28 de Agosto 2023
Beatos Juan
Bautista Faubel Cano y Arturo Ros Montalt
233 Mártires
de la persecución religiosa en Valencia
(1936)
El
11 de marzo de 2001 SS Juan Pablo II beatificó a 233 mártires de la
Guerra Civil Española, que tienen en común, además, que fueron
ejecutados en la región de Valencia, España, o por proceder de esa
región su causa de beatificación fue cursada en este grupo.
El
nombre del beato José Aparicio Sanz encabeza la lista de 233
mártires pertenecientes a distintos subgrupos que dieron testimonio
cruento de su fe en Valencia, España, en el contexto histórico de
la Guerra Civil española.
Cada uno de ellos está inscripto
en la fecha de su martirio, pero puesto que fueron beatificados todos
juntos por SS Juan Pablo II el mismo día, 11 de marzo de 2001,
reseñamos aquí con la información del sitio del Vaticano, al par
que en cada fecha correspondiente se podrá encontrar -en la medida
en que la consigamos- la información individual.
Durante el
primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente Popular,
formado por socialistas, comunistas y otros grupos radicales, se
produjeron atentados a la religión más graves que los que se venían
produciendo desde el inicio de la Segunda República, con nuevos
incendios de templos, derribos de cruces, expulsiones de párrocos,
prohibición de entierros y procesiones, etc., y amenazas de mayores
violencias.
Éstas se desataron, con verdadero furor, después
del 18 de julio de 1936 (formal inicio de la guerra civil). España
volvió a ser tierra de mártires desde esa fecha hasta el 1 de abril
de 1939, pues en la zona republicana se desencadenó la mayor
persecución religiosa conocida en la historia desde los tiempos del
Imperio Romano, superior incluso a la de la Revolución Francesa. Fue
un trienio trágico y glorioso a la vez, el de 1936 a 1939. Al
finalizar la persecución, el número de mártires ascendía a casi
diez mil: 13 Obispos; 4.184 Sacerdotes diocesanos y seminaristas,
2.365 Religiosos, 283 Religiosas y varios miles de seglares, de ambos
sexos, militantes de Acción Católica y de otras asociaciones
apostólicas, cuyo número definitivo todavía no es posible
precisar.
El testimonio más elocuente de esta persecución lo
dio Manuel de Irujo, ministro del Gobierno republicano, que en una
reunión del mismo celebrada en Valencia -entonces capital de la
República-, a principios de 1937, presentó el siguiente
Memorándum:
«La situación de hecho de la Iglesia, a
partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco,
es la siguiente:
a) Todos los altares, imágenes y objetos de
culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más
con vilipendio.
b) Todas las iglesias se han cerrado al
culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido.
c)
Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de
normalidad, se incendiaron.
d) Los parques y organismos
oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y
otros objetos de culto, los han fundido y aún han aprovechado para
la guerra o para fines industriales sus materiales.
e) En las
iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados,
garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación
diversos.
f) Todos los conventos han sido desalojados y
suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de
culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados,
ocupados y derruidos.
g) Sacerdotes y religiosos han sido
detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa
por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan
sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de
modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las
restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus
cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o
religioso.
h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de
retención privada de imágenes y Objetos de culto. La policía que
practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las
habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con
escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto
con el culto se relaciona o lo recuerde.»
Y el cardenal
arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal y Barraquer (1868-1943), que
se hallaba refugiado en Italia y fue invitado por el Gobierno
republicano en 1938 para que regresara a su diócesis, dijo:
«¿Cómo
puedo yo dignamente aceptar tal invitación, cuando en las cárceles
continúan sacerdotes y religiosos muy celosos y también seglares
detenidos y condenados, como me informan, por haber practicado actos
de su ministerio, o de caridad y beneficencia, sin haberse
entrometido en lo más mínimo en partidos políticos, de conformidad
a las normas que les habían dado?».
Y añadía: «Los
fieles todos, y en particular los sacerdotes y religiosos, saben
perfectamente los asesinatos de que fueron víctimas muchos de sus
hermanos, los incendios y profanaciones de templos y cosas sagradas,
la incautación por el Estado de todos los bienes eclesiásticos y no
les consta que hasta el presente la Iglesia haya recibido de parte
del Gobierno reparación alguna, ni siquiera una excusa o
protesta.»
A los sacerdotes, religiosos y seglares que
entregaron sus vidas por Dios el pueblo comenzó a llamarles mártires
porque no tuvieron ninguna implicación política ni hicieron la
guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar caídos en
acciones bélicas, ni víctimas de la represión ideológica, que se
dio en las dos zonas, sino mártires de la fe. Los mártires que hoy
beatifica el Santo Padre demuestran la unidad y diversidad eclesial y
esta celebración resulta pastoralmente significativa, porque ve
unidos en un único rito a muchos mártires de una misma
archidiócesis y tiene las siguientes características:
-la
representatividad eclesial del grupo de mártires,pues hay
sacerdotes, religiosos y seglares, que son expresión de los
numerosos carismas y familias de vida consagrada;
-la
representatividad de la Iglesia en España, porque este grupo
representa 37 diócesis. Todos ellos se encontraban en Valencia,
desarrollando sus respectivos ministerios y actividades apostólicas,
y algunos de ellos han sido unidos, en el proceso por competencia, en
base a la normativa canónica vigente;
-el elevado número de
sacerdotes seculares y de seglares, pues es la primera vez que son
beatificados 40 miembros de los presbíteros diocesanos de Valencia
(37) y Zaragoza (3), así como 22 mujeres y 20 hombres y jóvenes,
miembros de la entonces floreciente Acción Católica Española y de
otras asociaciones de apostolado seglar, de todas las edades,
profesiones y estado social;
-el actual contexto pastoral
favorable, que ha despertado interés en las diócesis españolas,
hacia esta página gloriosa de la reciente historia. Ésta había
quedado un tanto olvidada, pero testimonia la fe y la fidelidad de la
Iglesia en España, y más en concreto, en Valencia, que tuvo sus
orígenes a principios del siglo IV en el martirio del diácono
Vicente. El desarrollo de los procesos, las correspondientes
catequesis, y la "fama martyrii" han llevado a las
comunidades cristianas a un mayor interés y devoción hacia los
mártires.
Por ello, la beatificación de todos ellos juntos
es sumamente oportuna y es de desear que susciten una vida cristiana
más intensa, un mayor fervor espiritual y un renovado interés por
mantener viva la memoria de estos gloriosos testigos de la Fe.
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