Domingo
23 de Diciembre
San
Juan Cancio (de Kenti)
Sacerdote.
Decano. El Padre de los Pobres.
+1473
"Combatimos
el pecado, pero amamos al pecador. Atacamos el error, pero no
queremos violencia contra nadie; la violencia siempre hace daño, en
cambio la paciencia y la bondad, abren las puertas de los corazones"
Breve
Decano
de filosofía, y profesor de teología en la Universidad de Cracovia.
Conocido por su austeridad, humildad y caridad para con los pobres.
Uno de los Patrones de Polonia.
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Nace
en Kanty, cerca de Auschwitz, Polonia (al oeste de Cracovia).
Sus
compañeros de estudio, le criticaban por ayunar, y abstenerse de
comer carne. Le decían que estaba dañando su salud. Él respondía
que los monjes ayunaban, y se abstenían de carne, y muchas veces
llegaban hasta los ochenta años, con salud física y mental.
En
una ocasión, regaló su almuerzo a un hombre hambriento, que vió
junto a la puerta. Sintió entonces una alegría tan grande, al
recordar que quien atiende al pobre, atiende a Cristo, tanto que
cuando llegó a ser profesor de la universidad, todos los días le
dará almuerzo a un pobre.
Cuando
alguien le decía: "Ya viene el pobre", él añadía:
"Ya viene Jesucristo", porque recordaba lo que dijo
Jesús: "Yo les diré: tuve hambre y me dieron de comer.
Porque todo favor que han hecho, a cualquiera de estos mis humildes
hermanos, yo lo recibo, como si me lo hubieran hecho a Mí en
persona" (Mt. 25, 40).
Al
llegar a la Universidad, Juan ponía fin a una educación que
pudiéramos llamar casi campesina. Había nacido en el seno de una
familia patriarcal, y se había educado cristianísimamente, con una
orientación ortodoxa, sólida y segura. Incorporado a la
Universidad, después de algunas duras pruebas, que él supo
sobrellevar con firmeza, se dedicó con tal entusiasmo a los
estudios, que su figura pronto destacó.
Siendo
joven sacerdote, lo nombraron profesor de la universidad. Pero unos
envidiosos, hicieron que lo nombraran como párroco, lejos de la
universidad. Allá se hizo querer tanto, que el día que lo
trasladaron otra vez hacia la capital, centenares de feligreses lo
acompañaron por varios kilómetros, dando grandes demostraciones de
tristeza.
Él
se despidió de ellos, con estas palabras: "La
tristeza no es provechosa. Si algún bien les he hecho en estos años,
canten un himno de acción de gracias a Dios, pero vivan siempre
alegres y contentos, que así lo quiere Dios".
Nuevamente
lo nombraron profesor de la Universidad de Cracovia (Polonia), y
durante muchos años, enseñó Sagrada Escritura.
En
el año 1417, obtuvo el doctorado en Filosofía, y poco después en
Teología. Ordenado de sacerdote, nombrado canónigo de Cracovia,
obtuvo una cátedra de teología en la Universidad, y continuó
residiendo en el mismo Colegio Mayor, en que había residido,
mientras fue estudiante. Fuera de su estancia universitaria, en una
parroquia y de sus viajes, no conocerá Juan ninguna otra residencia.
La
estampa que nos ha llegado de él, a través de los siglos, es la de
un profesor universitario, verdaderamente ejemplar; sin
faltar jamás a clase; enteramente al servicio de los estudiantes;
consagrando largas horas al estudio; explicando con claridad y
humildad; viviendo intensamente la vida universitaria.
Sus
méritos le llevarán hasta el mismo rectorado, y durante muchos
siglos, la toga morada, que él había ostentado mientras fue rector,
servirá también a quienes le sucedan en el cargo, como una consigna
de superación y de fidelidad.
Los
ratos libres, los dedicaba a visitar pobres y enfermos. Lo que
ganaba, estaba a disposición de los pobres de la ciudad, que muchas
veces, lo dejaron en la ruina.
En
las discusiones, repetía lo que decía San Agustín: "Combatimos
el pecado, pero amamos al pecador. Atacamos el error, pero no
queremos violencia contra nadie; la violencia siempre hace daño, en
cambio la paciencia y la bondad, abren las puertas de los corazones".
Cuando
predicaba acerca del pecado, lloraba al recordar la ingratitud de los
pecadores hacia Dios, y la gente al verlo llorar se conmovía, y
cambiaba de conducta.
A
sus alumnos, les repetía estos consejos: "Cuídense de
ofender, que después es difícil hacer olvidar la ofensa. Eviten
murmurar, porque después resulta muy difícil, devolver la fama que
se ha quitado".
Sus
alumnos y sus beneficiados, recordaron con gratitud su nombre por
muchos años. Fueron centenares, los sacerdotes formados
espiritualmente por él. La gente lo llamaba: "el
padre de los pobres".
Se
dice que un día que iba a la iglesia, en Olkusz, encontró un pobre
agachado en la nieve, temblando de frío; el sacerdote se sacó su
capa y se la puso al mendigo, y lo llevó a la iglesia, donde lo
cuidó y lo reconfortó. Poco después que
el pobre se hubo marchado, la Virgen se apareció a Juan Cancio y le
retornó la capa.
Vuelto
del peregrinaje a Roma, fue asaltado por unos bandoleros que le
robaron todo lo que vieron. Al acabar, le preguntaron si llevaba
alguna otra cosa que se hubiesen dejado: les dijo que no, y
marcharon.
Entonces
recordó que todavía tenía unas piezas de oro cosidas a la capa:
corrió hasta que llegó donde estaban los bandoleros, y les ofreció
las monedas; los ladrones, confusos y avergonzados, le devolvieron
todo lo que habían robado.
El
24 de diciembre de 1473, rodeado por sus amados profesores de la
universidad, y después de recibir los santos sacramentos, murió
santamente.
En
su sepulcro se obraron tantos milagros, y por su intercesión se
consiguieron tan admirables favores, que los Sumos Pontífices –
Clemente X (beatificación 1676) y Clemente XIII (canonización 1767)
- lo declararon santo.
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión
de San Juan Cancio, puedan los claustros universitarios ser foco
irradiador de la Verdad, el Camino y la Vida, conservándose siempre
el espíritu innovador y de sana alegría. A Tí Señor, que eres la
fuente innagotable de la Ciencia, la Alegría y la Sabiduría, y
gobiernas el Universo, por los Siglos de los Siglos. Amén.
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