudiado el Jansenismo,
con sus verdades a medias y sus calumnias, a fin de combatir, desde
el púlpito, sus errores, animado como estaba por el amor al Sagrado
Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra el
Jansenismo.
A
fines de 1674, el Padre La Chaize, rector del santo, recibió del
general de la Compañía, la orden de admitirle a la profesión
solemne, después de un mes de ejercicios espirituales, en la llamada
"tercera probación". Ese retiro, fue de gran provecho
espiritual para Claudio, que se sintió, según confesaba, llamado a
consagrarse al Sagrado Corazón. El santo añadió, a los votos
solemnes de la profesión, un voto de fidelidad absoluta a las reglas
de la Compañía, hasta en sus menores detalles.
Según
anota en su diario, había ya vivido durante algún tiempo, en esa
fidelidad perfecta, y quería consagrar con un voto su conducta, para
hacerla más duradera. Tenía entonces treinta y tres años, la edad
en la que Cristo murió, y eso le inspiró un gran deseo de morir,
completamente para el mundo, y para sí mismo. Como escribió en su
diario: "Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a
vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por
mí en particular".
Escogido
por y para el Corazón de Jesús
Dos
meses después de haber hecho la profesión solemne, en febrero de
1675, Claudio fue nombrado superior del colegio de Paray-le-Monial.
Por una parte, era un honor excepcional, confiar a un joven profeso,
el gobierno de una casa; pero por otra parte, la pequeña comunidad
de Paray, que sólo tenía cuatro o cinco padres, era insignificante,
para las grandes dotes de Claudio.
En
realidad, es que se trataba de un designio de Dios, para ponerle en
contacto con un alma, que necesitaba de su ayuda: Margarita María
Alacoque. Dicha religiosa, se hallaba en un período de
perplejidad y sufrimientos, debido a las extraordinarias
revelaciones, de que la había hecho objeto el Sagrado Corazón, cada
día más claras e íntimas.
Siguiendo
las indicaciones de su superiora, la madre de Saumaise, Margarita se
había confiado a un sacerdote muy erudito, pero que carecía de
conocimientos de mística. El sacerdote dictaminó que Margarita, era
víctima de los engaños del demonio, cosa que acabó de desconcertar
a la santa. Movido por las oraciones de Margarita, Dios le envió a
su fiel siervo y perfecto amigo, Claudio de la Colombiére.
El
Padre de La Colombiére fue un día a predicar, a la comunidad de la
Visitación. "Mientras él nos
hablaba, escribió Margarita, oí en mi corazón estas palabras: He
aquí, al que te he enviado".
Desde
la primera vez, que Margarita fue a confesarse con el Padre de La
Colombiere, éste la trató, como si estuviese al tanto de lo que le
sucedía. La santa, sintió una repugnancia enorme a abrirle su
corazón, y no lo hizo, a pesar de que estaba convencida, de que la
voluntad de Dios era que se confiase al santo.
En
la siguiente confesión, el Padre de La Colombiere le dijo que estaba
muy contento de ser para ella, una ocasión de vencerse, y "en
seguida -dice Margarita-, sin hacerme el menor daño, puso al
descubierto cuanto de bueno y malo había en mi corazón; me consoló
mucho, y me exhortó a no tener miedo a los caminos del Señor, con
tal de que permaneciese obediente a mis superiores, reiterándome a
entregarme totalmente a Dios, para que Él me tratase como quisiera.
El padre me enseñó a apreciar los dones de Dios, y a recibir sus
comunicaciones, con fe y humildad".
Este
fue el gran servicio, del Padre de La Colombiere a Margarita María.
Por otra parte, el santo trabajó incansablemente, en la propagación
de la devoción al Sagrado Corazón, pues veía en ella, el mejor
antídoto contra el jansenismo.
Testimonio
ante la persecución
El
santo no estuvo mucho tiempo en Paray. Su siguiente ocupación, fue
muy diferente. Por recomendación del Padre La Chaize, que era el
confesor de Luis XIV, sus superiores le enviaron a Londres, como
predicador de María Beatriz d´ Este, duquesa de York. El santo
predicó en Inglaterra, con el ejemplo y la palabra. El
amor al Sagrado Corazón, era su tema favorito.
El
proceso de beatificación habla de su apostolado en Inglaterra, y de
los numerosos protestantes que convirtió. La posición de los
católicos en aquel país, era extremadamente difícil, debido a la
gran hostilidad que había contra ellos. En la corte, se formó un
movimiento para excluir al duque de York, que se había convertido al
catolicismo, de la sucesión a la Corona, sustituyéndole por el
príncipe de Orange, o algún otro candidato.
El
infame Titus Oates y sus secuaces, inventaron la historia de un
"complot de los papistas", en el que el Padre de La
Colombiere, se hallaría complicado con el resto de los católicos.
El complot tenía por objeto, según los calumniadores, el asesinato
del rey Carlos II, y la destrucción de la Iglesia de Inglaterra.
Claudio
fue acusado de ejercer los ministerios sacerdotales, y de haber
convertido a muchos protestantes. Aunque fue hecho prisionero, la
intervención de Luis XIV, impidió que sellase su vida con el
martirio.
El
santo fue simplemente desterrado de Inglaterra. La prisión había
acabado con su débil salud. A su vuelta a Francia, en 1679, el santo
estaba ya mortalmente enfermo; aunque en algunas temporadas se
rehacía un poco, y podía ejercer los ministerios sacerdotales, una
enfermedad de los riñones, no le daba reposo.
Sus
superiores, pensando que los aires natales, podrían ayudarle a
recobrar la salud, le enviaron a Lyón y a Paray. Durante una de sus
visitas a esta última ciudad, Margarita María le avisó que moriría
ahí.
El
Padre Claudio llega a Paray en Abril de 1681, enviado por los
médicos, en busca de la salud que le negaban otros climas; siendo
así hubo comunicación entre el Padre Claudio y la Hermana
Margarita. Hablando de los ardores de sus almas, y proyectos
apostólicos, en favor del Sagrado Corazón.
Aquí
se agravó la enfermedad del Padre Claudio; estaba listo para ir a
otros climas, pero Santa Margarita avisa que si le era posible, sin
faltar a la obediencia, que se quedara en Paray. Y le envía este
mensaje: “Él me ha dicho, que quiere
aquí el sacrificio de vuestra vida”. Con tan
categórica afirmación, deshizo todos los preparativos de viaje.
Muerte
y gloria
En
efecto, después de haber dado, maravilloso ejemplo de humildad y
paciencia, Claudio La Colombiére entregó su alma a Dios, al
atardecer del 15 de febrero de 1682.
Al
día siguiente, Santa Margarita María, recibió un aviso del cielo,
en el sentido de que Claudio se hallaba ya en la gloria, y que no
necesitaba de oraciones. Así escribió, a una persona devota del
querido difunto: "Cesad en vuestra
aflicción. Invocadle. Nada temáis; tiene ahora mas poder que nunca,
para socorrernos".
El
Padre de La Colombiére, fue beatificado en 1929, y su Santidad Juan
Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su
fiesta, el día 15 de febrero.
Fuente
Bibliográfica: Vidas de los Santos de Butler, Volumen I.
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San
Claudio de la Colombiere
Acto
de Confianza en Dios
Esta
es sin duda, una de sus oraciones más bellas
Es
la conclusión del discurso 682, que trata precisamente, de la
confianza en Dios (O.C. IV, p. 215).
Dios
mío, estoy tan persuadido, de que veláis sobre todos los que en Vos
esperan, y de que nada puede faltar, a quien de Vos, aguarda todas
las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno,
descargando sobre Vos, todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz,
y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor!, y sólo Tú, has asegurado mi
esperanza.
Los
hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las
enfermedades pueden quitarme las fuerzas, y los medios de serviros;
yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no
perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante
de mi vida, y serán inútiles, todos los esfuerzos de los demonios
del infierno, para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que
otros esperen su felicidad de su riqueza, o de sus talentos; que se
apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su
penitencia; o sobre el número de sus buenas obras; o sobre el fervor
de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor,
toda mi confianza, es tu confianza misma. Porque Tú, Señor, solo
Tú, has asegurado mi esperanza.
A
nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el
Señor, ha quedado frustrado en su confianza.
Por
tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente
espero serlo, y porque de Vos ¡oh Dios mío!, es de Quien lo espero.
En Ti esperé, Señor, y jamás seré confundido.
Bien
conozco ¡ah!, demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante;
sé cuanto pueden las tentaciones contra
la virtud más firme; he visto caer los astros del
cielo, y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede
aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a
cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre,
porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En
fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos, y de que
conseguiré, todo lo que hubiere esperado de Vos. Así,
espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas
pendientes; que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos,
y que haréis triunfar mi flaqueza, sobre mis más formidables
enemigos.
Espero
que me amaréis siempre, y que yo os amaré sin interrupción; y para
llevar de una vez, toda mi esperanza, tan lejos como puedo llevarla,
os espero a Vos mismo, de Vos mismo ¡oh Creador mío!, para el
tiempo, y para la eternidad. Así sea.
La
penitencia es una virtud que
nos lleva a trabajar, para eliminar de nuestra vida, todo aquello que
nos separa del amor de Dios, y del amor al prójimo. No
es un sentimiento, una experiencia emocional, sino mas bien, un acto
de la voluntad. Muchos confunden la penitencia, exclusivamente con
actos externos de expiación, sin embargo, es toda una actitud
interior.
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión
de San Claudio de Colombiere, y de Santa Margarita María Alacoque,
podamos ser siempre devotos de tu Sagrado Corazón, y el de la
gloriosa Virgen María. Te pedimos Señor, que enciendas las
vocaciones en Francia y en todo Europa, para que pueda volver a
convertirse, en el Faro de la Evangelización en el Mundo. A Tí
Señor, que tocas la puerta de nuestro corazón todos los días.
Amén.
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