Sexta
Feria, 15 de abril
SAN
PEDRO GONZALEZ TELMO
(†
1240)
El
jinete zaherido que huyó del frívolo halago
Breve
Santo
bajo cuya poderosa intercesión se aplacan todas las tormentas que se
abaten sobre nuestra vida. Puedo dar testimonio personal de que su
compañía y protección se siente profundamente en esos momentos.
Patrón de los marinos.
-----------------------------------------------
Muchas
conversiones llevan tras de sí singulares «caídas», como le
sucedió a san Pablo, que tienen su peculiar manifestación. En lo
que concierne a Pedro no se habla en sentido figurado. Tuvo
literalmente la suya que removió para siempre su conciencia y le
impulsó a perseguir la santidad.
Conocido
como Telmo, este popular santo nació entre 1180 y 1190, no ha podido
precisarse la fecha exacta, en la localidad de Frómista, Palencia,
España en una noble familia de hondas raíces cristianas, algunos de
cuyos miembros estaban emparentados con la monarquía. Dos de sus
tíos fueron obispos de la capital palentina. En uno de ellos recayó
la responsabilidad de formarlo convenientemente.
El
santo poseía gran inteligencia y además tuvo excelentes profesores
en las universidades de Palencia y Salamanca. Ahora bien, el
momento histórico, con el predominio de la vida de caballería y la
juglaresca, invitaba a seguir caminos opuestos al estudio. Y ello
pudo influir para que no aprovechase debidamente la oportunidad que
la vida le ofrecía. Es uno de los aspectos en los que no existe
unanimidad en los historiadores.
Es
posible que se haya efectuado un juicio excesivamente severo cuando
se alega que, si bien llegó a completar su formación con
brillantez, no ocultó su tendencia a imbuirse en el jolgorio con el
aplauso de sus amigos y el de las muchachas que veían en él a un
joven apuesto y amante de la ostentación. O cuando se afirma que era
inmaduro al recibir el sacramento del Orden de manos de su tío el
prelado Tello Téllez de Meneses, quien lo designó canónigo y deán
de la catedral de Palencia. Con independencia de la veracidad de
estas apreciaciones, que podrían estar condicionadas por el episodio
que se narra a continuación, parece claro que el futuro abría a
Pedro una carrera prometedora, reforzada por las influencias de su
pariente.
Ahora
bien, hay ligerezas en la vida que acarrean serias consecuencias y
más cuando se trata de una persona pública. Y él cometió una
que difícilmente puede calificarse de chiquillada teniendo en cuenta
la responsabilidad que habían puesto en sus manos y la notoriedad
que entonces había alcanzado.
Parece
que su debilidad, la flaqueza que le arrastró en un momento dado,
tuvo que ver con la vanidad. Y de sus funestos resultados se
aprovechó Dios para pulsar definitivamente las fibras más sensibles
de su corazón. Sucedió un día de Pascua de Navidad en medio de una
fastuosa cabalgata que presidía vistiendo elegantemente. Era el modo
que eligió para tomar posesión como deán.
Atento
a la admiración que suscitaba a su paso, no podía imaginar los
instantes tan violentos que se le avecinaban. Pero en un momento
dado, el caballo, que aderezó ex profeso tanto como lo había hecho
consigo, resbaló y se dio de bruces en un gran charco. En medio
del barrizal tuvo que sufrir las chanzas del gentío que contemplaba
el evento, y que poco antes le había hecho acreedor de su admiración
aplaudiendo su presencia con vivas muestras de júbilo. Avergonzado
de ser tan presumido y abochornado por las bromas que suscitó a su
alrededor se puso en pie.
La
aflicción por el mal ejemplo que había dado a los ciudadanos le
infundió este sentimiento: «Pues el
mundo me ha tratado como quien soy realmente, yo haré que no se
burle otra vez de mí». Esta decisión no nacía de
la arrogancia. Era el fruto de la oración que siguió a este momento
y que marcó el inicio de su conversión. Renunciando al éxito que
le aguardaba, ingresó con los dominicos en el convento palentino de
San Pablo y dio un vuelco total a su vida
que se caracterizó por la oración, la penitencia y las
mortificaciones. Sin temor a la
austeridad, cumplió fiel y gozosamente la observancia del carisma
dominico, atendiendo a los pobres y a los enfermos.
Fue
un excelente predicador, capellán castrense en Córdoba junto al rey
Fernando III «el Santo», que lo eligió para esa misión y lo tuvo
como confesor y consejero. Lo designaron prior del convento de
Guimarães, en Portugal, y entre otros frailes allí acogió a
Gonzalo de Amarante. Fue un gran impulsor del rezo del rosario.
Evangelizó Palencia, Córdoba y Sevilla.
Y
también llevó su celo apostólico por Asturias y Galicia,
conmoviendo con sus encendidas palabras los corazones de quienes le
escuchaban. Pero la mayor parte de su vida transcurrió en Galicia,
donde se le recuerda y venera de forma especial tanto en poblaciones
costeras como en zonas rurales.
A
él se debe la construcción de un puente sobre el río Miño, en
Castrillo, lugar cercano a Rivadavia, con el que se atajaron muchas
pérdidas humanas. En este enclave, yendo junto a su fiel
compañero Pedro de las Marinas, consiguió que los peces salieran a
la orilla pudiendo alimentarse ambos en una época de gran escasez.
Y
en otro de los puentes que se debieron a él, en La Ramallosa,
mientras predicaba aplacó la furiosa tempestad que se cernió sobre
todos apartándola del auditorio con un gesto que recuerda a la
división de las aguas del Mar Rojo efectuada por Moisés.
Nunca
se embarcó. Pero los marineros creyendo firmemente en tantos
prodigios que se le atribuyen, siempre le han invocado para hacer
frente a los temporales. Su postrer destino fue la localidad
pontevedresa de Tui. Pertenecía a la comunidad del convento de santo
Domingo de Bonaval en Santiago de Compostela. Al enfermar decidió
volver allí. Emprendió el camino con alta fiebre, pero al
sobrepasar la localidad de Padrón, cuando se hallaba en un puente
conocido como «Ponte das Febres», a través de una locución divina
entendió que debía regresar a Tui. Su muerte unos la cifran el 15
de abril de 1246 y otros el 14 del mismo mes y año.
El
Martirologio lo incluye este día. Su tumba continuó siendo
escenario de numerosos milagros, como lo había sido durante un
tiempo su santa vida. Fue beatificado por Inocencio IV en 1254.
Benedicto XIV confirmó su culto el 13 de diciembre de 1741. Pío IX
lo declaró patrón de la diócesis de Tui el 12 de diciembre de
1867.
(14
de abril de 2013) © Innovative Media Inc.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que infundiste tu Espíritu en San Pedro
González Telmo, haz que por sus méritos e intercesión, sean
apartadas tempestades en nuestras vidas, y poder disfrutar de tu
sencilla paz y así servirte con tranquilidad todos los días de
nuestra vida. A Tí Señor que reprendiste a la tempestad
convirtiéndola en una masnsa brisa. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario