domingo, 9 de junio de 2019


Domingo 9 de junio

SAN EFRÉN de SIRIA
Diácono y doctor


(306-373)

San Efrén - El texto griego que lleva en la mano lee:  "Hermano, camina por el camino estrecho, y sálvate”. Kontoglou, Photios. Monasterio de la Transfiguración, Brookline, MA, EEUU

Efrén: "fructífero" (que da mucho fruto)
Diácono, Doctor de la Iglesia, escritor eclesiástico. Llamado "el arpa del Espíritu Santo"

No hay más auxilio para el muerto, que el de los sacrificios que le ofrecen los vivos”

Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar”

Da gracias por lo que has recibido, y no te entristezcas por la abundancia sobrante”

Breve
San Efrén, alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y defensor de la fe. Es el único de los Padres sirios, a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920. En Siria, tanto los católicos, como los separados de la Iglesia, lo llaman el "Arpa del Espíritu Santo", y todos han enriquecido sus liturgias respectivas, con sus homilías y sus himnos.

A pesar de que no era, un hombre de mucho estudio formal, estaba empapado en las Sagradas Escrituras, y tenía gran conocimiento de los misterios de la fe.

San Basilio, le describe como "un interlocutor, que conoce todo lo que es verdad"; San Jerónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos: "Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio, y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias, se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras. Yo leí en la lengua griega, un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción; reconocí en la obra, el genio sublime del hombre". (Edessa, hoy llamada Urfa o Sanliurfa, está en Turquía)

San Efrén narra que en un sueño, vió que de su lengua, nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas, sus racimos. Este sueño llegó a ser profético, por la gran propagación de sus obras.

A San Efrén debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados, en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto, y un medio de instrucción.

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San Efrén, nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis, hoy llamada Nusaybin, en Turquía, región dominada por Roma. No se sabe por cierto, si sus padres eran Cristianos. Él reconoce que de joven, no le daba mucha importancia a la religión, hasta que le llegaron las pruebas.

A la edad de dieciocho años, recibió el bautismo, y permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, San Jacobo, con quien se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en el año 325. Tras la muerte de San Jacobo, Efrén mantuvo estrechas relaciones, con los tres jerarcas que le sucedieron.

Efrén se hallaba en Nisibis, las tres veces en que los persas, pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad, y la derrota final del enemigo, en el año 350.

Si bien los persas, no pudieron tomar a Nisibis por medio de un ataque frontal, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad, trece años después, cuando Nisibis se les entregó, como parte del precio de la paz, que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano.

La entrada de los persas, hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió, en una caverna abierta entre las rocas, de un alto acantilado, que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento, que un poco de pan de centeno, y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable, donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales. 

Era un asceta, y se le notaba en su apariencia. Según dicen las crónicas, era de corta estatura, medio calvo y lampiño, tenía la piel apergaminada, dura, seca y morena, como el barro cocido; vestía con andrajos remendados, y todos los parches, habían llegado a ser del mismo color de tierra; lloraba mucho y jamás reía.

Si bien la solitaria cueva era su morada, y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella, y con frecuencia, bajaba a la ciudad, para ocuparse de todos los asuntos, que afectaban a la Iglesia. A Edessa la llamaba, "la ciudad bendita", y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo, y al referirse al tema de la segunda venida de Cristo, y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio, ahogaban sus palabras.

Algunos biógrafos, nos dan una idea, muy poco inspiradora de San Efrén, como si rechazara la alegría y la amabilidad. El obispo lo nombró, director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó a muchos maestros de canto, para que pudiesen darle solemnidad, a las fiestas religiosas, de diversas parroquias. Allí estuvo por 13 años (del 350 al 363).

No hay en sus obras, el influjo de las controversias trinitarias de la época. Esto posiblemente se debe, a que no conocía el griego. Mas bien, se dedicó a defender la doctrina antigua, por medio de la poesía.

Bardesanes y otros, utilizaban las canciones y la música populares, para propagar falsas doctrinas. Efrén comprendió la importancia de estos medios, y valoró mucho los cánticos sagrados, como un complemento del culto público. Se propuso imitar las tácticas del enemigo, y sin duda, gracias a su prestigio personal, pero sobre todo, por el mérito grande de sus propias composiciones, las que hizo cantar en las iglesias, por un coro de voces femeninas, consiguió suplantar los himnos gnósticos, por sus propios himnos.

No llegó a ser diácono, sino a edad avanzada. Su humildad, le obligaba a rehusar la ordenación, y el hecho de que a veces, se le designe como a San Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos, en el sentido de que nunca obtuvo, una dignidad eclesiástica más alta. Por otra parte, en sus escritos, hay pasajes que parecen indicar que era sacerdote.

Alrededor del año 370, emprendió un viaje desde Edessa a Cesarea, en la Capadocia, con el propósito de visitar a San Basilio, de quien tanto y tan bien, había oído hablar. San Efrén menciona aquella entrevista, lo mismo que con San Gregorio de Nissa, el hermano de San Basilio, quien escribió con encomio, del venerable sirio.

Una de las crónicas, declara que San Efrén, extendió su viaje, y que visitó Egipto, donde permaneció varios años, pero semejante declaración, no está apoyada por alguna autoridad, y no concuerda con los datos cronológicos de su vida, ampliamente reconocidos.

Hombre de caridad
La última vez que tomó parte, en los asuntos públicos, fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte.

Había hambre en toda la comarca, y San Efrén se hallaba profundamente apenado, por los sufrimientos de los pobres. Los ricos de la ciudad, se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban, que no se podía confiar en nadie, para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces el santo ofreció sus servicios, y fueron aceptados.

Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero, y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro, que incluía la provisión de 300 camillas, para transportar a los enfermos. Supo escuchar así la voz del Señor: "Estuve enfermo, y me fuiste a visitar: tuve hambre y me diste de comer. Ven al banquete, preparado desde el comienzo de los siglos". (Mt. 25, 40).

Terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva, y sólo vivió treinta días más. Las "Crónicas" de Edessa, y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373, como el de su muerte, pero algunos autores, afirman que vivió hasta el 378 o el 379. 

Escritor prolífico
Entre las obras suyas, que han llegado hasta nosotros, algunas están escritas en el sirio original, y otras son traducciones al griego, al latín y al armenio. Se las puede catalogar como obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los comentarios, están en verso. Sozomeno afirma que San Efrén, escribió treinta millones de lineas.

Sus poemas más interesantes, son los "Himnos Nisibianos" (carmina Nisibena), de los que se conservan setenta y dos, de un total de setenta y siete, así como los cánticos para las estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias.

Sus comentarios, comprenden todo el Antiguo Testamento, y muchas partes del Nuevo. Sobre los Evangelios, no utilizó más que la única versión, que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatessaron, la que en la actualidad, no existe más que en su traducción al armenio.

A pesar de que es poquísimo, lo que sabemos sobre la vida de San Efrén, no poco es lo que nos ayudan sus escritos, a formarnos una idea sobre el hombre que fue.

Lo que más impresiona al lector, es el espíritu realista y cordialmente humano, con que discurre sobre los grandes misterios de la Redención. Se diría que se anticipa, a esa actitud de emocionada devoción, ante los sufrimientos físicos del Salvador, que no llegó a manifestarse en el Occidente, antes de la época de San Francisco de Asís.

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Algunos Escritos de San Efrén

Títulos de la Vírgen Santísima
Fue un gran amante de la Virgen María, y en sus escritos, vemos la profunda veneración, que ya se le tenía en el siglo IV. San Efrén compuso, ya en el año 333, una lista en verso, de los más bellos títulos que los cristianos otorgaban, a la Santísima Virgen:

"Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios.

Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros, ante el mediador que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo; eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra Abogada, nuestra Intercesora.

Tú eres la Madre de Aquel, que es el ser más misericordioso, y más bueno. Haz que nuestra alma, llegue a ser digna de estar un día, a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo. Amén!!"

Sobre el aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena
¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento, en el que cupo el mundo!. Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo. ¡Bendito sea el mísero lugar, en que con mano santa, el pan fue roto!. ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!.

¡Oh, lugar santo!. Ningún hombre ha visto, ni verá jamás, las cosas que tú viste. En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación. Sólo Él bastaba para todo, y sin embargo, nadie era bastante para Él. El Altar y cordero, fue víctima y sacrificador, sacerdote y alimento”.

Descripción de Jesucristo siendo azotado
Tras el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado como el más vil de los criminales. ¡Qué gran conmoción, y cuanto horror, hubo a la vista del tormento!. Los cielos y la tierra, enmudecieron de asombro, al contemplar Su cuerpo, surcado por el látigo de fuego, ¡Él mismo, desgarrado por los azotes!.

Al contemplarlo a Él, que había tendido sobre la tierra, el velo de los cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes, el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo, ahora golpeado por infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra, que Su palabra había creado.

¡Y ellos, todavía, desgarraban sus miembros, y le ultrajaban con burlas!. ¡Un hombre, al que Él había formado, levantaba el látigo!. ¡Él, que sustenta a todas las criaturas con su poder, sometió su espalda a los azotes; Él, que es el brazo derecho del Padre, consintió en extender sus brazos, en torno al pilar.

El pilar de ignominia fue abrazado por Él, que sostiene los cielos y la tierra, con todo su esplendor. Los perros salvajes ladraron al Señor, que con su trueno, sacude las montañas, y mostraron los agudos dientes, al Hijo de la Gloria”.

El "Testamento de San Efrén"
Este documento, nos revela el carácter del santo escritor. A pesar de que posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico, sobre todo los pasajes que reproducimos aquí.

San Efrén, hace un llamado a sus amigos y discípulos, en tono emocionado, y de profunda humildad:

No me embalsaméis con aromáticas especies, porque no son honras para mí. Tampoco uséis incienso ni perfumes; el honor no me corresponde a mí. Quemad el incienso ante el altar santo: A mí, dadme sólo el murmullo de las preces. Dad vuestro incienso a Dios, y a mí cantadme himnos. En vez de perfumes y de especias, dadme un recuerdo en vuestras oraciones.

Mi fin ha sido decretado, y no puedo quedarme. Dadme provisiones para mi larga jornada: vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios. Contad hasta completar los treinta días, y entonces, hermanos, haced recuerdo de mí, ya que en verdad, no hay más auxilio para el muerto, sino que el de los sacrificios que le ofrecen los vivos”.

Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia.

¡Señor envía tu Espíritu Santo, y suscita en nosotros la pasión por Tí, que manifestó el Diácono San Efrén! 

Bibliografía
Butler, Vida de los Santos.
Salesman, Vida de los Santos, II.
Agradecemos también los aportes de Vicenç Garcia Tomàs

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Del Comentario de San Efrén, Diácono, sobre el Diatésaron
(Cap. 18, 15-17: SCh 121, 325-328)
Vigilad, pues vendrá de nuevo.

Para atajar toda pregunta de sus discípulos, sobre el momento de su venida, Cristo dijo: “Esa hora nadie la sabe, ni los Ángeles ni el Hijo. No os toca a vosotros, conocer los tiempos y las fechas”.

Quiso ocultarnos esto, para que permanezcamos en vela, y para que cada uno de nosotros, pueda pensar que ese acontecimiento, se producirá durante su vida. Si el tiempo de su venida, hubiera sido revelado, vano sería su advenimiento, y las naciones y siglos, en que se producirá, ya no lo desearían. Ha dicho muy claramente que vendrá, pero sin precisar en qué momento. Así todas las generaciones y todas las épocas, lo esperan ardientemente.

Aunque el Señor, haya dado a conocer las señales de su venida, no se advierte con claridad, el término de las mismas, pues sometidas a un cambio constante, estas señales han aparecido, y han pasado ya; más aún, continúan todavía. La última venida del Señor, en efecto, será semejante a la primera.

Pues del mismo modo, que los justos y los profetas lo deseaban, porque creían que aparecería en su tiempo, así también cada uno de los fieles de hoy, desea recibirlo en su propio tiempo, por cuando que Cristo, no ha revelado el día de su aparición.

Y no lo ha revelado, para que nadie piense que Él, dominador de la duración y del tiempo, está sometido a alguna necesidad, o a alguna hora. Lo que el mismo Señor ha establecido, ¿cómo podría ocultársele, siendo así que Él mismo, ha detallado las señales de su venida?.

Ha puesto de relieve esas señales, para que desde entonces, todos los pueblos y todas las épocas, pensaran que el advenimiento de Cristo, se realizaría en su propio tiempo.

Velad pues, cuando el cuerpo duerme, cuando es la naturaleza quien nos domina; y nuestra actividad entonces, no será dirigida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y cuando reina sobre el alma, un pesado sopor –por ejemplo, la pusilanimidad o la melancolía-, es el enemigo quien domina el alma, y la conduce contra su propio gusto. Se adueña del cuerpo, la fuerza de la naturaleza, y del alma el enemigo.

Por eso, ha hablado nuestro Señor, de la vigilancia del alma y del cuerpo, para que el cuerpo no caiga, en un pesado sopor, ni el alma en el entorpecimiento y el temor, como dice la Escritura: Sacudíos la modorra, como es razón; y también: Me he levantado, y estoy contigo; y todavía: No os acobardéis. Por todo ello, nosotros, encargados de este ministerio, no nos acobardamos.

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Oficio de lectura, VI Domingo del tiempo ordinario
La palabra de Dios, fuente inagotable de vida
Del comentario de San Efrén, diácono, sobre el Diatésaron
(Cap. 1,18-19: SC 121, 52-53)

¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente, una sola de tus frases?. Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos, que lo que tomamos.

Porque la palabra del Señor, presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó, con multiplicidad de colores, su palabra, para que todo el que la estudie, pueda ver en ella, lo que más le plazca. Escondió en su palabra, variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros, pudiera enriquecerse, en cualquiera de los puntos, en que concentrara su reflexión.

La palabra de Dios es el árbol de vida, que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados; como aquella roca que se abrió en el desierto, y manó de todos lados, una bebida espiritual. Comieron—dice el Apóstol—el mismo alimento espiritual, y bebieron la misma bebida espiritual.

Aquél pues, que llegue a alcanzar, alguna parte del tesoro de esta palabra, no crea que en ella, se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar, que de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar.

Ni por el hecho, de que esta sola parte, ha podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril, y la desprecie, sino que considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra.

Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar.

El sediento se alegra cuando bebe, y no se entristece, porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed, no ha de vencer la fuente, porque si tu sed queda saciada, sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed, podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed, se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.

Da gracias por lo que has recibido, y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido, es tu parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento, lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente, por tomar de un solo sorbo, lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza, de lo que puedes ir tomando poco a poco.

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Oficio de lectura, viernes III semana de pascua
La cruz de Cristo, salvación del género humano
San Efrén, diácono
De sus sermones sobre nuestro Señor, 3-4.9

Nuestro Señor fue conculcado por la muerte, pero Él, a su vez, conculcó la muerte, pasando por ella, como si fuera un camino. Se sometió a la muerte, y la soportó deliberadamente, para acabar con la obstinada muerte.

En efecto, nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la muerte; pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo que la muerte deseaba.

La muerte le mató, gracias al cuerpo que tenía; pero Él, con las mismas armas, triunfó sobre la muerte. La divinidad se ocultó, bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mató, pero Él, a su vez, acabó con la muerte. La muerte, en efecto, destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.

La muerte, en efecto, no hubiera podido devorarle, si Él no hubiera tenido un cuerpo, ni el infierno hubiera podido tragarle, si Él, no hubiera estado revestido de carne; por ello quiso el Señor, descender al seno de una virgen, para poder ser arrebatado en su ser carnal, hasta el reino de la muerte. Así, una vez que hubo asumido el cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas, y desbarató sus tesoros.

Porque la muerte llegó hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era la viña, pero la muerte, abrió una brecha en su cerco, valiéndose de las mismas manos de Eva; y Eva gustó el fruto de la muerte, por lo cual, la que era madre de todos los vivientes, se convirtió en fuente de muerte, para todos ellos.

Pero luego apareció María, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en ella habitó Cristo, la nueva Vida. La muerte, según su costumbre, fue en busca de su alimento, y no advirtió que en el fruto mortal, estaba escondida la Vida, destructora de la muerte; por ello mordió sin temor el fruto, pero entonces liberó a la vida, y a muchos juntamente con ella.

El admirable hijo del carpintero, llevó su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo así a todo el género humano, a la mansión de la vida. Y la humanidad entera, que a causa de un árbol, había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida.

En el árbol, pues, en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo, es Señor de toda la creación.

¡A Tí la gloria; a Tí que con tu cruz, te elevaste como un puente, sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por él, desde la región de la muerte, a la región de la vida!.

¡A Tí la gloria; a Tí que asumiste un cuerpo mortal, e hiciste de él fuente de vida, para todos los mortales!.

Tú vives para siempre; los que te dieron muerte, se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo, se entierra en el surco, para que luego brotara, y resucitara llevando consigo, a otros muchos.

Venid, hagamos de nuestro Amor, una ofrenda grande y universal; elevemos cánticos y oraciones, en honor de Aquel que en la cruz, se ofreció a Dios como holocausto, para enriquecernos a todos.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que infundiste tu Espíritu en San Efrén, Diácono y Doctor de la Iglesia, infunde en nosotros, el espíritu de silencio y meditación, oración y devoción que él tuvo, para así poder acercarnos lentamente, al foco ígneo de tu Divinidad. Te pedimos también por todos los cristianos sirios, así como de todas las demás confesiones religiosas, que sufren los devastadores efectos, de la guerra civil en ese país, y trae nuevamente Tu Paz a esa región, que vió a tu Hijo caminar sobre ella. Amén.


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