Martes
3 de noviembre
SAN
MARTIN DE PORRES
(1579-1639)
(1579-1639)
Religioso dominico, peruano.
Breve
Tenía
extraordinarios carismas con que Dios lo había enriquecido, entre
ellos, la profecía, éxtasis y la
bilocación. Sin salir de Lima, fue visto en África, en
China y en Japón, animando a los misioneros que se encontraban en
dificultad. Mientras permanecía encerrado en su celda lo veían
llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos.
En
ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía
luego a entrar sin tener llave de la puerta, y sin que nadie le
abriera. Preguntado sobre cómo lo hacía, respondía: "Yo
tengo mis modos de entrar y salir".
TODO
EL QUE SE HUMILLA SERA ENALTECIDO
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SAN
MARTIN DE PORRES fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en
el 9 de diciembre de 1579. En el libro de bautismo fue inscrito como
"hijo de padre desconocido". Era hijo natural del caballero
español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india
panameña libre, llamada Ana Velásquez. Martín heredó los rasgos y
el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como
una humillación
Vivió
pobremente hasta los ocho años en compañía de la madre y de una
hermanita que nació dos años después. Estuvo un breve tiempo
con su padre en el Ecuador ya que este llegó a reconocerlo y también
a la hermanita. Nuevamente quedó separado del padre aunque le
mandaba lo necesario para hacerle terminar los estudios.
Martín
era inteligente y tenía inclinación por la medicina. Había
aprendido las primeras nociones en la droguería-ambulatoria de dos
vecinos de casa. La profesión de barbero en aquella época estaba
ligada con la medicina. Así adquirió conocimientos de
medicina y durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera.
Sintiendo
grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el
convento de los dominicos del Rosario en Lima. Su misma madre apoyó
la petición del santo, y éste consiguió lo que deseaba cuando
tenía unos quince años de edad.
En
el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos.
Fue admitido sólo como "donado", es decir, como terciario
y le confiaron los trabajos más humildes de la comunidad. Martín
es recordado con la escoba, símbolo de su humilde servicio.
Su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que
recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos,
como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato.
En
una ocasión, cuando el convento estaba en situación económica muy
apurada, Fray Martín, espontáneamente se
ofreció al Padre Prior para ser vendido como esclavo, ya
que era mulato, a fin de remediar la situación.
Advirtiendo
los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad,
le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una
comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en
consideración a los criados del convento ni a los religiosos de
otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a
curarse a Lima.
Bastante
trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su
compasión a los de su orden, sino que atendía a muchos enfermos
pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve
años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión
religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.
Juntaba
a su abnegada vida una penitencia austerísima, se contentaba con
dormir debajo de una escalera unas cuantas horas, y con apenas comer
apenas lo indispensable. Pasaba la mitad de la noche rezando a un
crucifijo grande que había en su convento, al cual iba siempre y le
contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y
arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos
rezando con fervor.
Añadía
a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a
otros grandes contemplativos.
Dios
quiso que su santidad se conociera fuera de las paredes del
monasterio, por los extraordinarios carismas con que lo había
enriquecido, entre ellos, la profecía, éxtasis y la bilocación.
Sin salir de Lima, fue visto en África, en China y en Japón,
animando a los misioneros que se encontraban en dificultad. Mientras
permanecía encerrado en su celda lo veían llegar junto a la cama de
ciertos moribundos a consolarlos. En ocasiones salía del
convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin
tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado sobre
cómo lo hacía, respondía: "Yo tengo mis modos de entrar y
salir".
Se
le vio repetidas veces en éxtasis, y en algunas ocasiones levantado
en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento.
A él acudían teólogos, obispos y autoridades civiles en busca de
consejo. Más de una vez el mismo virrey tuvo que esperar ante su
celda porque Martín estaba en éxtasis.
Llegaron
los enemigos a su habitación a hacerle daño, y él pidió a Dios
que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.
Durante
la epidemia de peste, curó a cuantos acudían a él, y curó
milagrosamente a los sesenta cohermanos. Los frailes se quejaban de
que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a
todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba hasta allí
a algunos muy graves y pestilentes, y los recostarlos en su propia
cama cuando no tenía más donde se los recibieran.
Con
la ayuda de varios ricos de la ciudad fundó el Asilo de Santa Cruz
para reunir a todos los vagabundos, huérfanos y limosneros y
ayudarles a salir de su penosa situación.
Sorprendió
a muchos con sus curaciones instantáneas, como la del novicio Fray
Luis Gutiérrez que se había cortado un dedo hasta casi
desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el
brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas
hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba
unido de nuevo, y el brazo enteramente sano.
En cierta ocasión, el
arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de
México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía, y mandó
llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado
enfermo, se arrodilló, mas él le dijo: "levántese y ponga
su mano aquí, donde me duele". “¿Para qué quiere un
príncipe la mano de un pobre mulato?”, preguntó el santo. Sin
embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el
enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado.
Otras
veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al
enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo
llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces,
entraba con las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el
maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del
noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un
enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las
puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente
cerradas. Alguien le preguntó: "¿Cómo ha podido entrar?"
El santo respondió: "Yo tengo modo de entrar y salir".
Era
enfermero, al mismo tiempo que hortelano y herbolario, cultivaba las
plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y
también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que
algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, repartiendo parte
de ellas para socorrer a sus propios hermanos en religión, y otra
parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad.
Su
amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía
escenas semejantes a las que se narran de San Francisco y de San
Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los
mosquitos lo atormentaban con sus picaduras e iba a que Juan Vázquez
lo curase, éste le decía: "Vámonos a nuestro convento, que
allí no hay mosquitos". Y Fray Martín respondía: "¿Cómo
hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?"
__"¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gente!”__
"Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de
Dios", respondió el humilde fraile.
Es
típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban
el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles:
"Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida".
Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba
de echarles los desperdicios de la comida. Y si alguno volvía a la
ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta,
diciendo: "Vete adonde no hagas mal". Los animales
le seguían en fila muy obedientes. En una misma cacerola hacía
comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones.
Sus
conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los
enfermos, solía decirles: "Yo te curo y Dios te sana". Todas
las maravillas en la vida del santo hay que entenderlas asociadas con
el profundo amor a Dios y al prójimo que lo caracterizaban.
Se
sabe que Fray Martín y Santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se
conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles
históricamente comprobados de sus entrevistas.
A
los sesenta años, después de haber pasado 45 en religión, Fray
Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad
moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde
de Chichón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél
que se llamaba a sí mismo “perro mulato”. Mientras se le rezaba
el Credo, Fray Martín, al oír las palabras "Et homo factus
est", besando el crucifijo expiró plácidamente.
Murió
el 3 de noviembre de 1639. Toda la ciudad acudió a su entierro y los
milagros por su intercesión se multiplicaron.
Fue
beatificado en 1837 por Gregorio XVI y canonizado el 6 de mayo de
1962 por el Papa Juan XXIII. En 1966 Pablo VI lo proclamó patrono de
los peluqueros de Italia, porque en su juventud aprendió el oficio
de barbero-cirujano, que luego, al ingresar en la Orden de
Predicadores, ejerció ampliamente en favor de los pobres.
En
la actualidad todavía se lo invoca contra la invasión de los
ratones.
Notas:
……….El Beato Martín es, en los Estados Unidos y en otros
países, el patrono de las obras que promueven la armonía entre las
razas y la justicia interracial; por ello existen varias biografías
de tipo popular,……….
BIBLIOGRAFÍA
-Vida
de los Santos de BUTLER. Adaptada por el Padre Jordi Rivero
Sálesman, Eliecer, Vidas de Santos 4
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día
Sálesman, Eliecer, Vidas de Santos 4
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día
Oración:
Te pedimos Señor, que por intercesión de San Martín de Porres,
podamos encontrar con su ayuda el sendero estrecho y la puerta en
nuestra Vida para llegar al Cielo junto con él. Que nos ayude a
superar todas las barreras que nos separan de Tí. También te
pedimos que por su intercesión cesen las luchas raciales y
religiosas en el mundo, y que toda la Humanidad se vea a sí misma
como una familia. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que
Vive por Siempre. Amén.
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