sábado, 11 de febrero de 2017

Sábado 11 de febrero

LA APARICIÓN DE LA VIRGEN EN LOURDES

(11 de Febrero de 1858)


Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, Francia
"Yo Soy la Inmaculada Concepción"

Breve
La maternal presencia de la Virgen se confirma aquí con grandes manifestaciones divinas: Conversiones, curaciones milagrosas científicamente comprobadas, y la presencia de millones de peregrinos. 

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FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
JESÚS MARTÍ BALLESTER

1. Año 1858. El racionalismo invade Francia, y la persecución religiosa y el anticlericalismo luchan por corroer las conciencias. Pero Dios llega cuando llega su hora. Todo llega a su debido momento, cuando Dios lo dispone, porque para Él, su tiempo no es nuestro tiempo.

«En aquellos días se puso María en camino, y con presteza fué a la montaña, a una ciudad de Judá». «Porque ha mirado la humildad de su sierva, por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada» (Lc1, 19; 4, 48).

En aquellos días se puso María en camino hacia la montaña, a una ciudad de Francia..., donde todas las generaciones la aclaman bienaventurada. En Lourdes, pequeña villa de Francia, hay una gruta: Masabielle. Un bosque. Un río -el Gave-. Fuera de Lourdes nadie había oído hablar de esa villa. Hoy es conocida en todo el mundo, porque allí se apareció María, la Reina del cielo. Constantemente hay allí un bosque de personas con miembros doloridos que imploran la curación.

Allí se desarrolla una permanente imagen evangélica. Allí hay una ciudad en oración, en medio de una emoción indescriptible, un mar de antorchas de fe, y un río, originado de un manantial de agua «viva» que sana. Las multitudes inmensas hablan una misma lengua: el avemaría. En las tres basílicas se ora, se llora, se canta, se comulga, se confiesa, se convierten las almas. Lourdes es un estupendo y continuado milagro de curaciones y de conversiones. 

2. María sonríe. El 11 de febrero de 1858, la Virgen aparece llena de vida y de gracia. Sonriente. Sonríe porque es feliz. Ha descansado en la posesión del Bien Supremo: de su Hijo Dios. Porque se compadece de Bernardeta, y en ella de todos sus hijos. Porque es portadora de un mensaje de misericordia y de paz. Viene de parte de Dios. - «Si venís de parte de Dios, quedaos» - le dijo Bernardeta.. La Señora contestó afirmativamente con una sonrisa. Era la 2ª aparición.

Quiere comunicamos su mensaje de amor y de perdón.- Y la delicadeza de la Virgen se manifiesta en la pregunta: «¿Quieres hacer el favor de volver aquí durante quince días?» que le hace en la 3ª aparición.-«Dí a los sacerdotes que construyan una capilla en este lugar», manda en la 10ª aparición.

Y en la 13ª aparición manifiesta su voluntad: -«Quiero que vengan en procesión a la gruta».

3. Bernardeta lloró porque vio a la Señora con rostro triste, y le dijo en la 6ª aparición: «Ruega a Dios por los pecadores». En la 9ª aparición le dijo: «Ve a beber a la fuente y lávate» «Ve a comer de la hierba que encontrarás allá». Y le recomienda penitencia y que «Bese el suelo en penitencia por los pecadores» en la 10ª aparición. Sigue con la penitencia en la 11ª: aparición.

Y Bernardeta caminaba de rodillas sobre el barro sin que se ensuciaran sus vestidos. 

4. María está triste porque hay muchos que no se aprovechan de la Sangre redentora de su Hijo Jesús. Porque su maternidad amorosa no es universalmente reconocida. Porque el mundo habla de violencia y de muerte, y no quiere ver su blanca figura de Amor y de Misericordia.

5. Bernardeta le ha suplicado a Señora: «¿Queréis escribirme en este papel quién sois y qué deseáis?». La Señora responde: «Lo que tengo que decir no es necesario escribirlo». Y cuenta Bernardeta que la Señora «No me ha querido decir su nombre»..

6. Por fin llega la respuesta de María. Es el día 25 de marzo de 1858. La Señora llevaba veinte días sin comparecer a la cita de la gruta. En la madrugada de este día... estaba allí -cuenta Bernardeta- apacible, sonriente, y mirando a la multitud como una madre cariñosa mira a sus hijos. Por vez primera, en aquella fría madrugada, la Virgen se había adelantado a la vidente. Otra vez la pregunta de Bernardeta: «Señora, ¿quiere hacer el favor de decirme quién es Vd.?». Esta vez, ha llegado la respuesta: «Soy la Inmaculada Concepción». Era la 16ª aparición. 

7. Cuatro años antes, el Beato Pio IX, había definido el dogma de la Inmaculada Concepción: «Declaramos, proclamamos, y definimos que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fué preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, ha sido revelada por Dios» (Bula Ineffabilis Deus).

8. Desde entonces Bernardeta ya no era Bernardeta. Se contagia el nerviosismo, la impaciencia y la ansiedad, y se difunde entre quienes viven con nosotros; pero también la paz, el equilibrio y la serenidad, se contagian e influyen. «Es prodigioso. Es sublime. Es divino». Exclamaba la muchedumbre ante los éxtasis de la niña. «Los ángeles del cielo deben ser así», dijo Luisa Baup, testigo ocular.

Hasta la madre de Bernardeta llegó a desconocer el rostro transfigurado de su hija. Era el reflejo de la Presencia de María. «La Señora se apareció llena de vida, muy joven, sonriente». Era la Enseñanza de María. «La Señora le enseñó, «palabra por palabra», una oración».

Era la Promesa de María. «No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro». «Siento una fuerza irresistible que me lleva a la gruta». «Mis pies no caminan si no es hacia la gruta». Amor a los pecadores. Las siete primeras apariciones fueron una preparación de la vidente: ¡Penitencia, penitencia, penitencia!

Oración: Te pedimos Señor, que por medio de la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Lourdes, podamos mantener siempre en nuestra vida una actitud penitencial, guardándonos de comer y beber en exceso, hablar inmoderadamente, participar de reuniones, o eventos, o películas inconvenientes, y tantos otros hábitos que nos llevan paulatinamente a la ruina y destrucción de nuestra espiritualidad, velando poco a poco la visión de nuestro destino celestial, y endureciendo nuestro corazón. A Tí Señor que nos dejaste a María como nuestra Madre al pie de la Cruz. Amén.



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