Tercera
Feria, 11 de Diciembre
Santa
Maravillas de Jesús
(María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán)
(María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán)
Religiosa,
virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas
“Me
abraso en deseos, de que las almas vayan a Dios”
“Lo
que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera”
Breve
María
Maravillas Pidal y Chico de Guzmán, que al entrar en la vida
religiosa, tomó el nombre de Maravillas de Jesús, nació en Madrid,
el 4 de noviembre de 1891, y falleció en el convento de La Aldehuela
de Getafe, el 11 de diciembre de 1974.
De
labor infatigable, vivió los horrores de la persecución religiosa
en España, antes y durante la guerra civil, de 1936-1939. Es
considerada una de las grandes místicas del siglo XX.
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Nació
en Madrid, el 4 de noviembre de 1891, la menor de cuatro hermanos;
fue bautizada a los ocho días, y confirmada en 1896. Hizo su primera
comunión en 1902. Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los
marqueses de Pidal. Don Luis, había sido Ministro de Fomento, y en
aquellas fechas, era Embajador de España ante la Santa Sede.
Fue
educada en sus primeros años, especialmente por su abuela materna,
Patricia Muñoz, y ya desde niña, experimentó una llamada, a
consagrarse al Señor en virginidad. Mientras estudiaba en casa,
durante su adolescencia y juventud, se dedicó a obras de caridad,
ayudando a muchas familias necesitadas.
Leía
frecuentemente, las obras de Santa Teresa de Jesús, y de San Juan de
la Cruz, y cautivada por sus vidas y experiencias espirituales,
decidió entrar en las Carmelitas Descalzas, de El Escorial (Madrid),
donde ingresó el 12 de octubre de 1919, recibiendo el nombre de
Maravillas de Jesús.
Con
este motivo Don Pedro Poveda -que será canonizado juntamente con
ella- le escribió una carta de felicitación, a la que contestó
agradecida. Tomó el hábito en 1920, e hizo su primera profesión en
1921. Allí mismo, detrás de la celosía que da, al sagrario de la
Iglesia conventual, recibió en 1923 la inspiración de fundar un
Carmelo, en el centro geográfico de España, El Cerro de los
Ángeles, donde se había levantado el monumento al Sagrado Corazón
de Jesús.
El
obispo de Madrid-Alcalá, Monseñor Eijo y Garay, acogió la idea, y
en 1924 la Hermana Maravillas, y otras tres monjas carmelitas de El
Escorial, se instalaron provisionalmente, en una casa de Getafe, para
atender desde allí la edificación del Convento. En esa casa, hizo
su profesión solemne, el 30 de mayo de ese mismo año. En 1926, fue
nombrada por el obispo Eijo, priora de la comunidad, y el 31 de
Octubre, se inauguraba el nuevo Carmelo, de El Cerro de los Ángeles.
Como
ya entonces, acudieron muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en
ello, una señal de Dios, para fundar nuevas “casas de la Virgen”.
En 1933, a petición del obispo, misionero carmelita, Monseñor
Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam (India), enviando a ocho
monjas. A ella, no le permitieron ir sus superiores.
Durante
la persecución religiosa en España, a partir de 1931, pasaba todas
las noches, durante muchas horas, orando desde su Carmelo,
contemplando el monumento al Sagrado Corazón, y solicitó
y obtuvo permiso del papa Pío XI, para salir con su comunidad,
exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada
imagen, en caso de querer ser profanada.
En
julio de 1936, las Carmelitas fueron expulsadas de su Convento, y
llevadas detenidas a las Ursulinas de Getafe. Después se refugiaron,
en un piso de la calle Claudio Coello, 33, de Madrid, donde pasaron
catorce meses de sacrificios, privaciones, registros y amenazas,
deseando recibir la gracia del martirio.
En
1937, la Madre pudo salir con su comunidad de Madrid, y pasando por
Lourdes, entró en España para instalarse en el abandonado
“desierto” de Las Batuecas (Salamanca), que había podido
adquirir antes de la guerra. Allí, y a petición del obispo de
Coria-Cáceres, fundó un nuevo Carmelo. En 1938, hizo voto de hacer
siempre lo más perfecto.
En
marzo de 1939, pudo volver a recuperar, aunque totalmente destruido
durante la guerra, el convento de El Cerro de los Ángeles, donde fue
elegida nuevamente priora. En este tiempo, dio testimonio de fe,
heroísmo y fortaleza, prudencia y serenidad, y de una extraordinaria
confianza en Dios.
Desde
entonces, y en muy pocos años, realizó las fundaciones de otros
muchos Carmelos: en 1944, el de Mancera de Abajo (Salamanca); en 1947
el de Duruelo (Ávila), cuna de la reforma carmelitana de San Juan de
la Cruz; en 1950 traslada la comunidad de Las Batuecas, -cediendo
este “desierto” a los padres carmelitas descalzos-, a Cabrera
(Salamanca); en 1954 el de Arenas de San Pedro (Ávila); en 1956 el
de San Calixto, en la sierra de Córdoba; en 1958 el de Aravaca
(Madrid); en 1961 el de La Aldehuela (Madrid), en el que es elegida
priora, y en él vivió hasta su muerte; en 1964 el de
Montemar-Torremolinos (Málaga).
Además,
con hermanas de algunos de los Carmelos fundados por ella, ayudó en
1954 al de Cuenca (Ecuador), en 1964 al de El Escorial, y en 1966 al
de La Encarnación de Ávila, donde había entrado y vivido Santa
Teresa de Jesús, durante treinta años.
En
1960, en Talavera de la Reina (Toledo), edifica un convento, también
con iglesia de nueva planta, para los padres carmelitas descalzos. En
su vida, además del Padre Alfonso Torres, S.J. fueron sus directores
espirituales, el Padre Florencio del Niño Jesús, O.C.D., y el Padre
Valentín de San José, O.C.D.
Desde
el Carmelo de La Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus
últimos catorce años, continuó atendiendo las necesidades de todos
esos Carmelos, e incluso desde la clausura, realizó una labor
social, como la construcción de viviendas prefabricadas, y la ayuda
en la construcción de una barriada de doscientas viviendas.
A
sus expensas, hizo edificar también una Iglesia y un colegio.
Sostuvo económicamente a distintos seminaristas, para que pudieran
llegar a ser sacerdotes; realizó una fundación benéfica, para
sostener a religiosas enfermas; compró una casa en Madrid, para
alojar a las carmelitas, que tuvieran necesidad de permanecer algún
tiempo en tratamientos médicos; y costeó al Instituto Claune, la
edificación de una clínica, para religiosas de clausura. En la
iniciativa y desarrollo de estos servicios caritativos, que solía
empezar sin medios económicos, confiaba siempre en la Providencia de
Dios, que nunca le faltó.
Se
sentía feliz de ser carmelita descalza, “hija de nuestra Santa
madre Teresa”, y consideraba un tesoro, la vida y los textos de
Santa Teresa de Jesús, y San Juan de la Cruz.
Siguiendo
las directrices del Concilio Vaticano II, que aconseja la unión, o
asociación de monasterios de vida contemplativa, en 1972 obtuvo la
aprobación de la Santa Sede, de la “Asociación de Santa Teresa”,
integrada por los Carmelos fundados por ella, -y por otros que
entonces se adhirieron- y en 1973 fue elegida Presidenta.
En
los conventos en que vivió, había sido elegida Priora de la
Comunidad, -en total cuarenta y ocho años-, mostrando a la vez a sus
hermanas, caridad y firmeza, ánimo y consuelo, pidiendo siempre el
parecer de las demás. Irradiaba paz y dulzura, en sus palabras y
gestos, de tal forma que quienes la trataron, salieron siempre
agraciados, con su testimonio de amor a Dios, y de disponibilidad a
la Iglesia, como fiel hija suya.
La
Madre Maravillas de Jesús, es una de las grandes místicas de
nuestro tiempo. Vivió una maravillosa experiencia, de su
unión con Dios, con una rica vida interior, como se refleja en las
cartas íntimas a sus directores espirituales, que sólo se han
conocido después de su muerte.
Pasó
por la vivencia de “las noches”, y por el gozo del amor profundo
de Dios, y de su respuesta de amor a Él. La capacidad de contagiar
el amor de Dios, le provenía de su unión con Él, y de su gran
capacidad y disposición para la oración. Expresaba: “Me
abraso, en deseos de que las almas vayan a Dios”.
Durante
toda su vida, se entregó amorosamente, al cumplimiento de la
voluntad de Dios, y en la última etapa, ofreciendo su enfermedad, y
dando testimonio: “Lo que Dios quiera,
como Dios quiera, cuando Dios quiera” solía repetir
a sus hijas. Amó y vivió la pobreza y humildad heroicamente,
infundiendo este espíritu en sus hermanas. Destacó también por su
fidelidad al ideal teresiano.
Ya
en 1962, había tenido un trastorno circulatorio, del que se repuso.
En 1972 sufrió un paro cardíaco, del que se recuperó; pero su
salud quedó ya muy quebrantada. En la solemnidad de la Inmaculada de
1974, recibió la Unción de los enfermos, y el santo Viático. Murió
a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de
1974, rodeada de sus hijas, y repitiendo: “¡Qué
felicidad morir carmelita!”.
Fue
beatificada en Roma, por el Papa Juan Pablo II, el día 10 de mayo de
1998; sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo de La
Aldehuela (Madrid), y su memoria litúrgica se viene celebrando el 11
de diciembre.
TEXTOS
DE LA MADRE MARAVILLAS DE JESÚS
Yo
no quiero la vida, más que para imitar lo más posible la de Cristo.
He
tomado a la Virgen Santísima por Madre, de un modo especialísimo, y
ella es la encargada también de prepararme y ampararme.
Me
pareció entender, que no era lo que le
agradaba a Dios, lo que fuera mayor sacrificio, sino el cumplimiento
exacto y amoroso de su voluntad divina, en sus menores detalles,
y como quería fuese muy delicada en este cumplimiento, que me
llevaría muy lejos en el sacrificio y en el amor.
Hace
tiempo que no me cuestan, las cosas que quiero hacer por el Señor,
como antes me costaban, ni nada de lo que Él me envía, por doloroso
que sea, porque viendo que es su voluntad, ya es de veras la mía,
sin esfuerzo alguno.
Me
da el Señor tal deseo de amarle, que no sólo durante el día, no
puedo pensar en otra cosa, quedándose todas las cosas de la vida,
como por fuera.
Quisiera
yo poder, a costa de cuanto fuera necesario, transformar las ofensas
que en el mundo se cometen, en gloria, amor y consuelo, para el
Corazón de mi dulcísimo Jesús. ¡Quisiera tanto amarle de veras y
glorificarle!.
A
pesar de mi pobreza, me da el Señor un vivo deseo de esto: de
borrar, si pudiera, todas las ofensas que se le hacen y de sufrir,
pareciéndome esto, lo más deseable de este mundo.
Si
no me concede la gracia tan inmerecida, de poder dar la vida por Él,
que es mi mayor deseo, quisiera emplearla toda, en sufrir cuanto
pudiera por su amor.
Yo
quiero a todo trance santificarme, entregar, pero de veras, toda mi
nada al Señor.
Estoy
contentísima con la idea de hacer así, el conventico como los
pobres, es decir, como lo que somos. A mi Cristo le gusta, que lo
hagamos con pobreza, y a mí también....
Da
una devoción este trabajar como los pobres. Es que trabajar para
ganarse la vida, es dulcísimo para el alma, y durillo para el tonto
cuerpo.
Me
figuro que estarán entusiasmadas con el Concilio, ¡qué hermosura y
qué felicidad ser hijas de la Iglesia!.
¡Lo
que Él quiera!. Si Él no lo quiere, ¿para qué vamos a quererlo
nosotras?.
Hermanas,
quisiéramos abarcar el mundo entero, pero como esto no es posible,
que no quede sin atender nada, de lo que pase a nuestro lado.
La
corona no es de los que comienzan, sino de los que perseveran hasta
el fin. Esta vida se pasa volando, y lo único que vale, es lo que
hagamos para la otra.
¿Miedo
a la muerte?. Si la muerte no es más que echarse en las manos de
Dios.
Testimonio
Personal: A los que vengan a Buenos Aires, Argentina, les
recomiendo que vengan a la misa conventual de las Carmelitas
Descalzas de Clausura de la calle Potosí 3090, a una cuadra del
Hospital Italiano, en el barrio de Almagro, todos los días a las
7.30 horas de la mañana.
Allí
viven en comunidad y reclusión perpetua más de 25 hermanas. Su
coro, la paz y la piedad que se respira, será de una gran ayuda
espiritual para todos los que asistan a ella.
Yo
tengo la dicha de vivir a poca distancia de este monasterio desde
1965, cuando era un niño que estaba por iniciar la escuela primaria.
Siempre
fué para mí, un consuelo escuchar sus discretas campanadas de
llamado a la misa, al mediodía, y a las nueve de la noche. Son desde
su silencio, lo que yo llamo “las murallas divinas y puerta del
Reino de los Cielos”.
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión
de la Madre Maravillas, sostengas a la comunidad Carmelita, hasta el
fin de los tiempos, permitiendo que con su perfume angélico,
derramen su influencia en el mundo entero. A Tí Señor, que Eres la
fuente de nuestra alegría y consuelo, y que Vives y Reinas por
Siempre. Amén.
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