Sexta
Feria, 16 Junio
Santa
Lutgarda, Virgen
Pintura
de Goya
+1246
“Quiero
Tu Corazón”
“Aguárdame
aquí, mi Señor; volveré tan pronto como termine esta tarea”
Breve
Santa
Mística cisterciense de Aywieres, Bélgica.
Es
la primera en intercambiar su corazón con el Divino Maestro. Luego
ocurrió lo mismo siglos después con Santa Margarita María
Alacoque, cuya fiesta celebramos el 16 de Octubre.
El
intercambio de corazones fué un hecho físico, no sólo místico. En
el segundo caso, se verificó en el cuerpo de Santa Margarita la
úlcera en su costado izquierdo. No sufría infección alguna, aunque
le provocaba un dolor continuo desde ese momento.
Son
las llamadas almas víctimas, por su inmolación en favor de muchos.
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Nace
en 1182. A los doce años de edad fue encomendada a las monjas
benedictinas, cerca de Saint-Trond, no por piedad, sino porque el
dinero para su dote matrimonial, había sido perdido por su padre.
Era la costumbre de la época.
Lutgarda
era bonita, y le gustaba divertirse sanamente, y vestir bien. No
aparentaba vocación religiosa, por lo que en el convento vivía como
una especie de pensionista, libre para entrar y salir.
Sin
embargo, un día, mientras charlaba con unas amistades, tuvo una
visión de Nuestro Señor Jesucristo, que le mostraba sus heridas, y
le pedía que lo amase solo a Él. Lutgarda, aquel día, descubrió
el amor de Jesús, y lo aceptó al instante como su Prometido. Desde
aquel momento su vida cambió.
Algunas
monjas que observaron el cambio en Lutgarda, vaticinaron que aquello
no duraría. Se equivocaron, ya que su amor por Jesús mas bien
crecía. Al rezar, lo veía con sus ojos
corporales, hablaba con Él en forma familiar. Cuando la
llamaban para algún servicio, le decía a Jesús: "Aguárdame
aquí, mi Señor; volveré tan pronto como termine esta tarea".
También tuvo visiones de Santa Catalina, la
patrona de su convento, y San Juan Evangelista. En éxtasis, a veces
se alzaba un palmo del suelo, o su cabeza irradiaba luz.
Compartió
místicamente los sufrimientos de Jesús, cuando meditaba la Pasión.
En esas ocasiones, aparecían en su frente y cabellos, minúsculas
gotas de sangre. Su amor se extendía a todos, de manera que sentía
como propios los dolores y penurias ajenas.
Después
de doce años en el convento de Santa Catalina, sintió la
inspiración de abrazar la regla cisterciense, que es más estricta.
Siguiendo el consejo de su amiga Santa Cristina, que era de su mismo
convento, ingresó en el Cister de Aywieres, a pesar que allí solo
se hablaba francés, idioma que desconocía.
Tenía
gran humildad, y solo se quejaba de su propia impotencia, para
responder como era debido a las gracias de Dios. En una ocasión
oraba, ofreciendo vehemente su vida al Señor, cuando se le reventó
una vena, que le causó una fuerte hemorragia. Le fue revelado que en
el cielo, su efusión se aceptaba como un martirio.
Tenía
el don de curación de enfermos, de profetizar, de entender las
Sagradas Escrituras, de consolar espiritualmente. Según la beata
María de Oignies, Lutgarda es una intercesora sin igual, por los
pecadores y las almas del purgatorio.
Tuvo
visiones del Sagrado Corazón de Jesús. En una ocasión, Nuestro
Señor le preguntó que regalo ella deseaba. Ella respondió: "Quiero
Tu Corazón", a lo que Jesús respondió: "Yo
quiero el tuyo". Entonces
ocurrió un evento sin precedentes: Nuestro Señor, místicamente
intercambió corazones con Lutgarda.
Once
años antes de morir perdió la vista, lo cual recibió con gozo,
como una gracia para desprenderse más del mundo. Aún ciega ayunaba
severamente. El Señor se le apareció, para anunciarle su próxima
muerte, y las tres cosas que debía hacer para prepararse:
1-Dar
gracias a Dios sin cesar por los bienes recibidos;
2-
Orar con la misma insistencia, por la conversión de los pecadores;
3-
Para todo confiar únicamente en Dios.
Predijo
su muerte, que ocurrió en la noche del sábado posterior a la
Santísima Trinidad, precisamente cuando comenzaba el oficio nocturno
del domingo. Era el 16 de junio del 1246.
Fuente:
Butler, Vida de los Santos, Vol II, pg 561-563
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Hoy
también recordamos con Amor y Veneración a:
San
Quirico niño, y Santa Julita su madre
Mártires
(303)
Una
hermosa historia de amor entre una madre y su hijo, es la que hoy
recordamos, pero que por desgracia, tuvo un cruento final. Nuestros
santos de hoy eran madre e hijo, naturales de Licaonia (Turquía),
pero que por su condición de cristianos, terminaron huyendo a Tarso
de Cilicia (también en Turquía).
En
esa ciudad, sin embargo, fue apresada la madre, y con ella Quirico,
que no era más que un pequeñuelo. Condenada Julita al suplicio,
parece ser que hicieron al niño estar presente, mientras su madre
era azotada.
Y
tan fuerte era el llanto del niño por los gritos de la madre, que
uno de los verdugos, enfurecido, le dio un empujón que acabó con el
pobre infante, a consecuencia del impacto en el suelo de su tierna
cabeza.
A
pesar del terrible dolor que sintió la Julita, como sólo una madre
lo puede sentir, no se retractó de su cristianismo, y terminaron por
cortarle la cabeza. Sus cuerpos fueron arrojados juntos a una fosa,
donde tiraban a los malhechores. De allí los rescataron algunos
cristianos, que les dieron sepultura, juntos ya madre e hijo para
toda la eternidad.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que intercambiaste físicamente tu
Corazón con Santa Lutgarda, así como místicamente lo hicieron
Santa Julita y San Quirico entre ellos contigo, haz que nuestro
corazón mude de un corazón de piedra, a uno como el tuyo, y así
poder ayudar en la extensión del Reino de los Cielos. A Tu Corazón
Señor, que es un horno espiritual que envuelve a todo el Universo.
Amén.
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