26 De Agosto
Beato Ceferino
Namuncurá
(1886-1905)
La
santidad de Ceferino es expresión y fruto de la espiritualidad
juvenil salesiana, una espiritualidad hecha de alegría, de amistad
con Jesús y María, de cumplimiento de los propios deberes y de
entrega por los demás.
Ceferino representa la prueba más
convincente, de la fidelidad con la que los primeros misioneros,
mandados por don Bosco, lograron repetir aquello que él había hecho
en el Oratorio de Valdocco: formar jóvenes santos.
Este
sigue siendo nuestro compromiso de hoy, en un mundo que necesita
jóvenes, impulsados por un claro sentido de la vida, audaces en sus
opciones, y firmemente centrados en Dios, mientras sirven a los
demás.
La vida de Ceferino, es una parábola de tan sólo 19
años, pero rica de enseñanzas.
Nació en Chimpay el día 25
de agosto de 1886, y fue bautizado dos años más tarde, por el
misionero salesiano don Milanesio, que había mediado en el acuerdo
de paz, entre los mapuches y el ejército argentino, haciendo posible
al papá de Ceferino, conservar el título de "gran cacique"
para sí, y también el territorio de Chimpay para su pueblo. Tenía
11 años, cuando su padre lo inscribió, en una escuela estatal de
Buenos Aires, pues quería hacer del hijo, el futuro defensor de su
pueblo.
Pero Ceferino, no se encontró a gusto en aquel
centro, y el padre lo pasó al colegio salesiano "Pío IX".
Aquí inició la aventura de la gracia, que transformaría a un
corazón, todavía no iluminado por la fe, en un testigo heroico de
vida cristiana.
Inmediatamente sobresalió por su interés
por los estudios, se enamoró de las prácticas de piedad, se
apasionó del catecismo, y se hizo simpático a todos, tanto a
compañeros como a superiores.
Dos hechos lo lanzaron hacia
las cimas más altas: la lectura de la vida de Domingo Savio, de
quien fue un ardiente imitador, y la primera Comunión, en la que
hizo un pacto de absoluta fidelidad, con su gran amigo Jesús. Desde
entonces, este muchacho, que encontraba difícil "ponerse en
fila", y "obedecer al toque de la campana", se
convirtió en un modelo.
Un
día —Ceferino ya era aspirante salesiano en Viedma— Francesco De
Salvo, viéndolo llegar a caballo como un rayo, le gritó: "Ceferino,
¿qué es lo que más te gusta?". Se esperaba una respuesta, que
guardara relación con la equitación, arte en el que los araucanos
eran maestros, pero el muchacho, frenando al caballo, dijo: "Ser
sacerdote", y continuó corriendo.
Fue precisamente
durante aquellos años de crecimiento interior, cuando enfermó de
tuberculosis. Lo hicieron volver a su clima natal, pero no bastó.
Monseñor Cagliero, pensó entonces que en Italia, encontraría
mejores atenciones médicas. Su presencia, no pasó inadvertida en la
nación, pues los periódicos hablaron con admiración, del príncipe
de las pampas.
Don
Rúa, lo hizo sentar a la mesa con el consejo general. Pío X lo
recibió en audiencia privada, escuchándole con interés, y
regalándole su medalla "ad principes". El día 28 de marzo
de 1905, tuvo que ser internado en el Fatebenefratelli (Hermanos de
San Juan de Dios) de la isla Tiberina, donde murió el día 11 de
mayo siguiente, dejando tras de sí una impronta de voluntad,
diligencia, pureza, y alegría envidiables.
Era un fruto
maduro de espiritualidad juvenil salesiana. Sus restos se encuentran
ahora, en el santuario de Fortín Mercedes, de Argentina, y su tumba
es meta de peregrinaciones ininterrumpidas, porque goza de una gran
fama de santidad, entre el pueblo argentino.
Ceferino encarna
en sí, los sufrimientos, las angustias y las aspiraciones de su
gente mapuche, la misma gente, que a lo largo de los años de su
adolescencia, encontró el Evangelio, y se abrió al don de la fe,
bajo la guía de sabios educadores salesianos.
Hay una
expresión, que recoge todo su programa: "Quiero estudiar, para
ser útil a mi pueblo". En efecto, Ceferino quería estudiar,
ser sacerdote, y volver entre su gente, para contribuir al
crecimiento cultural y espiritual de su pueblo, como había visto
hacer, a los primeros misioneros salesianos.
Al santo nunca se
le puede comparar con un meteoro, que atraviesa imprevistamente el
cielo de la humanidad, sino que más bien, es el fruto de un largo y
silencioso esfuerzo, de una familia y de un pueblo, que quieren
plasmar en aquel hijo sus mejores cualidades.
La beatificación
de Ceferino, es una invitación a creer en los jóvenes, también en
los que apenas han sido evangelizados, y a descubrir la fecundidad
del Evangelio, que no destruye nada, de aquello que es verdaderamente
humano, y la aportación metodológica de la educación, en este
estupendo trabajo de configuración, de la persona humana, que llega
a reproducir en sí la imagen de Cristo.
Quien piense que la
fe religiosa, es una forma de adaptación, o de falta de compromiso
por el cambio social, se equivoca, pues es totalmente lo contrario,
ya que se convierte en la energía, que hace posible la
transformación de la historia.
La santidad, que para algunos
evoca la singularidad, de una condición considerada poco adherente a
la vida cotidiana, significa, por el contrario, la plenitud de la
humanidad puesta en práctica. El santo es una persona auténtica,
realizada y feliz.
Los testimonios de los contemporáneos de
Ceferino, son unánimes al afirmar la voluntad de su corazón, y la
seriedad de su compromiso. "Sonríe con los ojos", decían
los compañeros.
Era un adolescente admirable, santo, que hoy
puede —debe— ser propuesto como modelo y ejemplo a los jóvenes.
Toda la Familia Salesiana de Argentina, reconocida a Dios, por el
extraordinario don, que le ha concedido en Ceferino, tiene la
obligación de sentirse responsable, de mantener viva su memoria, y
de estar convencida, de que puede continuar proponiendo a los
jóvenes, itinerarios concretos de santidad.
Mientras
alabamos, y damos gracias al Señor, por este nuevo pequeño
baldosín, del bello mosaico de la santidad salesiana, renovemos
nuestra fe en los jóvenes, en la inculturación del Evangelio, y en
el sistema preventivo.
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