viernes, 6 de noviembre de 2015

Viernes 6 de noviembre

LOS MÁRTIRES DE INDOCHINA
(1851-1862)

Indudablemente hay muchos detalles legendarios en las relaciones de los martirios de la primitiva Iglesia, según han llegado a nuestras manos. Al leer la multitud de tormentos y la brutal crueldad que en ellos se manifiesta, recibimos la impresión de que todo aquello es pura invención de los escritores medievales.
Sin embargo, en los tiempos modernos y casi en nuestros días, comprobados con multitud de testimonios completamente seguros y verídicos, se han repetido innumerables excesos de crueldad en los mártires de Indochina, de mediados del siglo XIX.

De ello se deduce que los instintos de crueldad son congénitos en la naturaleza humana, y en los momentos de apasionamiento salen al exterior en la forma más brutal y repugnante; recordemos, aún en nuestros días, los extremos de crueldad y barbarie cometidos por los comunistas con multitud de católicos.
Indirectamente, esto prueba con toda suficiencia que no hay que rechazar tan fácilmente aquellas actas de mártires solamente por el motivo de lo inverosímil que resulta la multitud y la crueldad de los tormentos.

El día de hoy se celebra de un modo especial la conmemoración de los Beatos Jerónimo Hermosilla y sus dos compañeros mártires, pertenecientes a la Orden de Predicadores, sacrificados por Cristo en 1861 en la región del Tonkín.
Pero, al mismo tiempo, se celebra la fiesta de otros mártires de Indochina que dieron su sangre por Cristo durante estos años de la más horrible persecución. Algunos fueron beatificados en 1900, 1906 y 1907, y recientemente otros veinticinco fueron elevados a los altares por Pío XII en 1951.

He aquí algunos datos más importantes de los principales entre ellos.
El Beato Jerónimo Hermosilla, insigne dominico y misionero español, era vicario apostólico en el oriente del Tonkín, y al estallar la persecución fue apresado por el mandarín Nguyen. Pero, habiendo logrado escapar de la prisión, continuó en secreto su actividad apostólica entre los naturales, hasta que, por la traición de un soldado, fue encarcelado de nuevo juntamente con otros dos misioneros dominicos, los Beatos Valentín Berrio-Ochoa, vicario general del Tonkín central, y Pedro Almato. Berrio-Ochoa era vasco de nacimiento y de noble familia.

El padre Almato era catalán, que hacía seis años realizaba una ímproba labor en la misión dominicana del Tonkín, a pesar del deplorable estado de su salud. El padre Hermosillo intentó pasar a la China juntamente con el padre Almato; pero era ya tarde. Apresados, pues, los tres insignes misioneros de la Orden dominicana, dieron generosamente su sangre por Cristo, siendo decapitados.

Entre los más insignes mártires de esta persecución, debe ser considerado el Beato Teófanes Vénard, de origen francés, quien ya en su juventud había soñado en el martirio, que al fin sufrió en Tonkín a los treinta y un años de edad, víctima, él y sus compañeros, de las más horribles crueldades, tan típicas de esta persecución.
Su salud delicadísima retrasó su ordenación sacerdotal; pero, apenas realizada ésta en 1852, partió Teófanes para Hong-Konk, y después de dedicarse quince meses al aprendizaje de la lengua, pasó en 1854 al Tonkín. Más de cinco años trabajó con un celo incansable, luchando a la vez con su mala salud y con los horrores de la más implacable persecución. 

Hasta qué punto llegó la crueldad de los perseguidores, se expresa en estas palabras que escribía él mismo: "Se ha dado la orden de aprisionar a todos los cristianos y de martirizarlos por el sistema denominado lang-tri, consistente en una tortura lenta, cortándoles primero los pies hasta los tobillos; luego hasta las rodillas; luego los dedos, luego hasta los antebrazos y siguiendo de este modo hasta que no les quede más que un tronco enteramente mutilado".

Son interesantes los datos que comunica sobre los sufrimientos a que se veían sometidos y la situación desesperada en que se encontraban, todo lo cual es la más elocuente prueba del elevado espíritu que a todos les animaba. "Tres misioneros, dice, entre los cuales hay un obispo, yacen ya uno al lado de otro, día y noche, en un espacio de una vara y media cuadrada. No tenemos más luz ni más aire para respirar que tres agujeros del grosor de un dedo, practicados en la pared, que nuestra anciana sirvienta se ve obligada a ocultar por medio de unos manojos de leña tirados por fuera."

En 1851 y 1852 fueron decapitados otros dos misioneros de las Misiones Extranjeras de París, los Beatos Augusto Schöffler y Juan Luis Bonnard Schöffler, al estallar la persecución el año 1851, fueron apresados y tuvieron que sufrir horriblemente en la cárcel, con el gran marco de madera que les agarrotaba el cuello y los pesados grillos que apresaban sus miembros, además de la suciedad y de la horrible y blasfema compañía que les rodeaba.

Entre los demás mártires de esta horrible persecución, citemos al Beato Esteban Teodoro Guénot, quien por su dignidad de obispo y sus relevantes méritos merece ser destacado de un modo especial.

Los veinticinco mártires del Tonkín, beatificados en 1951 por el papa Pío XII, sufrieron el martirio entre 1857 y 1862 durante la persecución de Yu-Duk. A su cabeza van los obispos españoles Beatos José Sanjurjo y Melchor Sampedro.
Los demás eran indígenas indochinos, y excepto cuatro, todos eran laicos.
Prueba del Amor que las gentes tenían por estos misioneros, se verificó el 2 de febrero de 1861 cuando una gran muchedumbre se abalanzaba sobre sus cadáveres con el fin de empapar lienzos de lino y pañuelos de papel en la sangre de cualquiera de ellos.


Oración: Te pedimos Señor que por intercesión de los mártires de Indochina, se extienda la fe católica y apostólica en toda esa región, incluida la misma China, y así podamos agrandar Tu familia Apostólica a la espera de tu definitiva venida. Protege también a los católicos, judíos y musulmanes del Medio Oriente, y que cesen las guerras y las discordias en esa región, ya que todos pertenecen a la misma familia de Abraham, a quien le prometiste tu descendencia en la Tierra. Por nuestro Señor Jesucristo que Vive por Siempre. Amén.

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