miércoles, 27 de febrero de 2019


Cuarta Feria, 27 de febrero

San Gabriel de la Dolorosa


Protector de los seminaristas y novicias
(† 1862)

"Francisco, tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él?. Entra en la vida religiosa", le dijo la Virgen durante una procesión

Breve
El primero de marzo de 1838, nació en el pueblecito de Asís (Italia), un niño llamado Francisco Possenti, que como el famoso fundador de los franciscanos, llegó a ser santo. Era el undécimo de trece hermanos, y quedó huérfano de madre a los cuatro años.

Francisco, que tomó más tarde, como nombre religioso, Gabriel de la Dolorosa, tenía un "temperamento suave, jovial, insinuante, decidido y generoso; poseía también un corazón sensible, y lleno de afectividad... Era de palabra fácil, apropiada, inteligente, amena, y llena de una gracia que sorprendía..." (Fuentes, p. 24s).

De estatura más bien alta (medía 1,70 metros), tenía "buena voz, era ágil, y bien formado" (ib.).

Con su familia se trasladó a Spoleto, donde como el otro Francisco, era un líder de los jóvenes. Allí fue a la escuela de los hermanos de las Escuelas Cristianas, y al liceo clásico con los jesuitas. Le agradaba mucho el canto, y consiguió premios en poesía latina, y en las veladas teatrales. Era un joven dinámico, con una gran pasión por su fe cristiana. En su habitación, había colocado una escultura de la Piedad, para su veneración íntima.

Cuando iba al teatro Meliso con su padre, muchas veces salía a escondidas, para ir a rezar bajo el pórtico de la catedral, que estaba muy cerca; después regresaba, antes de que concluyera la función, para salir con los demás espectadores. Algunas veces usaba cilicio, y se sabe que en una ocasión, rechazó las proposiciones deshonestas de una libertina, amenazándole con una navaja.

Interviene la Virgen María
El 22 de agosto de 1856, estaba asistiendo a la procesión de la "Santa Icone", una imagen mariana, venerada en Spoleto, cuando la Virgen María le habló al corazón, para invitarle con apremio: "Tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él?. Entra en la vida religiosa" (Fuentes, p. 208).

El 10 de septiembre de 1856, entró en el noviciado pasionista de Morrovalle (Macerata), y tomó el nombre religioso de Gabriel. Tenía solo 18 años. Su entrega fue con todo su corazón, y en la vida religiosa encontró su felicidad: "La alegría y el gozo que disfruto, dentro de estas paredes, son indecibles" (Escritos, p. 185). Sus mayores amores eran Jesús Crucificado, la Eucaristía, y la Virgen María.

Muerte
En el convento de Isola, cuando los primeros rayos del sol, entraban por la ventana de su celda, en la mañana del 27 de febrero de 1862, Gabriel, sumido en éxtasis de amor, y rodeado por los religiosos, que lloraban junto a su lecho, abandonó la tierra, y fue al cielo, invitado por la Virgen María.

Treinta años más tarde, el 17 de octubre de 1892, se iniciaron los trámites para inscribirlo entre los santos, ya que la devoción de los fieles, y los milagros que realizaba, eran muchos.

Fue canonizado por Benedicto XV en 1920.
Declarado copatrón de la juventud católica Italiana, 1926
Patrón principal de Abruzo en 1959.

Santa Gemma, al leer la vida de San Gabriel de la Dolorosa, quedó profundamente vinculada espiritualmente con él, y éste se le apareció en muchas ocasiones, para guiarla y consolarla.

Santuario de San Gabriel en Italia:
Como llegar: Desde Roma: Autostrada A/24 dirección Teramo, salida "S. Gabriele", a 3 km está el Santuario.

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LAMBERTO DE ECHEVERRÍA
Asís, la ciudad embalsamada por el recuerdo de San Francisco y Santa Clara, fue su cuna. Cuando nació, pertenecía aún a los Estados pontificios, en cuya administración de justicia trabajaba, corno juez asesor, su padre.

Vino al mundo, el 1 de marzo de 1838. Pocos años después, cuando el pequeño Francisco, tenía sólo cuatro años, murió su madre. Él quedó huérfano, junto con sus doce hermanos, al cuidado de su padre, ejemplar y cristianísimo. Y a su padre, debió una firme educación familiar, gracias a la cual, pudo llegar a superar el obstáculo, de un carácter propenso a la cólera, y que no dejaba de dar frecuentes muestras de terca obstinación.

Francisco Possenti, que así se llamaba, antes de entrar en religión, hizo sus primeros estudios, con los hermanos de las Escuelas Cristianas, y después con los jesuitas de Spoleto, a donde se había trasladado su padre. Ya de escolar, se iniciaron en él, las luchas en torno a la vocación religiosa, que tanto habían de alargarse.

A los dieciséis años, la pubertad logra enfriar algo, sus fervores infantiles. Una enfermedad le sirve de advertencia, y él, vuelto hacia el Señor, le promete entrar en religión si se cura. Pero recobrada la salud, no tarda en olvidar aquella promesa. Nuevo aviso, nueva enfermedad, más peligrosa aún que la anterior.

Perdida casi toda la esperanza, se encomienda al entonces Beato San Andrés Bobola, y renueva su promesa de vivir como religioso. En efecto, al aplicarle la imagen de San Andrés, queda dormido, y horas después se despierta completamente curado. Pero... el mundo tiraba de él con fuerza.

Se encontraba en plena juventud, tenía éxito entre las muchachas de Spoleto, y por otra parte, la vida religiosa se hacía muy dura, para su carácter independiente.

Nuevo aviso del cielo: el cólera se lleva a una de sus hermanas, que él quería tiernamente. Parecía ya imposible, desoír la voz de Dios. Y en efecto, Francisco habla un día seriamente con su padre, y le manifiesta que quiere entrar en religión. Cosa curiosa, su padre, tan cristiano, se niega. Le parece imposible que un muchacho tan frívolo pueda perseverar, y quiere probar antes aquella vocación, que más le parece fruto de una impresión fuerte, la causada por la muerte de su hermana, que de una serena reflexión.

Y hay un momento, en que parece que todo le daba la razón. A pesar de haber manifestado tan seriamente, su deseo de marcharse del mundo, Francisco vuelve a su vida anterior, y aun frecuentando los sacramentos, se muestra aficionado al teatro, y se deja envolver por las vanidades del mundo.

El golpe definitivo, iba a llegar de la manera más inesperada. El día de la octava de la Asunción de 1856, Francisco está viendo pasar, como simple espectador, una procesión en la que se llevaba, una imagen de la Santísima Virgen, de gran veneración en Spoleto: regalo de Federico Barbarroja a la villa; se decía que había sido pintada por San Lucas.

De pronto, el joven levanta su mirada al cuadro de la Virgen, y se siente sobrecogido, al ver fijos en él, los ojos de la imagen. Le parece escuchar una voz, que dice: "Francisco, el mundo no es para ti. Tienes que entrar en religión".

Se siente anonadado. Ya no hay que deliberar más. Lo que importa, es poner cuánto antes por obra, la decisión tomada.

Pero su padre continúa oponiéndose. Y más, cuando ve que el joven ha pedido su ingreso, nada menos que en la austera congregación de los pasionistas. Buen cristiano, deja su padre el asunto, en manos de dos eclesiásticos respetables. Los dos, al principio, se inclinan a pensar que Francisco, no resistirá la vida pasionista. Los dos, después de haber escuchado al joven, se conciertan con él, para eliminar las últimas dificultades.

Y así el 21 de septiembre de 1856, Francisco Possenti, cambiaba de hábito y de nombre. Pasaba a ser un novicio pasionista, y a llamarse Gabriel de la Dolorosa. Había dejado su casa paterna, y se encontraba en el retiro de Morrovalle.

Su vida religiosa, iba a ser breve, pero intensísima. La adaptación le costó terriblemente. Acostumbrado al género de comidas, propio de una casa acomodada, los toscos alimentos del pobre convento pasionista, le causaban una repugnancia invencible. A pesar de las protestas de su naturaleza, insistía en comer, hasta que los superiores, compadecidos, le permitieron temporalmente algún alivio.

Lo mismo ocurría, con todos los demás aspectos de la observancia. Sin querer aceptar la más mínima singularidad, seguía siempre al pie de la letra un horario, y unos ejercicios, que le costaban mucho, a su delicada complexión.

En febrero de 1858, comienza sus estudios, que le llevan primero al convento de Preveterino, después al de Camerino, y finalmente al de Isola. En todos estos conventos, dejó el recuerdo de su ejemplar aplicación.

Dicen que tenía siempre ante los ojos, aquellas palabras que había escrito, un glorioso santo de su misma congregación, San Vicente María Strambi: "Cuando tenéis que entregaros al estudio, imaginaos que estáis rodeados, por una multitud innumerable de pobres pecadores, privados de todo socorro, y que os piden con vivas instancias, el beneficio de la instrucción, el camino que conduce a la salvación". Esta era la única preocupación de Gabriel: prepararse para el sacerdocio, al que sin embargo, por sabios designios de Dios, no habría de ejercer.

De una parte, estarían los trastornos políticos del reino de Nápoles. Y de otra parte, lo impediría también su propia salud. Cuando ya empezaba a aproximarse, la fecha de su ordenación sacerdotal, el 25 de mayo de 1861, cuando ya había recibido las órdenes menores, la salud de Gabriel, empezó a empeorar rápidamente.

La tuberculosis se apoderó de él. Fue necesario recluirse en la enfermería, y dedicarse de lleno a aceptar, con toda alegría y sumisión, a la voluntad de Dios, aquel inmenso sufrimiento. De vómito de sangre en vómito de sangre, de ahogo en ahogo, vivirá así un año enteramente entregado a Dios, ofreciéndose a Él, como holocausto y víctima.

Había sido ejemplar mientras estuvo sano. Sus compañeros quedaban maravillados, al contemplar la ejemplaridad de la observancia. A la meditación de la pasión, típica de la congregación en la que había ingresado, añadió siempre un amor entusiasta, ingenioso, encendido a la Santísima Virgen. Se podría sacar, un tratado completo de devoción a ella, espigando detalles de la vida de San Gabriel.

Desde lo intelectual, con el estudio continuo, de lo que se refiere a la Santísima Virgen, y la lectura repetida de Las glorías de María, de San Alfonso, hasta lo más menudo y cariñoso: todo un cúmulo de expresiones filiales, que a cada paso, surgen de sus labios y de su pluma. El amor a la Santísima Virgen, fue ciertamente la palanca, que le permitió subir rápidamente, por el camino de la perfección.

Ejemplar también, en la práctica de las virtudes religiosas. Amante de la pobreza, hasta en los más mínimos detalles. Obedientísimo siempre, con anécdotas que casi nos hacen pensar, en el mismo escrúpulo. Y hasta su amor a la castidad, con el voto que hizo de no mirar nunca, a la cara de mujer alguna.

Y fue también muy ejemplar, mientras estuvo enfermo. La presencia de Dios, que con tanta frecuencia solía él recordar, según es uso entre los pasionistas, en sus recreos, se hizo ya para él, completamente normal durante todo el día. Solo en la enfermería, podía darse de lleno a tan santo ejercicio.

Sus mismos padecimientos, le daban ocasión de ejercitar su caridad, para con sus hermanos, a quienes, ni en lo más agudo de sus sufrimientos, quería nunca molestar a nadie. Así se constituyó en la admiración, y el ejemplo de todos los estudiantes del convento.

Hacia el fin de diciembre de 1861, un nuevo vómito de sangre, puso en peligro su vida. Aún pudo asistir a misa el día de Navidad. Su estado quedó estacionado, hasta el domingo 16 de febrero. Nueva crisis, nuevos y más horribles dolores, nuevo vómito de sangre.

Al fin, se vio claro que aquello no tenía remedio humano. Cuando se lo dijeron, tuvo primero un ligero movimiento de sorpresa, e inmediatamente después una gran alegría. Recibió el viático, y pidió perdón públicamente, a todos sus hermanos.

Pero aún no era la hora. Sólo el 26 de febrero se le dio la extremaución. En la noche siguiente, tras rechazar reiterados asaltos del enemigo, Gabriel pidió por última vez la absolución. Y habiéndola recibido, cruzadas las manos sobre el pecho, iluminado su rostro juvenil por una luz celestial, rindió su último suspiro, suave y dulcemente. Había comenzado el 27 de febrero de 1862.

Se le hubiera creído dormido, cuando echado en tierra sobre una tabla, según el uso de los pasionistas, le pudieron contemplar los religiosos, antes de proceder a la inhumación, en la capilla del convento. Pero pese a la sencillez de su vida, transcurrida sin contacto con el mundo, entre las paredes de las casas de estudio pasionistas, pronto corrió por todas partes, la voz de su admirable santidad.

En 1892, se hizo la exhumación de sus restos. Iban llegando de todas partes, noticias de milagros obtenidos por su intervención. En 1908, San Pío X procedía a su beatificación, teniendo el consuelo de asistir, anciana ya, una señora que en su juventud, le había tratado bastante, hasta el punto de haber entrado en los planes de la familia Possenti, el proyecto de una boda entre ambos. Años después, el 13 de mayo de 1926, Benedicto XV le canonizaba.

Muerto a los veinticuatro años de edad, después de seis años de profesión religiosa, todo el mundo mira, a San Gabriel de la Dolorosa como modelo, y protector de la juventud de los seminarios, noviciados, y casas religiosas de estudio. Y como modelo también, de admirable y sentida devoción a la Santísima Virgen María.

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión de San Gabriel de la Dolorosa, surjan muchas vocaciones sacerdotales y religiosas, y así poder afianzar el cuerpo de pastores, tan diezmado hoy en día, en casi todos los países. A Tí Señor, que eres el Sumo Sacerdote, y Reinas por los Siglos de los Siglos. Amén.




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