Segunda
Feria, 16 Noviembre
Santa
Margarita de Escocia
c. 1045- 16 Nov. 1093
Vivió ejemplarmente como madre y como reina.
Vivió ejemplarmente como madre y como reina.
Día
de su fiesta: Santidad del matrimonio y de la familia
Nieta
del rey Edmund Ironside de Inglaterra.
Bisnieta-sobrina de San Esteban de Hungría.
Bisnieta-sobrina de San Esteban de Hungría.
Nació
en Hungría alrededor del año 1046 mientras su familia estaba
exilada por la invasión danesa de Inglaterra.
Fue
dada en matrimonio a los 24 años al rey de Escocia, Malcon III. Tuvo
ocho hijos, uno de los cuales fue Santa Maud, esposa de Enrique
I.
Margarita fundó abadías y utilizó su posición para trabajar en favor de la justicia y los pobres.
Margarita fundó abadías y utilizó su posición para trabajar en favor de la justicia y los pobres.
Su
esposo e hijo mayor murieron defendiendo a Escocia de la invasión de
Inglaterra. Ella le entregó su profundo dolor a Dios y cuatro días
más tarde murió también.
Murió en Edimburgo el año 1093. Enterrada frente al altar mayor en Dunfermline, Escocia.
Canonizada
en 1251 por el Papa Inocencio IV
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Oficio
de lectura, 16 de noviembre, Santa Margarita de Escocia
Santidad
del matrimonio y de la familia
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II, #48
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II, #48
El
hombre y la mujer, que por el pacto conyugal ya no son dos, sino una
sola carne, con la íntima unión de personas y de obras se ofrecen
mutuamente ayuda y servicio, experimentando así y logrando más
plenamente cada día el sentido de su propia unidad.
Esta
íntima unión, por ser una donación mutua de dos personas, y el
mismo bien de los hijos exigen la plena fidelidad de los esposos y
urgen su indisoluble unidad.
El
auténtico amor conyugal es asumido por el amor divino y se rige y
enriquece por la obra redentora de Cristo y por la acción salvífica
de la Iglesia, para que los esposos sean eficazmente conducidos hacia
Dios y se vean ayudados y confortados en su sublime papel de padre y
madre.
Por
eso, los esposos cristianos son robustecidos y como consagrados para
los deberes y dignidad de su estado, gracias a este sacramento
particular; en virtud del cual, cumpliendo su deber conyugal y
familiar, imbuidos por el espíritu de Cristo, con el que toda su
vida queda impregnada de fe, esperanza y caridad, se van acercando
cada vez más hacia su propia perfección y mutua santificación, y
así contribuyen conjuntamente a la glorificación de Dios.
De
ahí que, cuando los padres preceden con su ejemplo y oración
familiar, los hijos, e incluso cuantos conviven en la misma familia,
encuentran más fácilmente el camino de la bondad, de la salvación
y de la santidad. Los esposos, adornados de la dignidad y del deber
de la paternidad y maternidad, habrán de cumplir entonces con
diligencia su deber de educadores, sobre todo en el campo religioso,
deber que les incumbe a ellos principalmente.
Los
hijos, como miembros vivos de la familia, contribuyen a su manera a
la santificación de sus padres, pues, con el sentimiento de su
gratitud, con su amor filial y con su confianza, corresponderán a
los beneficios recibidos de sus padres y, como buenos hijos, los
asistirán en las adversidades y en la soledad de la vejez.
El
estado de viudez, cuando se acepta con ánimo valiente como una
continuidad del amor conyugal, será honrado por todos. La familia
comunicará generosamente con otras familias sus riquezas
espirituales.
Por consiguiente, la familia cristiana, al brotar del
matrimonio, es imagen y participación de la unión amorosa entre
Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la viva presencia del
Salvador en el mundo, la auténtica naturaleza de la Iglesia, ya sea
con el amor de los esposos, con su generosa fecundidad, con su unidad
y fidelidad, ya sea también con la amable cooperación de todos los
miembros de la familia.
Oración:
Te pedimos Señor que por intercesión de Santa Margarita de
Escocia, nuestros gobernantes promuevan leyes protectoras de la
familia, reforzando la autoridad de los padres y el sentido de
obediencia de los hijos. Por nuestro Señor Jesucristo Ayer, Hoy y
Siempre. Amén.
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