Miércoles
4 de noviembre
San
Carlos Borromeo
Arzobispo de Milán y Cardenal
(1538-1584)
Patrón de Catequistas, Seminaristas
Patrón de Catequistas, Seminaristas
"Carlos"
significa "hombre prudente"
San
Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las palabras de
Jesús; "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su
vida por Mí, la ganará".
Era
un noble de alta alcurnia. Su padre, el conde Gilberto Borromeo, se
distinguió por su talento y sus virtudes. Su madre, Margarita,
pertenecía a la noble rama milanesa de los Médicis. Un hermano
menor de su madre llegó a ceñir la tiara pontificia con el nombre
de Pío IV.
Carlos
era el segundo de los varones entre los seis hijos de una familia.
Nació en el castillo de Arona, junto al lago Maggiore, el 2 de
octubre de 1538. Desde los primeros años, dio muestras de gran
seriedad y devoción.
Su
hermano mayor, a quien correspondía la mayor parte de la herencia,
murió repentinamente al caer de un caballo. El consideró la muerte
de su hermano como un aviso enviado por el cielo, para estar
preparado porque el día menos pensado llega Dios por medio de la
muerte a pedirnos cuentas.
Renunció
a sus riquezas y fue ordenado sacerdote y más tarde Arzobispo de
Milán. Aunque no faltan las acusaciones de que su elección fue
por nepotismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de santidad
demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.
Como
obispo, su diócesis reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia,
Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo llevaba
una sola palabra: "Humilitas", humildad. El, siendo
noble y riquísimo, vivía cerca del pueblo, privándose de lujos.
Fue llamado con razón "padre de los pobres"
Decía
que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a
ser santo, y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle
trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
Para
con los necesitados era supremamente comprensivo. Para con sus
colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para
consigo mismo era exigentísimo y severo.
Fue
el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido
moderno).
Fue
blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió
ileso, perdonando generosamente al agresor.
Fundó
seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para
esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los
copiaron para organizar según éstos, los suyos propios.
Su
espíritu de oración y su amor de Dios dejaban en los otros un gran
gozo espiritual, le ganaban los corazones, e infundían en todos el
deseo de perseverar en la virtud y de sufrir por ella.
Fue
amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San
Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.
Es
increíble la cantidad de trabajo que San Carlos podía despachar sin
apresurarse nunca, a base de una
actividad regular y metódica. Además, encontraba
todavía tiempo para dedicarse a los asuntos de su familia, para oír
música y para hacer ejercicio.
Era
muy amante del saber y lo promovió mucho entre el clero, para lo
que fundó en el Vaticano, con el objeto de instruir y deleitar a la
corte pontificia, una academia literaria compuesta de clérigos y
laicos, algunas de cuyas conferencias y trabajos fueron publicados
entre las obras de San Carlos con el título de Noctes Vaticanae.
En
1575, fue a Roma a ganar la indulgencia del jubileo y, al año
siguiente, la instituyó en Milán. Acudieron entonces a la ciudad
grandes multitudes de peregrinos, algunos de los cuales estaban
contaminados con la peste, de suerte que la epidemia se propagó en
Milán con gran virulencia. El gobernador y muchos de los nobles
abandonaron la ciudad. San Carlos se consagró enteramente al cuidado
de los enfermos.
En
la primavera de 1580, hospedó durante una semana a una docena de
jóvenes ingleses que iban de paso hacia la misión de Inglaterra y
uno de ellos predicó ante él: era el Beato Rodolfo Sherwin, quien
un año y medio más tarde había de morir por la fe en Londres. Poco
después, San Carlos le dio la primera comunión a Luis Gonzaga, que
tenía entonces doce años.
Por
esa época viajó mucho y las penurias y fatigas empezaron a afectar
su salud.
Además,
había reducido las horas de sueño y el Papa hubo de recomendarle
que no llevase demasiado lejos el ayuno cuaresmal.
A
fines de 1583, San Carlos fue enviado a Suiza como visitador
apostólico y en Grisons tuvo que enfrentarse no sólo contra los
protestantes, sino también contra un movimiento de brujas y
hechiceros. En Roveredo, el pueblo acusó al párroco de
practicar la magia y el santo se vio obligado a degradarle y
entregarle al brazo secular. No se avergonzaba de discutir
pacientemente sobre puntos teológicos con las campesinas
protestantes de la región y, en cierta ocasión, hizo
esperar a su comitiva hasta que consiguió hacer aprender el
Padrenuestro y el Avemaría a un ignorante pastorcito.
Murió
joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a muchos con la
gracia. ……murió diciendo: "Ya
voy, Señor, ya voy". En Milán casi nadie durmió
esa noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal
arzobispo, estaba agonizando.
Oración:
Te pedimos Señor, que a imitación de San Carlos Borromeo, tengamos
siempre la paciencia de enseñar y saber rezar en comunidad todos los
días de nuestra vida, alabándote y agradeciéndote todos los dones
y bendiciones de que nos dotaste. Por nuestro Señor Jesucristo que
Vive por Siempre. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario