miércoles, 20 de febrero de 2019


Cuarta Feria, 20 de febrero

San Euquerio, Obispo


(c.a. 690-743)

Breve
Ejemplar Obispo de Orléans. Hizo frente a los atropellos de la autoridad civil, en la persona de Carlos Martel, abuelo de Carlomagno.

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Natural de Francia, y nacido de familia noble, nació alrededor del año 690, en Orleáns.

Dice la leyenda, que su madre era piadosísima, y que poco antes de tener al hijo, tuvo un sueño angelical. Sí, una criatura celeste le anunciaba, que iba a ser madre de un futuro obispo, muy santo. Y es que hubo un tiempo, en que las biografías de santos, tenían poco «gancho» si no se presentaba su figura con títulos de gran alcurnia, y con abundancia de datos sobrenaturales.

Normalmente, las cosas de Dios suelen ser más simples y sencillas, y el santo se forja, en el continuo juego de la correspondencia a la gracia, teniendo con frecuencia los altibajos, que dependen tanto de los dones otorgados -y esto sólo lo puede medir el Espíritu Santo- como de la generosidad, en la respuesta del que los recibe, siendo esto cosa muy difícil de calibrar.

El caso es que nació como todos los niños, y con la acción de gracias de los padres, como es lo normal. De niño, se inicia en el conocimiento de las letras, y cuando joven, le entusiasman los conocimientos propios del saber de la época; se adentra en las artes y en las ciencias; le gusta la filosofía, y prefiere ante todo la teología. Al calor de la devoción sincera con la Virgen, comienzan a señalarse rasgos de profundidad, en la virtud.

Cuando Leodoberdo es obispo, él abraza el estado clerical. Luego se hace monje, en el monasterio de Jumièges, a orillas del Sena, cerca de Ruan; al parecer, es uno de los lugares santos, de más estricta observancia. A la oración y la penitencia, propia del monasterio, añade el estudio de los sagrados cánones, y de los Santos Padres. Recibe el Orden Sacerdotal, y se adentra en la Eucaristía, con lágrimas en los ojos.

Muerto Severo, obispo de Orleáns, es propuesto para obispo de la sede vacante. Tiene que ser Carlos Martel, el rey merovingio, hijo bastardo de Pipino de Heristal, quien casi le obligue a aceptar, una vez vencida la resistencia personal, a abandonar el silencio del claustro, y la compañía de sus hermanos monjes. Pensaba en aquel momento, que las «dignidades», bien podrían ser causa de condenación.

Parece que le va bien en el oficio de obispo, un tanto extraño para un monje. Desempeña su ministerio, con un celo poco usual. Cuentan los cronistas, que entra de lleno, en cuidar la disciplina eclesiástica, ya que está convencido, de que el buen ejemplo, es la primera predicación al pueblo.

Y así sucedió. Con un clero bien dispuesto, llegan tempranos, los frutos que pudo recoger: hay reforma en las costumbres del pueblo; se da una vuelta a la piedad sincera. Incluso se traspasan los límites de la diócesis de Orleáns, que agradece de modo ostensible, el recibimiento a su obispo-padre, hasta en los lugares más remotos.

No iba a estar exenta, esta santa y laboriosa vida, de las cruces, que la purifican, ni de la acción, de los que padecen el tic de la envidia, que siempre y en todo lugar, fueron muchos.

Aquí también. soliviantan los ánimos de Carlos Martel, cuando regresa de Aquitania, volviéndolos en contra de su protegido de otro tiempo, porque tuvo el valor de enfrentarse el rey franco, defendiendo los bienes de la Iglesia, al utilizarlos como fondos, para sus campañas guerreras.

Los envidiosos, supieron aprovechar bien el momento, y echaron leña al fuego, hasta levantar una hoguera de tamaño natural. En el año 737, cuando Carlos Martel volvía a París, después de haber derrotado a los sarracenos en Aquitania, entró en Orléans, mandó a Euquerio que le siguiese hasta Verneuil-sur-Oise, y desde ahí lo desterró a Colonia.

La piedad, y el agradable carácter del santo, le ganaron tanta popularidad en aquella ciudad, que Carlos Martel le mandó trasladar, a una fortaleza de las proximidades de Lieja, y le puso bajo la vigilancia directa del gobernador del distrito.

Pero el obispo, ganó de nuevo a todos, y el gobernador le nombró limosnero, y le dio permiso de retirarse, al monasterio de Saint-Trond, cerca de Maestricht, donde Euquerio, pasó los últimos seis años de su vida, en oración y contemplación.

La leyenda cuenta que San Euquerio, vio a Carlos Martel, en el infierno, la que fué interpolada posteriormente en la biografía primitiva; hacemos mención de ella porque el incidente aparece, en algunas imágenes del santo.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, te rogamos suscites Obispos de la valentía de San Euquerio, que sepan poner límites a los abusos del poder civil, y posean un espíritu desprendido, como lo tuvo este insigne Obispo. A Tí Señor que supiste hacer frente a los poderes temporales, en vuestro paso por la Tierra. Amén.

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