lunes, 18 de febrero de 2019


Segunda Feria, 18 de febrero

SANTA MARIA BERNARDA SOUBIROUS


(† 1879) - Cuerpo Incorrupto

"YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN"

¨¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!¨

"Rogarás por los pecadores...Besarás la tierra por la conversión de los pecadores"

"Bernardette estaba totalmente perdida en Dios"

El agua milagrosa de Lourdes, ha sido analizada por hábiles químicos: es un agua virgen, muy pura, un agua natural, que carece de toda propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad, de que ninguna bacteria sobrevive en ella. (Simboliza la Inmaculada Concepción, en cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original, ni personal).

Breve
Hablar de Bernadette, es hablar del perfume angélico, que cada tanto nuestro Señor, nos regala para el goce espiritual de nuestras almas.

Y es también un recordatorio doloroso, de la insolencia de tantas personas, que deberían hacer honor a su hábito de religiosas, religiosos, o incluso Obispos, sin mencionar a las autoridades civiles, tan apegadas a las formalidades, y al estricto sentido de clases sociales, y que no pueden soportar, que alguien tan humilde, sea depositaria de tantas revelaciones y bendiciones.
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Lourdes: Milagro que resiste refutaciones
La gruta de Lourdes, representa nuestra alma -padre Jordi Rivero

La Virgen se apareció en una gruta muy bella, pero que el pueblo de Lourdes usaba de basurero.

Allí iba Bernardita, niña pobre, a buscar leña. Por la intercesión de la Virgen, surgió una fuente milagrosa de agua pura. La gruta se convirtió, en un lugar sumamente hermoso, donde multitudes van a encontrarse con María.

Así también es nuestra alma. Dios la creó bella, pero por el pecado, la hemos convertido en un basurero. Pero Dios nos lavó con el bautismo y con la confesión, para restaurar en nosotros la belleza, y así podamos atraer a muchos para Cristo. Nuestra Madre nos ayuda, en cada paso de ese camino.
Nosotros debemos aprender de Bernardita la humildad, para dejarnos guiar por la Virgen hasta el cielo.

El agua milagrosa de Lourdes, ha sido analizada por hábiles químicos: es un agua virgen, muy pura, un agua natural, que carece de toda propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad, de que ninguna bacteria sobrevive en ella. (Simboliza la Inmaculada Concepción, en cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original, ni personal).

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Niñez humilde y enfermiza, pero llena de piedad.

Santa Bernardette, nació el 7 de enero de 1844, en el pequeño pueblo de Lourdes, en las hermosas montañas de los Pirineos franceses. En su bautismo, le pusieron el nombre de Marie-Bernard, pero desde pequeña, la llamaban por el diminutivo "Bernardette".

Su padre Francisco, era un hombre honesto y recto, pero no muy capaz en los negocios. Trabajó como molinero para los Casterot, una familia acomodada. Vivía con su familia, en el molino de Boly.

Su madre, Luisa Casterot, se casó a los 16 años. Se pensaba que así su futuro estaría asegurado, pero las cosas no resultaron de esa manera. Cuando los clientes venían a moler su trigo, la joven pareja les servía una comida completa. Esto podía hacerse en tiempos de abundancia, pero llegó a hacer crisis, en tiempos de estrechez.

Las deudas forzaron a los Soubirous a dejar el molino, y albergarse en una celda, propiedad de un primo de Francisco, que había estado en una prisión. En un solo cuarto vivían los seis, el padre, la madre, y los cuatro hijos.

Los mayores eran mujeres, de las que Bernardette era la primera, después de ella venía Toinette (dos años y medio más joven), y luego los dos varones, Jean-Marie y Justin. Para conseguir el escaso pan para los niños, Francisco y Luisa, tomaban todo tipo de trabajos que podían encontrar.

Cuando nació Bernardette, la familia todavía tenía recursos. Una prueba de ello, es que la niña, fue confiada a una nodriza por seis meses. La nodriza, llamada Marie Avarant, y de casada Lagues, vivía en Bartres, en el campo, a 5 millas de Lourdes. Marie Lagues amamantó a Bernardette por 15 meses, desde junio de 1844, a octubre de 1845. De acuerdo con la costumbre, ambas familias quedaron muy unidas entre sí.

Las dificultades económicas de la familia Soubirous, dio oportunidad a Marie para pedir hacerse cargo de Bernardette. El pretexto fue, que le ayudase con otros niños, pero en realidad la quería para el pastoreo de ovejas. Quedó así como una pastorcita contratada, aunque sin paga.

Al ir a Bartres, le prometieron que podría prepararse, con el sacerdote del lugar, para hacer su Primera Comunión. Tenía casi 14 años, y era la única niña de su edad en Lourdes, que no la había recibido. Pero al ver que era muy buena en su trabajo, la obligaban a pasar más tiempo cuidando las ovejas, lo que no le permitía asistir a las clases de catecismo. Los dos niños de la familia donde vivía, se marchaban todas las mañanas a las clases de catecismo, mientras a ella, le exigían marcharse al campo a pastorear. Esto le dolía mucho en su corazón.

Ha surgido un interrogante, sobre la inteligencia de Bernardette. Muchos sugieren que no era inteligente. Es cierto que ella aprendía con dificultad, y hasta ella misma decía, que tenía "mala cabeza", queriendo decir que tenía poca memoria. Al habérsele negado la posibilidad de estudiar, Bernardette a los 13 años de edad, todavía no sabía ni leer ni escribir.

El maestro Jean Barbet, quién en una ocasión, le dio clases de catecismo, decía de ella: "Bernardette tiene dificultad en retener las palabras del catecismo, porque no puede estudiarlas, ya que no sabe leer, pero ella hace un gran esfuerzo, en comprender el sentido de las explicaciones. Aún mas, ella es muy atenta, y especialmente, muy piadosa y modesta".

Sin duda, Bernardita había sabido cultivar un gran tesoro en Dios: un corazón, adornado de las más bellas virtudes cristianas: inocencia, amabilidad, bondad, caridad y dulzura.

El sacerdote de Bartres, Abbé Arder, si bien se marchó a un monasterio, poco después que llegara Bernardette, en los pocos contactos que tuvo con ella, pudo captar la excelencia de su corazón. Él tenía mucha fe, en las apariciones de La Salette (1846), ocurridas once años atrás, y así comparaba a Bernardette, con los niños de La Salette.

Decía: "Ella me parece una flor, toda envuelta con perfume divino. Yo le aseguro, que en muchas ocasiones, cuando la he visto, he pensado en los niños de La Salette. Ciertamente, si la Santísima Virgen se le apareció a Maximino y a Melania, lo hizo en orden, a que ellos se convirtieran en simples y piadosos como ella".

Ni la ignorancia, ni la pobreza, ni el aspecto enfermizo de Bernardette, le previnieron de apreciar en ella, la simplicidad y la piedad. Decía el Sacerdote en una ocasión: "Mira a esta pequeña. Cuando la Virgen Santísima quiere aparecerse en la tierra, Ella escoge a niños como ésta". Sus palabras fueron proféticas, ya que a los pocos meses, la Virgen se le comienza a aparecer, en la gruta de Massabielle, cerca de Lourdes.

Cuando Bernardette vio, que su deseo de prepararse para recibir la Comunión, no era posible en Bartres, le pidió a María Lagues que le permitiera ir a Lourdes, donde insistió a sus padres, que le concedieran regresar a casa. Quería recibir la Primera Comunión, y tendría que empezar las clases de catecismo inmediatamente, si quería recibirla en 1858. Sus padres accedieron, y regresó a Lourdes, el 28 de enero de 1858, solo 14 días antes de la primera aparición de la Virgen.

Es importante, por lo tanto, comprender la razón, por la que Bernardette se encontraba en Lourdes, cuando tenía 14 años, y comenzaron las apariciones: ella buscaba con todo su corazón, recibir la Santa Comunión. La Virgen visita a un alma muy pura, llena de amor por su Hijo; un alma dispuesta a cualquier sacrificio, para llevar a cabo la obra de Dios.

Bernardette, al verse impedida de recibir la comunión, recurre a la Virgen, reza diariamente el rosario, y la Virgen le abre las puertas. La Virgen sabe, que puede confiar en ella, el trascendente mensaje que desea comunicar al mundo.

LAS APARICIONES EN LOURDES
El 11 de febrero de 1858, era el día elegido para que el cielo se hiciera presente en la tierra. Ese día cambiaría para siempre, no solo la vida de Bernardita, sino que marca el comienzo, de una fuente de gracia, que ha brotado para toda la humanidad. Fuente de gracias, que solo crece con el tiempo.

La madre de Bernardita, permitió a ésta ir con su hermana menor, llamada María, y con otra niña, al campo, a buscar leña seca. El lugar preferido para recoger leña, era un campo que había frente a la gruta. Bernardita por su fragilidad física, se quedó atrás.

Las compañeritas habían pasado ya el arroyo, pero Bernardita no se atrevía a meterse al agua, porque estaba muy fría.

Las demás insistían en que lo hiciese, y cuando ella empezó a descalzarse, un ruido muy fuerte, parecido a un viento impetuoso, la obligó a levantar la cabeza, y mirar hacia todos los lados. !Qué es esto!, decía. Las hojas de los árboles estaban inmóviles. El ruido del viento empezó de nuevo, y más fuerte en la gruta.

Y ahí, en el fondo de la gruta, una maravillosa aparición, se destacaba delante de ella. En este mismo momento, empezaron a sonar las campanas de la Iglesia parroquial, y se oía el canto del Ángelus.

Primera Aparición:
Una luz resplandeciente como la del sol, pero dulce y apacible, como todo lo que viene del cielo, una Señora prodigiosamente bella, se dejó ver por Bernardita.

Vestía un traje blanco, brillante y de un tejido desconocido, ajustado al talle con un cinta azul; largo velo blanco, que caía hasta los pies, envolviendo todo el cuerpo. Los pies, de una limpieza virginal y descalzos, parecían apoyarse sobre el rosal silvestre.

Dos rosas brillantes, de color de oro, cubrían la parte superior de los pies de la Santísima Virgen. Juntas sus manos ante el pecho, ofrecían una posición de oración fervorosa; tenía entre sus dedos, un largo rosario blanco y dorado, con una hermosa cruz de oro.

Todo en Ella irradiaba felicidad, majestad, inocencia, bondad, dulzura y paz. La frente lisa y serena, los ojos eran azul celeste, llenos de amor, y los labios mostraban suavidad y mansedumbre. La Señora, parecía saludarla tiernamente, mientras se inclinaba ante Bernardita.

Bernardita buscó su rosario, que traía siempre en su bolsillo, haciendo como para defenderse, la señal de la cruz, pero su mano quedó paralizada. En ese momento, la Virgen tomo la cruz del rosario, e hizo la señal de la cruz, y le dijo a Bernardita que lo hiciera como ella.

En ese momento, su brazo paralizado quedó libre. La Señora empezó a pasar las cuentas del rosario entre sus dedos, y Bernardita empezó a rezar el suyo. Al terminar, la Virgen le hizo señas con el dedo, para que se acercara, y extendiendo el brazo, se inclinó dulcemente, y sonrió como despidiéndose de Bernardita. ¡La Visión había desaparecido!.

Bernardita preguntó a las otras niñas si habían visto algo, y éstas al responderle que no, les contó su experiencia, y les pidió silencio. Pero la hermana de Bernardita, se lo contó a su mamá. La madre no le creyó, y ordenó a Bernardita, que se dejase de imaginaciones, y que le estaba prohibido regresar a la gruta.

Esa noche, mientras rezaban el rosario en familia, Bernardita rompió en llantos, repitiendo su invocación favorita: "Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a Tí".

Segunda aparición:
El día 14 de febrero, las niñas insistieron, en que les dieran permiso para regresar a la gruta. Todos pensaban, que lo que le había pasado a Bernardita, era un engaño del demonio, y entonces le dijeron que fuera a la gruta, y la rociara con agua bendita. Así huiría el demonio, y se quedarían tranquilos.

Cuando llegaron a la gruta, Bernardita les pidió que se arrodillaran, a rezar el Rosario. Apareció de nuevo la Virgen. El rostro de Bernardita se transfiguró. Ésta tiró el agua bendita, y dijo: "Si vienes de parte de Dios, acércate a nosotras". El agua bendita llegó hasta los pies de la Virgen, y sonriendo con mas dulzura, se acercó a Bernardita. Tomó el rosario, y se persignó con él. Empezaron ambas a rezarlo.

Al atardecer, ya toda la población, comentaba las maravillas que ocurrían en la gruta de Lourdes, pero a los comentarios se unían las burlas, desprecios e insultos.

Tercera Aparición:
Los padres de Bernardita, empezaron a creerle, ya que ella jamás había mentido, y se caracterizaba por su obediencia. Además los convenció, la naturalidad con que ella exponía los eventos, y con sus más pequeños pormenores.

El 18 de febrero, una señora y una religiosa, deseaban acompañar a Bernardita a la gruta. Fueron con ella primero a la Santa Misa, de las 5:30 a.m., y de allí se dirigieron a la gruta. Bernardita caminaba tan rápido, que parecía como si una fuerza superior, la empujase hacia allá.

Se arrodilló, y empezó el rezo del rosario, lanzó un grito de júbilo, al ver al fondo de la gruta a la Señora. Le preguntó, si se podían quedar sus dos acompañantes, y la Virgen le dijo que sí. Ellas también se arrodillaron, y se pusieron a rezar, mientras encendían un cirio bendecido.

Bernardita le pasó un papel a la Virgen, pidiéndole que escribiera, cualquier cosa que deseaba comunicarle.

La Virgen le dijo: "Lo que tengo que comunicarte, no es necesario escribirlo, hazme únicamente el regalo de venir aquí, durante quince días seguidos". Bernardita se lo prometió, y la Virgen le respondió: "Yo también te prometo hacerte dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro".

La quincena milagrosa:
El rumor de las apariciones se esparció rápidamente, y una gran multitud acudió a la gruta.

19 de febrero: Llegó Bernardita a la gruta, acompañada de sus padres, y un centenar de personas. A partir de este día, iba a todas las apariciones, con una vela encendida.

20 de febrero: Alrededor de 500 personas, la acompañaban.

21 de febrero: Varios miles de personas, llenaban todos los alrededores de la gruta. Hubo un momento en que la aparición, parecía hacerse hacia atrás, y como hundirse en el interior de la roca.

Para no perderla de vista, Bernardita fue acercándose de rodillas. Observó que la Virgen, se había puesto triste. Le pregunto, ¿qué te pasa?, ¿qué puedo hacer?.

La Virgen respondió: "Rogad por los pecadores".

Bernardita era objeto de toda clase de burlas, persecuciones y ofensas. Incluso las autoridades civiles, tomaron carta en el asunto. El comisario llegó a recogerla, para hacerle un largo examen. Amenazó con llevarla a la cárcel, si continuaba yendo a la gruta.

Uno de los principales médicos de Lourdes, se dedicó a estudiarla, observarla y examinarla. Éste llegó a la conclusión, que en Bernardita no había ningún signo de alucinación, histeria, o escape de la realidad. Dijo así: "Aquí hay un hecho extraordinario, totalmente desconocido, a la ciencia y a la medicina"

Sin embargo, las persecuciones no terminaron; la policía continuó tratándola indignamente. El Párroco de Lourdes, la defendió enérgicamente. En todo esto, Bernardita se mantuvo firme, pero con humildad, nunca tomando una posición defensiva, ni de ataque contra nadie.

22 de febrero:  La Virgen no se le apareció. Todos se burlaban de Bernardita. Ella lloraba, pensando que quizás había cometido alguna falta, y que por eso, la Virgen no se le había aparecido. Pero tenía la firme esperanza de volver a verla.

Una de las cosas que más sorprendía a la gente, era ver a una humilde y sencilla pastorcita, carente de adecuada educación, saludar con gracia y dignidad, a la Virgen, al concluir la aparición. Le preguntaron una vez: "Dime, ¿quién te ha enseñado a hacer tan graciosos saludos?". "Nadie, contestó, no sé como habré saludado, trato de hacerlo como lo hace la Visión, y ella me saluda de este modo, cuando se marcha".

23 de febrero: Primera vez que la Virgen formula una orden concreta. Ante 10 mil personas, la Virgen le da a Bernardita, un secreto que solo a ella le concierne, y que no puede revelar a nadie. También le enseñó una oración, que le hacía repetir, pero que no quiso que la diera a conocer.

La Virgen le dijo: "Y ahora hija mía, ve a decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe levantarse un Santuario, y que a él debe venirse en procesión".

Bernardita se dirigió inmediatamente hacia la Iglesia, a darle el mensaje al Párroco. El sacerdote le preguntó el nombre de la Señora, a lo cual Bernardita, le respondió que no lo sabía.

Después de escucharla, el párroco le dijo: "Puedes comprender, que yo no puedo bastarme de tu solo testimonio; di a esa gran Señora que se dé a conocer; si es la Virgen, que lo manifieste mediante un gran milagro. ¿No dices que se te aparece, encima de un rosal silvestre?. Entonces dile de mi parte, que si quiere un Santuario, que haga florecer el rosal”.

24 de febrero: Toda la gente quiso saber qué pasaría con el encargo del Párroco, y si la Virgen haría el milagro del rosal. Bernardita como siempre, llegó a la gruta y se arrodilló, sin poner atención en absoluto, a la gente que iba por curiosidad.

Bernardita le contó a la Virgen, lo que el sacerdote le había pedido. La Virgen solo sonrió, sin decir una palabra. Después la mando a rogar por los pecadores, y exclamó tres veces: ¨¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!¨

Le hizo repetir estas palabras, y Bernardita lo hacía, mientras se arrastraba de rodillas hasta el fondo de la gruta. Ahí le reveló un secreto personal, y después la Virgen desapareció.

Bernardita por humildad, no relató todo los detalles, pero los testigos contaron, que también se le vio besar la tierra a intervalos, La Virgen le había dicho: "Rogarás por los pecadores...Besarás la tierra, por la conversión de los pecadores".

Como la Visión retrocedía, Bernardita la seguía de rodillas, besando la tierra. Bernardita se volvió hacia los asistentes, y les hacia señas de: "Ustedes también besen la tierra".

Desde entonces, se le fue encomendada a Bernardita, la penitencia por los pecadores. Un día, la Virgen la mandó a subir y bajar, varias veces la gruta de rodillas, la Virgen tenía la cara de tristeza.

"La Virgen me lo ha mandado, por mí y por los demás" dijo ella.

25 de febrero: "Hija mía¨, le dijo en la Visión, ¨quiero confiarte solamente para ti, el último secreto; igualmente que los otros dos, no los revelaras a ninguna persona de este mundo".

Y ahora -le dijo la Virgen después de un momento de silencio- ve a beber y lavarte los pies a la fuente, y come de la hierba que hay allí.

Bernardita miró a su alrededor, pues no miraba ninguna fuente. Ella pensó que la Virgen la mandaba al torrente, y se dirigió hacia allá.

La Virgen la detuvo, y le dijo: "No vayas allá, ve a la fuente que está aquí". Le señaló hacia el fondo de la gruta.

Bernardita subió, y cuando estuvo cerca de la roca, buscó con la vista la fuente, no encontrándola, y queriendo obedecer, miró a la Virgen. A una nueva señal Bernardita se inclinó, y escarbando la tierra con la mano, pudo hacer en ella un hueco.

De repente, se humedeció el fondo de aquella pequeña cavidad, y viniendo de profundidades desconocidas, a través de las rocas, apareció agua, que pronto llenó el hueco, que podía contener un vaso de agua.

Mezclada con la tierra cenagosa, Bernardita la acerco tres veces a sus labios, no resolviéndose a beberla. Pero venciendo su natural repugnancia al agua sucia, bebió de la misma, y se mojó también la cara. Todos empezaron a burlarse de ella, y a decir que ahora sí se había vuelto loca.

Pero, ...¡misteriosos designios de Dios!, con su débil mano acababa Bernardita de abrir, sin saberlo, el manantial de las curaciones, y de los milagros mas grandes, que han conmovido a la humanidad.

El agua milagrosa de Lourdes, ha sido analizada por hábiles químicos: es un agua virgen, muy pura, un agua natural, que carece de toda propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad, de que ninguna bacteria sobrevive en ella. Simboliza a la Inmaculada Concepción, en cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original, ni personal.

26 de febrero: El agua milagrosa obró el primer milagro. El buen párroco de Lourdes, había pedido una señal, y en vez de la muy pequeña que había pedido, la Virgen acababa de darle una muy grande, y no solo a él, sino a toda la población.

El primer milagro de curación
Había en Lourdes, un pobre obrero de las canteras, llamado Bourriette, quien veinte años antes, había tenido el ojo izquierdo, horriblemente mutilado por la explosión de una mina.

Era un hombre muy honrado y muy cristiano. Mandó a la hija, a buscarle agua a la nueva fuente, y se puso a orar, aunque estaba un poco sucia, se frotó el ojo con ella. Comenzó a gritar de alegría. Las negras tinieblas habían desaparecido; no le quedaba más que una ligera nubecilla, que fue desapareciendo al seguir lavándose.

Los médicos le habían dicho, que él jamás se curaría. Al examinarlo de nuevo, no quedó más remedio, que llamarle a lo sucedido por su nombre: milagro. Y lo más grande, era que el milagro, había dejado las cicatrices y las lesiones profundas de la herida, pero le había devuelto aun así la vista.

Muchos milagros siguen sucediendo en Lourdes, por lo que en el santuario, hay siempre una multitud de enfermos.

La primera vela en la gruta de Lourdes
Un día, al final de la aparición, Bernardita se acercó a su tía que la acompañaba, y le dijo: “¿Quieres darme una vela, y permitirme dejarla en la gruta?”. Entonces se dirigió hasta el fondo de la gruta, y allí la dejó encendida, apoyándola en la roca.

Esta vela quizás en un momento fue la única; ahora son millones, las que arden constantemente ante la imagen de la Virgen.

La vela encendida, es un hermoso símbolo: la cera blanca y virgen, de la que está formada, siempre ha representado la humanidad que Cristo tomó de María, y que unida a la Divinidad, es la luz del mundo.

Como la cera de la vela, esta humanidad sagrada, se consumirá delante de Dios en adoración, suplicas y acción de gracias. La luz de la vela, resplandeciente y radiante, simboliza la Divinidad del Hijo de María. La vela encendida representa igualmente al cristiano, que iluminado por la fe, debe consumirse delante de Dios, como víctima de penitencia y amor.

El 2 de marzo, Bernardita fue de nuevo a ver al párroco de Lourdes, recordándole la petición de la Virgen, de levantar un Santuario, en el lugar de las apariciones. El párroco le contestó, que era obra del Obispo, quien ya estaba enterado de la petición, y sería el encargado de poner por obra, el deseo celestial de la Visión.

Ultimo día, 4 de marzo, siguiendo su costumbre, Bernardita, antes de dirigirse a la gruta, asistió a la Santa Misa. Al final de la aparición, tuvo una gran tristeza, la tristeza de la separación. ¿Volvería a ver a la Virgen?.

La Virgen siempre generosa, no quiso que terminara el día, sin una manifestación de su bondad: un gran milagro, un milagro maternal, coronación de la quincena de apariciones.

El milagro fué así: un niño de dos años, estaba ya agonizando, se llamaba Justino. Desde que nació, tuvo una fiebre que iba poco a poco, desmoronando su vida. Sus padres ese día, lo creían muerto. La Madre en su desesperación, lo tomó y lo llevó a la fuente. El niño no daba señales de vida. La madre lo metió 15 minutos en el agua, que estaba muy fría. Al llegar a la casa, notó que se oía con normalidad, la respiración del niño.

Al día siguiente, Justino se despertó con tez fresca y viva, sus ojos llenos de vida, pidiendo comida, y sus piernas fortalecidas. Este hecho, conmocionó a toda la comarca, y pronto a toda Francia y Europa; tres médicos de gran fama, certificaron el milagro, llamándolo de primer orden.

Entonces el gobernador de Tarbes, ciudad a la que pertenecía Lourdes, reunió a todos los alcaldes de la zona, para dar instrucciones precisas, de prohibir de inmediato la asistencia a la gruta, de todo ciudadano. Todo fue en vano, cada día acudían mas peregrinos de todas partes.

No obstante, las persecuciones, las burlas y las injurias, Bernardita continuaba visitando la Gruta. Iba a rezar el Rosario con los peregrinos. Pero la dulce visión no aparecía. Ella ya estaba resignada, a no volver a ver a la Virgen.

El 25 de Marzo, día de la Anunciación, Bernardita se sintió fuertemente movida a ir a la Gruta; muy contenta, obedeció ese llamado en su corazón, y se fue inmediatamente hacia la Gruta.

Como era una fecha solemne, los peregrinos tenían la esperanza, de que la Virgen se aparecería, y cuando llegó Bernardita, se asombró de la cantidad de personas que encontró.

Fue este día 25, en la historia de las apariciones, un día de gloria. Bernardita volvió a preguntarle a la Señora.."quieres tener la bondad de decirme quien eres, y cuál es tu nombre?"  (la visión resplandecía más que nunca; siempre sonriendo, y siendo su sonrisa la única respuesta.)

Bernardita insistió..."¿quieres decirme quién eres?, te lo suplico Señora Mía".

Entonces la Señora apartó su vista de Bernardita, separó sus manos, hizo deslizar en su brazo, el rosario que tenía en sus dedos, levantó a un mismo tiempo sus manos y su cabeza radiante, en tanto que sus manos se juntaron delante del pecho, su cabeza se afirmó, y más resplandeciente que la luz del sol, dirigida la vista al cielo, dijo: "YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN", y así desapareció, dejando en Bernardita esta imagen, y ese nombre.

Bernardita, oía por primera vez esas palabras. Mientras se dirigía a la casa parroquial, para contarle al párroco (ya que éste, le había dado el encargo de preguntar a la visión como se llamaba), iba ella por todo el camino repitiendo "Inmaculada Concepción", esas palabras tan misteriosas y difíciles, para una niña analfabeta.

Cuando el párroco oyó el relato de Bernardita, quedó asombrado. ¿Cómo podía una niña sin ninguna instrucción religiosa, saber el dogma, que solo unos cuatro años antes, había la Iglesia promulgado?. En 1854, el Papa Pío IX, había definido el dogma de la Inmaculada Concepción. El sacerdote comprobó que Bernardita, no se había engañado; era ella, la Virgen Santísima, la soberana Madre de Dios, quien se le aparecía en la Gruta.

5 de Abril: El día lunes de Pascua, volvió a la gruta, rodeada de una verdadera multitud de personas, que oraban con ella. Bernardita arrodillada como era su costumbre habitual, tenía en la mano izquierda, la vela encendida que le acompañaba en todas las ocasiones, y la apoyaba en el suelo.

Absorta en la contemplación de la Reina de los cielos, y más sabiendo ahora con seguridad, que era la Virgen Santísima, levantó sus manos, y las dejó caer un poco, sin percatarse que las tenía sobre el extremo de la vela encendida; entonces la llama comenzó a pasar entre sus dedos, y a elevarse por encima de ellos, oscilando de un lado para el otro, según fuera, el leve soplo del viento.

Los que estaban ahí gritaban: "¡se quema!". Pero ella permanecía inmóvil. Un médico que estaba cerca de Bernardita, sacó el reloj, y comprobó que por más de un cuarto de hora, la mano estuvo en medio de la llama, sin hacer ella ningún movimiento. Todos gritaban ¡milagro!. El médico comprobó, que la mano de Bernardita estaba ilesa.

Después que terminó la aparición: uno de los espectadores, aproximó a la mano de Bernardita, la llama de la misma vela encendida, y ella exclamó: "¿Oh que quiere usted hacer, quemarme?”.

Última aparición:
Fue el día 16 de Julio, día de la Virgen del Carmen. Bernardita se siente de nuevo, movida a ir a la gruta, que está cercada, vigilada y prohibido el ingreso. Va acompañado de una tía, y unas vecinas. Bajan por praderas contiguas a la gruta.

Se arrodillaron lo más cerca posible de la gruta, pero sin poder llegar a ella. Bernardita recibe la última visita de la Virgen, y diría: "Nunca se había aparecido tan gloriosa".

Bernardita había cumplido su misión, con gran amor y valentía, ante todos los sufrimientos que tuvo que sobrellevar, y ante todos los obstáculos, que el Enemigo puso en su camino.

Su confesor dijo repetidamente: "La mejor prueba de las apariciones, es Bernardita misma, su vida".

RESUMEN DEL MENSAJE DE LA VIRGEN DE LOURDES
El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede resumirse así:

1- Es un agradecimiento del cielo, por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes (1854), al mismo tiempo que así, se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza, para el mundo que está necesitado de esta virtud.

2- Es una exaltación, a las virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.

3- Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite, que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso, aceptar la cruz en este mundo.

4- Importancia de la oración, del rosario, de la penitencia y humildad, besando el suelo como señal de ello; también, un mensaje de misericordia infinita para los pecadores, y del cuidado de los enfermos.

Algunos puntos de reflexión, sobre los signos visibles de la primera aparición: En ellos hay una gran enseñanza espiritual:

1-Rodeada de luz: es el símbolo de la luz de la fe, a la cual nos abrimos por el Bautismo. La fe es la luz de la vida, con que debemos brillar ante el mundo. Debemos hacer resplandecer la fe, por la santidad de nuestras vidas.

2-La luz era tranquila y profunda: en la fe cristiana, hallaremos el reposo para nuestra alma.

3-De belleza incomparable, no hay nada igual aquí en la tierra: trabajar intensamente, por adquirir la verdadera belleza que es la del alma, a fin de que Dios, pueda contemplarnos con agrado.

4-Ropaje tan blanco, tan puro, tan delicado, que jamás tela alguna pudo imitar: de que pureza tan perfecta y delicada, ha de estar revestida nuestra alma delante de Dios, ya que el pecado mancha nuestro blanco ropaje.

5- Pies desnudos, brillando sobre cada uno de ellos, una rosa luminosa: Los pies desnudos, nos predican la pobreza evangélica, esta bella y sublime virtud, a la cual Jesús, ha prometido el mismo Reino de los Cielos. Las rosas luminosas: Jesús nos envía a difundir por todas partes, el buen olor de Cristo, el divino perfume del Evangelio.

6-Las manos siempre juntas, con el santo rosario: en ferviente oración, orando siempre, y sin interrupción. La oración, es nuestro alimento constante, la respiración del alma, pues todas las virtudes, solo nacen en un alma que ora.

¡Nuestra Señora de Lourdes...........Ruega por nosotros

MILES DE CURACIONES
Hay al menos 66 historias clínicas, que documentan científicamente los milagros.

Miles más sin duda han ocurrido, y continúan ocurriendo, pero no forman parte de la documentación del santuario, la cual es en extremo rigurosa.

También hay innumerables curaciones del alma, que son las más importantes.

LA PIEDAD DE BERNARDETTE VENCE LAS PRUEBAS
Dos virtudes resaltaban en Bernardette: la piedad y la modestia. Para ser piadoso, no es necesario ser sabio.

Aún cuando se hizo religiosa, ella misma decía, que no sabía como orar, y sin embargo, pasaba largas horas en oración. Y su oración no era mecánica, sino que le hablaba a Dios y a la Virgen, como se habla con una persona cara a cara. Era pues una oración del corazón, intensa, honesta y eficaz.

Amaba la oración. Ella sabía muy bien como rezar el Santo Rosario, el cual siempre llevaba en su bolsillo. Lo tenía en sus manos, cuando se le apareció la Virgen. Su primer gesto, en momentos de cualquier prueba o dificultad, era siempre tomar su rosario, y empezar a recitarlo.

La pequeña escogida por la Virgen, tendría mucho que sufrir hasta el día de su muerte, tanto sufrimientos morales como físicos; pero nunca debemos olvidar, que Dios guía a esta pequeña niña, y que ella responde con humildad, abandono, fe y coraje.

Bernardette poseía además virtudes, que serían criticadas durante toda su vida, como "defectos". Por este error de la gente, se puso en duda también, la autenticidad de las apariciones.

Esta niña de solo 14 años (cumplidos en Enero 7 1858), tuvo que ser sabia, firme, extraordinariamente valiente, y saber discernir, para poder enfrentarse con las personas que trataban de disuadirla, entre ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.

Para tener una idea de su fortaleza interior, y de su capacidad de juicio, podemos ver algunas de las frases que dijo, durante los interrogatorios, a los que tuvo que someterse.

Después de que el Procurador Imperial, el señor Dutor, hizo quedarse de pie, por mucho tiempo a Bernardette y a su mamá, al fin les dijo condescendientemente:

"Ahí hay sillas. Pueden sentarse".

Bernardette respondió: "No. Pudiéramos ensuciárselas"

En otra ocasión, cuando le preguntaron, sobre el idioma en que le habló la Virgen, Bernardette dijo: "Ella me habló en dialecto".

"La Virgen María no pudo haber hablado en dialecto", le respondieron, "Dios y la Virgen no hablan dialecto".

A lo que ella respondió: "¿Cómo podemos saber nosotros dialecto, si ellos no lo hablan?"

-"Oh, ¿por qué piensa que me habló en Francés?. ¿puedo yo hablar en Francés?"

En la doceava aparición, Bernardette le acercó un rosario a la Virgen. Un sacerdote le preguntó después de la aparición: “¿Así que ahora también bendices rosarios?

Bernardette se rió, y dijo: "Yo no uso una estola, ¿o sí?"

Otro le preguntó: "Así que Bernardette, ahora que la Virgen te ha prometido que irás al cielo, no necesitas preocuparte del cuidado de tu alma".

Bernardette: "Pero Padre, yo solo iré al cielo, si me porto correctamente"

Sus interrogatorios serían de largas horas, algunas veces días enteros; y sus interrogadores trataban de engañarla, para que contradijera sus declaraciones. Pero ella se mantenía alerta, en guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo había inventado todo.

Bernardette tuvo que enfrentarse frecuentemente con el párroco de Lourdes, Abbé Peyramale, quién tenía fama por su mal genio. Sin embargo, todas las veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar del temor que sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre vencía su natural miedo. Su voluntad de cumplir, con lo que la Virgen le había encargado, podía mucho más que el mal genio del sacerdote.

Y así vemos como Bernardette, cumple los deseos de la Virgen, a pesar de grandes obstáculos, y de sus propias flaquezas. Al final, en el último día de las apariciones, el 25 de marzo de 1858, la Virgen revela su identidad, dándole a Bernardette, la prueba que tanto pedía su párroco para creerle.

Las palabras de la Virgen, "Yo Soy la Inmaculada Concepción" , fueron las que derrumbaron, de una vez por todas, el muro de la incredulidad en el corazón del párroco, quién se convirtió, desde ese momento, en su más grande defensor y apoyo, usando su mismo temperamento, contra los que atacaban a la niña.

A diferencia de otras apariciones, como La Salette, Pointman, Fátima, Knock, Beuraing, exceptuando la Medalla Milagrosa; Bernardette era la única vidente. No tenía otros que corroborasen el testimonio, y le sirviesen de apoyo. Su única fuente de fortaleza, era la misma Virgen Santísima. Pero ésta, era suficiente para ella.

Llegaría un tiempo, donde sus cualidades, su fuerza interior, su rapidez al contestar, todas usadas para defender las Apariciones de la Virgen, se usarían en su contra.

Aquellos que la apoyaban, sabían entender sus grandes virtudes, pero para los que la criticaban, eran sus grandes defectos. A su fortaleza interna, le llamaban terquedad; a su rapidez en responder, le llamaban insolencia. Una vez en el Convento de San Gildard, en Nevers, cuando fue acusada de tener amor propio, ella dibujó un círculo, y puso la marca del dedo en el centro del mismo, y dijo:

"Que el que no tenga amor propio, ponga su dedo aquí" (indicando la marca del centro).

Las apariciones, fueron para Bernardette un regalo inmerecido, un regalo que en sí mismo, no la hizo santa. Era un regalo para ella, y para el mundo. Ella, por su admirable correspondencia a la gracia, llegó a la santidad. Nosotros también podemos.

Hemos de tener claro, que Santa Bernardita no fue canonizada, por haber visto a la Virgen Santísima, sino por haber subido por la escalera de la santidad, a través de enormes pruebas y cruces.

Para ser santo, no es necesario haber tenido grandes experiencias místicas. Es suficiente, con tener estas dos cosas: Humildad y Amor. Es en la asidua oración, y en la vida de virtud, que el Amor se expresa a sí mismo.

BERNARDETTE DESPUÉS DE LAS APARICIONES:
La humilde jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después de las apariciones, como era antes, es decir la Virgen se encargó de conservarla sencilla, humilde y modesta. No le gustaban, ni el bullicio ni la popularidad.

Pasaba como una más, excepto por sus virtudes, por su inocencia, su candor y rectitud en su obrar. Hizo su primera comunión, el mismo año 1858, el 3 de junio, día de Corpus Christi. Nada espectacular sucedió, excepto que ella, había piadosamente recibido a Jesús.

Dios seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la prueba amarga de los sufrimientos: de la incomprensión, la burla; casi siempre estaba enferma, soportaba dolores de toda clase, permanecía recogida y resignada con paciencia. Sufría de asma crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma, gastralgia, tumor de una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos que le ocasionaron sordera; pero ésta se le quitó, un poco antes de su muerte.

La Virgen le dijo a Bernardette: "No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo". Y estas palabras de la Virgen, se cumplieron plenamente en nuestra santa.

Mucho tuvo que sufrir durante su vida, hasta su muerte, a los 35 años. La salud de Bernardette era muy delicada, muchas veces tenía que estar en cama con fiebre; tenía días bien críticos, con ataques de asma, que muchas veces eran bien dolorosos.

Muchos encontraban cura en la fuente de Lourdes, pero no Bernardette. Un día le preguntaron: "¿No tomas del agua de la fuente?. Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a ti?”. Esta pregunta insidiosa, pudo haberse convertido en una tentación para Bernardette, en no creer en la aparición, pero ella no se turbó.

Le respondió:

"La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito"
¿Porqué tu más que otros?
-"El buen Dios solo lo sabe".
¿regresas algunas veces a la gruta?
- "Cuando el Párroco me lo permite".
¿Porqué no te lo permite todo el tiempo?
-"Porque todos me seguirían".
Antes habías ido aún cuando se te había prohibido
- "eso fue, porque fui presionada."

La Virgen Santísima te dijo, que serías feliz en el otro mundo, así que estás segura de ir al cielo.

- "Oh no, eso será solo si obro bien".

¿Y no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?
-"Nosotros lo sabemos muy bien; no es necesario que yo lo diga".

ULTIMOS AÑOS EN LOURDES
Bernardette no podía recibir en su casa, el cuidado que ella necesitaba para su frágil salud, y el gran número de visitantes curiosos, le causaban fatiga. Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale pidió a la Superiora del Hospicio de Lourdes, que acogiera a la niña. Le dijo:

"Es con ustedes, que la niña debe estar. Ustedes pueden darle el cuidado que ella necesita, en todos los aspectos".

En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el hospital y la escuela, le ofrecieron un asilo titular. Desde aquel día, permaneció bajo su techo, con su salud delicada, pero con su consigna de siempre: no llamar la atención de nadie.

Aún cuando sus padres, ya se habían mudado del edificio de la antigua cárcel, y vivían en un molino, le dieron permiso sin dificultades, de permanecer con las hermanas. Su madre lloró por su partida, pero sabía que era por el bienestar de la niña.

En el hospicio, Bernardette fue asignada bajo el cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir mejor. Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La superiora, le dijo a la Hermana Elizabeth: "se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es posible, hacer algo con ella".

La Hermana Elizabeth al entrar en contacto con Bernardette diría: "Encuentro en ella una inteligencia muy viva, un candor perfecto, y un corazón exquisito". Ella diría a la madre superiora: "Mi querida Madre, la han engañado. Bernardette es muy inteligente, y asimila muy bien la doctrina que se le da".

Sin ser brillante, Bernardette adquirió gran cantidad de conocimiento elemental. En su tiempo en el hospicio, permaneció siendo una niña de su edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy vivaz, a quien le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces, la ponían a cuidar niños más pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales, y Bernardette se mostraba tan joven y juguetona, como la más pequeña niña.

Uno de los niños diría más tarde:
"Bernardette era tan simple. Cuando le pedían que nos cuidara, lo hacía de una manera tal, que parecía otra niña jugando con nosotros, que no nos hacía pensar tanto, en su aventura milagrosa. Criados con este pensamiento, de que nuestra compañera había visto a la Virgen, lo considerábamos tan natural, como un niño de hoy día, que ha visto al presidente de la república".

Bernardette era completamente natural en su comportamiento diario, sin embargo, era muy seria en lo tocante a su vida Cristiana.

Al crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus momentos de vanidad, queriendo estar arreglada, y lucir bien. Pero todas estas vanidades, pasaron por ella rápidamente, y sin dejar ningún rastro en su corazón.

Decía la Hermana Victorina: "La fiebre pasó rápidamente, y no dañó su profunda piedad".

La comunidad, contaba con las oraciones de Bernardette. Un día, una religiosa, la Madre Alejandrina, sufrió una torcedura, y el médico le mandó a tener reposo. Pero ella era muy activa, y le pidió a Bernardette que le pidiera a la Virgen, que la curara. Bernardette, inmediatamente fue a rezar ante la estatua de la Virgen, en la capilla. Oró con todo su corazón. ¿Qué pasó?... no sabemos nada más que al otro día, el doctor encontró a la Madre Alejandrina, ocupada en su trabajo, como si nada hubiese pasado.

LA VOCACIÓN RELIGIOSA
La Virgen Santísima le dio una gracia especial, al llamarla a la vida religiosa.

Parece que nunca, Bernardette consideró en serio el matrimonio. A los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa, se le presentó claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue difícil hacerle comprender, que su salud era muy delicada, para enfrentar los rigores del Carmelo.

Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su diócesis, la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio, y la escuela de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su orientación. Él le preguntó, cuáles eran sus intenciones para el futuro, y ella le respondió:

"Señor Obispo, todo lo que pido, es quedarme en esta casa, como una sierva".

Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una religiosa, como las hermanas, a las que tan apegada estás?.

"Oh, Señor Obispo, nunca he creído, que esto pudiese ser para una ignorante y pobre niña como yo. Usted sabe bien que soy pobre, y no tendría la dote necesaria".

No es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede hacer una excepción a la regla, y recibir a una joven sin dote, si ella tiene signos claros de vocación".

"Señor Obispo, sus palabras me han tocado profundamente, le prometo que pensaré en ellas" .

Bernardette comprendía que una decisión como ésta, no se hace sin consideración y reflexión. El Obispo estaba muy complacido con su prudencia, y le recomendó que se tomara su tiempo, e hiciera su decisión con completa libertad, y sin apresuramiento.

En Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre Superiora del Hospicio:
"Madre mía, he orado mucho, para saber si estoy llamada a la vida religiosa. Creo que la respuesta es "sí". Yo quisiera entrar en su congregación, si soy aceptada. Permítame pedirle que le escriba al Obispo".

En respuesta, la superiora abrazó a Bernardette, y sus lágrimas de gozo, fueron su afectuosa respuesta.

Habiendo hecho su elección, más ataques de enfermedad, y la necesidad de tratar varios remedios, retardaron la puesta en práctica de su promesa.

En 1866 escribió: "Estoy más presionada que nunca, a dejar el mundo. Ahora he decidido definitivamente, y espero dejarlo pronto".

Por fin llegó el gran día, a comienzos de Julio de 1866, cuando tenía 22 años de edad.

Por última vez, fue a la amada gruta, donde su despedida fue de todo corazón. "¿Ven la gruta?, era mi cielo en la tierra". Al día siguiente, se despidió de su familia, y el 4 de Julio de 1866, Bernardette dejó su pueblo natal, para nunca más volver.

Antes de partir, improvisa una oración, tomando como pauta el Magnificat: acción de gracias por la pobreza de su esclava. Se dirige directamente a María: "Sí Madre querida, tú te has abajado hasta la tierra, para aparecerte a una débil niña. Tú, reina del cielo y la tierra, has querido servirte, de lo que había de más humilde, según el mundo".

LA RELIGIOSA, LA SANTA:
Se va para empezar su noviciado. Llegó al convento de las Hermanas de la Caridad de Nevers, el 7 de julio de 1866, en la noche. El domingo Bernardette tuvo un ataque de nostalgia, que le llevó a estar llorando todo el día. La animaban, diciéndole que este era un buen signo, ya que su vida religiosa debía empezar con sacrificio.

En los anales de la Casa Madre se lee:
"Bernardette es en realidad, todo lo que de ella hemos oído; humilde en su triunfo sobrenatural; simple y modesta, a pesar de que todo, se le ha unido para elevarla. Ella ríe, y es dulcemente feliz, aunque la enfermedad se la está comiendo. Este es el sello de la santidad: sufrimiento, unido a gozo celestial".

HERMANA MARÍA BERNARDA (MARIE BERNARD):
Ni la superiora, la hermana Josefina Imbert, ni la maestra de novicias, Madre María Teresa Vausou, entendían el tesoro que se les había confiado. Sí, admitían que la Virgen se le apareció, pero la veían tan "ordinaria", que tenían dificultad en ver santidad en ella. Su idea de santidad, aparentemente, era diferente a la de la Iglesia.

En el proceso diocesano de Beatificación, el Reverendo Padre Peach, profesor de teología dogmática, en el seminario de Moulins, les dijo a sus estudiantes:

"El testimonio llegó a esto, que Bernardette era muy ordinaria. Pero cuando se les preguntó, si ella era fiel a las reglas, si tenía que ser corregida por desobediencia, o en referencia a la pobreza y castidad, todas se apresuraron a decir: "Oh no, nada de eso".

¿Por qué sus superioras la juzgaban tan mal?. Solo se puede encontrar respuesta, en que era parte de la Providencia Divina, para la santificación de Bernardette.

De manera particular la Maestra de Novicias, Madre María Teresa Vauzou, quien fue la causante, de muchos sufrimientos espirituales de Bernardette, durante los 13 años que vivió en el convento. La Madre María, quien era estimada por su ojo agudo, y su penetración psicológica, nunca fue capaz de leer en esta alma límpida, su íntima unión con Dios, ni tampoco su total abandono, a los deseos de su divina voluntad, la cual formaba su vida interior

Bernardette, sin haber estudiado sobre las formas de oración, pasaba horas en ella, recitando su rosario con gran fervor. Vivía en unión perpetua con la Virgen Santísima, y a través de Ella con Jesucristo.

"Bernardette estaba totalmente perdida en Dios".

Al recibir el hábito de postulante, recibió su nombre de religiosa, el cual sería su mismo nombre bautismal, Sor María Bernarda.

PROFESIÓN ANTICIPADA:
Tres semanas después de haber recibido el hábito, Bernardette enfermó de gravedad, con un nuevo ataque de tuberculosis, y tuvo que ser puesta en la enfermería.

Esta crisis de sofocación asmática, y de tos fue tan seria, que el médico pensaba que su muerte era inminente.

La Madre Superiora llamó al Obispo, y éste le administró el Sacramento de Extrema Unción, pero ella no pudo recibir el Viático, porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que Bernardette estaba a punto de morir, la Madre Superiora, quiso darle el consuelo de pronunciar sus votos. Habló con el Obispo, y la comunidad dio su aprobación unánime.

Sabiendo lo que iban a hacer, Bernardette respondió con una sonrisa de agradecimiento. Fue el Obispo Forcade, quien presidió la ceremonia. Bernardette dio su consentimiento por medio de signos, ya que no podía hablar. Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba que estaba a punto de morir, pero Bernardette siempre ponía su salud, en las manos de la Virgen.

La nueva religiosa se durmió, y se despertó a la mañana siguiente, en un estado de felicidad, que ella declaró a su Superiora: "Mi Reverenda Madre, usted me hizo hacer la profesión religiosa, porque pensaba que iba a morir. Bueno, mire no voy a morir".

La Madre Superiora, entonces le respondió: "Tonta, tú sabías que no ibas a morir, y no nos lo dijiste. En este caso, si no has muerto para mañana en la mañana, te quitaré el velo".

Y la hermana María Bernarda, con admirable sumisión heroica, le respondió simplemente:

"Como usted desee, reverenda Madre". Y a pesar del dolor que esto le causaba, supo aceptar este cáliz que el Señor le enviaba.

Su madre murió el 8 de Diciembre de 1866; tenía 45 años, y ésta fue una de las tristezas más grandes que experimentó. En medio de su dolor, dijo al Señor:
"¡Mi Dios, tú lo has querido!. Yo acepto el cáliz que me das. Que tu Nombre sea bendito".

Durante su noviciado, Bernardette fue tratada más severamente, y quizás más cruelmente, que las otras novicias. Sus compañeras decían: "No es bueno ser Bernardette". Pero ella lo aceptaba todo, y veía en ello, la mano de Dios.

Bernardette profesó el 30 de octubre de 1867, con el nombre de Sor María Bernarda. Tenía 23 años. Sin embargo, la felicidad de ese momento, fue teñida por una ruda humillación.

Cuando llegó el momento, de distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la Madre Superiora, respondió a la pregunta del Obispo: "¿Y la hermana Marie Bernard?, "Oh, Señor Obispo, no sabemos que hacer. Ella es buena para nada".

Y prosiguió: "Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de usarla, ayudando en la enfermería". A lo cual el Obispo consintió. La hermana Marie Bernard, recibió el dolor de esta humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró, simplemente aceptó el cáliz.

Otro cáliz que pronto tomaría, fue la muerte de su padre en 1871, 6 años después que su mamá. Supo de la muerte de su papá, a quien no había visto mas, desde que dejó Lourdes, pero sabía que había muerto conservando su fe.

Una hermana la encontró llorando, a los pies de la estatua de la Virgen, y cuando la hermana la iba a consolar, ella le dijo:

"Mi hermana, siempre ten una gran devoción, a la agonía de nuestro Salvador. El Sábado en la tarde, le oré a Jesús en agonía, por todos aquellos que morirían en ese momento, y fue precisamente en el mismo momento, en que mi padre entró a la eternidad. Que consuelo para mí, el quizás haberle ayudado".

Muchas tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas, se apilaban sobre ella, y ella decía:

"Cuando la emoción es demasiado fuerte, recuerdo las palabras de nuestro Señor, "Soy Yo, no tengan miedo".

Cuando recibo el rechazo y humillaciones de mis Superioras y compañeras, inmediatamente agradezco a nuestro Señor, por esta gran gracia. Es el amor de este Buen Maestro, el que hará desaparecer el árbol del orgullo, en sus malas raíces. Mientras más pequeña me hago, más crezco en el Corazón de Jesús".

A Bernardette se le concedió un gran regalo, al comienzo de 1874. Había sido asistente de enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas iban disminuyendo.

Después de un ataque de bronquitis, en el otoño de 1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se determinó que estaba muy débil, para seguir ayudando en la enfermería, y se le dio el trabajo de menor esfuerzo físico en el Convento, el cual era al mismo tiempo, el más importante, y el cual ella amó, mucho más que el de ayudante de enfermería; la nombraron asistente de sacristán.

Su nueva posición le daba la oportunidad, de pasar mucho tiempo en la capilla, cerca del Santísimo Sacramento. Estaba casi sin supervisión, lo que le permitía, hablarle al Señor en el Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña.

Manejaba todos los artículos sagrados, con gran reverencia. El corporal, los purificadores y las albas, los trataba consciente, que Jesús Encarnado, los había tocado durante el Sacrificio de la Eucaristía. Por eso, no permitía que nadie le ayudase en este ministerio.

Pero este regalo no duró por mucho tiempo, ya que su salud constantemente empeoraba. A partir de 1877, no es más que una inválida. Se le provee cuidado lo más posible, y ella obedece todas las prescripciones.

Pronunció sus votos perpetuos, el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que se sentía mejor. Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre, retornó a la enfermería, para nunca más salir.

Sus últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar, por la noche oscura del alma. Perdió la confianza, la paz del corazón, y la certeza del cielo. Fue tentada al desánimo y desesperación. Pensaba que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más amargo, y su sufrimiento mayor.

También sufría mucho físicamente. La cama le causó, tener la espalda repleta de llagas. Su pierna tuberculosa se le reventó. Desarrolló abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente sorda, por un tiempo.

Si no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese sospechado que estaba enferma. Su actitud tan serena y gozosa, no manifestaba el profundo sufrimiento que padecía. No perdió su fortaleza, y la aceptación de su cruz.

A una hermana le dijo, que iba a orar, para que el Señor le mandara consolación, ella le respondió:

"No, no, no consolación, solo fortaleza y paciencia".

Bernardette padeció su pasión, durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de Abril de 1879, rogó a las religiosas que la asistían, que rezaran el rosario, siguiéndolo ella con gran fervor.

Al acabar un Ave María sonrió, como si se encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta, y murió. Eran las 3:15 PM.

Sus últimas palabras, fueron la conclusión del Ave María: "Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora....pecadora..."

Su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del jardín del Convento, que estaba dedicada a San José. Fue en esta Capilla, en la que después de 30 años, en Septiembre 22, 1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano.

El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación. Su piel dura, pero intacta, mantuvo su color. Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación, el 12 de Junio de 1925.

Bernardette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Y celebramos su fiesta, el día en que partió a la casa del Padre, el 16 de Abril, aunque en Francia se la celebra el 18 de Febrero, una semana después de la fiesta, de nuestra Señora de Lourdes.

Lourdes se ha convertido, en el santuario Mariano mas visitado de Europa, y el segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe, en México. Infinidad de enfermos, han sido sanados en las aguas milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro, siguen siendo las muchísimas conversiones del corazón.

Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta, en su capilla en Nevers, dentro de un féretro de cristal, donde parece estar dormida. Su dulzura y paz, aun toca los corazones.



¡Santa Bernardette, ruega por nosotros!.

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Las apariciones de la Virgen de Lourdes y la Iglesia:

El 18 de Enero 1862, el obispo firmó la pastoral, aprobando las apariciones. Aprobó su carácter sobrenatural, y la vida tan auténtica de la vidente.

1874: el Papa Pío IX, concedió al santuario, el titulo de Basílica.

1876: el mismo Papa, coronó solemnemente la estatua de la Virgen.

León XIII: aprobó el oficio y misa de Lourdes

Pío X llamo a Lourdes: "sede del poder y de la misericordia de María, donde tuvieron lugar, maravillosas apariciones de la Virgen".

1907: este mismo Papa, extendió la celebración, de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, a toda la Iglesia Universal.

Pío XI: afirmó: "Lourdes, donde la Virgen se apareció varias veces, a la bienaventurada Bernardita, donde exhortó a todos los hombres a la penitencia".

Elevó al honor de los altares, a Santa Bernardita Soubirous, el 8 de Diciembre de 1933.

Pío XII: escribió la encíclica "La peregrinación a Lourdes", el más completo de todos los documentos sobre Lourdes.

Juan XXIII: en la clausura del centenario de las apariciones de Lourdes, recordaba lo siguiente: "La Iglesia, por la voz de sus Papas, no cesa de recomendar a los católicos, que presten atención al mensaje de Lourdes".

Finalmente, Juan Pablo II, es el primer Papa que ha peregrinado a Lourdes, en el año 1983, con motivo del 125 aniversario de las apariciones.

Allí ofició la Santa Misa, el día 15 de Agosto, afirmando dos veces: "Venimos en peregrinación a Lourdes, donde María dijo a Bernardita: "Yo soy la Inmaculada Concepción", y añadió: "Aquí habló con una simple muchacha de Lourdes, rezó con ella el rosario, le dio varios mensajes, y concluyó el Papa, diciendo: "la Virgen viene a salvar a los pecadores.."

Oración Final: Concédenos Señor y Dios nuestro, la Fortaleza de la Penitencia, que la Virgen María nos lo manda una y otra vez, a fin de poder alcanzar la Casa Eterna, en compañía de Santa Bernadette. También concédenos ser siempre, dulces y amables con los niños y niñas, manteniendo la firmeza, pero de una manera suave y comprensiva. A Tí Señor, que nos dijiste que sólo siendo niños, entraremos en el Reino de los Cielos. Amén.


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