Domingo
23 de Julio
Santa
Brígida de Suecia
(1302-1373)
Madre,
viuda, fundadora de la Orden del Santísimo Salvador
Mística,
Patrona de Suecia
Proclamada
por Juan Pablo II: Patrona de Europa
“Recibí
en Mi Cuerpo cinco mil cuatrocientos ochenta azotes (5.480). Si
queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces
el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes
oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis
venerado cada una de Mis Llagas”.
Breve
Nació
en Suecia en el año 1303; se casó muy joven y tuvo ocho hijos, a
los que les dio una esmerada educación. Ingresó en la tercera Orden
de San Francisco, y al morir su marido, comenzó una vida de mayor
ascetismo, sin dejar de vivir en el mundo.
Fundó
una Orden religiosa, y se trasladó a Roma, donde fue para todos, un
ejemplo insigne de virtud. Emprendió varias peregrinaciones, como
acto de penitencia, y escribió muchas obras, en las que narra sus
experiencias místicas. Murió en Roma en el año 1373.
En
uno de sus diálogos con el Divino Maestro, Jesús le dice: “Brígida,
te hablo no solamente a ti, sino también a todos los cristianos. Tú
serás mi esposa... y por medio de ti hablaré al mundo. Mi espíritu
permanecerá en ti hasta tu muerte”.
Santa
Brígida también escribió: “La verdadera sabiduría, entonces
consiste en obras, no en grandes talentos que el mundo admira; pues
los sabios en la estima del mundo, son necedad que hacen nada de la
voluntad de Dios, y no saben como controlar sus pasiones".
Lema
oficial de la Orden del Santísimo Salvador
AMOR
MEUS
CRUCIFIXUS EST
CRUCIFIXUS EST
Encierra
lo que Dios quiere de nosotros: Crucificados
con el amado, amándolo. Inspirado por Santa Brígida,
quien conformó a sus hijos espirituales, como hijos de la pasión
del Señor.
Por
mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos latigazos
había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le
apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí
en Mi Cuerpo cinco mil cuatrocientos ochenta azotes (5.480). Si
queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces
el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes
oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis
venerado cada una de Mis Llagas”.
Nuestro Señor mismo le dictó las oraciones a la santa.
Se
encuentran estas oraciones al final de este escrito. Seguramente
sería un momento oportuno, que le consagráramos al Señor una de
estas oraciones cada día a las tres de la tarde, durante quince
años, durante cada día, a lo largo de ese período, empezando hoy
mismo, y así quedar bajo la sagrada protección de cada una de sus
llagas.
-----------------------------------------------------------------------
SANTA
BRIGIDA era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal
provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del
gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315, y dejó
varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años
aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas.
A
los tres años, hablaba con perfecta claridad, como si fuese una
persona mayor, y su bondad y devoción, fueron tan precoces como su
lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba, que de joven había sido
inclinada al orgullo y la presunción.
La
Pasión: centro de su vida
A
los siete años, tuvo una visión de la Reina de los Cielos. A los
diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo, que la
impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz, y
oyó estas palabras: "Mira en qué estado estoy, hija mía".
"¿Quién os ha hecho eso, Señor?", preguntó la
niña. Y Cristo respondió: "Los que
me desprecian y se burlan de mi amor".
Esa
visión dejó una huella imborrable en Brígida, y desde entonces, la
Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual.
Matrimonio
Antes
de cumplir catorce años, la joven contrajo matrimonio con Ulf
Gudmarsson, quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió
veintiocho años de felicidad matrimonial. Tuvieron
cuatro hijos y cuatro hijas, una de las cuales es venerada con el
nombre de Santa Catalina de Suecia.
Durante
algunos años, Brígida llevó la vida de la época, como una señora
feudal, en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la diferencia
de que cultivaba la amistad de los hombres sabios y virtuosos.
En
la Corte
Hacia
el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno II,
para ser la principal dama de honor, de la reina Blanca de Namur.
Pronto comprendió Brígida, que sus responsabilidades en la corte no
se limitaban al estricto cumplimiento de su oficio.
Magno
era un hombre débil, que se dejaba fácilmente arrastrar al vicio;
Blanca tenía buena voluntad, pero era irreflexiva y amante del lujo.
La santa hizo cuanto pudo, por cultivar las cualidades de la reina, y
por rodear a ambos soberanos de buenas influencias. Pero aunque Santa
Brígida se ganó el cariño de los reyes, no consiguió mejorar su
conducta, pues no la tomaban en serio.
Las
Visiones
La
santa empezó tener por entonces las visiones, que habían de hacerla
famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la
necesidad de lavarse, hasta los términos del tratado de paz entre
Francia e Inglaterra.
"Si
el rey de Inglaterra no firma la paz -decía-- no tendrá éxito en
ninguna de sus empresas, y acabará por salir del reino, y dejar a
sus hijos en la tribulación y la angustia". Pero tales
visiones no impresionaban a los cortesanos suecos, quienes solían
preguntar con ironía: "¿Qué soñó Doña Brígida
anoche?".
Problemas
familiares y peregrinaciones
Por
otra parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su
hija mayor se había casado con un noble muy revoltoso, a quien
Brígida llamaba "el Bandolero", y hacia 1340, murió
Gudmaro, su hijo menor. Por esa pérdida, la santa hizo una
peregrinación al santuario de San Olaf de Noruega, en Trondhjem.
A
su regreso, fortalecida por las oraciones, intentó con más ahínco
que nunca, volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo logró,
les pidió permiso de ausentarse de la corte, e hizo una
peregrinación a Compostela, con su esposo. A la vuelta del viaje,
Ulf cayó gravemente enfermo en Arras, y recibió los últimos
sacramentos, ya que la muerte parecía inminente.
Pero
Santa Brígida, que oraba fervorosamente por el restablecimiento de
su esposo, tuvo un sueño en el que San Dionisio le reveló que no
moriría. A raíz de la curación de Ulf, ambos esposos prometieron
consagrarse a Dios en la vida religiosa.
Viuda,
vida religiosa, aumentan las visiones
Según
parece, Ulf murió en 1344, en el monasterio cisterciense de
Alvastra, antes de poner por obra su propósito. Santa Brígida se
quedó en Alvastra, cuatro años apartada del mundo, y dedicada a la
penitencia.
Desde
entonces, abandonó los vestidos lujosos, solo usaba lino para el
velo, y vestía una burda túnica, ceñida con una cuerda anudada.
Las visiones y revelaciones se hicieron tan insistentes, que la santa
se alarmó, temiendo ser víctima de ilusiones del demonio, o de su
propia imaginación.
Pero
en una visión que se repitió tres veces, se le ordenó que se
pusiese bajo la dirección del maestre Matías, un canónigo muy
sabio y experimentado de Linkoping, quien le declaró que sus
visiones procedían de Dios.
Desde
entonces hasta su muerte, Santa Brígida comunicó todas sus visiones
al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por escrito
en latín. Ese período culminó con una visión, en la que el Señor
ordenó a la santa que fuese a la corte para amenazar al rey Magno
con el juicio divino; así lo hizo Brígida, sin excluir de las
amenazas, a la reina y a los nobles. Magno se enmendó algún tiempo,
y dotó liberalmente el monasterio, que la santa había fundado en
Vadstena, impulsada por otra visión.
En
Vadstena había sesenta religiosas. En un edificio contiguo,
habitaban trece sacerdotes, en honor de los doce apóstoles y de San
Pablo, cuatro diáconos, que representaban a los doctores de la
Iglesia, y ocho hermanos legos. En conjunto había ochenta y cinco
personas.
Santa
Brígida redactó las constituciones; según se dice, se las dictó
el Salvador en una visión. Pero ni Bonifacio IX, con la bula de
canonización, ni Martín V que ratificó los privilegios de la
abadía de Sión, y confirmó la canonización, mencionan ese hecho,
y sólo hablan de la aprobación de la regla por la Santa Sede, sin
hacer referencia a ninguna revelación privada.
En
la fundación de Santa Brígida, lo mismo que en la orden de
Fontevrault, los hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal,
pero en lo espiritual, las mujeres estaban sujetas al superior de los
monjes. La razón de ello es que la orden, había sido fundada
principalmente para las mujeres, y los hombres sólo eran admitidos
en ella, para asegurar los ministerios espirituales.
Los
conventos de hombres y mujeres estaban separados por una clausura
inviolable; tanto unos como las otras, asistían a los oficios en la
misma iglesia, pero las religiosas se hallaban en una galería
superior, de suerte que ni siquiera podían verse unos a otros.
El
monasterio de Vadstena, fue el principal centro literario de Suecia
en el siglo XV. A raíz de una visión; Santa Brígida escribió
una carta muy enérgica a Clemente VI, urgiéndole a partir de Aviñón
a Roma, y establecer la paz entre Eduardo III de Inglaterra, y Felipe
IV de Francia.
El
Papa se negó a partir de Aviñón, pero en cambio envió a Hemming,
obispo de Abo, a la corte del rey Felipe, aunque la misión no tuvo
éxito. Entre tanto, el rey Magno, que apreciaba más las oraciones,
que los consejos de Santa Brígida, trató de hacerla intervenir en
una cruzada contra los paganos letones y estonios. Pero en realidad
se trataba de una expedición de pillaje.
La
santa no se dejó engañar, y trató de disuadir al monarca. Con ello
perdió el favor de la corte, pero no le faltó el amor del pueblo,
por cuyo bienestar se preocupaba sinceramente, durante sus múltiples
viajes por Suecia.
En
Roma e Italia
Había
todavía en el país muchos paganos, y Santa Brígida ilustraba con
milagros la predicación de sus capellanes. En 1349, a
pesar de que la "muerte negra" hacía estragos en toda
Europa, Brígida decidió ir a Roma, con motivo del jubileo de 1350.
Acompañada de su confesor, Pedro de Skeninge y otros, se embarcó en
Stralsund, en medio de las lágrimas del pueblo, que no había de
volver a verla.
En
efecto, la santa se estableció en Roma, donde se ocupó de los
pobres de la ciudad, en la espera de la vuelta del Pontífice a la
Ciudad Eterna. Asistía diariamente a misa, a las cinco de la mañana,
se confesaba todos los días, y comulgaba varias veces por semana,
según era permitido en aquella época.
El
brillo de su virtud, contrastaba con la corrupción de costumbres que
reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían estragos,
el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas, y lo único
que interesaba al pueblo era escapar de sus opresores.
La
austeridad de la santa, su devoción a los santuarios, su severidad
consigo misma, su bondad con el prójimo, su entrega total al cuidado
de los pobres y los enfermos, le ganaron el cariño de muchos. Santa
Brígida atendía con particular esmero a sus compatriotas, y cada
día daba de comer a los peregrinos suecos en su casa, que estaba
situada en las cercanías de San Lorenzo en Damaso.
Pero
su ministerio apostólico, no se reducía a la práctica de las
buenas obras, ni a exhortar a los pobres y a los humildes. En cierta
ocasión, fue al gran monasterio de Farfa, para reprender al abad,
"un hombre mundano que no se preocupaba absolutamente por las
almas". Hay que decir que probablemente, la reprensión de
la santa no produjo efecto alguno.
Más
éxito tuvo su celo por la reforma de otro convento de Bolonia. Allí
se hallaba Brígida, cuando fue a reunirse con ella su hija, Santa
Catalina, quien se quedó a su lado, y fue su fiel colaboradora hasta
el fin de su vida.
Dos
de las iglesias romanas más relacionadas con nuestra santa, son la
de San Pablo extramuros, y la de San Francisco de Ripa. En la
primera se conserva todavía el bellísimo crucifijo, obra de
Cavallini, ante el que Santa Brígida acostumbraba orar, y que le
respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le apareció San
Francisco, y le dijo: "Ven a beber conmigo en mi celda".
La santa interpretó aquellas palabras, como una invitación para ir
a Asís. Visitó la ciudad, y de allí partió en peregrinación por
los principales santuarios de Italia, durante dos años.
Profecías
y revelaciones
Las
profecías y revelaciones de Santa Brígida, se referían a las
cuestiones mas candentes de su época. Predijo por ejemplo, que el
Papa y el emperador se reunirían amistosamente en Roma. Al poco
tiempo así lo hicieron - el Papa Beato Urbano V y Carlos IV, en
1368.
La
profecía de que los partidos, en que estaba dividida la Ciudad
Eterna, recibirían el castigo que merecían por sus crímenes,
disminuyeron un tanto la popularidad de la santa, y aun le atrajeron
persecuciones. Brígida fue arrojada de su casa, y tuvo que ir con su
hija, a pedir limosna al convento de las Clarisas. Por otra parte, ni
siquiera el Papa escapaba a sus severas admoniciones proféticas.
El
gozo que experimentó la santa con la llegada de Urbano a Roma, fue
de corta duración, pues el Pontífice se retiró poco después a
Viterbo, luego a Montesfiascone, y aun se rumoreó, que se disponía
a volver a Aviñón.
Al
regresar de una peregrinación, a Amalfi, Brígida tuvo una visión
en la que Nuestro Señor, la envió a avisar al Papa, que se acercaba
la hora de su muerte, a fin de que diese su aprobación a la regla
del convento de Vadstena. Brígida había ya sometido la regla a la
aprobación de Urbano V, en Roma, pero el Pontífice no había dado
respuesta alguna.
Así
pues, se dirigió a Montefiascone, montada en su mula blanca. Urbano
aprobó, en general, la fundación y la regla de Santa Brígida, que
completó con la regla de San Agustín. Cuatro meses más tarde,
murió el Pontífice. Santa Brígida
escribió tres veces a su sucesor, Gregorio XI, que estaba en Aviñón,
conminándole a trasladase a Roma. Así lo hizo el Pontífice, cuatro
años después de la muerte de la santa.
En
1371, a raíz de otra visión, Santa Brígida emprendió una
peregrinación a los Santos Lugares, acompañada de su hija Catalina,
de sus hijos Carlos y Bingerio, de Alfonso de Vadaterra y otros
personajes. Ese fue el último de sus viajes.
La
expedición comenzó mal, ya que en Nápoles, Carlos se enamoró de
la reina Juana I, cuya reputación era muy dudosa. Aunque la
esposa de Carlos vivía aún en Suecia, y el marido de Juana estaba
en España; ésta quería contraer matrimonio con él, y la
perspectiva no desagradaba a Carlos.
Su
madre, horrorizada ante tal posibilidad, intensificó sus oraciones.
Dios resolvió la dificultad del modo más inesperado y trágico,
pues Carlos enfermó de una fiebre maligna, y murió dos semanas
después en brazos de su madre.
Santa
Brígida prosiguió su viaje a Palestina, embargada por la más
profunda pena. En Jaffa, estuvo a punto de perecer ahogada durante un
naufragio. Sin embargo, durante la accidentada peregrinación, la
santa disfrutó de grandes consolaciones espirituales, y de visiones
sobre la vida del Señor.
A
su vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372, se detuvo en Chipre,
donde clamó contra la corrupción de la familia real, y de los
habitantes de Famagusta, quienes se habían burlado de ella, cuando
se dirigía a Palestina. Después pasó a Nápoles, donde el clero de
la ciudad leyó desde el púlpito, las profecías de Santa Brígida,
aunque no produjeron mayor efecto entre el pueblo.
La
comitiva llegó a Roma en marzo de 1373. Brígida, que estaba enferma
desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse rápidamente, y
falleció el 23 de julio de ese año, después de recibir los últimos
sacramentos, de manos de su fiel amigo, el Padre Pedro de Alvastra.
Tenía entonces setenta y un años.
Su
cuerpo fue sepultado provisionalmente, en la iglesia de San Lorenzo
in Panisperna. Cuatro meses después, Santa Catalina y Pedro de
Alvastra, condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena, pasando
por Dalmacia, Austria, Polonia, y el puerto de Danzig.
Santa
Brígida, cuyas reliquias reposan todavía en la abadía por ella
fundada, fue canonizada en 1391, y es la patrona de Suecia.
Visiones
y escritos
Uno
de los aspectos más conocidos en la vida de Santa Brígida, es el de
las múltiples visiones con que la favoreció el Señor,
especialmente las que se refieren a los sufrimientos de la Pasión, y
a ciertos acontecimientos de su época.
Por
orden del Concilio de Basilea, Juan de Torquemada, quien fue más
tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa, y
declaró que podía ser muy útil para la instrucción de los fieles;
pero tal aprobación encontró muchos opositores.
Por
lo demás, la declaración de Torquemada significa únicamente que la
doctrina del libro es ortodoxa, y que las revelaciones no carecen de
probabilidad histórica. El Papa Benedicto XIV, entre otros, se
refirió a las revelaciones de Santa Brígida en los siguientes
términos: "Aunque muchas de esas revelaciones han sido
aprobadas, no se les debe el asentimiento de fe divina; el crédito
que merecen es puramente humano, sujeto al juicio de la prudencia,
que es la que debe dictarnos el grado de probabilidad de que gozan,
para que crearnos píamente en ellas".
Santa
Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus
revelaciones a las autoridades eclesiásticas, y lejos de gloriarse
por gozar de gracias tan extraordinarias, las aprovechó como una
ocasión, para manifestar su obediencia, y crecer en amor y humildad.
Si
sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a su
virtud heroica, consagrada por el juicio de la Iglesia.
El
libro de sus revelaciones, fue publicado por primera vez en 1492.
Las
brigidinas, tienen unas lecciones de maitines tomadas de sus
revelaciones, sobre las glorias de María, conocidas con el nombre de
"Sermo Angelicus", en recuerdo de las palabras del Señor a
la santa: "Mi ángel te comunicará las lecciones, que las
religiosas de tus monasterios deben leer en maitines, y tú las
escribirás tal como Él te las dicte".
-------------------------------------------------------------
Oficio
de lectura, 23 de Julio, Santa Brígida, Religiosa
Elevación
de la mente a Cristo Salvador
De
las oraciones atribuidas a Santa Brígida
Oración
2: Revelationum S Birgittae libri 2, Roma 1628
Bendito
seas Tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu
muerte, y en la última cena, consagraste el pan material,
convirtiéndolo en tu Cuerpo Glorioso,
y por Tu amor lo diste a los Apóstoles, como memorial de tu
dignísima pasión, y les lavaste los pies con tus santas manos
preciosas, mostrando así humildemente tu máxima humildad.
Honor
a Tí, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la
muerte, hizo que tu cuerpo inocente sudara sangre, sin que
ello fuera obstáculo, para llevar a término tu designio de
redimirnos, mostrando así, de manera bien clara, tu caridad para con
el género humano.
Bendito
seas Tú, mi Señor Jesucristo, que fuiste llevado ante Caifás, y
Tú, que eres el juez de todos, permitiste humildemente ser entregado
a Pilato, para ser juzgado por él.
Gloria
a ti, mi Señor Jesucristo, por las burlas que soportaste cuando
fuiste revestido de púrpura, y coronado con punzantes espinas, y
aguantaste con una paciencia inagotable, que fuera escupida tu faz
gloriosa, que te taparan los ojos, y que unas manos brutales
golpearan sin piedad, tu mejilla y tu cuello.
Alabanza
a Tí, mi Señor Jesucristo, que te dejaste ligar a la columna, para
ser cruelmente flagelado, que permitiste que
te llevaran ante el tribunal de Pilato, cubierto de sangre,
apareciendo a la vista de todos como el Cordero inocente.
Honor
a Tí, mi Señor Jesucristo, que con todo tu glorioso cuerpo
ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz, cargaste sobre tus
sagrados hombros el madero, fuiste llevado inhumanamente al lugar del
suplicio, despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en
la cruz.
Honor
para siempre a Tí, mi Señor Jesucristo, que en medio de tales
angustias, te dignaste mirar con amor a tu dignísima madre, que
nunca pecó ni consintió jamás la más leve falta; y para
consolarla, la confiaste a tu discípulo, para que cuidara de ella
con toda fidelidad.
Bendito
seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que cuando estabas
agonizando, diste a todos los pecadores la esperanza del perdón, al
prometer misericordiosamente, la gloria del paraíso al ladrón
arrepentido.
Alabanza
eterna a Tí, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los
momentos que en la cruz, sufriste las
mayores amarguras y angustias por nosotros pecadores; porque los
dolores agudísimos, procedentes de tus heridas, penetraban
intensamente en tu alma bienaventurada, y atravesaban cruelmente tu
corazón sagrado, hasta que dejó de latir, y exhalaste el
espíritu, e inclinando la cabeza, lo encomendaste humildemente a
Dios, tu Padre, quedando tu cuerpo invadido, por la rigidez de
muerte.
Bendito
seas Tú, mi Señor Jesucristo, que con tu sangre preciosa, y tu
muerte sagrada, redimiste las almas, y por tu Misericordia, las
llevaste del destierro a la vida eterna.
Bendito
seas Tú, mi Señor Jesucristo, que por nuestra salvación,
permitiste que tu costado y tu corazón, fueran atravesados por la
lanza, y para redimirnos, hiciste que de Él brotara con abundancia,
tu sangre preciosa mezclada con agua.
Gloria
a Tí, mi Señor Jesucristo, porque quisiste que tu cuerpo bendito,
fuera bajado de la cruz por tus amigos, y reclinado en los brazos de
tu afligidísima madre, que ella lo envolviera en lienzos, y fuera
enterrado en el sepulcro, permitiendo que unos soldados montaran
guardia.
Honor
por siempre a Tí, mi Señor Jesucristo, que enviaste el Espíritu
Santo, a los corazones de los discípulos, y aumentaste en sus almas
el inmenso amor divino.
Bendito
seas Tú, glorificado y alabado por los siglos, Señor Jesús, que
estás sentado sobre el trono en tu Reino de los Cielos, en la gloria
de tu divinidad, viviendo corporalmente con todos tus miembros
santísimos, que tomaste de la carne de la Virgen.
Y
así, has de venir el día del juicio, a juzgar a las almas de todos
los vivos y los muertos: Tú que vives y reinas con el Padre y el
Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración:
Señor, Dios nuestro, que has manifestado a Santa Brígida secretos
celestiales, mientras meditaba la pasión de tu Hijo, concédenos a
nosotros, tus siervos, ser partícipe de estos mismos dones,
compartiendo contigo nuestras pruebas y enfermedades de este mundo, y
así alcanzar la manifestación de tu Gloria en el Reino de los
Cielos. A Tí Señor, que todo lo sufriste por nosotros en la Sagrada
Cruz. Amén.
---------------------------------------------------------
ORACIONES
Aprobadas por El Papa Pío IX
Aprobadas por El Papa Pío IX
En
la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma todavía se puede
contemplar, en la capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo
Milagroso ante el cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando
recibió estas 15 Oraciones de Nuestro Señor.
Allí
hay una inscripción conmemorando este evento, en latín: “Pendentis.
Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta
Deum. Anno Jubilei MCCCL”
Por
mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos latigazos
había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le
apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí
en Mi Cuerpo cinco mil cuatrocientos ochenta azotes (5.480). Si
queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces
el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes
oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis
venerado cada una de Mis Llagas”. Nuestro Señor
mismo le dictó las oraciones a la santa
Primera
Oración
Padrenuestro
- Ave Maria.
¡Oh
Jesucristo. ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la
alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza
de todos los pecadores. Habéis manifestado, no tener mayor deseo que
el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis
hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los
tiempos, por Amor a ellos.
Acordaos
de todos los sufrimientos que habéis soportado, desde el instante de
Vuestra Concepción, y especialmente durante Vuestra Sagrada Pasión;
así como fue decretado y ordenado, desde toda la eternidad, según
el plan divino.
Acordaos,
Oh Señor, que durante la última cena con Vuestros discípulos, les
habéis Lavado los pies; y después, les distéis Vuestro Santísimo
Cuerpo, y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con
dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.
Acordaos
de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra Alma,
como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: ”Mi Alma está triste
hasta la muerte”.
Acordaos
de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis
soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la
crucifixión.
Después
de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis
traicionado por Vuestro discípulo Judas; apresado por los habitantes
de una nación, que habíais escogido y enaltecido.
Fuisteis
acusado por falsos testigos, e injustamente juzgado por tres jueces;
todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne
estación pascual.
Acordaos
que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con
manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara, infligiendote
bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras
manos una caña. Finalmente fuisteis atado a la columna, desgarrado
con azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes.
En
memoria de todas estas penas y dolores, que habéis soportado antes
de Vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes de morir, una
contrición verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada
satisfacción; y la remisión de todos mis pecados. Amén.
Agregado
personal: Aleja Señor de nuestra presencia, a toda compañía
perniciosa, conversación insidiosa, murmuraciones, espectáculos
televisivos indecentes, y toda otra actividad que nos aleje de Tí.
Amén.
Segunda
Oración
Padrenuestro
- Ave Maria
¡Oh
Jesús, verdadera libertad de los ángeles, y paraíso de delicias!.
Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando
Vuestros enemigos, como leones furiosos, os rodearon con miles de
injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos, y otros
suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo.
En
consideración a estos tormentos, y a las palabras injuriosas, Os
suplico. ¡Oh
mi Salvador, y Redentor!, que me libréis de todos mis enemigos
visibles e invisibles, y que bajo Vuestra protección, hagáis que yo
alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.
Agregado
personal: Aleja Señor
de nuestra casa y lugares de estudio y de trabajo, a toda influencia
maligna, visible o invisible, y hacemos un firme propósito de
exponer en nuestros hogares una imagen de tu Sagrado Corazón, y de
el de nuestra Venerable Virgen María. Amén.
Tercera
Oración
Padrenuestro
- Ave María
¡Oh
Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener
ni limitar!. Vos abarcáis todo, y todo es sostenido bajo Vuestra
amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis,
cuando con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe, clavaron Vuestras
Sagradas Manos y Pies a la Cruz.
Y
no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer
su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor.
Con indescriptible crueldad, extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y
con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron
Vuestros Huesos.
¡Oh
Jesús!, en memoria de este santo dolor, que habéis soportado con
tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de temeros y
amaros. Amén.
Agregado
personal: Te ofrecemos
Señor nuestras propias laceraciones y la dislocación silenciosa y
mortal de nuestro Corazón, por todas las infidelidades que hemos
tenido hacia Tí, y hacia nuestro cónyuge, ya que hemos desgarrado
el Cuerpo Místico que nos une a Ella o Él, en el Sagrado Sacramento
del Matrimonio. Amén.
Cuarta
Oración.
Padrenuestro
- Ave María.
O
Jesús, Médico Celestial! elevado en la Cruz, para curar nuestras
llagas con las Vuestras!. Acordaos de las contusiones y los
desfallecimientos que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros, y
que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante
al Vuestro.
Desde
la cima de la cabeza, hasta la planta de los pies, ninguna parte de
Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin
embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir
por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Por
esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os
hago esta súplica: conceded que el
recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta
contricción, y la remisión de todos nuestros pecados.
Amén.
Agregado
personal: Que sepamos
perdonar Señor todas las ofensas, y hacemos un firme propósito de
saber esperar a nuestros deudores, reduciendoles toda carga injusta
de intereses, e incluso olvidándonos, de ser posible, de nuestras
acreencias, sabiendo que de esta manera haremos una ínfima
compensación, por tantas faltas y pecados con que te hemos ofendido.
Amén.
Quinta
Oración
Padrenuestro
- Ave María
¡Oh
Jesús!, ¡Espejo de Resplandor Eterno!. Acordaos de la tristeza
aguda que habéis sentido, al contemplar con anticipación, las almas
que habían de condenarse.
A
la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado, la predestinación
de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de Vuestra
Sagrada Pasión.
Simultáneamente
habéis contemplado tristemente, la inmensa multitud de réprobos,
que serian condenados por sus pecados; y Os habéis quejado
amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por
este abismo de compasión y piedad, y principalmente por la bondad
que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy
estarás conmigo en el Paraíso”, hago esta súplica, Dulce
Jesús. Os pido que a la hora de mi
muerte, tengáis misericordia de mí.
Amén.
Agregado
personal: Que sepamos recibir
con Amor y Agradecimiento a nuestros Abuelos y Abuelas en nuestros
hogares, teniendoles misericordia, para poder nosotros alcanzarla en
el día de nuestra partida. Amén.
Sexta
Oración
Padrenuestro
- Ave María
¡Oh
Jesús. Rey infinitamente amado y deseado!. Acordaos del dolor que
habéis sufrido, cuando desnudo y como un crimina! común y
corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz.
También
fuisteis abandonado de todos Vuestros parientes y amigos, con la
excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía, Ella
permaneció fiel, junto a Vos; luego la encomendasteis a Vuestro fiel
discípulo, Juan, diciendo a María: “Mujer, he aquí a tu
hijo!” Y a Juan: “He aquí a tu Madre!”.
Os
suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor que entonces traspasó
el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí.
Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como
espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y
especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
Agregado
personal: Que sepamos Señor
recibir con Amor y Agradecimiento a nuestros Hijos e Hijas desde la
concepción, evitando por todos los medios la concreción del
horrendo crimen del aborto, el cual es una terrible espada que
atraviesa el corazón de la mujer. Amén.
Séptima
Oración
Padrenuestro
- Ave Maria
¡Oh
Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí!. En
profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: “Tengo
sed”. Era sed por la salvación del
género humano. Oh mi Salvador, os ruego que inflaméis nuestros
corazones, con el deseo de dirigirnos a la perfección, en todas
nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal, y el
ardor de los apetitos mundanos. Amén.
Agregado
personal: Que sepamos
apartarnos de toda ansia de ascensos, premios e injustas
gratificaciones por nuestro trabajo, sabiendo reconocer en otros su
talento, y alegrarnos de sus logros, compartiendo con todos los
nuestros. Deseamos hacer justicia en nuestro lugar de trabajo,
evitando todo tipo de acoso sexual, y malsano interés por la vida de
los demás. Amén.
Octava
Oración
Padrenuestro
- Ave María
¡Oh
Jesús, Dulzura de los corazones, y Deleite del espíritu!. Por el
vinagre y la hiel amarga, que habéis probado en la Cruz, por amor a
nosotros, oíd nuestros ruegos.
Concedednos
la gracia de recibir dignamente Vuestro Santísimo Cuerpo, y Sangre
Preciosísima durante nuestra vida, y también a la hora de la
muerte, para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.
Agregado
personal:
Deseamos Señor santificar en cuerpo y sangre, nuestra unión
conyugal con el sagrado sacramento del Matrimonio, y terminar con los
cálculos y mezquindades, y así poder unirnos estrechamente a tu
Cuerpo Místico. Amén.
Novena
Oración
Padrenuestro
- Ave María.
¡Oh
Jesús, Virtud real y gozo del alma!. Acordaos del dolor que habéis
sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte,
insultado y ultrajado por la multitud.
Clamasteis
en alta voz, que habíais sido abandonado por Vuestro Padre
Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”.
Por
esta angustia, Os suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis en
los terrores y dolores de mi muerte. Amén.
Agregado
personal:
Deseamos Señor ofrecerte el dolor del hijo o hija perdidos en la
droga o las pandillas; nuestro noviazgo o matrimonio que naufragó;
nuestros estudios, ascenso, proyecto o carrera que fracasaron; o el
empleo que no podemos conseguir, o hemos perdido. Sabemos que siempre
estás junto a Nosotros, como el Padre estuvo junto a Tí. Amén.
Décima
Oración
Padrenuestro
-Ave María.
¡Oh
Jesús. Principio y Fin de todas las cosas. Sois la Vida y la Virtud
plena! Acordaos que por causa nuestra, fuisteis sumergido en un
abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies, hasta
la cima de la Cabeza.
En
consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a
guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo
camino de Vuestra Ley Divina, es amplio y agradable para aquellos que
Os aman, Amén.
Agregado
personal:
Deseamos Señor apartarnos hoy mismo del alcohol, las drogas, el
juego, la violencia, las películas y espectáculos indecentes, y
toda otra infidelidad a tus Sagrados Mandamientos, y así aliviar
nuestras llagas espirituales, y contribuir a cerrar y curar vuestro
Sagrado Cuerpo, lacerado por nuestros pecados. Amén.
Undécima
Oración
Padrenuestro
- Ave María
¡Oh
Jesús!. ¡Abismo muy profundo de Misericordia!.
En
memoria de las llagas, que penetraron hasta la médula de Vuestros
Huesos y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica.
Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido
que me apartéis del pecado.
Ocultadme
de Vuestro Rostro, tan justamente irritado contra mí. Escondedme en
los huecos de Vuestras Llagas, hasta que Vuestra cólera y justísima
indignación, hayan cesado. Amén.
Agregado
personal:
que sepamos Señor sustraer a nuestros Hijos e Hijas de todo acto
indecente, sabiendo brindarles educación sexual orientada al Amor, y
al Compromiso Permanente en Unión contigo. Amén.
Duodécima
Oración
Padrenuestro
- Ave María
¡Oh
Jesús!. Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad. y Vínculo de la
Caridad!. Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido,
desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y
enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de Vuestra adorable
Sangre.
¡Oh,
qué dolor tan grande y repleto, habéis sufrido por Amor a nosotros,
en Vuestra Carne virginal!. ¡Dulcísimo Jesús!. ¿Qué hubo de
hacer por nosotros, que no habéis hecho?. Nada falta. ¡Todo lo
habéis cumplido!. ¡Oh amable y adorable Jesús!.
Por
el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de
Vuestros sufrimientos, sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón,
Vuestro Amor aumente cada día, hasta que llegue a contemplaros en la
eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús!. Vos sois el Tesoro de toda
alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo. Amén.
Agregado
personal:
que sepamos Señor, compartir con generosidad el Tesoro de nuestro
Conocimiento y Experiencia de Vida, y así ayudar a otros a suavizar
la dura curva del aprendizaje y su inserción en la sociedad. Amén.
Décima-Tercera
Oración
Padrenuestro
- Ave María
¡Oh
Jesús!. ¡Fuerte León, Rey inmortal e invencible!. Acordaos del
inmenso dolor que habéis sufrido cuando agotadas todas Vuestras
fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza, y
dijisteis: “Todo está consumado”.
Por
esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad
de mí, en la hora de mi muerte, cuando mi mente estará
tremendamente perturbada, y mi alma sumergida en angustia. Amén.
Agregado
personal:
que sepamos Señor concluir nuestra tarea, cerrando en nuestro
corazón muchas peleas que continúan abiertas por años o décadas,
y así poder comprender y perdonar, alcanzando la Paz en nuestra
última hora sobre la Tierra. Amén.
Décima-Cuarta
Oración
Padrenuestro
- Ave María.
¡Oh
Jesús!. ¡Único Hijo del Padre Celestial!, esplendor y semejanza de
su Esencia!. Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que
hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole:
“¡Padre en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!”.
Desgarrado
Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas
de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado.
Por
Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, Oh Rey de los Santos,
confortadme. Socorredme para resistir al demonio, a la carne y al
mundo. A fin de que estando muerto al mundo, viva yo solamente para
Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y
desterrada, que regresa a Vos. Amén.
Agregado
personal:
que sepamos Señor encomendarte la Vida de nuestros Hijos e Hijas,
así como la de nuestro Cónyuge, sabiendo que pertenecen sólo a Tí,
y que no deben ser objeto de nuestra exacerbada voluntad, ansia de
dominio, o manipulación alguna. Amén.
Décima-Quinta
Oración
Padrenuestro-Ave
María
¡Oh
Jesús!. ¡Verdadera y fecunda Vid!. Acordaos de la abundante efusión
de Sangre, que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado
Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre, fue derramada como el jugo de la uva
bajo el lagar.
De
Vuestro Costado perforado por un soldado con la lanza, ha brotado
Sangre y Agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna.
Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la
muy fina y delicada Carne Vuestra, fue destrozada; la Substancia de
Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula de Vuestros
Huesos.
Por
esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os
suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando yo esté
sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén.
Agregado
personal:
queremos Señor acompañar a los enfermos y moribundos, con nuestras
oraciones y ayuda material, y así poder alcanzar las Bendiciones y
la Paz, en nuestras Vidas en Unión Eterna contigo. Amén.
Conclusión:
¡Oh Dulce Jesús!. Herid mi corazón, a fin de que mis
lágrimas de amor y penitencia, me sirvan de pan, día y noche.
Convertidme enteramente, Oh mi Señor, a Vos. Haced
que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. Y
que mi conversación, Os sea agradable. Que el fin de mi vida, Os sea
de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro
Paraíso, y alabaros para siempre en el Cielo, con todos Vuestros
Santos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario