Sábado
8 de julio
San
Procopio, Mártir
Asceta
y Exorcista
(†
c. a. 303)
“No
conviene que haya muchos amos; tengamos un solo jefe, y un solo rey”
Breve
Procopio
es el primero de los mártires en Palestina.
La
vida terrenal del santo, termina en los amaneceres del siglo IV,
durante la persecución del emperador Dioclesiano.
Sin
dudas, este emperador pensaba que el debilitamiento de la adoración
hacia los dioses romanos, también debilitaría el poder imperial de
Roma, y no estaba equivocado en lo absoluto.
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Había
nacido en Aelia (Jerusalén), pero residía en Escitópolis (Betsán),
donde desempeñaba tres cargos eclesiásticos. Leía
y podía traducir el sirio, y arrojaba los malos espíritus, mediante
la imposición de las manos.
Era
bondadoso y amable, se consideraba como el último de los hombres, y
edificaba a todos con sus palabras.
Enviado
con sus compañeros de Escitópolis a Cesárea, fue arrestado en
cuanto cruzó las puertas de la ciudad.
Era
un varón lleno de la gracia divina, que desde niño se había
mantenido en castidad, y había practicado todas las virtudes. Había
domado su cuerpo hasta convertirlo, por decirlo así, en un
instrumento de Dios, ya que la fuerza que su alma encontraba en la
palabra de Dios, daba vigor a su cuerpo.
Vivía
a pan y agua; y sólo comía cada dos o tres días; en ciertas
ocasiones, prolongaba su ayuno durante una semana entera. La
meditación de la palabra divina absorbía su atención, día y
noche, sin la menor fatiga.
Tiene
responsabilidades añadidas a la profesión de la fe cristiana. Lo
han hecho Lector en la iglesia, y lee con voz alta y pausada al
pueblo, lo que está escrito en el Libro Sagrado; como Exorcista,
trata al poseso con la energía de quien tiene por Señor el mando;
le encomendó también el Obispo la traducción oficial a la lengua
vulgar -al arameo- los textos griegos de la Liturgia.
Enviado
con sus compañeros de Escitópolis a Cesárea, fue arrestado en
cuanto cruzó las puertas de la ciudad. Lo llevan de inmediato ante
el gobernador Flaviano, sin siquiera perder el tiempo en encadenarlo
ni encarcelarlo. Sin dudas sabían de su prestigio, y lo necesitaban
para hacer apostatar rápidamente al resto de los cristianos de la
región.
Ante
el gobernador Flaviano, no tiene más palabra que negar la existencia
de dioses, ni mejor actitud que negarse a ofrecer incienso a ídolos
falsos, y a los emperadores romanos. Proclamó en voz alta que sólo
hay un Dios, creador y autor de todas las cosas.
Flaviano
le pide al menos que lo haga hacia el emperador. Procopio se niega
terminantemente, y le dijo: "Recuerda el verso de Homero: No
conviene que haya muchos amos; tengamos un solo jefe, y un solo rey."
Así
las cosas, el gobernador decide entonces, que es crimen de estado
negar a las imágenes incienso, y censurar la tetrarquía. Termina el
episodio decapitando a Procopio. La mayor parte de los cristianos en
Cesarea, se ha motivado con su ejemplo.
Acuden
a decir a Flaviano, que ellos también son cristianos, y que no
aceptan la imposición de llamar dioses a los falsos ídolos, ni a la
tetrarquía imperante en el Imperio Romano. No tenían otro modo de
hacer causa común, para proclamar y defender sus derechos humanos.
Tantos
son que el gobernador disimula, parece no oír las palabras, y decide
aparentar en público la claudicación de los cristianos, con la
simulación de que ofrecen el incienso, que ni siquiera llegan a
tocar con las manos. Desea mantener a toda costa la apariencia del
triunfo, pero quiere evitar también, la masacre de los mejores y más
honrados ciudadanos pacíficos.
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Oficio
de lectura, VI miércoles del tiempo ordinario
La
sabiduría de Dios nos mezcló su vino y puso su mesa
San
Procopio de Gaza, Obispo, sobre el libro de Proverbios
(Cap.
9: PG 87, 1, 1299-1303)
La
Sabiduría se ha construido su casa. La Potencia personal de Dios
Padre, se preparó como casa propia todo el Universo, en el que
habita por su Poder, y también lo preparó para Aquel, que fue
creado a imagen y semejanza de Dios, y que consta de una naturaleza
en parte visible, y en parte invisible.
Plantó
siete columnas. Al hombre creado de nuevo en Cristo, para que crea en
Él, y observe sus mandamientos, le ha dado los siete dones del
Espíritu Santo; con ellos, estimulada la virtud por el conocimiento,
y recíprocamente manifestado el conocimiento por la virtud, el
hombre espiritual llega a su plenitud, afianzado en la perfección de
la fe, por la participación de los bienes espirituales.
Y así, la
natural nobleza del espíritu humano, queda elevada por el don de
fortaleza, que nos predispone a buscar con fervor, y a desear los
designios divinos, según los cuales ha sido hecho todo; por el don
de consejo, que nos da discernimiento para distinguir entre
los falsos y los verdaderos designios de Dios, increados e
inmortales, y nos hace meditarlos y profesarlos de palabra, al darnos
la capacidad de percibirlos; y por el don de entendimiento,
que nos ayuda a someternos de buen grado a los verdaderos designios
de Dios, y no a los falsos.
Ha
mezclado el vino en la copa, y ha puesto la mesa. Y en el hombre, que
hemos dicho, en el cual se hallan mezclados, como en una copa, lo
espiritual y lo corporal, la Potencia personal de Dios, juntó a la
ciencia natural de las cosas, el conocimiento de ella como creadora
de todo; y este conocimiento, es como un vino que embriaga con las
cosas que atañen a Dios.
De
este modo, alimentando a las almas en la virtud por sí misma, que es
el pan celestial, y embriagándolas y deleitándolas con su
instrucción, dispone todo esto, a manera de alimentos destinados al
banquete espiritual, para todos los que desean participar del mismo.
Ha
despachado a sus criados, para que anuncien el banquete. Envió a los
Apóstoles, siervos de Dios, encargados de la proclamación
evangélica, la cual, por proceder del Espíritu, es superior a la
ley escrita y natural, e invita a todos a que acudan a Aquel, en el
cual, como en una copa, por el misterio de la encarnación, tuvo
lugar una mezcla admirable de la naturaleza divina y humana, unidas
en una sola persona, aunque sin confundirse entre sí.
Y clama
por boca de ellos: «Los faltos de juicio, que vengan a mí. El
insensato, que piensa en su interior que no hay Dios, renunciando a
su impiedad, acérquese a mí por la fe, y sepa que yo soy el Creador
y Señor de todas las cosas.
Y dice:
Quiero hablar a los faltos de juicio: Venid a comer de mi pan, y a
beber el vino que he mezclado. Y tanto a los faltos de obras de fe,
como a los que tienen el deseo de una vida más perfecta, dice:
«Venid, comed mi cuerpo, que es el pan
que os alimenta y fortalece; bebed mi sangre, que es el vino de la
doctrina celestial que os deleita y os diviniza; porque he mezclado
de manera admirable mi sangre con la divinidad, para vuestra
salvación».
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que por los méritos e intercesión de
San Procopio, llegue la Paz a Tierra Santa, y así pueda propagarse
la Paz al mundo entero, y a nuestras familias y corazones. A Tí
Señor que nos saludaste con la Paz en el tiempo Pascual. Amén.
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