Cuarta
Feria, 14 de Junio
San Eliseo
Profeta.
Año 850 a. de JC.
Eliseo
significa: "Dios es mi salvación"
Breve
Discípulo
del Profeta Elías. Profeta, Resucitador y Taumaturgo.
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La
historia del profeta Eliseo está narrada en la Santa Biblia, en el
primer libro de los Reyes.
Estaba
arando en un campo, cuando de pronto se le acercó el profeta Elías,
y echándole su manto sobre los hombros, lo invitó a seguirlo y a
dedicarse a extender la religión. Eliseo aceptó, pero le pidió
permiso para ir antes a despedirse de su familia.
Entonces
volvió, y mató sus dos bueyes, y repartió esas carnes entre los
demás compañeros de trabajo, y quemó sus utensilios de arar; y
así, libre de todo impedimento, se fue con Elías.
Cuando
Elías iba a ser llevado al cielo, le dijo a Eliseo: "Quédate
por aquí, que yo me voy al Jordán". Eliseo le respondió
"¡Padre, yo te seguiré a donde vayas!", y se fue
con él.
Cuando
iban llegando al río Jordán, les salió al encuentro un grupo de
jóvenes que se preparaban para ejercer el profetismo, y Eliseo les
aconsejó que se quedaran allí en una altura, observando lo que iba
a suceder.
Al
llegar al Jordán, Elías tocó con su manto las aguas, y éstas se
dividieron, y así los dos profetas pasaron a pie, por el terreno
seco.
Pasando
el Jordán, Eliseo le pidió a Elías un favor muy especial: "Padre,
te pido que cuando tú te vayas, me pases a mí una buena parte de tu
espíritu, de tus poderes". Elías dijo: "Si
me logras ver, cuando sea elevado, se te concederá esto que has
pedido".
Luego
llegó un carro de fuego, y se llevó a Elías, y mientras éste
subía por los aires, Eliseo lo veía, y le gritaba: "Padre
mío, padre mío". A Elías se le cayó el manto,
y Eliseo lo recogió.
Para
comprobar que Dios sí le había pasado a él los poderes que le
había dado a Elías, tocó Eliseo con el manto las aguas del Jordán,
y éstas se abrieron, y le dieron paso. Los 50 jóvenes que se
preparaban para el profetismo vieron este milagro, y en adelante le
tuvieron gran respeto, y lo consideraron como sucesor del Profeta
Elías.
La
gente de Jericó le dijo: "Profeta, nuestra ciudad está bien
situada, pero las aguas no sirven para tomar". Eliseo echó su
bendición a aquellas aguas, y desde entonces se volvieron potables,
muy buenas para tomar. Los hombres de Dios son muy valiosos para la
sociedad.
Yendo
Eliseo hacia la ciudad de Betel, salió un grupo de muchachos
maleducados que empezaron a burlarse del profeta diciendo: "¡Sube
calvo!. ¡Sube calvo!". Eliseo les echó una maldición, y
salieron dos osos que mataron a 42 de esos atrevidos. Dios quería
demostrar que se disgusta cuando se falta al respeto a sus enviados.
Una
pobre viuda le contó Eliseo que se había quedado en la ruina, y que
sus acreedores la iban a enjuiciar por las deudas contraídas, y que
no tenía sino una botella con aceite. El
profeta le aconsejó que fuera donde las vecinas, y les pidiera
vasijas prestadas, y que empezara a llenarlas con el aceite que tenía
en la botella. Ella pidió muchas vasijas prestadas, y con
la botella de aceite las fue llenando a todas.
Cuando
ya estuvo llena la última vasija, la botella dejó de producir
aceite. Con la venta de todo aquello, pudo la viuda pagar todas sus
deudas. ¡Milagros de Dios!.
Una
mujer de Sunam le daba siempre hospedaje gratuito a Eliseo, cuando
pasaba por allí misionando. El profeta para agradecerle sus favores,
obtuvo de Dios que le concediera un hijo en su matrimonio, pues ese
hogar no había tenido hijos.
Pero
un día el niño estaba trabajando en el campo con su padre, y
exclamó: - “Papá, ¡me duele la cabeza!", y se murió. La
sunamita se fue corriendo donde el profeta Eliseo, que estaba a
bastantes horas de camino, y le suplicó que corriera a darle una
bendición a su hijo. Llegó Eliseo, y
después de suplicar mucho a Dios, obtuvo la resurrección del niño.
Un hecho prodigioso, que comprueba lo muy poderosas que son ante el
Señor, las súplicas de sus amigos que se dedican a propagar su
santa religión.
Tenía
Eliseo cien discípulos para darles de comer, y solamente tenía
veinte panes. Bendijo los panes, y con ellos le alcanzó para
alimentar a cien hambrientos discípulos, y le sobró pan. Más tarde
Jesús con cinco panes dará de comer a cinco mil hombres, y la
sobrarán 12 canastas de pan.
El
rey de Siria tenía un general muy estimado, llamado Naaman. Pero
este militar se volvió leproso. Una muchacha israelita les contó
que en Israel había un profeta, que hacía muchos milagros. El rey
le envió a Naaman a que lo curara. Eliseo le mandó que se bañara
siete veces en el río Jordán. A la séptima
vez, se le fue completamente la lepra.
Naaman
quiso darle un gran regalo a Eliseo, pero este no aceptó. Y sucedió
que cuando Naaman ya iba lejos, el secretario de Eliseo, llamado
Guezi, corrió a decirle con mentiras que el profeta le mandaba pedir
un regalo. Naaman se lo envió, pero a
Guezi, por este robo y este engaño, se le prendió lo que antes
tenía el general, la lepra.
Eliseo
le anunciaba al rey de Israel todas las trampas que los enemigos del
país le iban a poner, y así lo libraba de muchas derrotas. Luego,
cuando el anciano profeta estaba muy enfermo, mandó llamar al rey y
le dijo: "Lance bastantes flechas por esta ventana!".
El rey lanzó únicamente tres flechas, y entonces el profeta le
dijo: "Por no haber lanzado sino
tres flechas, no lograrás derrotar a los enemigos del país sino
¡tres veces!”, y así sucedió.
Luego
mandó a uno de sus secretarios a anunciarle al general Jehú, que
iba a ser rey, y esto se cumplió también.
A
Eliseo lo enterraron en una cueva, y bastante tiempo después unos
hombres iban a enterrar a un muerto, pero al ver venir un grupo de
guerrilleros, dejaron el muerto sobre la
tumba de Eliseo, y salieron corriendo, y el muerto al tocar la tumba
del santo profeta, resucitó.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, haz que nuestro espíritu
sepa elevarse como Elías, y participar de su fuerza espiritual como
lo hizo Eliseo. Aléjanos de toda dádiva o espíritu de soborno, que
nos conduce a la lepra de la codicia. Que sepamos abrirnos paso en
medio del tumultuoso mar de pasiones del mundo, no participando de
ellas, ni con la planta de nuestros pies. Ayúdanos a pagar nuestras
deudas materiales y espirituales con el sagrado óleo de nuestro
trabajo honesto, y que éste te alabe continuamente. Que sepamos
compartir nuestro pan material y espiritual. Que nuestro esfuerzo y
dedicación, sean como innumerables flechas de Amor sincero. Que
podamos resucitar siempre de nuestras derrotas y pecados. Amén.
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