7
de Abril 2025
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San
Juan Bautista de la Salle
(1651-1719)
Fundador
de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos
Lasallistas)
Patrón de los maestros
Nació en Reims,
Francia, en el año 1651. Ordenado sacerdote, se dedicó por entero a
la educación de la infancia, y a la fundación de escuelas para los
pobres. Constituyó una Congregación, por cuya existencia, hubo de
soportar innumerables dificultades. Murió en Ruán, en el año
1719.
https://365seleccionessacros.blogspot.com/2020/04/7de-abril-sanjuan-bautista-de-la-salle.html
San
Ciriaco Nicomedia
San
Ciriaco y diez compañeros, mártires,
Nicomedia.
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Hoy
leemos en las escrituras
Libro
de Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62
Había
en Babilonia un hombre llamado Joaquín. Se había casado con una
mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa
de Dios; sus padres eran justos, y habían educado a su hija según
la ley de Moisés.
Joaquín era muy rico, tenía un jardín
contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque
era el más prestigioso de todos.
Aquel año, habían sido
nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos
de quienes dijo el Señor: «La
iniquidad salió en Babilonia, de los ancianos y jueces que se hacían
guías del pueblo.»
Venían
éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún
litigio se dirigían a ellos.
Cuando todo el mundo se había
retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear, por el jardín de
su marido. Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los
días, empezaron a desearla.
Perdieron la cabeza, dejando de
mirar hacia el cielo, y olvidando sus justos juicios.
Mientras
estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el
jardín, como los días precedentes, acompañada solamente de dos
jóvenes doncellas, y como hacía calor, quiso bañarse en el
jardín.
No había allí nadie, excepto los dos ancianos que,
escondidos, estaban al acecho.
Dijo ella a las doncellas:
«Traedme
aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda
bañarme.»
En
cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron
corriendo donde ella, y le dijeron: «Las
puertas del jardín están cerradas, y nadie nos ve. Nosotros te
deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.
Si
no, daremos testimonio contra ti, diciendo que estaba contigo un
joven, y que por eso habías despachado a tus doncellas.»
Susana
gimió: «¡Ay,
qué aprieto me estrecha por todas partes!. Si hago esto, es la
muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros. Pero es
mejor para mí, caer en vuestras manos sin haberlo hecho, que pecar
delante del Señor.»
Y
Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron
también contra ella, y uno de ellos corrió a abrir las puertas del
jardín.
Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos
se precipitaron por la puerta lateral, para ver qué ocurría, y
cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron
muy confundidos, porque jamás se había dicho, una cosa semejante de
Susana.
A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en
casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos
de pensamientos inicuos contra Susana, para hacerla morir.
Y
dijeron en presencia del pueblo: «Mandad
a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.»
Mandaron a buscarla, y ella compareció, acompañada de sus padres,
de sus hijos y de todos sus parientes.
Todos los suyos
lloraban, y también todos los que la veían. Los dos ancianos,
levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su
cabeza.
Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su
corazón tenía puesta su confianza en Dios.
Los ancianos
dijeron: «Mientras
nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos
doncellas. Cerró las puertas, y luego despachó a las doncellas.
Entonces se acercó a ella, un joven que estaba escondido, y se
acostó con ella.
Nosotros, que estábamos en un rincón del
jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.
Los
sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle, porque era más
fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.
Pero a
ésta la agarramos, y le preguntamos quién era aquel joven. No quiso
revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.»
La
asamblea les creyó, como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la
condenaron a muerte.
Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh
Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que
suceda, tú sabes que éstos han levantado contra mí, falso
testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su
maldad ha tramado contra mí.»
El
Señor escuchó su voz, y cuando era llevada a la muerte, suscitó el
santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, que se puso a gritar:
«¡Yo
estoy limpio de la sangre de esta mujer!»
Todo
el pueblo se volvió hacia él, y dijo: «¿Qué significa eso que
has dicho?»
Él, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan
necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación, y sin
evidencia, a una hija de Israel?. ¡Volved al tribunal, porque es
falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!».
Todo
el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a
Daniel: «Ven
a sentarte en medio de nosotros, y dinos lo que piensas, ya que Dios
te ha dado la dignidad de la ancianidad.»
Daniel
les dijo entonces:
«Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.»
Una
vez separados, Daniel llamó a uno de ellos, y le dijo: «Envejecido
en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida
pasada, dictador de sentencias injustas, que condenabas a los
inocentes, y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor
dice: 'No matarás al inocente y al justo.' Conque, si la viste,
dinos bajo qué árbol los viste juntos.»
Respondió
él: «Bajo
una acacia.».
«En
verdad -
dijo Daniel - contra
tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios, ha recibido
de Él la sentencia, y viene a partirte por el medio.»
Retirado
éste, mandó traer al otro, y le dijo: «¡Raza
de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado, y el
deseo ha pervertido tu corazón!. Así tratabais a las hijas de
Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija
de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.
Ahora
pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?»
Él respondió: «Bajo
una encina.»
En
verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia
cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para
partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.»
Entonces
la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios, que
salva a los que esperan en Él. Luego se levantaron contra los dos
ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de
falso testimonio, y para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la
misma pena, que ellos habían querido infligir a su prójimo: les
dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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Salmo
23(22),1-3a.3b-4.5.6
El
Señor es mi pastor, nada me puede faltar
El
Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
Él me hace
descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas,
y
repara mis fuerzas.
Me guía por el recto sendero,
Aunque
cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú
estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú
preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con
óleo mi cabeza,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me
acompañan,
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del
Señor,
por muy largo
tiempo.
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Evangelio
según San Juan 8,12-20
Jesús
les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo
soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino
que tendrá la luz de la Vida".
Los
fariseos le dijeron: "Tú
das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale".
Jesús
les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio
vale, porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben
de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo
no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy Yo solo
el que juzga, sino Yo y el Padre que me envió.
En la Ley de
ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es
válido.
Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre
que me envió, da testimonio de mí".
Ellos
le preguntaron: "¿Dónde
está tu Padre?".
Jesús respondió: "Ustedes
no me conocen ni a Mí ni a mi Padre; si me conocieran a Mí,
conocerían también a mi Padre".
El
pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en
el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su
hora.
Palabra
de Dios. ¡Te alabamos
Señor!
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Historias
Sagradas
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https://evangeliodeldia.org/SP/gospel
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
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https://www.vercalendario.info/es/evento/liturgia-catolica-ano-calendario-2025.html
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