Tercera
Feria, 1 de diciembre
Edmundo
Campion S.J. y compañeros
Mártires ingleses
Breve
Sacerdote
Jesuita, hijo de un librero católico. Nació en Londres el 25 de
enero de 1540. Alumno sobresaliente en la Universidad de Oxford y
luego brillante profesor. Se negó a prestar juramento de lealtad
religiosa a la Reina por encima del Papa. Por esa razón fué
torturado en la Torre de Londres y martirizado como traidor; sus
restos fueron diseminados por Londres como advertencia a todos los
católicos.
Junto
a San Edmundo, la Iglesia celebra a diez santos mártires de la
Compañía de Jesús que, en los siglos XVI y XVII, en Inglaterra y
Gales, fueron muertos por profesar la fe católica y que fueron
canonizados por Pablo VI en 1970.
Tales
son: los Santos Edmundo Campion († el 1 de diciembre de
1581), Alejandro Briant († el 1 de diciembre de 1581),
Roberto Southwell († el 21 de febrero de 1595), Enrique
Walpole († el 7 de abril de 1595), coadjutor Nicolás Oswen
(† el 2 de marzo de 1606), Tomás Garnet († el 23 de junio
de 1608), Edmundo Arrowsmith († el 28 de agosto de 1628),
Enrique Morse († el 1 de febrero de 1645), Felipe Evans
(† el 22 de julio de 1679), David Lewis († el 27 de agosto
de 1679).
Juntamente
con ellos se celebra en este día a 16 beatos mártires de la
Compañía de Jesús que, en la misma persecución, sufrieron el
martirio entre 1573 y 1679.
Extracto
tomado de MANUEL BRICEÑO
J., S. I.
Con
una escolta de doscientos soldados, montado en una vieja cabalgadura,
las manos atadas a la espalda, los pies ligados bajo el vientre del
animal, vuelto el rostro hacía atrás para mayor ignominia, es
conducido con un gran cartel en la cabeza que dice: Este es Campion,
el jesuita sedicioso... Lo llevan a Londres
como criminal. Había sido traicionado... Unas millas
antes de llegar se les comunica la orden de maltratarlo y
ridiculizarlo para deleite de la plebe y escarmiento de los
católicos. Ya se acerca la cabalgata... Delante de todos, el
vizconde de Bark con el bastón blanco de la justicia: en seguida, el
padre Edmundo Campion en su viejo rocín; tras él, los otros dos
sacerdotes firmemente atados entre sí.
Es
el mes de julio de 1581. Los prisioneros son llevados a la Torre de
Londres. Cuatro días más tarde lo presentan a Dudley, conde de
Leicester, en su palacio. Le interroga el canciller, le hacen
preguntas los magistrados; le prometen, en nombre de la soberana, la
vida, la libertad, honores, el obispado de Cambridge; sólo esperan
que reconozca la supremacía pontificia de la reina. La conciencia no
se lo permite a Campion. Sus respuestas tienen un tono tan persuasivo
que revelan una vez más al formidable scholar oxoniense.
De
improviso se presenta Isabel en persona. El prisionero se inclina
saludando a su reina: "¿Me reconoce como a su legítima
soberana?" "Sí, majestad." "¿Cree
que el obispo de Roma tiene poder para deponerme?". "No
me toca erigirme en juez y pronunciar sentencia entre dos partidos,
tanto más cuanto que los más versados en la cuestión son de
pareceros opuestos. Yo quiero dar al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios".
Lo
demás que se dijo en esta entrevista permaneció en secreto, por
expresa voluntad de la reina.
Pero...
¿qué importancia tenía aquel prisionero, que la propia soberana de
Inglaterra venía a interrogarle?. Es muy sencillo de entenderlo.
Nuestro Santo tenía inmensa influencia en Oxford y su declinación
del catolicismo tendría un profundo efecto en la comunidad
universitaria.
El
primer encuentro había acontecido precisamente quince años antes,
en 1566. Isabel, con su gran comitiva de cortesanos, aduladores y
lacayos, llegaba en su carroza a Oxford a fin de pasar por primera
vez unos días con su corte entre los estudiantes de la célebre
Universidad.
La
visita duró seis días. Las diversiones, los actos académicos, todo
se iba desarrollando tranquilamente. El tercer día correspondió el
homenaje a los profesores, entre los cuales fue elegido como "orator"
el scholar de Oxford más brillante de su generación, un apuesto
joven de sólo veintisiete años de edad: se llamaba Edmundo Campion.
A
su alrededor se agruparon multitud de estudiantes, sobre los que su
personalidad amable ejerció un influjo sabio y comprensivo:
sus clases se veían atestadas de oyentes; muchos comenzaron a
imitarlo hasta en su manera de hablar, en sus ademanes y en su modo
de vestir, a los cuales se llamó campionistas... Este era el hombre
que la nueva iglesia anglicana necesitaba entre sus filas.
Pero
Campion, el gran humanista, casi por instinto rechaza la herejía,
Mas, para desgracia suya, traba amistad con Richard Cheney, obispo
anglicano de Gloucester. Y cede al fin; en 1564 presta el juramento
anticatólico, reconociendo la supremacía espiritual de Isabel. Más
aún, seducido por las promesas del de Gloucester, recibe el
diaconado (1568) del hereje.
Al
tomar las manos del falso obispo siente aquel infeliz diácono el
acicate mordaz de su conciencia atormentada. Y su corazón se rebela,
y el remordimiento le roe el alma por la infamia cometida, y pierde
la paz; se siente, dice él mismo, como si le hubieran marcado con
"el signo de la bestia"... La crisis interior se desborda,
vuelve en sí, se confiesa con un sacerdote católico y se reconcilia
con la Iglesia.
En
tales circunstancias se ve obligado a salir de Oxford para poner a
salvo su vida y recobrar la tranquilidad de su espíritu. Se refugia
en Irlanda. Mas el 12 de febrero de 1570 Su Santidad Pío V
fulmina la excomunión contra Isabel, y sus súbditos quedan
liberados de la obligación moral de obedecerla. Se expiden entonces
contra los católicos por todo el reino severísimos edictos. En
Dublín, entre los primeros, es denunciado Campion como "papista",
y tiene que andar huyendo hasta que logra volver a Inglaterra.
Llegado
a Londres, pasa algunas semanas tranquilo; mas temiendo ser
arrestado, se embarca rumbo a Flandes. Llevaban ya varias millas mar
adentro, cuando una fragata guardacostas les da alcance; de todos los
pasajeros sólo Campion carece de pasaporte... Hecho, pues,
prisionero, es devuelto a Dover para ser remitido a Londres: pero
éste se escapa y acude a unos amigos, que le ayudan a embarcarse de
nuevo; y por fin, pasando el Canal, llega al Continente, donde pasará
los próximos nueve años.
En
el seminario inglés de Douai (Francia) obtiene su grado en Teología
y recibe las órdenes menores y el subdiaconado. Pero a Campion le
atormenta el recuerdo de aquel diaconado... Y el convertido desconfía
de sí, pone su confianza en Aquel que lo conforta; quiere prepararse
humildemente, vigorosamente, disciplinadamente. Su corazón se vuelve
hacia la austera disciplina de la obediencia. Sólo así podrá
hacerse digno del verdugo y de la horca por su Dios.
El
25 de enero de 1573, vestido de peregrino, se dirige a Roma solo, a
pie, con la intención de entrar en la perseguida y heroica Compañía
de Jesús... Recibido en el noviciado, se le destina a la provincia
jesuítica de Austria; y cinco años más tarde, el 8 de septiembre
de 1578, recibe la unción sacerdotal en Praga de Bohemia.
El
18 de abril de 1580, con la bendición de Gregorio XIII, sale de Roma
una pequeña caravana de misioneros, entre ellos tres jesuitas:
Roberto Persons—nombrado superior—y Edmundo Campion, a quienes se
añade el hermano Ralph Emerson como compañero. Llegan a St. Omer.
Mas el mismo día de la partida de Roma, un espía del Gobierno de
Isabel enviaba al ministro Walsingham los nombres y señales de los
peregrinos.
Así
que, sin ellos saberlo, ya todo puerto, todo paso está vigilado por
espías sagacísimos para impedir la entrada de ningún jesuíta.
Dondequicra se ven cartelones con la efigie de Persons y de Campion
enviada desde Roma. Algunos fugitivos ingleses quieren descorazonar a
los Padres anunciándoles que la vigilancia en Dover es tan grande
que su arresto inmediato parece inevitable. Mas Persons se decide por
la acción inmediata. A él, que es el superior, y a quien no falta
astucia y franqueza, toca abrir el camino. Aventurará él solo el
paso del Canal.
En
Londres, aquellos jóvenes que han servido de introductores de
Campion hacen correr secretamente la voz entre los católicos de su
llegada. La noticia causa revuelo. Campion predica sobre el
Pontificado. Las conversiones son múltiples, la sagrada Eucaristía
vuelve a fortalecer muchas almas, los sacramentos, los sermones, las
palabras de consejo y de aliento, los arrepentidos, las lágrimas,
los sabios, los humildes, la nobleza, los estudiantes... la santa
misa..., todo como en las catacumbas... ¡Cien mil conversiones en
un año!
Cuando
en hora mala sabe Isabel y sus ministros la increíble audacia de los
jesuitas de penetrar en el Reino, ¡cuánta ira, qué poner precio a
su cabeza! Y el misionero de Cristo no tiene otro recurso que mudar
de nombre, de lugar y de apariencia.
El
padre Edmundo, acompañado del hermano Emerson, se refugia en York, y
en quince días compone en latín su más famoso libro, que titula
Diez razones por las cuales Edmundo Campion, S. J., se ofreció a
disputar con sus adversarios... Los ejemplares son repartidos de mano
en mano entre los católicos, o abandonados en los sitios públicos,
o introducidos en las casas por debajo de las puertas; lo cual excita
tal sensación que juran los herejes no descansar hasta no dar con
aquel jesuita.
Por
una traición lo detienen y lo conducen a Londres donde será
torturado y martirizado.
Oración:
Te pedimos Señor, que por intercesión de San Edmundo Campion y
compañeros mártires, suscites muchos profesores universitarios
católicos que sepan guiar a sus alumnos al Reino de los Cielos con
su ejemplo de vida, paciencia y sabiduría. Te pedimos también que
nuestra devoción católica se vea siempre libre de toda ambición
política, y que bendigas al Reino Unido de la Gran Bretaña y a toda
Europa, para que vuelvan a ser el faro de la Fe Cristiana y Católica
en todo el mundo. Te lo pedimos a Tí que Vives por Siempre. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario