Segunda
Feria 14 de diciembre
SAN
JUAN DE LA CRUZ
DOCTOR DE LA IGLESIA
1542-1591
Con Santa Teresa, reformador del Carmelo
La
doctrina de San Juan se resume en el amor al sufrimiento y el
completo abandono del alma en Dios.
Breve
Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Avila, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Úbeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.
Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de Santa Teresa de Avila, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Úbeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.
Algunos
pensamientos de San Juan de la Cruz
"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición".
"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición".
"¡Oh
dulcísimo amor de Dios mal conocido!. El que halló sus venas,
descansó!”
"Mira
que no reina Dios sino en el alma pacífica y desinteresada".
"Siempre
el Señor descubrió los tesoros de su sabiduría a los mortales, mas
ahora que la malicia va descubriendo mas su cara, mucho mas los
descubre".
"Aunque
el camino es llano y suave para quienes tienen buena voluntad: quien
camina, caminará poco y con trabajo si no tiene buenos pies y
ánimo y porfía animoso en eso mismo".
Noche
oscura
[Poema: Texto completo]
[Poema: Texto completo]
San
Juan de la Cruz
Canciones
del alma que se goza de haber
llegado al alto estado de la perfección,
que es la unión con Dios, por el camino
de la negación espiritual.
1. En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
8. Me quedé y olvidé,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
llegado al alto estado de la perfección,
que es la unión con Dios, por el camino
de la negación espiritual.
1. En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!
6. En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
8. Me quedé y olvidé,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Vida
de San Juan de la Cruz
Nació
en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542.
Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a
instancias de Santa Teresa de Jesús, el primero que, a partir de
1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó
innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Ubeda el año 1591,
con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio
precioso sus escritos espirituales.
Vida
de Pobreza
Gonzalo
de Yepes pertenecía a una buena familia de Toledo, pero como se casó
con una joven de clase "inferior", fue desheredado por sus
padres y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte
de Gonzalo, su esposa, Catalina Alvarez, quedó en la miseria y con
tres hijos. Juan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla
la vieja, en 1542.
Asistió
a una escuela de niños pobres en Medina del Campo y empezó a
aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró
más tarde a trabajar como criado del director del hospital de Medina
del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus
estudios en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas
mortificaciones corporales.
A
los veintiún años, tomó el hábito en el convento de los
carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de
San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso
para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las
mitigaciones (permisos para relajar las reglas) que varios Pontífices
habían aprobado y eran entonces cosa común en todos los conventos.
San
Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo
permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología,
fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el
sacerdocio le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que
llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.
Conoce
a Santa Teresa
Santa
Teresa fundaba por entonces los conventos de la rama reformada de las
carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo,
la santa se entrevistó con él, quedó admirada de su espíritu
religioso, y le dijo que Dios le llamaba a santificarse en la orden
de Nuestra Señora del Carmen.
También
le refirió que el prior general le había dado permiso de fundar dos
conventos reformados para hombres y que él debía ser su primer
instrumento en esa gran empresa. La reforma del Carmelo que lanzaron
Santa Teresa y San Juan no fue con intención de cambiar la orden o
"modernizarla" sino mas bien para restaurar y revitalizar
su cometido original, el cual se había mitigado mucho.
Al
mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la
santidad de estos reformadores infundió una nueva riqueza a los
carmelitas que ha sido recogida en sus escritos, y en el ejemplo de
sus vidas y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad.
Poco
después, se llevó a cabo la fundación del primer convento de
carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró
en aquel nuevo Belén con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos
meses después, se le unieron otros dos frailes. Los tres renovaron
la profesión el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó
el nombre de Juan de la Cruz.
Fue
una elección profética. Poco a poco se extendió la fama de ese
oscuro convento de suerte que Santa Teresa pudo fundar al poco tiempo
otro en Pastrana, y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los
frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que
era a la vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector.
Con
su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos el espíritu de
soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar
su corazón de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más
severas pruebas interiores y exteriores. Después de haber gozado de
las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda
devoción. A este período de sequedad espiritual se añadieron la
turbación, los escrúpulos y la repugnancia por los ejercicios
espirituales. En tanto que el demonio le atacaba con violentas
tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias.
La
prueba más terrible fue sin duda la de los escrúpulos y la
desolación interior, que el santo describe en "La Noche Oscura
del Alma". A esto siguió un período todavía más penoso de
oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que San
Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz
y amor divinos que sucedió a esta prueba, fue el premio de la
paciencia con que la había soportado el siervo de Dios.
En
cierta ocasión, una mujer muy atractiva tentó descaradamente a San
Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho
Santo Tomás de Aquino en una ocasión semejante, Juan se valió de
palabras suaves para hacer comprender a la pecadora su triste estado.
El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias
diferentes, para hacer entrar en razón a una dama de temperamento
tan violento, que el pueblo le había dado el apodo de "Roberto
el diablo".
Glorias
para Dios
En
1571, Santa Teresa asumió por obediencia el oficio de superiora en
el convento no reformado de la Encarnación de Avila y llamó a su
lado a San Juan de la Cruz para que fuese su director espiritual y su
confesor. La santa escribió a su hermana: "Está obrando
maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es
y lo ha sido siempre". Tanto los religiosos como los laicos
buscaban a San Juan, y Dios confirmó su ministerio con milagros
evidentes.
Entre
tanto, surgían graves dificultades entre los carmelitas descalzos y
los mitigados. Aunque el superior general había autorizado a Santa
Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos la consideraban
como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse
que algunos de los descalzos carecían de tacto y exageraban sus
poderes y derechos.
Como
si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los
nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577,
el provincial de Castilla mandó a San Juan que retornase al convento
de Medina del Campo. El santo se negó a ello, alegando que había
sido destinado a Avila por el nuncio del Papa. Entonces el provincial
envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de
Avila y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo
de Avila profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a
Toledo.
Como
Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una
estrecha y oscura celda, y le maltrataron increíblemente. Ello
demuestra cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo en
aquellos que profesaban seguirlo.
Sufrimiento
y unión con Dios
La
celda de San Juan tenía unos tres metros de largo por dos de ancho.
La única ventana era tan pequeña y estaba tan alta, que
el santo, para leer el oficio, tenía que ponerse de pie sobre un
banquillo.
Por
orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de
España y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan
brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte.
Lo que sufrió entonces San Juan coincide exactamente con las penas
que describe Santa Teresa en la "Sexta Morada": insultos,
calumnias, dolores físicos, angustia espiritual y tentaciones de
ceder. Más tarde dijo: "No os extrañe que ame yo mucho el
sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor cuando estuve
preso en Toledo".
Los
primeros poemas de San Juan que son como una voz que clama en el
desierto, reflejan su estado de ánimo:
En
dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
El
prior Maldonado penetró la víspera de la Asunción en aquella celda
que despedía un olor pestilente bajo el tórrido calor del verano y
dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para
anunciarle su visita. San Juan le pidió perdón, pues la debilidad
le había impedido levantarse en cuanto lo vio entrar. "Parecíais
absorto. ¿En qué pensabais?", le dijo Maldonado.
"Pensaba
yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora y sería una gran
felicidad poder celebrar la misa", replicó Juan.
"No
lo haréis mientras yo sea superior", repuso Maldonado.
En
la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen se apareció
a su afligido siervo, y le dijo: "Sé paciente, hijo mío;
pronto terminará esta Prueba".
Algunos
días más tarde se le apareció de nuevo y le mostró, en visión,
una ventana que daba sobre el Tajo: "Por
ahí saldrás y yo te ayudaré". En efecto, a los
nueve meses de prisión, se concedió al santo la gracia de hacer
unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio en busca de la
ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su
celda. Para entonces ya había comenzado a aflojar las bisagras de la
puerta.
Esa
misma noche consiguió abrir la puerta y se descolgó por una cuerda
que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes que
dormían cerca de la ventana no le vieron. Como la cuerda era
demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la
muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño.
Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa
forma consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un
milagro.
Gran
guía y director espiritual
El
santo se dirigió primero al convento reformado de Beas de Segura, y
después pasó a la ermita cercana de Monte Calvario. En 1579, fue
nombrado superior del colegio de Baeza y, en 1581, fue elegido
superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada.
Aunque
era el fundador y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa
época participó poco en las negociaciones y sucesos que culminaron
con el establecimiento de la provincia separada de Los Descalzos, en
1580. En cambio, se consagró a escribir las obras que han hecho de
él un doctor de teología mística en la Iglesia.
La
doctrina de San Juan es plenamente fiel a la tradición antigua: el
fin del hombre en la tierra es alcanzar "Perfección de la
caridad y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el amor";
la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir
al amor y a la unión con Dios por el amor y, en último término,
debe llevar a la experiencia de esa unión a la que todo está
ordenado. "No hay trabajo mejor ni mas necesario que el
amor", dice el santo. "Hemos sido hechos para el
amor". El único instrumento del que Dios se sirve es el
amor". "Así como el Padre y el Hijo están unidos por
el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios".
El
amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como
que amor es producto de la fe, que es el único puente que puede
salvar el abismo separa a nuestra inteligencia de la infinitud de
Dios, la fe ardiente y vívida es el
principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó
nunca de inculcar esa doctrina tradicional con su estilo maravilloso
y sus ardientes palabras.
Las
verdades que enseñó no deben empañarse por las prácticas que
puedan ser exageradas. Al mismo tiempo se ha de tener cuidado en
discernir que es exageración. ¿Cual es nuestro punto de
referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo
exagerado, aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien que
nosotros no sabemos amar hasta el extremo?.
Dios
no pide lo mismo a todos. El sabe la capacidad y el corazón de cada
uno. El amor expande el corazón y las capacidades de entrega.
Solía
pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida
sin enviarle sufrimientos, que no le dejase morir en el cargo de
superior, y que le permitiese morir en la humillación y el
desprecio.
Con
su confianza en Dios (llamaba a la Divina Providencia el patrimonio
de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos provisiones
para sus monasterios. Con frecuencia estaba tan absorto en Dios, que
debía hacerse violencia para atender los asuntos temporales.
Su
amor de Dios hacía que su rostro brillase en muchas
ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón era
como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a
quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que
se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de un consumado
maestro en materia de discernimiento de las personas y sus almas, de
modo que no era fácil engañarle diciéndole que algo procedía de
Dios.
Juan
dormía unas dos o tres horas y pasaba el resto de la noche orando
ante el Santísimo Sacramento.
Pruebas
y más pruebas
Después
de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más
pronunciada una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la
política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en
tanto que el P. Nicolás Doria, que era muy extremoso, pretendía
independizar absolutamente a los descalzos de la otra rama de la
orden.
El
P. Nicolás fue elegido provincial y el capítulo general nombró a
Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos
abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes
tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba que la
vocación de los descalzos era esencialmente contemplativa. Ello
provocó oposición contra él.
San
Juan fundó varios conventos y, al expirar su período de vicario,
fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del P. Nicolás
había ganado mucho terreno y el capítulo general que se reunió en
Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve que autorizaba una
separación aún más pronunciada entre los descalzos y los
mitigados. A pesar de las protestas de algunos, se privó al
venerable P. Jerónimo Gracián de toda autoridad y se nombró
vicario general al P. Doria. La provincia se dividió en seis
regiones, cada una de las cuales nombró a un consultor para ayudar
al P. Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno
de los consultores.
La
innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las
religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora
del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede un breve de
confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el
vicario general. Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto.
Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San
Juan habló en defensa del P. Gracián y de las religiosas.
El
P. Doria, que siempre había creído que el santo estaba aliado con
sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus
cargos y le envió como simple fraile al remoto convento de La
Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses entregado a la meditación
y la oración en las montañas, "porque
tengo menos materia de confesión cuando estoy entre las peñas que
cuando estoy entre los hombres".
Pero
no todos estaban dispuestos a dejar en paz al santo, ni siquiera en
aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial, San Juan, durante
la visita al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos
frailes y había restringido sus licencias de salir a predicar.
Por
entonces, los dos frailes se sometieron pero un consultor de la
congregación recorrió toda la provincia tomando informes sobre la
vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él,
afirmando que tenía pruebas suficientes para hacerle expulsar de la
orden. Muchos de los frailes prefirieron seguir la corriente adversa
a Juan que decir la verdad y así hacer justicia. Algunos
llegaron hasta quemar las cartas que les envió Juan para no caer en
desgracia.
En
medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó
salir del convento de Peñuela y le dio a escoger entre el de Baeza y
el de Ubeda. El primero de esos conventos estaba mejor provisto y
tenía por superior a un amigo del santo. En el otro era superior el
P. Francisco, a quien San Juan había corregido junto con el P.
Diego. Ese fue el convento que escogió.
La
fatiga del viaje empeoró su estado y le hizo sufrir mucho. Con gran
paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior le
trató inhumanamente, prohibió a los frailes que le visitasen,
cambió al enfermero porque le atendía con cariño, sólo le
permitía comer los alimentos ordinarios y ni siquiera le daba los
que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a
Ubeda y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan y
reprendió tan severamente al P. Francisco, que éste abrió los ojos
y se arrepintió.
Santo
y Doctor de la Iglesia
Después
de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de
diciembre de 1591.
En
su muerte no se había disipado todavía la tempestad que la ambición
del P. Nicolás y el espíritu de venganza del P. Diego habían
provocado contra él en la congregación de la que había sido
cofundador y cuya vida había sido el primero en llevar.
La
muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto
el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios
quiso que se despejaran las tinieblas, y se viese su vida auténtica
para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a
Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.
Fue
canonizado en 1726
Santa
Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había
comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido
enriquecida por el cielo. Los escritos del santo
justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente
los poemas de la "Subida al Monte Carmelo", la "Noche
Oscura del Alma", la "Llama Viva de Amor" y el
"Cántico Espiritual", con sus respectivos comentarios. Así
lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de
la Cruz por sus obras Místicas.
La
doctrina de San Juan se resume en el amor al sufrimiento y el
completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro
consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y
condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las
cosas materiales, puesto que dijo: "Las cosas naturales son
siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor".
San
Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan
persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, “fué
libre, como libre es el espíritu de Dios". Su
objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor
divino y la unión sustancial del alma con Dios. "Reunió en sí
mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura
estremecida de Cristo despreciado".
Fuente
Bibliográfica:
-Butler,
Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.
-Oficio Divino I, p. 1031
-Oficio Divino I, p. 1031
Oración:
Te pedimos Señor que por intercesión de San Juan de la Cruz
y con la asistencia y protección de la Virgen Santísima, podamos
descubrir la ventana que nos ayude a liberarnos de nosotros mismos,
de nuestras pasiones, errores, omisiones y violencias contra el
prójimo y así alcanzar la verdadera libertad y poder gozar
eternamente de la contemplación de tu gloria. Te lo pedimos a Tí
que Vives por siempre. Amén.
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