Tercera
Feria, 25 de junio
San
Próspero de Aquitania
Seglar
(† c. a. 455)
La
santidad, depende de la fidelidad a la gracia de Dios, y del esfuerzo
por poner en juego, todos los dones recibidos.
Breve
Discípulo
de San Agustín de Hipona. Gran erudito, quien se convirtió en
secretario privado del Papa León I. Luchó en sus escritos, contra
los pelagianos, quienes negaban la existencia del Pecado Original.
Herejías
de Pelagio:
1:
Adán hubiese muerto, aunque no hubiese pecado.
2:
El pecado de Adán, lo dañó solo a él. Sus descendientes, solo
recibieron mal ejemplo.
3:
Los niños antes del bautismo, están en la misma condición, que
estuvo Adán antes de la caída.
4:
La humanidad no muere por el pecado de Adán, ni resucita en el
último día por la redención de Cristo.
5:
El pecado de Adán, solo le afectó a él, y no a su descendencia.
Por lo tanto, los hijos de Adán nacen libre de culpa.
6:
La ley del Antiguo Testamento, ofrece la misma oportunidad de
salvación, que el Evangelio.
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Si
no fuera por sus escritos, todos marcados por la controversia
semipelagiana, y por el testimonio del historiador Gennadio, no
sabríamos gran cosa de su vida, que destaca por su virtud, por la
perseverancia, en la lucha por la ortodoxia, y por el apasionamiento
por la verdad.
Parece
ser que era natural de Aquitania, y así se añade a su nombre, como
apellido, el de su patria, y vió la luz a finales del siglo IV.
Debió recibir una buena y sólida formación, y parece ser, que
frecuentó la compañía de los monjes, que estaban en el monasterio
de San Víctor, en Marsella, al sur de Francia.
Consta
que nunca entró, en el mundo de los clérigos; siempre permaneció
en el estado seglar, y hay indicios prudentes, que llevan a pensar
que estuvo casado; de hecho, se le atribuye el «Poema de un
esposo a su esposa», en cuyo caso no habría duda sobre su
estado matrimonial, e incluso se le podría aplicar, la profundidad
de pensamiento, y las claras actitudes de vida cristiana, que en él
aparecen, pero no puede afirmarse con total seguridad, por negar
algún autor de peso, la autoría del poema.
Bien
conocida es la controversia teológica, suscitada en el siglo V, por
la desviada enseñanza de Pelagio, contraria al pensar cristiano,
poseído pacíficamente en la Iglesia. La reacción de San Agustín,
con toda clase de argumentos bíblicos y teológicos, no se hizo
esperar, en defensa de la fe, y la sanción de los concilios de
Cartago, en los años 416 y 418, con la posterior aceptación del
Papa, parecía haber solucionado para siempre, el problema. Pero no
fue así, y es aquí donde entra en juego Próspero de Aquitania.
Los
monjes de San Víctor en Marsella, empiezan a inficionar las Galias,
con un pelagianismo camuflado, que enseña el abad Casiano, escritor
y teólogo, secundado por sus monjes. Dice en sus «Colaciones», que
admite la doctrina contra los pelagianos, expuesta por San Agustín,
y aprobada por los concilios y los papas, pero sostiene con sus
monjes, que depende del hombre la primera elección, que en términos
teológicos, se denominará desde entonces el «initium fidei».
Este
es el pensamiento teológico, que en el siglo XVI, recibirá el
nombre de semipelagianismo. Próspero detecta el mal larvado, y
habla, discute, visita, y escribe a San Agustín, propiciando la
escritura de los tratados maduros agustinianos «Sobre el don de
la perseverancia» y «De la predestinación de los santos»
que escribió, ya anciano, el obispo de Hipona. Es toda una
controversia de alto nivel.
Como
es laico, y su fuerza termina en su pobre persona, no cede en la
verdad teológica, y marcha a Roma, para implicar en la defensa de la
fe, al mismo Papa Celestino I, que era ya un hombre avezado, en este
tipo de discusiones, y escribió a los obispos galos, pidiendo
sometimiento al magisterio de la Iglesia, recogido de San Agustín.
Se
trataba de intrincadas cuestiones, que en sus matices, son para
especialistas teólogos, y en las que los incautos, son presa fácil
del engaño. En juego, está la idea de Dios
y del hombre; el valor de la Redención, y la necesidad de los
sacramentos. No era poca cosa, lo que estaba sobre el
tapete.
Había
que saber conciliar, la evidencia del absoluto poder de Dios, su
voluntad salvífica universal, y su absoluto respeto, por la libertad
del hombre, que es un ser dependiente, y el papel que le concierne en
su propia salvación, correspondiendo personalmente a la gracia.
Si
se concedía excesivo protagonismo, a la libertad humana; se llegaba
al extremo inaceptable, de que el hombre, puede llegar a la salvación
sobrenatural por sus propias fuerzas; si por el contrario, se
acentuaba la absoluta dependencia del hombre, con respecto a Dios, se
hacía a Dios responsable de la condenación, cosa igualmente
imposible. Llegar a la expresión técnica de la fe, era cosa de
preclaras inteligencias, grandes teólogos, y extraordinarios santos.
Muerto
Casiano, y fallecido también San Agustín, no se acabó la discusión
entre los seguidores del fraile, y tuvo que ser el laico o seglar
Próspero, quien mantuviera firme y alta, la bandera de la ortodoxia.
Que se sepa, escribió «La vocación de todos los gentiles»,
«Contra el autor de las Colaciones», «Sobre la Gracia y
el libre albedrío» y «De los ingratos».
Terminó
sus días, el seglar Próspero, siendo secretario, nada menos que del
papa San León Magno, y hasta se piensa, que pudo poner su
aportación, en la Epístola Dogmática, escrita a los Orientales,
para exponer magisterialmente, el misterio de la Encarnación,
declarando la unión Personal en Cristo, contra la herejía de
Nestorio y contra Eutiques, y los monofisitas, de las dos naturalezas
de Cristo.
Murió
después del año 455, sin que se pueda aventurar, con más
exactitud, la fecha de su muerte, en el actual estado de
investigación.
Da
gusto ver en el siglo V, la entrega de un laico sabio y santo,
responsable de su misión, y puesto en la Iglesia, sin renunciar al
estado, que Dios quiso para él. Aunque en aquella época,
no se hablaba aún de «promocionar al laicado», ni de «laicos
comprometidos», se demuestra una vez más, que para cada uno de
nosotros en particular, la santidad no depende del modo de ser
Iglesia en la Iglesia, sino de la
fidelidad a la gracia de Dios, y del esfuerzo por poner en juego,
todos los dones recibidos.
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Hoy
también recordamos con Amor y Agradecimiento a:
-San
Máximo, Obispo de Turín, doctor insigne y apologista.
Asistió al concilio de Milán de 450, y al de Roma de 465, donde
firma después del papa San Hilario. Murió hacia 465. Tenemos de él,
Homilías sobre el nacimiento de Cristo, Cuaresma, Pasión, Santos, y
diversos asuntos morales; exposición de los Evangelios, tres
tratados sobre el Bautismo, y dos contra los judíos y paganos; y un
tratado de los nombres de los doce Apóstoles.
-San
Guillermo (de Vercelli) de Monte Virgine, 1142.
-San
Sosípatro, discípulo. de San Pablo, Berea (Asia Menor),
s. I.
-Santa
Lucía y veintidós compañeros mártires, Roma.
-San
Galicano, mártir, Alejandría, 362.
-Santa
Febronia, virgen y mártir, Sibaple (Siria), 304.
-
San Antido, mártir, Besançon (Francia), s. IV.
-San
Adalberto, discípulo de San Willibrordo, Holanda, s.
VIII.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, recibe a quienes nos
precedieron, y se encuentran camino al Paraíso, y a todos nosotros,
en tu Mansión Celestial, mirando siempre, nuestra naturaleza
fragmentada y mutilada por el pecado original, y no tanto nuestra
falta de Fe, de Amor y de Constancia, en el servicio a tu Santo
Nombre, y a nuestros Hermanos. Amén.
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