Viernes
6 de noviembre
LOS
MÁRTIRES DE INDOCHINA
(1851-1862)
Indudablemente
hay muchos detalles legendarios en las relaciones de los martirios de
la primitiva Iglesia, según han llegado a nuestras manos. Al leer la
multitud de tormentos y la brutal crueldad que en ellos se
manifiesta, recibimos la impresión de que todo aquello es pura
invención de los escritores medievales.
Sin
embargo, en los tiempos modernos y casi en nuestros días,
comprobados con multitud de testimonios completamente seguros y
verídicos, se han repetido innumerables excesos de crueldad en los
mártires de Indochina, de mediados del siglo XIX.
De
ello se deduce que los instintos de crueldad son congénitos en la
naturaleza humana, y en los momentos de apasionamiento salen al
exterior en la forma más brutal y repugnante; recordemos, aún
en nuestros días, los extremos de crueldad y barbarie cometidos por
los comunistas con multitud de católicos.
Indirectamente,
esto prueba con toda suficiencia que no hay que rechazar tan
fácilmente aquellas actas de mártires solamente por el motivo de lo
inverosímil que resulta la multitud y la crueldad de los tormentos.
El
día de hoy se celebra de un modo especial la conmemoración de los
Beatos Jerónimo Hermosilla y sus dos compañeros mártires,
pertenecientes a la Orden de Predicadores, sacrificados por Cristo en
1861 en la región del Tonkín.
Pero,
al mismo tiempo, se celebra la fiesta de otros mártires de Indochina
que dieron su sangre por Cristo durante estos años de la más
horrible persecución. Algunos fueron beatificados en 1900, 1906 y
1907, y recientemente otros veinticinco fueron elevados a los altares
por Pío XII en 1951.
He
aquí algunos datos más importantes de los principales entre ellos.
El
Beato Jerónimo Hermosilla, insigne dominico y misionero español,
era vicario apostólico en el oriente del Tonkín, y al estallar la
persecución fue apresado por el mandarín Nguyen. Pero, habiendo
logrado escapar de la prisión, continuó en secreto su actividad
apostólica entre los naturales, hasta que, por la traición de un
soldado, fue encarcelado de nuevo juntamente con otros dos misioneros
dominicos, los Beatos Valentín Berrio-Ochoa, vicario general
del Tonkín central, y Pedro Almato. Berrio-Ochoa era vasco de
nacimiento y de noble familia.
El
padre Almato era catalán, que hacía seis años realizaba una
ímproba labor en la misión dominicana del Tonkín, a pesar del
deplorable estado de su salud. El padre Hermosillo intentó pasar a
la China juntamente con el padre Almato; pero era ya tarde.
Apresados, pues, los tres insignes misioneros de la Orden dominicana,
dieron generosamente su sangre por Cristo, siendo decapitados.
Entre
los más insignes mártires de esta persecución, debe ser
considerado el Beato Teófanes Vénard, de origen francés,
quien ya en su juventud había soñado en el martirio, que al fin
sufrió en Tonkín a los treinta y un años de edad, víctima, él y
sus compañeros, de las más horribles crueldades, tan típicas de
esta persecución.
Su
salud delicadísima retrasó su ordenación sacerdotal; pero, apenas
realizada ésta en 1852, partió Teófanes para Hong-Konk, y después
de dedicarse quince meses al aprendizaje de la lengua, pasó en 1854
al Tonkín. Más de cinco años trabajó con un celo incansable,
luchando a la vez con su mala salud y con los horrores de la más
implacable persecución.
Hasta qué punto llegó la crueldad de los
perseguidores, se expresa en estas palabras que escribía él mismo:
"Se ha dado la orden de aprisionar a todos los cristianos y
de martirizarlos por el sistema denominado lang-tri, consistente en
una tortura lenta, cortándoles primero los pies hasta los tobillos;
luego hasta las rodillas; luego los dedos, luego hasta los antebrazos
y siguiendo de este modo hasta que no les quede más que un tronco
enteramente mutilado".
Son
interesantes los datos que comunica sobre los sufrimientos a que se
veían sometidos y la situación desesperada en que se encontraban,
todo lo cual es la más elocuente prueba del elevado espíritu que a
todos les animaba. "Tres misioneros, dice, entre los cuales
hay un obispo, yacen ya uno al lado de otro, día y noche, en un
espacio de una vara y media cuadrada. No tenemos más luz ni más
aire para respirar que tres agujeros del grosor de un dedo,
practicados en la pared, que nuestra anciana sirvienta se ve obligada
a ocultar por medio de unos manojos de leña tirados por fuera."
En
1851 y 1852 fueron decapitados otros dos misioneros de las Misiones
Extranjeras de París, los Beatos Augusto Schöffler y Juan Luis
Bonnard Schöffler, al estallar la persecución el año 1851,
fueron apresados y tuvieron que sufrir horriblemente en la cárcel,
con el gran marco de madera que les agarrotaba el cuello y los
pesados grillos que apresaban sus miembros, además de la suciedad y
de la horrible y blasfema compañía que les rodeaba.
Entre
los demás mártires de esta horrible persecución, citemos al Beato
Esteban Teodoro Guénot, quien por su dignidad de obispo y sus
relevantes méritos merece ser destacado de un modo especial.
Los
veinticinco mártires del Tonkín, beatificados en 1951 por el papa
Pío XII, sufrieron el martirio entre 1857 y 1862 durante la
persecución de Yu-Duk. A su cabeza van los obispos
españoles Beatos José Sanjurjo y Melchor Sampedro.
Los
demás eran indígenas indochinos, y excepto cuatro, todos eran
laicos.
Prueba
del Amor que las gentes tenían por estos misioneros, se verificó el
2 de febrero de 1861 cuando una gran muchedumbre se abalanzaba sobre
sus cadáveres con el fin de empapar lienzos de lino y pañuelos de
papel en la sangre de cualquiera de ellos.
Oración:
Te pedimos Señor que por intercesión de los mártires de Indochina,
se extienda la fe católica y apostólica en toda esa región,
incluida la misma China, y así podamos agrandar Tu familia
Apostólica a la espera de tu definitiva venida. Protege también a
los católicos, judíos y musulmanes del Medio Oriente, y que cesen
las guerras y las discordias en esa región, ya que todos pertenecen
a la misma familia de Abraham, a quien le prometiste tu descendencia
en la Tierra. Por nuestro Señor Jesucristo que Vive por Siempre.
Amén.
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