jueves, 31 de marzo de 2016

Quinta Feria, 31 de marzo
San Amós, profeta


(s. VIII a.C.)

Breve
Leer al profeta Amós es traer al presente las injusticias sociales que ya existían en el siglo VIII aC. Parecen escritas hoy mismo.

Es de temer las consecuencias que sobrevendrán, teniendo en cuenta lo que pasó entonces: la invasión terrible de Senaquerib, rey de Asiria, que arrasó con todos los palacios, se apropió de todas sus riquezas, y se llevó prisioneros a todos quienes habitaban el Reino Norte de Israel, dejando solo en libertad a los más pobres de la región, para que cultiven la tierra en su propio beneficio.

Lo mismo pasó luego con Nabuconodosor, rey de Caldea, respecto al Reino de Judá - zona sur del país- , décadas después. Solo dejó a los mas pobres para que cultiven en paz las tierras, y se llevó especialmente al destierro a los más poderosos y ricos de Judá a Babilonia.


Sabemos por la Fe que todo esto sucedió porque Dios mismo juró que levantaría su mano en contra de su propio pueblo elegido, como escarmiento y signo para las demás naciones.

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Amós era pastor de Tecoa, al límite del desierto de Judá. No era miembro de los clubs de profetas de Israel; ninguna escuela profética. Simplemente Dios le llama, sacándolo de sus labores pastoriles y lo manda a profetizar a Israel.

El marco en que desempeña su ministerio profético está situado junto al santuario de Betel.

Y la época particular de su función para “hablar en nombre de otro” -en este caso, de Dios- es en el reinado de Jeroboán II (783-743 a. C.). Es uno de los momentos gloriosos del pueblo de Israel consideradas las cosas desde el punto de vista humano; se vive en paz y tranquilidad, el Reino del Norte se extiende y enriquece hasta el punto que el lujo de los grandes y poderosos es un insulto para la miseria en que está el pueblo. Incluso el esplendor del culto -con inusitado boato- encubre la ausencia de una religión verdadera.

Con un estilo sencillo y tan rudo como cabe esperar de un pastor que pasa su vida entre los animales que cuida en soledad, condena la vida corrompida de las ciudades, se indigna por las desigualdades sociales que claman al cielo como grita una injusticia, y protesta por la falsa seguridad depositada por sus contemporáneos en los ritos religiosos que están vacíos porque no llevan a compromisos personales.

Dios castigará a los poderosos -clase dirigente- de Samaria que pecan maltratando a los pequeños del pueblo. Critica las idolatrías, violencias, injusticias, disolución y universal corrupción en la que está sumido el rebaño elegido.

Por primera vez emplea dos expresiones que luego serán utilizadas ampliamente en la literatura profética posterior. Habla del “día de Yahwéh”, cargado de acentos terribles, para designar el momento en que Dios tomará justas decisiones reivindicativas; en medio de tinieblas, Yahwéh castigará a Israel por sus maldades, utilizando a un pueblo que en la mente del profeta Amós es Asiria sin llegar a mencionar su nombre.

Otra expresión novedosa es “el resto”, término con el que se quiere designar a una porción de israelitas fieles al yawismo puro en quienes reposará la esperanza de una perspectiva de salvación posterior.

Desde siempre ambicionó el hombre las riquezas para poseer, el poder para dominar a los demás y la gloria para alimentar su soberbia; esto trae como directa consecuencia el oscurecimiento y el eclipse de Dios. Amós, profeta, dijo en su nombre que Él mira y valora lo de "dentro".

Cumplió con valentía el encargo dificultoso de hablar claro y sin tapujos para clarificar actitudes, aunque le llevaran a sufrir las acusaciones de Amasías, sacerdote de Betel, y la persecución de su hijo Ozías.

¿Verdad que a pesar de tantos años aún no se aprendió la lección?.


Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que por los méritos y la intercesión de San Amós, profeta, puedan nuestros líderes civiles, militares y eclesiásticos estar a la altura de tu Santo Nombre y jamás transigir con el Mal, la Corrupción o la Violencia contra los más débiles. Que ninguno de ellos sean pastores mudos, que no sean capaces de dar aviso del peligro ni enfrentar a las fieras que viene a devorar al rebaño. Amén.

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