Tercera
Feria, 27 de junio
San
Cirilo de Alejandría
(376-444)
Patriarca
de Alejandría, Doctor de la Iglesia
Te
saludamos, María, Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por
todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono
de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de Aquel
que no puede ser contenido en lugar alguno; Madre y Virgen, por quien
es llamado bendito, en los Santos Evangelios, El que viene en nombre
del Señor
Breve
Etim.
del nombre: "Ciris": mandar, quien manda.
Su
autoridad sirvió santamente los designios de Dios. San Cirilo es
famoso por su defensa de la ortodoxia contra la herejía,
particularmente contra el nestorianismo.
Leer
al menos una de las cartas de este afamado Doctor de la Iglesia, es
como ser partícipe del incienso divino que llega al Trono de Dios.
--------------------------------------------------------
Arzobispo
de Alejandría (Egipto). Defensor de la doctrina, que proclama a
María la Theotokos: Madre de Dios. Esta doctrina fue
proclamada como dogma en el Concilio de Efeso (431), que San Cirilo
presidió bajo la autoridad del Papa Celestino. Su gran oponente era
Nestóreo, patriarca de Constantinopla.
Al
ponerse en duda que María es madre de Dios, se ponía en duda la
identidad de Jesucristo, quien es una persona divina. Por eso, San
Cirilo no solo aportó a la Mariología, sino también a la
Cristología.
El
argumento de San Cirilo: María es la Theotokos, no porque ella
existiese antes de Dios, o hubiese creado a Dios. Dios es eterno, y
María Santísima es una criatura de Dios. Pero
Dios quiso nacer de una mujer. La persona que nace de María es
divina, por lo tanto ella es madre de Dios.
Su
santa defensa de la verdad, le ganó la cárcel y muchas luchas, pero
salió victorioso.
Testimonio
de San Cirilo al final del Concilio de Efeso:
"Te
saludamos Ho Virgen María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo
el universo, antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será
destruido, sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha
venido al mundo, El que es bendito por los siglos.
Por
Ti, la Trinidad ha recibido más gloria en la tierra; por ti la cruz
nos ha salvado; por ti los cielos se estremecen de alegría, y los
demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es lanzado al
abismo, y nosotros débiles criaturas somos elevados al puesto de
honor".
Y
sobre la realidad histórica que se vivía:
"No
se puede imaginar la alegría de este pueblo fervoroso, cuando supo
que el Concilio había declarado, que María sí es Madre de Dios, y
que los que no aceptaran esa verdad, quedan fuera de la Iglesia. Toda
la población permaneció desde el amanecer hasta el atardecer, junto
a la Iglesia de la Madre de Dios, donde estábamos reunidos los 200
obispos del mundo.
Y
cuando supieron la declaración del Concilio, empezaron a gritar y a
cantar, y con antorchas encendidas, nos acompañaron a nuestras
casas, y por el camino iban quemando incienso. Alabemos con nuestros
himnos a María, Madre de Dios y a su Hijo Jesucristo, a quien sea
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos".
-----------------------------------------------------------
Nestorianismo
(Ver Catecismo #466)
(Ver Catecismo #466)
Nestorianismo, herejía
del siglo V, enseñaba la existencia de dos personas separadas en
Cristo encarnado: una divina (el Hijo de Dios); otra humana (el
hijo de María), unidas con una voluntad común. Toma su nombre
de Nestorio, patriarca de Constantinopla, quien fue el primero
en difundir la doctrina.
Síntesis
de los errores del nestorianismo:
El
hijo de la Virgen María, es distinto del Hijo de Dios.
Así
como de manera análoga, hay dos naturalezas en Cristo, es necesario
admitir también que existen en Él dos sujetos, o personas
distintas.
Estas
dos personas se hallan ligadas entre sí, por una simple unidad
accidental o moral.
El
hombre Cristo, no es Dios, sino portador de Dios.
Por
la encarnación, el Logos-Dios no se ha hecho hombre en sentido
propio, sino que ha pasado a habitar en el hombre Jesucristo, de
manera parecida a como Dios habita en los justos.
Las
propiedades humanas (nacimiento, pasión, muerte), tan sólo se
pueden predicar del hombre Cristo; las propiedades divinas (creación,
omnipotencia, eternidad) únicamente se pueden enunciar del
Logos-Dios; se niega, por lo tanto, la comunicación entre ambas
naturalezas.
En
consecuencia, no es posible dar a María el título
de Theotokos (Madre de Dios), que se le venía concediendo
habitualmente desde Orígenes. Ella no es más que "Madre del
Hombre", o "Madre de Cristo".
Se
opusieron al nestorianismo importantes prelados, encabezados por San
Cirilo de Alejandría. La herejía fue condenada, y la doctrina
aclarada en el Concilio de Éfesoen el año 431:
««...habiendo
unido consigo el Verbo, según hipóstasis o persona, la carne
animada de alma racional, se hizo hombre de modo inefable e
incomprensible, y fue llamado hijo del hombre, no por sola voluntad o
complacencia, pero tampoco por la asunción de la persona sola, y que
las naturalezas que se juntan en verdadera unidad son distintas, pero
que de ambas resulta un solo Cristo e Hijo; no como si la diferencia
de las naturalezas se destruyera por la unión, sino porque la
divinidad y la humanidad constituyen, más bien para nosotros, un
solo Señor y Cristo, e Hijo por la concurrencia inefable y
misteriosa en la unidad...
Porque
no nació primeramente un hombre vulgar, de la Santa Virgen, y luego
descendió sobre Él, el Verbo; sino que, unido desde el seno
materno, se dice que se somatizó a nacimiento carnal... De esta
manera [los Santos Padres], no tuvieron inconveniente en llamar Madre
de Dios a la Santa Virgen»» (Dz 111)
Además,
en el Concilio de Calcedonia, en el año 451, declaró:
««Ha
de confesarse a uno solo, y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
el mismo perfecto en la divinidad, y el mismo perfecto en la
humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente
hombre, de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en
cuanto a la divinidad, y Él mismo consustancial con nosotros, en
cuanto a la humanidad,semejante en todo a nosotros, menos en el
pecado (Hebr. 4, 15); engendrado del Padre antes de los siglos en
cuanto a la divinidad, y Él mismo, en los últimos días, por
nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre
de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo,
y el mismo Cristo Hijo, Señor unigénito en dos naturalezas, sin
confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo
alguno borrada la diferencia de naturalezas, por causa de la unión,
sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad, y
concurriendo en una sola persona, y en una sola hipóstasis, no
partido o dividido en dos personas, sino uno solo, y el mismo Hijo
unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo...»» (Dz 148).
Nestorio
contó con el apoyo de varios obispos orientales, que no aceptaron
las condenas, y rompieron con la Iglesia, formando una secta
independiente; pero finalmente fue desterrado en el año 436 al Alto
Egipto.
-------------------------------------------------------------------
Oficio
de lectura
Sábado
III Semana de Pascua
Cristo entregó su cuerpo para la vida de todos.
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre el evangelio de san Juan. Libro 4, cap
Cristo entregó su cuerpo para la vida de todos.
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre el evangelio de san Juan. Libro 4, cap
«Por
todos muero, dice el Señor, para vivificarlos a todos, y redimir con
mi carne, la carne de todos. En mi muerte morirá la muerte, y
conmigo resucitará la naturaleza humana, de la postración en que
había caído».
«Con
esta finalidad, me he hecho semejante a vosotros, y he querido nacer
de la descendencia de Abrahán, para asemejarme en todo a mis
hermanos».
San
Pablo, al comprender esto, dijo: Los hijos de una misma familia, son
todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre
participó también Él; así, muriendo, aniquiló al tenía el poder
de la muerte, es decir, al diablo.
Si
Cristo no se hubiera entregado por nosotros a la muerte, Él solo por
la redención de todos, nunca hubiera podido ser destituido, el que
tenía el dominio de la muerte, ni hubiera sido posible destruir la
muerte, pues Él es el único que está por encima de todos.
Por
ello se aplica a Cristo, aquello que se dice en un lugar del libro de
los salmos, donde Cristo aparece ofreciéndose por nosotros a Dios
Padre: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste
el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo dije: «Aquí
estoy».
Cristo
fue, pues, crucificado por todos nosotros, para que habiendo muerto
uno por todos, todos tengamos vida en Él. Era en efecto, imposible
que la Vida muriera, o fuera sometida a la corrupción natural. Que
Cristo ofreciese su carne por la vida del mundo, es algo que
deducimos de sus mismas palabras: Padre
Santo, dijo, guárdalos. Y luego añade: Por
ellos me consagro yo.
Cuando
dice consagro, debe entenderse en el sentido de «me dedico a Dios»,
y «me ofrezco como hostia inmaculada en olor de suavidad». Pues
según la ley se consagraba, o llamaba sagrado, lo que se ofrecía
sobre el altar. Así Cristo entregó su cuerpo por la vida de todos,
y a todos nos devolvió la vida. De qué modo lo realizó, intentaré
explicarlo, si puedo.
Una
vez que la Palabra vivificante hubo tomado carne, restituyó a la
carne su propio bien, es decir, le devolvió la vida, y uniéndose a
la carne con una unión inefable, la vivificó, dándole parte en su
propia vida divina.
Por
ello podemos decir, que el cuerpo de Cristo da vida a los que
participan de Él: si los encuentra sujetos a la muerte, aparta la
muerte, y aleja toda corrupción, pues posee en sí mismo, el germen
que aniquila toda podredumbre.
----------------------------------------------------------------------
Oficio
divino, 10 de Enero
Efusión
del Espíritu Santo sobre toda carne
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre el evangelio de San Juan. Libro 5, cap 2
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre el evangelio de San Juan. Libro 5, cap 2
Cuando
el Creador del universo, decidió restaurar todas las cosas en
Cristo, dentro del más maravilloso orden, y devolver a su anterior
estado la naturaleza del hombre, prometió que al mismo tiempo que
los restantes bienes, le otorgaría también
ampliamente el Espíritu Santo, ya que de otro modo, no
podría verse reintegrado a la pacífica y estable posesión de
aquellos bienes.
Determinó,
por tanto, el tiempo en que el Espíritu Santo habría de descender
hasta nosotros, a saber, el del advenimiento de Cristo, y lo prometió
al decir: En aquellos días –se refiere a
los del Salvador– derramaré mi Espíritu sobre toda carne.
Y
cuando el tiempo de tan gran munificencia y libertad, produjo para
todos al Unigénito encarnado en el mundo, como hombre nacido de
mujer –de acuerdo con la divina Escritura–, Dios Padre otorgó a
su vez el Espíritu, y Cristo, como primicia de la naturaleza
renovada, fue el primero que lo recibió. Y esto fue lo que atestiguó
Juan Bautista, cuando dijo: He contemplado
al Espíritu que bajaba del cielo, y se posó sobre Él.
Decimos
que Cristo, por su parte, recibió el Espíritu, cuanto se había
hecho hombre, y en cuanto convenía que el hombre lo recibiera; y
aunque es el Hijo de Dios Padre, engendrado de su misma substancia,
incluso antes de la encarnación –más aún, antes de todos los
siglos–, no se da por ofendido de que el Padre le diga, después
que se hizo hombre: “Tú eres mi Hijo: yo
te he engendrado hoy”.
Dice
haber engendrado hoy, a quien era Dios, engendrado de Él mismo desde
antes de los siglos, a fin de recibirnos por su intermedio como hijos
adoptivos; pues en Cristo, en cuanto hombre, se encuentra significada
toda la naturaleza: y así también el Padre, que posee su propio
Espíritu, se dice que se lo otorga a su Hijo, para que nosotros nos
beneficiemos del Espíritu en Él. Por esta causa perteneció a la
descendencia de Abrahán, como está escrito, y se asemejó en todo a
sus hermanos.
De
manera que el Hijo unigénito, recibe el Espíritu Santo no para sí
mismo –pues es suyo, habita en Él, y por su medio se comunica,
como ya dijimos antes–, sino para instaurar, y restituir a su
integridad a la naturaleza entera, ya que al haberse hecho hombre, la
poseía en su totalidad.
Puede,
por tanto, entenderse –si es que queremos usar nuestra recta razón,
así como los testimonios de la Escritura– que
Cristo no recibió el Espíritu para Sí, sino más bien para
nosotros en Sí mismo: pues por su intermedio nos vienen todos los
bienes.
-------------------------------------------------------
Oficio
de lectura
Tercera
Feria, V semana de Pascua
Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre el evangelio de San Juan. Libro 10, cap 2
Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre el evangelio de San Juan. Libro 10, cap 2
El
Señor, para convencernos de que es necesario que nos adhiramos a Él
por el Amor, ponderó cuán grandes bienes se derivan de nuestra
unión con Él, comparándose a sí mismo con la vid, y afirmando
que los que están unidos a Él, e injertados en su persona, vienen a
ser como sus sarmientos, y al participar del Espíritu Santo,
comparten su misma naturaleza, pues el Espíritu de Cristo nos une
con Él.
La
adhesión de quienes se vinculan a la vid, consiste en una adhesión
de voluntad y de deseo; en cambio, la unión del Señor con nosotros,
es una unión de Amor y de inhabitación. Nosotros, en efecto,
partimos de un buen deseo, y nos adherimos a Cristo por la Fe; así
llegamos a participar de su propia naturaleza, y alcanzamos la
dignidad de hijos adoptivos, pues como lo afirmaba San Pablo, el
que se une al Señor, es un espíritu con Él.
De
la misma forma, que en un lugar de la Escritura se dice de Cristo,
que es cimiento y fundamento, pues nosotros, se afirma, estamos
edificados sobre Él, y como piedras vivas y espirituales, entramos
en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio
sagrado, cosa que no sería posible si Cristo no fuera fundamento,
así, de manera semejante, Cristo se llama a
sí mismo Vid, como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos,
que proceden de Él.
En
Él y por Él, hemos sido regenerados en el Espíritu, para producir
fruto de vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de la vida
nueva que se funda en su Amor. Y esta vida la
conservaremos, si perseveramos unidos a Él y como injertados en su
persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio, y
procuramos conservar los grandes bienes que nos confió,
esforzándonos por no contristar, ni en lo
más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros, pues por medio de
Él, Dios mismo tiene su morada en nuestro interior.
De
qué modo nosotros estamos en Cristo, y Cristo en nosotros, nos lo
pone en claro el evangelista Juan al decir: “En esto conocemos
que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su
Espíritu”.
Pues
así como la raíz hace llegar su propia savia a los sarmientos, del
mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre, comunica a los santos
una especie de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles
parte en su propia naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están
unidos con Él por la fe: así les comunica una santidad inmensa, los
nutre en la piedad, y los lleva al conocimiento de la verdad y a la
práctica de la virtud.
-------------------------------------------------------------------------
Oficio
de lectura
Sábado
IV Semana de Pascua
A todos alcanzó la misericordia divina
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre la carta a los Romanos. Cap 15,7
A todos alcanzó la misericordia divina
Del comentario de San Cirilo de Alejandría, Obispo, sobre la carta a los Romanos. Cap 15,7
Nosotros,
siendo muchos, formamos un solo cuerpo, y somos miembros los unos de
los otros, y es Cristo quien nos une mediante los vínculos de la
caridad, tal como está escrito: Él ha hecho de los dos pueblos una
sola cosa, derribando con su carne, el muro que los separaba: el
odio.
Él
ha abolido la ley con sus mandamientos y reglas. Conviene
pues, que tengamos un mismo sentir: que si un miembro sufre, los
demás miembros sufran con Él, y que si un miembro es honrado, se
alegren todos los miembros.
Acogeos
mutuamente –dice el Apóstol–, como Cristo os acogió para gloria
de Dios. Nos acogeremos unos a otros, si nos
esforzamos en tener un mismo sentir; llevando los unos las cargas de
los otros, conservando la unidad del Espíritu, con el vínculo de la
paz.
Así
es como nos acogió Dios a nosotros en Cristo. Pues no engaña el que
dice: Tanto amó Dios al mundo, que le entregó su Hijo por nosotros.
Fue entregado, en efecto, como rescate para la vida de todos
nosotros, y así fuimos arrancados de la muerte, redimidos de la
muerte, y del pecado.
Y
el mismo Apóstol, explica el objetivo de esta realización de los
designios de Dios, cuando dice que Cristo consagró su ministerio al
servicio de los judíos, por exigirlo la fidelidad de Dios. Pues,
como Dios había prometido a los patriarcas, que los bendeciría en
su descendencia futura, y que los multiplicaría como las estrellas
del cielo, por esto apareció en la carne, y se hizo hombre el que
era Dios, y la Palabra en persona, el que conserva toda cosa creada,
y da a todos la incolumidad, por su condición de Dios.
Vino
a este mundo en la carne, mas no para ser servido, sino al contrario,
para servir, como dice Él mismo, y entregar su vida para la
redención de todos. Él afirma haber venido de modo
visible, para cumplir las promesas hechas a Israel.
Decía
en efecto: Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.
Por esto, con verdad afirma Pablo, que Cristo consagró su ministerio
al servicio de los judíos, para dar cumplimiento a las promesas
hechas a los padres, y para que los paganos alcanzasen misericordia,
y así ellos también le diesen gloria como a creador y hacedor,
salvador y redentor de todos.
De
este modo alcanzó a todos la Misericordia Divina, sin excluir a los
paganos, de manera que por los designios de la sabiduría de Dios en
Cristo, obtuvo su finalidad; por la misericordia de Dios, en efecto,
fue salvado todo el mundo, en lugar de los que se habían perdido.
------------------------------------------------------------
San
Cirilo de Alejandría, Obispo
Comentario sobre segunda carta a los Corintios 5,5 – 6,2
Comentario sobre segunda carta a los Corintios 5,5 – 6,2
Oficio
de lectura, Domingo VI semana de Pascua
Dios nos ha reconciliado por medio de Cristo, y nos ha confiado el ministerio de esta reconciliación.
Dios nos ha reconciliado por medio de Cristo, y nos ha confiado el ministerio de esta reconciliación.
Los
que poseen las armas del Espíritu, y la esperanza de la
resurrección, como si poseyeran ya aquello que esperan, pueden
afirmar que desde ahora, ya no conocen a nadie según la carne:
todos, en efecto, somos espirituales, y
ajenos a la corrupción de la carne.
Porque
desde el momento en que ha amanecido para nosotros la luz del
Unigénito, somos transformados en la misma Palabra, que da vida a
todas las cosas. Y si bien es verdad, que cuando reinaba el pecado
estábamos sujetos por los lazos de la muerte, al introducirse en el
mundo la justicia de Cristo, quedamos libres de la corrupción.
Por
tanto, ya nadie vive en la carne, es decir, ya nadie está
sujeto a la debilidad de la carne, a la que ciertamente pertenece la
corrupción, entre otras cosas; en este sentido, dice el Apóstol: si
alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no.
Es
como quien dice: La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros,
y para que nosotros tuviésemos vida, sufrió la muerte según la
carne, y así es como conocimos a Cristo; sin embargo, ahora ya no es
así como lo conocemos.
Pues
aunque retiene su cuerpo humano, ya que resucitó al tercer día, y
vive en el cielo junto al Padre, no obstante, su
existencia es superior a la meramente carnal, puesto que
murió de una vez para siempre, y ya no muere más; la muerte ya no
tiene dominio sobre Él. Porque su morir, fue un morir al pecado de
una vez y para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Si
tal es la condición de Aquel, que se convirtió para nosotros en
abanderado y precursor de la vida, es necesario que nosotros,
siguiendo sus huellas, formemos parte de los
que viven por encima de la carne, y no en la carne. Por
eso, dice con toda razón San Pablo: “El
que es de Cristo es una criatura nueva”. Lo antiguo ha
pasado, lo nuevo ha comenzado.
Hemos
sido, en efecto, justificados por la fe en Cristo, y ha cesado el
efecto de la maldición, puesto que Él ha resucitado para
liberarnos, conculcando el poder de la muerte; y además, hemos
conocido al que Es por naturaleza propia, Dios verdadero, a quien
damos culto en Espíritu y en Verdad, por mediación del Hijo, quien
derrama sobre el mundo las bendiciones divinas, que proceden del
Padre.
Por
lo cual, dice acertadamente San Pablo: Todo
esto viene de Dios, que por medio de Cristo, nos reconcilió consigo,
ya que el misterio de la encarnación y la renovación consiguiente a
la misma, se realizaron de acuerdo con el designio del Padre.
No
hay que olvidar que por Cristo, tenemos acceso al Padre, ya que nadie
va al Padre, como afirma el mismo Cristo, sino por Él. Y así, todo
esto viene de Dios, que por medio de Cristo, nos reconcilió y nos
encargó el ministerio de la reconciliación.
--------------------------------------------------------
Del
Oficio de Lectura, 27 de junio
San
Cirilo de Alejandría, Obispo y doctor de la Iglesia +444
Defensor
de la maternidad divina de la Virgen María
De las cartas de San Cirilo de Alejandría
Carta 1
De las cartas de San Cirilo de Alejandría
Carta 1
Me
extraña, en gran manera, que haya alguien que tenga duda alguna de
si la Santísima Virgen, ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto,
si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la Santísima
Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios?. Esta
es la fe que nos trasmitieron los discípulos del Señor, aunque no
emplearan esta misma expresión. Así nos lo han enseñado también
los Santos Padres.
Y
así, nuestro padre Atanasio, de ilustre memoria, en el libro que
escribió sobre la santa y consubstancial Trinidad, en la disertación
tercera, a cada paso da a la Santísima Virgen, el título de Madre
de Dios.
Siento
la necesidad de citar aquí sus mismas palabras, que dicen así: «La
finalidad y característica de la Sagrada Escritura, como tantas
veces hemos advertido, consiste en afirmar de Cristo, nuestro
salvador, estas dos cosas: que es Dios, y que nunca ha dejado de
serlo, Él, que es el Verbo del Padre, su resplandor y su sabiduría;
como también que Él mismo, en estos últimos tiempos, se hizo
hombre por nosotros, tomando un cuerpo de la Virgen María, Madre de
Dios».
Y
un poco más adelante, dice también: «Han
existido muchas personas santas e inmunes de todo pecado: Jeremías
fue santificado en el vientre materno; y Juan Bautista, antes de
nacer, al oír la voz de María, Madre de Dios, saltó lleno de
gozo». Y estas
palabras provienen de un hombre absolutamente digno de fe, del que
podemos fiarnos con toda seguridad, ya que nunca dijo nada que no
estuviera en consonancia con la Sagrada Escritura.
Además
la Escritura inspirada por Dios, afirma que el Verbo de Dios se hizo
carne, esto es, que se unió a un cuerpo que poseía un alma
racional. Por consiguiente, el Verbo de
Dios, asumió la descendencia de Abrahán, y fabricándose un cuerpo
tomado de mujer, se hizo partícipe de la carne y de la sangre, de
manera que ya no es solo Dios, sino que por su unión con nuestra
naturaleza, ha de ser considerado también hombre como nosotros.
Ciertamente
el Emmanuel consta de estas dos cosas, la divinidad y la humanidad.
Sin embargo, es un solo Señor Jesucristo, un solo verdadero Hijo por
naturaleza, aunque es Dios y hombre a la vez; no un hombre
divinizado, igual a aquellos que por la gracia, se hacen partícipes
de la naturaleza divina, sino Dios verdadero, que, por nuestra
salvación, se hizo visible en forma humana, como atestigua también
Pablo con estas palabras: “Cuando se cumplió el tiempo, envió
Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para
rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser
hijos por adopción”.
-----------------------------------------------------------------
Del
Oficio de Lectura, 5 de agosto
La
dedicación de la Basílica de Santa María
Alabanzas
de la Madre de Dios. De la homilía de San Cirilo de Alejandría,
Obispo, pronunciada en el Concilio de Éfeso
Tengo
ante mis ojos la asamblea de los santos padres, que llenos de gozo y
fervor, han acudido aquí, respondiendo con prontitud, a la
invitación de la Santa Madre de Dios, la siempre Virgen María.
Este
espectáculo ha trocado en gozo, la gran tristeza que antes me
oprimía. Vemos realizadas en esta reunión, aquellas hermosas
palabras de David, el salmista: Ved qué
dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos.
Te
saludamos, Santa y Misteriosa Trinidad, que nos has convocado a todos
nosotros, en esta iglesia de Santa María, Madre de Dios.
Te
saludamos, María, Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por
todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono
de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de Aquel
que no puede ser contenido en lugar alguno, Madre y Virgen, por quien
es llamado bendito, en los Santos Evangelios, el que viene en nombre
del Señor.
Te
saludamos, a Ti, que encerraste en tu seno virginal a Aquel que es
inmenso e inabarcable; a Ti, por quien la Santa Trinidad es adorada y
glorificada; por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en
todo el orbe; por quien exulta el cielo; por quien se alegran los
ángeles y arcángeles; por quien son puestos en fuga los demonios;
por quien el diablo tentador cayó del cielo; por quien la criatura,
caída en el pecado, es elevada al cielo; por
quien toda la creación, sujeta a la insensatez de la idolatría,
llega al conocimiento de la Verdad; por quien los
creyentes obtienen la gracia del bautismo, y el aceite de la alegría;
por quien han sido fundamentadas las Iglesias en todo el orbe de la
Tierra; por quien todos los hombres son llamados a la conversión.
Y
¿qué más diré?. Por ti, el Hijo unigénito de Dios, ha iluminado
a los que vivían en tinieblas y en sombra de muerte; por Ti, los
profetas anunciaron las cosas futuras; por Ti, los Apóstoles
predicaron la salvación a los gentiles; por Ti, los muertos
resucitan; por Ti, reinan los reyes, por la Santísima Trinidad.
¿Quién
habrá, que sea capaz de cantar como es debido, las alabanzas de
María?. Ella es Madre y Virgen a la vez; ¡qué cosa tan admirable!.
Es una maravilla que me llena de estupor. ¿Quién
ha oído jamás decir, que le esté prohibido al constructor habitar
en el mismo templo que Él ha construido?. ¿Quién
podrá tachar de ignominia, el hecho de que la sirviente sea adoptada
como madre?.
Mirad:
hoy todo el mundo se alegra; quiera Dios que todos nosotros
reverenciemos y adoremos la unidad; que rindamos un culto impregnado
de Santo temor a la Trinidad indivisa, al celebrar, con nuestras
alabanzas, a María siempre Virgen, el Templo Santo de Dios, y a su
Hijo y Esposo Inmaculado: porque a Él pertenece la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que por las palabras e
intercesión de San Cirilo de Alejandría, veneremos todos los días
a la Santísima Virgen María como madre tuya y nuestra, y así
podamos ser para Tí como tu preciado incienso que sube al estrado de
tus pies. A Tí Señor, que nos dejaste a la Virgen María como Madre
nuestra a los pies de la Cruz. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario