27 de septiembre
San Vicente de Paul
Fundador
de la Congregación de la Misión, y de las Hijas de la
Caridad
1581-1660
Párroco de los galeotes franceses. Cuerpo Incorrupto
Resumen:
Nació en Aquitania, en el año 1581. Cursados los correspondientes
estudios, fue ordenado sacerdote, y ejerció de párroco en París.
Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del
clero, y al servicio de los pobres, y también contó con la ayuda de
Santa Luisa de Marillac, de la Congregación de Hijas de la Caridad.
Murió en París en el año
1660.
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Acontecimientos
providenciales cambiaron su vida
A comienzos de 1617, visita
Vicente a un moribundo en Gannes, en el distrito del Oise, cerca del
palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre
de bien, le reveló a Vicente unos pecados, que jamás se había
atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenza, como por
amor propio.
El moribundo que experimentaba una extrema
soledad moral, que padecía la noche, el frío y la imposibilidad de
hablar con Dios; era un hombre cerca de la muerte, sin haber
encontrado una mirada sacerdotal, lo bastante dulce y lo bastante
humana, para poder salirse de sí mismo, y atreverse a creer en la
ternura de Dios. He ahí la vocación de
Vicente: la ternura.
Su
corazón ha sido tocado. Quería ir a los campos mas
remotos, a expresar a todos los que se sienten perdidos, que existe
un Dios de ternura, que no les ha olvidado. Quiere
ser testimonio de ese amor divino. Estar presente con la ternura de
Dios.
De
1630 a 1650, Francia atraviesa una época de guerras desastrosas,
para el pueblo sencillo. Vicente mira de frente las desgracias de su
época, se niega a cerrar los ojos, y lucha contra la miseria a brazo
partido. Esta miseria impide a los hombres, vivir como seres
humanos.
Si tomamos las cosas más elementales de la
existencia, el nacimiento, por ejemplo, vemos que una de cada siete
mujeres, moría después del parto. Las que no se morían, pasaban
por el momento más grave, el período post-parto: las fiebres y los
problemas de infección.
Por otra parte, un hecho que se
repite constantemente: "Una gran cantidad de huérfanos, que
tienen que ser dejados a cargo de los que sobreviven, y que son
adoptados durante un tiempo, por la comunidad de la aldea o barrio,
hasta que el padre contrae nuevo matrimonio”.
Se suceden
guerras, se triplican los impuestos, y los pobres siempre son los
perdedores. La miseria es espantosa.
Un sacerdote de
la Misión, que acaba de llegar a Champagne, escribe a Vicente: "No
hay lengua que pueda decir, ni pluma capaz de expresar, ni oído que
se atreva a escuchar, lo que hemos contemplado, desde los primeros
días de nuestra estancia en estas tierras.
Todas las iglesias, y los más santos misterios han sido profanados; los ornamentos saqueados; las pilas bautismales destrozadas; los sacerdotes asesinados, torturados u obligados a huir; las viviendas demolidas; las cosechas robadas; las tierras están sin labrar ni sembrar; el hambre y la mortandad son casi absolutas; los cadáveres se hallan sin sepultar, y en su mayor parte sirven de pasto a los lobos.
Los pobres que sobreviven a esta ruina, se ven obligados a recoger por los campos, los granos de trigo o de avena semipodridos. El pan que consiguen fabricar, es como barro, y la vida que llevan es tan insana, que más se parece a una muerte viviente.
Casi todos están enfermos, ocultos en miserables chozas, o en cuevas a las que uno no sabe cómo llegar; la mayor parte tumbados en el suelo desnudos, o sobre paja podrida, sin más ropa que unos miserables harapos. Sus rostros ennegrecidos y desfigurados, más parecen rostros de fantasmas que de hombres".
Vicente
envía allá, a doce de sus sacerdotes, para organizar la ayuda. No
había más que un modo de poner fin a la miseria de las poblaciones:
la paz.
Y
Vicente no lo duda un momento: se atreve a enfrentarse a Richelieu, y
pedirle enérgicamente, que ponga término a tan enormes conflictos.
Cabe
recordar, que estaban en curso en Francia, dos terribles guerras
sucesivas, casi sin interrupción, a lo largo de casi cien años: las
guerras religiosas entre protestantes y católicos, y la guerra de
los treinta años, como una continuación de la primera. Los
impuestos que se le aplicaron a los pobres fueron terribles, ya que
las clases pudientes como el Alto Clero, la Nobleza y la Burguesía,
se negaron a pagarlos. Esta horrorosa injusticia, preparó el camino
de la sangrienta y abominable Revolución Francesa.
Por
eso, el camino de Vicente son los pobres, tanto espiritual como
materialmente. "La Iglesia de
Cristo, no puede abandonar a los pobres. Ahora bien, hay diez mil
sacerdotes en París, mientras que en el campo, los pobres se
pierden, en medio de una espantosa ignorancia".
Vicente quiere sacerdotes para la "misión", para ser
enviados a las zonas rurales.
Para
Vicente, la oración es lo primero;
era muy práctico, pero esa práctica se fundamentaba, en una
profunda intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida interior de
oración.
Vicente, era amigo de la
actividad organizada. Si dio mucho fruto, es porque
utilizaba muy bien el tiempo empleado, empujadas las velas de su
barco, por la fuerza del Espíritu Santo.
Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la mañana, y se acostaba a las nueve de la noche; la jornada consistía en tres horas de oración, tres horas y media de lo que él llamaba "varios", y nueve horas y media de trabajo.
Su vida estuvo constantemente marcada por ese trabajo pausado, regular y porfiado, que recordaba el trabajo de los campesinos de su época, los campesinos entre los que había nacido.
San
Vicente fue consejero de gobernantes, y verdadero amigo de los
pobres. "Monsieur Vincent", como se le
llamaba, estimulaba y guiaba la actividad de Francia, en favor de
todos los pobres: envió misioneros a Italia, Irlanda, Escocia,
Túnez, Argel, Madagascar, así como a Polonia, donde luego, dieron
inicio las Hijas de la Caridad. Se rodeó de numerosos colaboradores,
sacerdotes y seglares, y en nombre de Jesucristo, los puso al
servicio de los que sufren.
Fue proclamado santo, por el Papa
Clemente XII, el 16 de junio de 1737. Su fiesta se celebra el 27 de
septiembre.
En 1712, 52 años más tarde, cuando su cuerpo
fue exhumado por el Arzobispo de París, junto a otros dos obispos,
dos promotores de la fe, un doctor, un cirujano, y un número de
sacerdotes de su orden, incluyendo al Superior General, Fr. Bonnet,
relataron lo siguiente:
"Cuando
abrieron la tumba, todo estaba igual, como cuando se depositó su
cuerpo. Solamente en los ojos y nariz, se veía algo de deterioro. Se
le contaban 18 dientes. Su cuerpo no había sido movido; se veía que
estaba entero, y que la sotana, no estaba para nada dañada. No se
sentía ningún olor, y los doctores testificaron, que el cuerpo no
había podido ser preservado, por tanto tiempo, por medios
naturales”. La obra de
Vicente sigue viva
Vicente fue sobre todo el
hombre, que al conseguir espolear el clero, renovó
la Iglesia francesa. La Congregación de los "Paules",
se convirtió en la orden más vigorosa en Francia, antes de la
revolución francesa , con 6,000 miembros repartidos en 40
provincias.
La Congregación de Hijas de la Caridad, se
extendió por todo el mundo, hasta el punto que en 1965, contaba con
46,000 hermanas. A lo largo de los siglos, han prestado ayuda a
millones de personas desgraciadas: niños abandonados, huérfanos,
enfermos, heridos, refugiados, presidiarios, etc.
El servicio
sencillo y discreto al prójimo, constituye el principal fundamento,
de todas estas asociaciones vicentinas.
Reflexiones de San Vicente de Paul:
"Al
servir a los Pobres, se sirve a Jesucristo" C. IX, 252
"Por
consiguiente, debes vaciarte de tí mismo, para revestirte de
Jesucristo" C. XI 342
"No me basta con amar a Dios,
si no lo ama mi prójimo" C. XII, 262
"¡Cómo!.
¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él, ni
sentirse enfermo con él!. Eso es no tener caridad; es ser cristiano
en pintura." CXII, 271
"Si se invoca a la Madre de
Dios, y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede
ocurrir sino que todo vaya bien, y redunde en gloria del buen Jesús,
su Hijo..." C.XIV, 126ee
"No puede haber caridad, si
no va acompañada de justicia" C. II, 54
"Nada mas
grande que un sacerdote, a quien Dios dé todo poder, sobre su Cuerpo
natural y su Cuerpo místico".
Oración:
Dios y Señor mío, que por intercesión de San
Vicente de Paul, los gobernantes puedan brindar las condiciones
favorables, para que se pueda acceder en todo el mundo, a la Paz, al
Pan y al Trabajo digno. Ruega Vicente al Señor, por el desarme
mundial, la paz entre las religiones, y la promoción del desarrollo
social y económico, en nuestro atribulado mundo. Por Jesucristo
nuestro Señor, y por su Amada Madre, y Madre nuestra también. Amén.
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