Cuarta
Feria 8 de febrero
SAN
JERONIMO EMILIANI
Patrono
universal de los huérfanos y de la juventud abandonada
Fundador
de los Padres Somascos (1537)
“Dulce
Padre nuestro... te rogamos por tu infinita bondad que devuelvas a
todo el pueblo cristiano al estado de santidad que tuvo en tiempos de
tus Apóstoles”
Etimología: Jerónimo: (Jero = sagrado, Nomo = nombre)
Breve:
Nació en Venecia, Italia, en 1486. Abrazó la carrera de las armas, que más tarde dejó, consagrándose al servicio de los pobres, después de distribuir entre ellos sus bienes. Fundó la Orden de los Clérigos Regulares de Somasca, con la misión de socorrer a los niños huérfanos y pobres. Murió en Somasca (Bérgamo) el año 1537.
Nació en Venecia, Italia, en 1486. Abrazó la carrera de las armas, que más tarde dejó, consagrándose al servicio de los pobres, después de distribuir entre ellos sus bienes. Fundó la Orden de los Clérigos Regulares de Somasca, con la misión de socorrer a los niños huérfanos y pobres. Murió en Somasca (Bérgamo) el año 1537.
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Jerónimo
queda huérfano de padre a los 10 años. Es un joven con grandes
aspiraciones. Ya a los 25 años es militar, y gobernador
regente de la fortaleza de Castelnuovo de Quero, paso importante para
el acceso, desde el norte, a la gran ciudad de Venecia. Las potencias
europeas, aliadas en la liga de Cambrai, atacan el castillo el 27 de
agosto de 1511.
Los
invasores, muy superiores en número, vencen y toman a Jerónimo
prisionero. Lo encierran y encadenan en el calabozo de su propio
castillo. Esta fue la situación que Dios utilizó para iniciar la
gracia de la conversión. Hasta entonces había llevado una vida
mundana, pero en la cárcel meditó las palabras de Jesús:
Pues
¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su
vida?. O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? -Mateo 16,26
En
la cárcel se torna a la Santísima Virgen María pidiéndole su
liberación. No se sabe cómo se logró ese milagro, pero una cosa es
cierta: Jerónimo sabía que fue por intercesión de la Virgen, y
nunca se olvidó de serle un hijo agradecido y fiel.
Jamás
olvidará la fecha que cambió su vida: Era el 27 de septiembre de
1511. Una vez libre visita el Santuario de la ‘Madonna Grande’ en
Treviso, donde Jerónimo promete solemnemente entregarse totalmente
al servicio de Dios y del prójimo.
Al
finalizar la guerra, en 1516, Jerónimo vuelve a su cargo de
gobernador de Quero. Pero su corazón ya no está en las vanidades de
antes. En 1527 termina su compromiso como gobernador de Quero, y
regresa a Venecia. Continúa su camino de conversión. Se pone bajo
la dirección de un sacerdote ejemplar. El esmero que antes empleaba
a favor de la República de Venecia, ahora lo dedicaba a la Patria
Celestial.
El
hombre manso
En una ocasión, se encuentra Jerónimo en la plaza de San Marcos, conversando con un hombre asuntos de herencia familiar. Aquel se siente molesto, y le amenaza con que le va a arrancar uno a uno los pelos de la barba. Jerónimo, con mucha paz, le ofrece la cara y le dice: ‘Amigo, si así lo quiere Dios, aquí me tienes’. Los presentes quedan asombrados, y comentan entre ellos: ‘¡Si esto hubiese pasado hace un par de años, lo hubiese despellejado vivo!’.
En una ocasión, se encuentra Jerónimo en la plaza de San Marcos, conversando con un hombre asuntos de herencia familiar. Aquel se siente molesto, y le amenaza con que le va a arrancar uno a uno los pelos de la barba. Jerónimo, con mucha paz, le ofrece la cara y le dice: ‘Amigo, si así lo quiere Dios, aquí me tienes’. Los presentes quedan asombrados, y comentan entre ellos: ‘¡Si esto hubiese pasado hace un par de años, lo hubiese despellejado vivo!’.
El
hombre de caridad
En
1528 Italia sufre hambruna. Mueren millares de personas. Multitudes
acuden a Venecia, por considerar que allí hay más oportunidades. El
gobierno no ayuda, y hay muchos indigentes en las calles, entre ellos
hay muchos niños. Jerónimo está entre un grupo de fieles
cristianos que se entregan al servicio de los necesitados.
En
pocos días agota todo su dinero, y comienza a vender, a favor de los
pobres, todas sus posesiones, incluso los muebles de su casa. Él
mismo se dedicaba a dar de comer, vestir y hospedar. Siempre animaba
a todos a confiar en Dios, aun en la hora de la muerte.
Cadáveres
de víctimas aparecen por las calles. Jerónimo los carga sobre sus
hombros, y los lleva al cementerio. Él también contrae la peste, y
se ve cercana a la muerte. Todo lo acepta con gran virtud. Aquello
sirvió para gran testimonio de todos quienes le conocieron. Pero
pronto se recuperó, y continuó la obra.
Padre
de los huérfanos
Los
niños andan en grave peligro, no solo de hambre sino de caer en la
delincuencia y el pecado, por causa del ambiente en que están
forzados a vivir. Muchos no tienen familia, o andan abandonados.
Jerónimo sabe muy bien por experiencia propia la angustia de los
huérfanos. Pero éstos no tienen nada.
Se
decide a dejarlo todo para formar una familia con ellos. Una familia
dentro de la gran familia que es la Iglesia Católica. Jerónimo
comprende la importancia de ser Iglesia. Cuenta con la amistad
de San Cayetano Thiene y el Obispo Carafa, su confesor, que luego
será el Papa Pablo IV.
El
6 de febrero de 1531 deja para siempre la casa paterna, su ropa de
noble, y se va a vivir a San Roque, a un bajo alquilado, con un grupo
de unos treinta jóvenes de la calle. El reto es muy grande: Hay que
alimentar, educar, y proteger a los niños dependiendo de la caridad.
Contrata
artesanos para que les enseñen oficios con que ganarse la vida. Su
lema: ‘trabajo, caridad y piedad’. Su objetivo: ayudarlos a
desarrollarse tanto espiritualmente, como en talentos necesarios para
ejercer una vocación.
Propagación.
Por obediencia a su confesor, en 1532, deja Venecia, se va a pie, y en total pobreza a fundar en Bérgamo donde el obispo le solicitó. Se trata del lugar más pobre y devastado de la República de Venecia. Con la ayuda del obispo, y otras personas organiza los hospitales para los niños.
Por obediencia a su confesor, en 1532, deja Venecia, se va a pie, y en total pobreza a fundar en Bérgamo donde el obispo le solicitó. Se trata del lugar más pobre y devastado de la República de Venecia. Con la ayuda del obispo, y otras personas organiza los hospitales para los niños.
Desarrolla
el estilo de catecismo de preguntas
y respuestas. Más
tarde, con los niños más preparados, va por los pueblos y aldeas
rezando y evangelizando. Los niños dan un gran testimonio, al
compartir su conocimiento del catecismo, y al ayudar en el trabajo
del campo, sin pedir nada a cambio.
El
amor a la Iglesia es uno de los signos de la santidad evidente en
Jerónimo. Desde Bérgamo irradia una intensa evangelización
popular. Se trata de una verdadera reforma desde la Iglesia, al mismo
tiempo que los errores del protestantismo amenazan por todas partes.
Él
reza: “Dulce Padre nuestro... te
rogamos por tu infinita bondad que devuelvas a todo el pueblo
cristiano al estado de santidad que tuvo en tiempos de tus
Apóstoles”. Algunos hombres se le unen tanto
sacerdotes como seglares y él les encomienda las obras en la
comarca.
En
noviembre de 1533, con un grupo de treinta y cinco jóvenes, se
propone ir a Milán. Pero en el camino se enferma de fiebre, como
también algunos de los niños. Tiene que quedarse abandonado en un
lugar junto al camino. Pasa entonces un hombre a caballo y los niños
le alertan.
Resultó
ser un antiguo conocido de Jerónimo que tenía una casa cerca de
allí. Le ofrece llevarlo a él solo en su cabalgadura. Jerónimo, a
pesar de la fiebre, dice: ‘Hermano, Dios os pague vuestra
caridad; pero de ninguna manera puedo yo dejar solos a estos
pequeños: ¡quiero vivir y morir con ellos!’. El conocido
llega a Milán, e informa al Duque Francisco Sforza lo acontecido, y
éste se encarga de que Jerónimo y los niños sean trasladados a la
ciudad.
Recuperada
la salud, continúa la obra en Milán. La ciudad ha pasado guerra,
saqueo y plagas. Había gran necesitad de cuidar a los niños
abandonados. Abre para ellos una institución, los 'Martinitt', aún
hoy activa. Para el cuidado de las niñas cuenta con la ayuda de
señoras.
Como
el número de colaboradores aumenta, organiza al grupo con el nombre
de ‘Compañía de los Servidores de los Pobres’, que será
aprobada por Pablo III en 1540, y más tarde, Pío V elevará a la
categoría de Orden Religiosa con el nombre de Orden de los Clérigos
Regulares de Somasca o Padres Somascos.
Somasca,
es apenas un grupo de casas en el norte de Italia, junto al lago
Como. Allí hay un castillo abandonado sobre una peña con vista al
lago. Es el lugar escogido por San Jerónimo, para ser el corazón de
la Compañía. Allí se dedica al servicio de los niños, y a pasar
largo tiempo de oración ante un gran crucifijo. Abre una escuela de
gramática, y una casa de formación para los miembros de la
Compañía.
En
1535 tiene que regresar a Venecia, ya que su confesor le manda a
decir que las obras han crecido tanto que necesita su consejo para
reestructurarlas. 'Era impresionante ver a aquel hombre en hábito de
mendigo, pero con alma de noble, de ademanes castos, circunspectos y
prudentes, que a cuantos lo contemplaban, les parecía una deliciosa
sinfonía de virtudes... Estuvimos juntos varias veces, y me colmó
de cristiana esperanza, y de muchos y santos recuerdos que todavía
resuenan en mi alma...'
Hay
grandes pruebas, pues viven una vida muy austera, y es un gran reto
mantener las casas para jóvenes que se propagaron por el norte de
Italia. ‘...Si en vosotros encuentra fe sincera y esperanza,
hará con vosotros cosas grandes, pues Él exalta a los humildes...
Si perseveráis en medio de la tentación, Dios os consolará en este
mundo..., os dará paz y descanso en este mundo, temporalmente, y
luego, en el otro, para siempre’.
En
Brescia hay un capítulo de la Compañía para unificar la visión.
En su última carta dice a los suyos: ‘Es que no saben que se
han ofrecido a Cristo, que están en su casa, y comen de su pan, y se
hacen llamar Servidores de los pobres de Cristo?. ¿Cómo, pues
quieren cumplir cuanto han prometido, sin caridad ni humildad de
corazón, sin soportar al prójimo, sin buscar la salvación del
pecador y rezar por él, sin mortificación... sin obediencia y sin
respeto por las buenas usanzas acordadas?’
Su
confesor le pide ir a Roma a fundar otros centros. Pero a finales de
1536 se propaga por el Valle de San Martín una plaga poco conocida.
Padecen también los huérfanos y los Servidores de la Compañía.
San Jerónimo se contagia y ya no puede subir a su casa en el peñón
de Somasca.
Le
dan en el pueblo una habitación prestada. Antes de morir, con una
teja, traza una gran cruz en la pared, para poder contemplarla en la
agonía. Manda bajar a sus huérfanos para despedirse de ellos, y,
aunque sin fuerzas, como último testimonio, les lava a cada uno los
pies.
A
los amigos del pueblo les recomienda que no ofendan a Dios con malas
costumbres y blasfemias: él, a cambio, intercederá desde el cielo
para que el granizo no estropee sus cosechas. A sus
hermanos de la Compañía les dice: 'Seguid
a Cristo crucificado; amaos los unos a los otros; servid a los
pobres'. Muere el 8 de febrero de 1537,
La primera misión Somasca fuera de Italia se estableció el 5 de octubre de 1921 en El Salvador (C.A.). Allí adoptaron el Centro de Menores de La Ceiba (hoy Instituto Emiliani). Desde allí la labor se propagó a otras fundaciones en el país. En la actualidad los Religiosos Somascos tienen Institutos, Centros de Acogida, Escuelas, Colegios y Parroquias en: Italia, Colombia, El Salvador, México, Estados Unidos, España, Suiza, Guatemala, Honduras, Filipinas, Sry Lanka e India.
La primera misión Somasca fuera de Italia se estableció el 5 de octubre de 1921 en El Salvador (C.A.). Allí adoptaron el Centro de Menores de La Ceiba (hoy Instituto Emiliani). Desde allí la labor se propagó a otras fundaciones en el país. En la actualidad los Religiosos Somascos tienen Institutos, Centros de Acogida, Escuelas, Colegios y Parroquias en: Italia, Colombia, El Salvador, México, Estados Unidos, España, Suiza, Guatemala, Honduras, Filipinas, Sry Lanka e India.
Beatificado
en 1747
Canonizado en 1767.
Canonizado en 1767.
En
1928, Pío XI lo declaró ‘Patrono
universal de los huérfanos y de la juventud abandonada’.
Su
obra continúa con sus hijos, los Padres Somascos, herederos
espirituales de la Compañía de los Servidores de los pobres y en
muchos que se inspiran de su espiritualidad.
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Del
oficio de lectura, 8 de Febrero, San Jerónimo Emiliani
Sólo en el Señor debemos confiar
De las cartas de San Jerónimo Emiliani a sus hermanos de religión
(Venecia, 21 de junio de 1535)
Sólo en el Señor debemos confiar
De las cartas de San Jerónimo Emiliani a sus hermanos de religión
(Venecia, 21 de junio de 1535)
Hermanos dilectísimos en Cristo, e hijos de la Sociedad de los Siervos de los pobres:
Os saluda
vuestro humilde padre, y os exhorta a que perseveréis en el amor de
Cristo, y en la fiel observancia de la ley cristiana, tal como os lo
demostré de palabra y obra cuando estaba con vosotros, a fin de que
el Señor sea glorificado por mí en vosotros.
Nuestro
fin es Dios, fuente de todo bien, y, como decimos en nuestra oración,
sólo en Él debemos confiar, y no en otros. Nuestro
Señor, que es benigno, queriendo aumentar vuestra fe (sin la cual,
como dice el Evangelio, Cristo no hubiese podido hacer muchos
milagros), y escuchar vuestra oración, determinó que vivierais
pobres, enfermos, afligidos, cansados y abandonados de todos, y que
os vieseis incluso privados de mi presencia corporal, aunque no de la
presencia espiritual de este vuestro pobre padre, que tanto os ama.
Sólo Dios
sabe por qué obra así con vosotros; pero podemos sospechar tres
razones:
La
primera, que nuestro Señor os quiere contar entre sus hijos
queridos, con tal que perseveréis en sus caminos; esto es lo que
suele hacer con sus amigos para santificarlos.
La
otra razón es que pretende haceros confiar exclusivamente en Él.
Dios, como os he dicho, no realiza sus obras en aquellos
que se resisten a depositar en Él totalmente su fe y su esperanza;
en cambio, infunde la plenitud de su caridad en aquellos que están
llenos de fe y esperanza, y realiza grandes obras en ellos.
Por
eso, si tenéis auténtica fe y esperanza, hará con vosotros grandes
cosas, Él, que exalta a los humildes. Al hacer que me
haya alejado de vosotros, y al alejar también a cualquier otro que
goce de vuestro favor, Dios os da a elegir entre dos cosas: apartaros
de la fe, volviendo a las cosas del mundo, o permanecer fuertes en la
fe y obtener así su aprobación.
He aquí,
pues, la tercera razón: Dios quiere
probaros como al oro en el crisol. El
fuego va consumiendo la impureza adosada al oro, haciéndolo más
puro y aumentando así su valor. De
igual modo se comporta Dios con su siervo bueno que espera y
persevera en la tribulación. El Señor lo levanta y le devuelve, ya
en este mundo, el ciento por uno de todo lo que dejó por amor suyo,
y después le da la vida eterna.
Así es
como se comporta Dios con todos sus santos. Así hizo con el pueblo
de Israel, después de que pasó tantas tribulaciones en Egipto: lo
condujo por el desierto entre prodigios, lo alimentó con el maná, y
sobre todo le dio la tierra prometida. Si
vosotros perseveráis constantes en la fe en medio de las
tentaciones, Dios os dará paz y descanso temporal en este mundo, y
sosiego imperecedero en el otro.
Oración:
Señor, Dios de las misericordias, que hiciste a San
Jerónimo Emiliani padre y protector de los huérfanos, concédenos,
por su intercesión, la protección y seguridad a todos los huérfanos
del mundo, muchos víctimas de las guerras en África, América
Latina, Este de Europa, el Cáucaso, Filipinas y el Medio Oriente.
Ayúdanos a comprender que es una responsabilidad de todos, y no sólo
de los gobiernos, ya agobiados y sin recursos económicos y humanos
para manejar una catástrofe humanitaria de dimensiones globales. A
Tí Señor que nos dijiste que sin ser niños nunca llegaríamos al
Reino de los Cielos. Amén.
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