Quinta
Feria, 30 de Mayo
Santa
Juana de Arco, Virgen y Mártir
(1412-1431)
Patrona
de Francia, y Doncella de Orleáns
“Dios
te lo manda”
Breve
Guiada
por Dios, por medio de locuciones interiores, Santa Juana, conduce al
ejército francés, a liberar el país. Finalmente, traicionada,
muere en la hoguera. Ella se mantiene siempre fiel a Jesús, y a la
Iglesia.
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Santa
Juana de Arco, nació en el día de la Epifanía de 1412, en Domrémy,
pequeño pueblecito de Champagne, a orillas del Mosa, Francia. Su
padre, Jacobo d’Arc, era un hacendado de cierta importancia, hombre
bueno, frugal, y un tanto huraño.
La
madre de Santa Juana, que amaba tiernamente a sus cinco hijos, educó
a sus dos hijas, en los quehaceres domésticos. Santa Juana, declaró
más tarde: "Sé cocer e hilar, como cualquier mujer".
Pero nunca aprendió a leer ni a escribir. Los vecinos de la familia,
en el proceso de rehabilitación de la santa, dejaron testimonios
conmovedores, de la piedad y ejemplar conducta de la joven.
Tanto
los sacerdotes que la conocieron, así como sus compañeros de
juegos, atestiguaron que le gustaba ir a orar a la Iglesia, que
recibía con frecuencia los sacramentos, que se ocupaba de los
enfermos, y era particularmente bondadosa con los peregrinos, a los
que más de una vez, cedió su lecho. Según uno de los testigos,
"era tan buena, que todo el pueblo la quería".
Por
lo que parece, Santa Juana tuvo una infancia feliz, aunque un tanto
turbada, por los desastres que asolaban el país, y por el constante
peligro, de un ataque armado sobre la población de Domrémy, situada
en la frontera de Lorena.
Antes
de emprender su gran empresa, Santa Juana tuvo que huir, por lo menos
una vez, con sus padres, a la población de Neufchatel, a trece
kilómetros de distancia, para escapar de las manos de los piratas
borgoñones, que saquearon Domrémy.
Santa
Juana era todavía muy niña, cuando Enrique V de Inglaterra, invadió
Francia, asoló Normandía, y reclamó la corona de Carlos VI.
Francia se hallaba en aquel momento dividida por la guerra civil,
entre los partidarios del duque de Borgoña, y el duque de Orleáns,
de suerte, que no había podido organizar rápidamente la
resistencia.
Por
otra parte, después de que el duque de Borgoña, fue
traicioneramente asesinado, por los hombres del delfín, los
borgoñeses se aliaron con los ingleses, que apoyaban su causa.
La
muerte de los monarcas rivales, ocurrida en 1422, no mejoró la
situación de Francia. El duque de Bedford, regente del monarca
inglés, prosiguió vigorosamente la campaña, y las ciudades cayeron
una tras otra, en manos de los aliados. Entre tanto, Carlos séptimo,
o el delfín, como se insistía en llamarle, consideraba la situación
perdida sin remedio, y se entregaba a frívolos pasatiempos en su
corte.
A
los catorce años de edad, Santa Juana tuvo la primera de las
experiencias místicas, que habían de conducirla, por el camino del
patriotismo, hasta la muerte en la hoguera. Primero oyó una voz, que
parecía hablarle de cerca, y vio un resplandor; más tarde, las
voces se multiplicaron, y la joven empezó a ver a sus
interlocutores, que eran, entre otros, a San Miguel Arcángel, a
Santa Catalina, y a Santa Margarita.
Poco
a poco, le explicaron la abrumadora misión, a que el cielo la tenía
destinada: ¡Ella, una simple campesina, debía salvar a Francia!.
Para no despertar la cólera de su padre, Santa Juana se mantuvo en
silencio.
Pero
en mayo de 1428, las voces se hicieron imperiosas y explícitas: la
joven debía presentarse ante Roberto de Baudricourt, comandante de
las fuerzas reales, en la cercana población de Vaucouleurs. Santa
Juana, consiguió que un tío suyo, que vivía en Vaucouleurs, la
llevase consigo. Pero Baudricourt se burló de sus palabras, y
despidió a la doncella, diciéndole que lo que necesitaba, era que
su padre, le diese unas buenas nalgadas.
En
aquel momento, la posición militar del rey era desesperada, pues los
ingleses atacaban Orleáns, el último reducto de la resistencia.
Santa Juana volvió a Domrémy, pero las voces no le dieron descanso.
Cuando la joven respondió, que era una campesina, que no sabía ni
montar a caballo, ni hacer la guerra, las voces le replicaron: "Dios
te lo manda".
Incapaz
de resistir a este llamamiento, Santa Juana huyó de su casa, y se
dirigió nuevamente a Vaucouleurs. El escepticismo de Baudricourt
desapareció, cuando recibió la noticia oficial, de una derrota que
Santa Juana le había predicho; así pues, no sólo consintió en
mandarla a ver al rey, sino que le dio una escolta de tres soldados.
Santa Juana pidió, que le permitieran vestirse de hombre, para
proteger su virtud.
Los
viajeros llegaron a Chinon, donde se hallaba el monarca, el 6 de
marzo de 1429; pero Santa Juana no consiguió verle, sino hasta dos
días después. Carlos se había disfrazado,
para poner a prueba a Santa Juana, pero la doncella le reconoció al
punto, por una señal secreta, que le comunicaron las voces, y que
ella transmitió sólo al rey. Ello bastó para persuadir a Carlos
séptimo, del carácter sobrenatural de la misión de la doncella.
Santa
Juana le pidió un regimiento, para ir a salvar Orleáns. El favorito
del rey, la Trémouille, y la mayor parte de la corte, que
consideraban a Santa Juana como una visionaria, o una impostora, se
opusieron a su petición. Para zanjar la cuestión, el rey decidió
enviar a Santa Juana a Poitiers, a que la examinara una comisión de
sabios teólogos.
Al
cabo de un interrogatorio, que duró tres semanas, por lo menos, la
comisión declaró, que no encontraba nada que reprochar a la joven,
y aconsejó que el rey, se valiese prudentemente de sus servicios.
Santa
Juana volvió entonces a Chinon, donde se iniciaron los preparativos
para la expedición, que ella debía encabezar. El
estandarte que se confeccionó especialmente para ella, tenía
bordados los nombres de Jesús y de María, y una imagen del Padre
Eterno, a quien dos ángeles le presentaban de rodillas, una Flor de
Lis. La expedición partió de Blois, el 27 de abril.
Santa Juana iba al a cabeza, revestida con una armadura blanca.
A
pesar de algunos contratiempos, el ejército consiguió entrar en
Orleáns, el 29 de abril, y su presencia obró maravillas. Para el 8
de mayo, ya habían caído los fuertes ingleses que rodeaban la
ciudad, y al mismo tiempo, se levantó el sitio.
Santa
Juana, recibió una herida de flecha bajo el hombro. Antes de la
campaña, había profetizado todos estos acontecimientos, con las
fechas aproximadas. La doncella hubiese querido continuar la guerra,
pues las voces le habían asegurado que no
viviría mucho tiempo.
Pero
La Trémouille, y el arzobispo de Reims, que consideraban la
liberación de Orleáns, como obra de la buena suerte, se inclinaban
a negociar con los ingleses.
Sin
embargo, se permitió a Santa Juana, emprender una campaña en el
Loira, con el duque de Alençon. La campaña fue muy breve, y le dio
el triunfo aplastante, sobre las tropas de Sir John Fastolf, en
Patay. Santa Juana trató de coronar inmediatamente al delfín. El
camino a Reims, estaba prácticamente conquistado, y el último
obstáculo desapareció, con la inesperada capitulación de Troyes.
Los
nobles franceses, opusieron cierta resistencia; sin embargo, acabaron
por seguir a la santa en Reims, donde el 17 de julio de 1429, Carlos
séptimo fue solemnemente coronado. Durante
la ceremonia, Santa Juana permaneció de pie, con su estandarte junto
al rey. Con la coronación de Carlos séptimo, terminó la misión
que las voces habían confiado a la santa, y también su carrera de
triunfos militares.
Santa
Juana se lanzó audazmente al ataque de París, pero la empresa
fracasó, por la falta de los refuerzos, que el rey había prometido
enviar, y por la ausencia del monarca. La santa, recibió una herida
en el muslo durante la batalla, y el duque de Alençon, tuvo que
retirarla casi a rastras. La tregua de invierno que siguió, la pasó
Santa Juana en la corte, donde los nobles la miraban, con mal
disimulado recelo.
Cuando
recomenzaron las hostilidades, Santa Juana acudió a socorrer la
plaza de Compiegne, que resistía a los borgoñones. El 23 de mayo de
1430, entró en la ciudad, y ese mismo día organizó un ataque que
no tuvo éxito. A causa del pánico, o debido a un error de cálculo,
del gobernador de la plaza, se levantó demasiado pronto el puente
levadizo, y Santa Juana, con algunos de sus hombres, quedaron en el
foso a merced del enemigo.
Los
borgoñeses derribaron del caballo a la doncella, entre una furiosa
gritería, y la llevaron al campamento de Juan de Luxemburgo, pues
uno de sus soldados la había hecho prisionera. Desde entonces, hasta
bien entrado el otoño, la joven estuvo presa en manos del duque de
Borgoña. Ni el rey, ni los compañeros de la santa, hicieron el
menor esfuerzo por rescatarla, sino que la abandonaron a su suerte.
Pero
si los franceses la olvidaban, los ingleses en cambio se interesaban
por ella, y la compraron el 21 de noviembre, por una suma equivalente
a 23.000 libras esterlinas, actualmente. Una vez en manos de los
ingleses, Santa Juana estaba perdida.
Éstos,
no podían condenarla a muerte por haberles derrotado, pero la
acusaron de hechicería y de herejía. Como la brujería estaba
entonces a la orden del día, la acusación no era extravagante.
Además, es cierto que los ingleses y los borgoñeses, habían
atribuido sus derrotas, a conjuros mágicos de la santa doncella.
Los
ingleses la condujeron, dos días antes de Navidad, al castillo de
Rouen. Según se dice, sin suficiente fundamento, la encerraron
primero, en una jaula de hierro, porque había intentado huir dos
veces; después la trasladaron a una celda, donde la encadenaron a un
poyo (banco) de piedra, y la vigilaban día y noche.
El
21 de febrero de 1431, la santa, compareció por primera vez ante un
tribunal, presidido por Pedro Cauchon, obispo de Beauvais, un hombre
sin escrúpulos, que esperaba conseguir la sede episcopal de Rouen,
con la ayuda de los ingleses.
El
tribunal, cuidadosamente elegido por Cauchon, estaba compuesto de
magistrados, doctores, clérigos, y empleados ordinarios. En seis
sesiones públicas, y nueve sesiones privadas, el tribunal interrogó
a la doncella, acerca de sus visiones y "voces", de sus
vestidos de hombre, de su fe, y de sus disposiciones para someterse a
la Iglesia.
Sola
y sin defensa, la santa hizo frente a sus jueces valerosamente, y
muchas veces, los confundió con sus hábiles respuestas, y su
memoria exactísima. Una vez terminadas las sesiones, se presentó a
los jueces, y a la Universidad de París, un resumen burdo e injusto,
de las declaraciones de la joven. En base a ello, los jueces
determinaron, que las revelaciones habían sido diabólicas, y la
Universidad la acusó en términos violentos.
En
la deliberación final, el tribunal declaró que si no se retractaba,
debía ser entregada como hereje, al brazo secular. La santa se negó
a retractarse, a pesar de las amenazas de tortura. Pero cuando se vio
frente a una gran multitud, en el cementerio de Saint-Ouen, perdió
valor, e hizo una vaga retractación. Digamos, sin embargo, que no se
conservan los términos de su retractación, y que se ha discutido
mucho sobre el hecho.
La
joven fue conducida nuevamente a la prisión, pero ese respiro, no
duró mucho tiempo. Ya fuese por voluntad propia, ya por artimañas
de los que deseaban su muerte, lo cierto es
que Santa Juana, volvió a vestirse de hombre, contra la
promesa que le habían arrancado sus enemigos.
Cuando
Cauchon y sus hombres, fueron a interrogarla en su celda, sobre lo
que ellos consideraban como una infidelidad, Santa
Juana, que había recobrado todo su valor, declaró nuevamente que
Dios la había enviado, y que las voces procedían de Dios.
Según
se dice, al salir del castillo, Cauchon dijo al Conde de Warwick:
"Tened buen ánimo, que pronto acabaremos con ella".
El martes 29 de mayo de 1431, los jueces, después de oír el informe
de Cauchon, resolvieron entregar a la santa, al brazo secular, como
hereje renegada.
Al
día siguiente, a las ocho de la mañana, Santa Juana fue conducida a
la plaza del mercado de Rouen, para ser quemada vida. Cuando los
verdugos encendieron la hoguera, Santa Juana
pidió a un fraile dominico, que mantuviese una cruz, a la altura de
sus ojos. Murió rezando. Invocaba al Arcángel San Miguel, al cual
siempre le había tenido gran devoción, e invocando el nombre de
Jesús tres veces, entregó su espíritu al Señor.
La
santa, no había cumplido todavía los veinte años. Sus cenizas
fueron arrojadas al río Sena. Más de uno de los espectadores, debió
haberse hecho eco, al comentario amargo de Juan Tressart, uno de los
secretarios del rey Enrique: "¡Estamos perdidos!. ¡Hemos
quemado a una santa!".
Veintitrés
años después de la muerte de Santa Juana, su madre y dos de sus
hermanos, pidieron que se examinase nuevamente el caso, y el Papa
Calixto III, nombró a una comisión encargada de hacerlo.
El
7 de julio de 1456, el veredicto de la comisión, rehabilitó
plenamente a la santa. Más de cuatro siglos y medio después, el 16
de mayo de 1920, Juana de Arco, fue solemnemente canonizada por el
Papa Benedicto XV.
Guinea,
Wifredo, S.J. Vidas de los Santos de Butler. Vol. II, Collier´s
International, Mexico, D.F. 1964.
Oración:
Santa Juana de Arco, ¡ruega por nosotros, y
ayúdanos a escuchar la voz de Dios en nuestra conciencia, y a
afrontar con valentía la más importante batalla: la que se libra en
nuestro interior, y así derrotar a la avaricia, el orgullo, la
concupiscencia, la envidia, la murmuración, y tantos sentimientos
odiosos, que habitan en nuestro interior!. Amén.
Oración
Final:
Dios Todopoderoso y Eterno, aumenta la Fe de Francia, y
de toda Europa, hacia la Divina Cruz, manteniéndolos como un
continente unido y en paz, y como antorcha encendida, en torno a la
Fe Católica y Apostólica, y así vuelva a iluminar al mundo, con
su resplandor. A Tí Señor, que enviaste a tantos misioneros desde
ese Continente. Amén.
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