Sábado
17 de Junio
San
Gregorio Barbarigo
Obispo
Año
1697
“Para
el cuerpo basta poco alimento, y ordinario, pero para el alma son
necesarias muchas lecturas, y que sean bien espirituales”
Breve
Insigne
Obispo y Cardenal, de trabajo incansable en la asistencia de los más
pobres, y en la formación de catequista y seminaristas.
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Este
simpático santo nació en Venecia (Italia), en el año 1632, de
familia rica e influyente. La madre murió de peste de tifo negro,
cuando el niño tenía solamente dos años. Pero su padre, un
excelente católico, se propuso darle la mejor formación posible.
El
papá lo instruyó en el arte de la guerra, y en las ciencias, y le
hizo tomar un curso de diplomacia, pero al
joven Gregorio lo que le llamaba la atención, era todo lo que
tuviera relación con Dios, y con la salvación de las almas.
Estudiando
astronomía, admiraba cada día más el gran poder de Dios, al
contemplar tan admirables astros y estrellas en el firmamento.
Deseaba
ser religioso, pero su director espiritual le aconsejó, que más
bien se hiciera sacerdote de una diócesis, porque tenía especiales
cualidades para párroco. Y a los 30 años fue ordenado sacerdote.
Un
amigo suyo y de su familia, el Cardenal Chigi, había sido elegido
Sumo Pontífice, con el nombre de Alejandro VII, y lo mandó llamar a
Roma. Allá le concedió un nombramiento en el Palacio Pontificio,
y le confió varios cargos de especial responsabilidad.
Y
en ese tiempo llegó a Roma la terrible peste de tifo negro (la que
había causado la muerte a su santa madre), y el Santo Padre,
conociendo la gran caridad de Gregorio, lo nombró presidente de la
comisión encargada de atender a los enfermos de tifo. Desde
ese momento, Gregorio se dedica por muchas horas cada día a visitar
enfermos, enterrar muertos, ayudar viudas y huérfanos, y a consolar
hogares que habían quedado en la orfandad.
Acabada
la peste, el Sumo Pontífice le ofrece nombrarlo obispo de una
diócesis muy importante, Bérgamo. El Padre Gregorio le pide que lo
deje antes celebrar una misa, para saber si Dios quiere que acepte
ese cargo. Durante la misa oye un mensaje celestial, que le aconseja
aceptar el nombramiento. Y le comunica su aceptación al Santo Padre.
Llega
a Bérgamo como un sencillo caminante, y a los que proponen hacerle
una gran fiesta de recibimiento, les dice que eso que se iba a gastar
en fiestas, hay que emplearlo en ayudar a los pobres.
Luego
él mismo vende todos sus bienes, y los reparte entre los
necesitados, y se propone imitar en todo al gran arzobispo San Carlos
Borromeo, que vivía dedicado a las almas, y a las gentes más
abandonadas. En Bérgamo jamás deja de ayudar a quien le pide, y los
pobres saben que su generosidad es inmensa.
Propaga
libros religiosos entre el pueblo, y recomienda mucho los escritos de
San Francisco de Sales. En sus
viajes misioneros se hospeda en casas de gente muy pobre, y come con
ellos, sin despreciar a nadie.
Después
de pasar el día enseñando catecismo, y atendiendo gentes muy
necesitadas, pasa largas horas de la noche en oración. El portero
del palacio tiene orden de llamarlo a cualquier hora de la noche, si
algún enfermo lo necesita. Y aun entre lluvias y lodazales, a altas
horas de la noche, se va a atender moribundos que lo mandan llamar. Y
es obispo.
El
médico le aconseja que no se desgaste tanto visitando enfermos, pero
él le responde: "ese es mi deber, y ¡no puedo obrar de otra
manera!".
El
Sumo Pontífice lo nombra obispo de una ciudad que está necesitando
mucho un obispo santo. Es Padua. Los habitantes de Bérgamo decían:
"Los de Milán tuvieron un obispo santo, que fue San Carlos
Borromeo. Nosotros también tuvimos un obispo muy santo, Monseñor
Gregorio. Qué gran lástima que se lo lleven de aquí".
En
Padua se encuentra con que los muchachos no saben el catecismo, y los
mayores no van a Misa los domingos. Se dedica él personalmente a
organizar las clases de catecismo, y a invitar a todos a la Santa
Misa. Recorrió personalmente las 320 parroquias de la diócesis.
Organizó a los párrocos, y formó un gran número de catequistas.
Aun a las regiones más difíciles de llegar las visitó, con grandes
sacrificios y peligros. En pocos años, la diócesis de Padua era
otra totalmente distinta. La había transformado su santo obispo.
El
nuevo Pontífice, Inocencio once, nombró Cardenal a Monseñor
Gregorio Barbarigo, como premio a sus incansables labores de
apostolado. Él siguió trabajando como si fuera un sencillo
sacerdote.
Fundó
imprentas para propagar los libros religiosos, y se esmeró con todas
sus fuerzas por formar lo mejor posible a los seminaristas, para que
llegaran a ser excelentes sacerdotes.
Todos
estaban de acuerdo en que su conducta era ejemplar en todos los
aspectos, y en que su generosidad con los pobres, era no sólo
generosa sino casi exagerada. La gente decía: "Monseñor es
misericordioso con todos. Con el único con el cual es severo es
consigo mismo".
Su
seminario llegó a tener fama de ser uno de los mejores de Europa, y
su imprenta divulgó por todas partes las publicaciones religiosas.
Él andaba repitiendo: "para el
cuerpo basta poco alimento y ordinario, pero para el alma son
necesarias muchas lecturas, y que sean bien espirituales".
San
Gregorio murió santamente el 17 de junio del año 1697.
Dios
nos mande muchos Gregorios más, así de santos y generosos.
“Quien
generosamente da, generosamente recibirá”. Santa Biblia,
Proverbio 11.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que suscitaste a San Gregorio Barbarigo
como insigne cardenal de la Iglesia, haz que el cuerpo de cardenales
sea siempre un pilar inconmovible de tu Amor y Misericordia, hasta el
fin de los tiempos. A Tí Señor que soplaste el Espíritu Santo
sobre las cabezas de los Apóstoles. Amén.
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