Sábado
11 de febrero
LA
APARICIÓN DE LA VIRGEN EN LOURDES
(11
de Febrero de 1858)
Santuario
de Nuestra Señora de Lourdes, Francia
"Yo
Soy la Inmaculada Concepción"
Breve
La
maternal presencia de la Virgen se confirma aquí con grandes
manifestaciones divinas: Conversiones, curaciones milagrosas
científicamente comprobadas, y la presencia de millones de
peregrinos.
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FIESTA
DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
JESÚS
MARTÍ BALLESTER
1.
Año 1858. El racionalismo invade Francia, y la persecución
religiosa y el anticlericalismo luchan por corroer las conciencias.
Pero Dios llega cuando llega su hora. Todo llega a su debido momento,
cuando Dios lo dispone, porque para Él, su
tiempo no es nuestro tiempo.
«En
aquellos días se puso María en camino, y con presteza fué a la
montaña, a una ciudad de Judá». «Porque ha mirado la humildad
de su sierva, por eso todas las generaciones me llamarán
bienaventurada» (Lc1, 19; 4, 48).
En
aquellos días se puso María en camino hacia la montaña, a una
ciudad de Francia..., donde todas las generaciones la aclaman
bienaventurada. En Lourdes, pequeña villa de Francia, hay una gruta:
Masabielle. Un bosque. Un río -el Gave-. Fuera de Lourdes
nadie había oído hablar de esa villa. Hoy es conocida en todo el
mundo, porque allí se apareció María, la Reina del cielo.
Constantemente hay allí un bosque de personas con miembros doloridos
que imploran la curación.
Allí
se desarrolla una permanente imagen evangélica. Allí hay una ciudad
en oración, en medio de una emoción indescriptible, un mar de
antorchas de fe, y un río, originado de un manantial de agua «viva»
que sana. Las multitudes inmensas hablan una misma lengua: el
avemaría. En las tres basílicas se ora, se llora, se canta, se
comulga, se confiesa, se convierten las almas. Lourdes es un
estupendo y continuado milagro de curaciones y de conversiones.
2.
María sonríe. El 11 de febrero de 1858, la Virgen aparece llena de
vida y de gracia. Sonriente. Sonríe porque es feliz. Ha descansado
en la posesión del Bien Supremo: de su Hijo Dios. Porque se
compadece de Bernardeta, y en ella de todos sus hijos. Porque es
portadora de un mensaje de misericordia y de paz. Viene de parte de
Dios. - «Si venís de parte de Dios, quedaos» - le dijo
Bernardeta.. La Señora contestó afirmativamente con una sonrisa.
Era la 2ª aparición.
Quiere
comunicamos su mensaje de amor y de perdón.- Y la delicadeza de la
Virgen se manifiesta en la pregunta: «¿Quieres hacer el favor de
volver aquí durante quince días?» que le hace en la 3ª
aparición.-«Dí a los sacerdotes que construyan una capilla en
este lugar», manda en la 10ª aparición.
Y
en la 13ª aparición manifiesta su voluntad: -«Quiero que vengan en
procesión a la gruta».
3.
Bernardeta lloró porque vio a la Señora con rostro triste, y le
dijo en la 6ª aparición: «Ruega a Dios
por los pecadores». En la 9ª aparición le dijo: «Ve
a beber a la fuente y lávate» «Ve a comer de la hierba que
encontrarás allá». Y le recomienda penitencia y que «Bese
el suelo en penitencia por los pecadores» en la 10ª
aparición. Sigue con la penitencia en la 11ª: aparición.
Y
Bernardeta caminaba de rodillas sobre el barro sin que se ensuciaran
sus vestidos.
4.
María está triste porque hay muchos que no se aprovechan de la
Sangre redentora de su Hijo Jesús. Porque su maternidad amorosa no
es universalmente reconocida. Porque el mundo habla de violencia y de
muerte, y no quiere ver su blanca figura de Amor y de Misericordia.
5.
Bernardeta le ha suplicado a Señora: «¿Queréis escribirme en
este papel quién sois y qué deseáis?». La Señora responde:
«Lo que tengo que decir no es necesario escribirlo». Y
cuenta Bernardeta que la Señora «No me ha querido decir su
nombre»..
6.
Por fin llega la respuesta de María. Es el día 25 de marzo de 1858.
La Señora llevaba veinte días sin comparecer a la cita de la gruta.
En la madrugada de este día... estaba allí -cuenta Bernardeta-
apacible, sonriente, y mirando a la multitud como una madre cariñosa
mira a sus hijos. Por vez primera, en aquella fría madrugada, la
Virgen se había adelantado a la vidente. Otra vez la pregunta de
Bernardeta: «Señora, ¿quiere hacer el favor de decirme quién es
Vd.?». Esta vez, ha llegado la respuesta: «Soy
la Inmaculada Concepción». Era la 16ª aparición.
7.
Cuatro años antes, el Beato Pio IX, había definido el dogma de la
Inmaculada Concepción: «Declaramos,
proclamamos, y definimos que la doctrina que sostiene que la
Beatísima Virgen María fué preservada inmune de toda mancha de
culpa original, en el primer instante de su concepción, ha sido
revelada por Dios» (Bula Ineffabilis Deus).
8.
Desde entonces Bernardeta ya no era Bernardeta. Se contagia el
nerviosismo, la impaciencia y la ansiedad, y se difunde entre quienes
viven con nosotros; pero también la paz, el equilibrio y la
serenidad, se contagian e influyen. «Es prodigioso. Es sublime.
Es divino». Exclamaba la muchedumbre ante los éxtasis de la
niña. «Los ángeles del cielo deben ser así», dijo Luisa
Baup, testigo ocular.
Hasta
la madre de Bernardeta llegó a desconocer el rostro transfigurado de
su hija. Era el reflejo de la Presencia de María. «La Señora se
apareció llena de vida, muy joven, sonriente». Era la Enseñanza
de María. «La Señora le enseñó, «palabra por palabra», una
oración».
Era
la Promesa de María. «No te prometo hacerte feliz en este mundo,
pero sí en el otro». «Siento una fuerza irresistible que me
lleva a la gruta». «Mis pies no caminan si no es hacia la
gruta». Amor a los pecadores. Las siete primeras apariciones
fueron una preparación de la vidente: ¡Penitencia,
penitencia, penitencia!
Oración:
Te pedimos Señor, que por medio de la Santísima Virgen bajo la
advocación de Nuestra Señora de Lourdes, podamos mantener siempre
en nuestra vida una actitud penitencial, guardándonos de comer y
beber en exceso, hablar inmoderadamente, participar de reuniones, o
eventos, o películas inconvenientes, y tantos otros hábitos que nos
llevan paulatinamente a la ruina y destrucción de nuestra
espiritualidad, velando poco a poco la visión de nuestro destino
celestial, y endureciendo nuestro corazón. A Tí Señor que nos
dejaste a María como nuestra Madre al pie de la Cruz. Amén.
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