29 de Junio
SAN PEDRO
El Príncipe de Los Apóstoles,
Primer Papa
San
Pedro Apóstol -- Pedro es mencionado frecuentemente en el Nuevo
Testamento -- en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, y
en las Epístolas de San Pablo. Su nombre aparece 182 veces.
Lo
único que sabemos de su vida, antes de su conversión, es que nació
en Betsaida, junto al lago de Tiberíades, y se trasladó a
Cafarnaum, donde junto con Juan y Santiago, los hijos del Zebedeo, se
dedicaba a la pesca.
Existe evidencia para suponer, que
Andrés, el hermano de Pedro, y posiblemente el mismo Pedro, fueron
seguidores de Juan el Bautista, y por lo tanto se habrían preparado
para recibir al Mesías en sus corazones.
Imaginamos a Pedro,
como un hombre astuto y sencillo, de gran poder para el bien, pero a
veces afligido por un carácter abrupto y tempestivo, que habría de
ser transformado por Cristo, a través del sufrimiento.
Nuestro
primer encuentro con Pedro, es a principios del ministerio de Jesús.
Mientras Jesús caminaba por la orilla del lago de Galilea, vio a dos
hermanos, Simón Pedro y Andrés, echar la red al agua. Y los llamó
diciendo: « Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
(Mateo 4,19).
Inmediatamente abandonaron sus redes, y lo
siguieron. Un poco después, aprendemos que visitaron la casa, en la
que estaba la suegra de Pedro, sufriendo de una fiebre, la cual fue
curada por Jesús. Esta fue la primera curación atestiguada por
Pedro, quien presenciará muchos milagros más, durante los tres años
de ministerio de Jesús, siempre escuchando, observando, preguntando
y aprendiendo.
Profesión de fe y primado de Pedro
Cristo
resucitado es el fundamento de la Iglesia: «porque nadie puede
poner otro fundamento, que el que está ya puesto, que es Jesucristo"
-1 Cor 3,10. Sin embargo, el mismo Jesús, quiso que su Iglesia
tuviese un fundamento visible, que serán Pedro y sus sucesores.
Jesús presenta la vocación singular de Pedro, en la imagen
de roca firme. Pedro= Petros= Quefá= Piedra= Roca. Es el primero que
Jesús llama y lo nombra roca, sobre la cual construirá su Iglesia.
Pedro es el primer Papa, ya que
recibió la suprema potestad pontificia, del mismo Jesucristo.
El ministerio Petrino, asegura los cimientos que garantizan la
indefectibilidad de la Iglesia, en el tiempo y en las tormentas. La
barca del pescador de Galilea, es ahora la Iglesia de Cristo. Los
peces son ahora los hombres.
Llegado Jesús, a la región de
Cesarea de Filipo , hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién
dicen los hombres, que es el Hijo del hombre?". Ellos
dijeron: «Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros,
que Jeremías o uno de los profetas".
Díceles Él:
«Y vosotros ¿quién decís que soy yo?". Simón Pedro
contestó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo".
Replicando
Jesús dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque
no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está
en los cielos. Y yo a mi vez te digo: que tú eres Pedro, y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno, no
prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de
los Cielos, y lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y
lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos» .
-Mateo 16: 13-20.
Dar las llaves significa, entregar la
autoridad sobre la Iglesia, con el poder de gobernar, de permitir y
prohibir. Pero no se trata de un gobierno como los del mundo, sino
en función de servicio por amor: «el mayor entre vosotros sea el
último de todos, y el servidor de todos». (Mt
23,11).
Recordemos algunos de los episodios Bíblicos, en los
que aparece Pedro.
Después del milagro de la multiplicación
de los panes, Jesús se retiró a la soledad de un cerro a orar,
mientras sus discípulos, cruzaban en una barca el lago de Galilea.
De improviso, vieron a Jesús caminando sobre el agua, y
según San Mateo, Jesús les dijo: «¡Soy yo, no temáis!».
Pedro respondió: «Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta
ti sobre el agua». Entonces Pedro empezó a caminar
confiadamente, pero al notar la fuerza del viento titubeó, y comenzó
a hundirse. Al momento, Jesús lo tomó de la mano, y le dijo: «¡Que
poca fe!. ¿Por qué dudaste?» (Mateo 14, 22-31).
Pedro
siempre figura, entre los tres mas allegados a Jesús. Fue elegido
con Santiago y Juan, para subir al monte Tabor, donde ocurrió la
Transfiguración. Aquí contempló la Gloria del Señor, y escuchó
la proclamación de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco; escuchadle». (Mateo 17, 1-5).
Después bajaron
a Jerusalén, donde Jesús comenzó a preparar a sus discípulos,
para el fin de su ministerio en la tierra. Pedro llevó a Jesús
aparte, y comenzó a reprenderlo, porque no quería aceptar un fin
tan terrible como la cruz.
Al estar todos reunidos en la
Última Cena, Pedro declaró su lealtad y devoción, con estas
palabras: «Aunque todos pierdan su confianza, yo no». E
insistió: «Me quedaré contigo, aunque tenga que dar la vida».
Con inmensa tristeza Jesús le contestó: «Te aseguro
que esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me
negarás tres veces».
Al desenvolverse esa trágica
noche, se realizó esta profecía. Cuando los soldados llevaron a
Jesús a los judíos, Pedro se quedó en el patio, y tres veces lo
acusaron de ser discípulo de Jesús. Él lo negó las tres veces. En
aquel mismo momento, cantó el gallo por segunda vez, y Pedro empezó
a llorar.
Pedro es un pecador arrepentido. Cristo lo perdona,
y confirma su elección. Pregunta a Pedro: «¿Me amas más que
éstos?». (Jn 21,15). Pedro afirma tres veces su amor. Jesús
entonces le dice: «Apacienta mis ovejas».
Signo de
su misión como pastor universal de la Iglesia. Su ministerio se
sostendrá, gracias al poder de Cristo, quien ora por él. «He
rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Cuando te conviertas,
confirma a tus hermanos». (Lc 22,32). Es Cristo el Buen Pastor,
quien confiere su poder de perdonar, consagrar, enseñar y dar
testimonio.
Pedro ejerció su primacía entre los Apóstoles,
con entereza y valor. Él fue « La
Piedra» en la que la Iglesia fue fundada. Su
capacidad de conversión, quizás sea lo que hace su historia
ejemplar, para nosotros pecadores.
Pedro cayó
estrepitosamente, en la noche que negó al Señor. Después se
arrepintió, y ascendió hasta llegar a obispo de Roma, mártir y
«guardián de las llaves del reino de los cielos.».
Lo
vemos a la cabeza de los Apóstoles. Fue Pedro, quien tomó la
iniciativa de elegir, uno que tomara el lugar de Judas, y quien
realizó el primer milagro. Un mendigo le pidió limosna. Pedro le
dijo que no tenía dinero, pero en el Nombre de Jesús Nazareno, le
mandó levantarse y andar. El mendigo, curado de su mal, hizo lo que
le mandó Pedro.
La expansión del cristianismo, atrajo
persecuciones, en las que fue martirizado San Esteban, y muchos de
los convertidos, se esparcieron o escondieron. Los Apóstoles
permanecieron firmes en Jerusalén, donde los líderes judíos eran
sus peores perseguidores.
Pedro decidió predicar en las
aldeas circundantes, y cada vez mas lejos. En Samaria, donde predicó
y realizó milagros, Simón, un mago, le ofreció dinero, para que le
enseñara el secreto de sus poderes. Pedro lo reprendió fuertemente,
y le dijo: «Quédate con tu dinero, que te pudras con él, porque
has pensado que los dones de Dios se pueden comprar».
Por
su sinceridad, Pedro inevitablemente, tuvo muchos conflictos con las
autoridades judías; hasta dos veces los jefes de los sacerdotes, lo
mandaron arrestar. Nos dice la Escritura, que fue milagrosamente
desencadenado, y librado de la prisión, e impresionó a los demás
Apóstoles, al llegar repentinamente donde ellos moraban.
Pedro
después, predicó en los puertos marítimos de Joppa y Lydda, donde
conoció hombres de diferentes razas, y en Cesarea donde se convirtió
el primer gentil, Cornelio.
Fue obispo de Antioquía, y
después pasó a ser obispo de Roma, donde fue martirizado, durante
el reinado de Nerón, alrededor del año 67, el mismo año que San
Pablo.
Así lo estiman tres Padres de la Iglesia: San Ireneo,
San Clemente de Alejandría y Tertuliano. Fue sepultado, en lo que
hoy es el Vaticano, donde aun se encuentran su restos bajo el altar
mayor, de la basílica de San Pedro. Esto ha sido comprobado, en los
encuentros arqueológicos, y anunciado por Pío XII, al concluir el
año santo de 1950.
Martirio de San Pedro
San
Pedro murió crucificado. Él no se consideraba, digno de morir en la
forma de su Señor, y por eso lo crucificaron con la cabeza hacia
abajo. El lugar exacto de su crucifixión, fue guardado por la
tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron
a San Pedro.
Las palabras de Jesús se cumplen
textualmente.
«Y yo a mi vez te digo, que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades, no
prevalecerán contra ella». Mateo 16:18.
Hay testimonios
arqueológicos de la necrópolis, con la tumba de San Pedro,
directamente bajo el altar mayor. Esta ha sido venerada desde el
siglo II. Un edículo de 160 d.C. en el cual puede leerse en
griego; "Pedro está aquí".
Se han encontrado
muchos escritos en las catacumbas, que unen los nombres de San Pedro
y San Pablo, mostrando que la devoción popular a estos grandes
Apóstoles, comenzó en los primeros siglos.
Pinturas muy
antiguas nos describen a San Pedro, como un hombre de poca estatura,
enérgico, pelo crespo y barba. En el arte, sus emblemas
tradicionales son un barco, llaves y un gallo.
Hoy, el Papa
continúa el ministerio petrino, como pastor universal de la Iglesia
de Cristo. Al conocer los orígenes, debemos renovar nuestra
fidelidad al Papa, como sucesor de Pedro.
Los únicos escritos
que poseemos de San Pedro, son sus dos Epístolas en el Nuevo
Testamento. Pensamos que ambas fueron dirigidas, a los convertidos de
Asia Menor.
La Primera Epístola esta llena de admoniciones
hacia la caridad, disponibilidad y humildad, y en general de los
deberes en la vida de los cristianos.
Al concluir, Pedro
manda saludos de parte «de la iglesia situada en Babilonia». Esto
prueba que la Epístola fue escrita desde Roma, que en esos tiempos
los judíos la llamaban "Babilonia".
La Segunda
Epístola trata de las falsas doctrinas, habla de la segunda venida
del Señor, y concluye con una bella doxología, «pero creced en la
gracia y sabiduría de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. A Él
sea la gloria, ahora y por siempre».
Oración:
Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la intercesión, del
amado Apóstol Pedro, haz que las puertas y el humo del infierno, no
penetren nunca en nuestros corazones, y en nuestras viviendas y
emprendimientos. Bendice y consuela en tu Amor, a las humildes ovejas de tu rebaño, tan gravemente ofendidas, por los indignos pastores de
tu Iglesia. Amén. Así sea.
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