31 de Agosto 2023
San Aidano de
Lindisfarne
Abad y Obispo
(651)
En
Lindisfarne, en el territorio de Northumbria, San Aidano, obispo y
abad, varón de suma mansedumbre, piedad y rectitud de gobierno, que
desde el monasterio de Iona, fue llamado por el rey Osvaldo a esta
sede episcopal, donde fundó un monasterio, para atender eficazmente
a la evangelización de aquel reino.
Cuando San Oswaldo ciñó
la corona de Nortumbría el año 634, pidió a los monjes de Iona,
que enviasen a un obispo a predicar el Evangelio a sus súbditos. El
primer misionero, resultó un hombre rudo y austero, incapaz de hacer
el bien a los paganos.
Tuvo, pues, que regresar a su
monasterio, donde echó la culpa de su fracaso, a la rudeza e
indocilidad de los ingleses. Los monjes se reunieron un sínodo, para
deliberar acerca de lo que se debían hacer, San Aidano, que asistió
al sínodo, dijo claramente al misionero, que el culpable de su
fracaso era él, y no los ingleses, ya que se había mostrado duro y
severo con los ignorantes, cuando hubiese debido alimentarles, con la
leche de una doctrina menos rigurosa, hasta que fuesen capaces de
digerir alimentos más sólidos.
Los ojos de toda la asamblea
se fijaron entonces en el orador, cuyas palabras estaban tan llenas
de prudencia, y le eligieron para la ardua misión.
Aidano era
originario de Irlanda. Según se dice, había sido discípulo de San
Senán, en la isla de Scattery. Eso es todo lo que sabemos acerca de
él, hasta que ingresó en el monasterio de Iona. El rey Oswaldo le
acogió amablemente, y le designó la isla de Lindisfarne como sede
episcopal.
San Beda habla con entusiasmo, sobre la humildad y
piedad de San Aidano. Quienes viajaban con él, estaban obligados a
emplear, los ratos de descanso en la lectura de la Biblia, y en
aprender de memoria los Salmos.
San Aidano viajaba siempre a
pie. Su actitud mostraba claramente, que no buscaba ni quería, los
bienes de este mundo, ya que distribuía entre los pobres, cuantos
regalos le hacían el rey y los nobles.
Rara vez iba a comer
con el monarca, y cuando lo hacía, iba acompañado de dos de sus
clérigos, y retornaba al trabajo lo más pronto posible. Beda
menciona la libertad apostólica, con que echaba en cara sus vicios,
a los grandes de este mundo, y hablaba de la paz, caridad,
continencia, y demás virtudes que supo comunicar, a los habitantes
de aquella nación bárbara.
«Era un obispo, que amaba
apasionadamente la bondad, y que se distinguió por su mansedumbre y
moderación. Estaba lleno de celo por la causa de Dios, aunque su
ciencia, no se hallaba a la altura de su celo...» (estas últimas
palabras aluden al hecho de que San Aidano seguía la costumbre celta
en lo referente a la fecha de la Pascua, etc.). Se necesitaba allí,
precisamente, un hombre como San Aidano, pues Penda y Cadwallon
habían destruido en gran parte la obra de San Paulino.
Los
milagros del santo, de los que Beda relata tres, confirmaban su
predicación. Y el mismo Beda, refiriéndose a la situación
religiosa de la región, treinta años después, da testimonio de la
eficacia del apostolado de San Aidano:
«Los monjes y
clérigos, eran acogidos con gran gozo en todas partes, como siervos
de Dios. Quienes se topaban con ellos en los caminos, corrían a su
encuentro, y se inclinaban ante ellos, muy contentos de recibir su
bendición y de encomendarse a sus oraciones.
El
pueblo prestaba gran atención, a las exhortaciones de los
sacerdotes, y acudía con entusiasmo los domingos, a oír la palabra
de Dios, en las iglesias y monasterios. Cuando un sacerdote llegaba a
una población, los habitantes se reunían, para escuchar la palabra
de vida.
Los clérigos sólo iban a los pueblos para
predicar, visitar a los enfermos, y atender a las almas. Y estaban
tan libres de toda codicia, que jamás recibían tierras o
posesiones, para construir monasterios, sino por mandato de las
autoridades seculares».
El centro de la actividad de San
Aidano, era la isla de Lindisfarne (actualmente Isla Santa), frente a
la costa de Nortumbría, entre Berwick y Bamburgh. Ahí tenía su
sede episcopal, y fundó un monasterio, al que impuso la regla de San
Columkill.
No sin razón, se ha llamado a la isla, la Iona
inglesa, pues de ahí partió el movimiento, que venció al paganismo
en Nortumbría, y fue disipando, poco a poco, las costumbres
bárbaras.
Dom Gougaud cita a Lightfoot, quien dice que «el
verdadero apóstol de Inglaterra no fue San Agustín sino San
Aidano». Tal afirmación es verdadera, por lo que se refiere al
norte de Irlanda. San Aidano fue obispo durante diecisiete años. El
más famoso de los dieciséis obispos que le sucedieron, fue San
Cutberto; pero no fue éste ciertamente el único santo de la isla.
San Aidano educó en su monasterio, a doce jóvenes ingleses.
Fue también infatigable su solicitud por los niños y los esclavos,
y con frecuencia, empleaba las limosnas que recibía, en el rescate
de estos últimos.
El gran monarca, San Oswaldo, prestaba
todo el apoyo posible al santo obispo. Lo mismo hizo su sucesor
Oswino, quien fue asesinado en Gilling en 651.
San Aidano murió once
días después, en el castillo de Bamburgh, que solía emplear como
centro misional. Falleció apoyado contra el muro de la iglesia. Fue
sepultado en el cementerio de Lindisfarne.
Cuando se construyó la
iglesia de San Pedro, sus restos fueron trasladados al santuario. Sin
duda, que las reliquias del santo fueron trasladadas nuevamente,
cuando se evacuó la isla, en la época de las invasiones de los
daneses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario