sábado, 26 de enero de 2019


Sábado 26 de Enero

SAN TITO, Obispo (s. I)



San Tito, obispo. Año 96.
Tito fue amigo y discípulo de San Pablo, y lo acompañó en muchos de sus viajes. Su nombre significa: defensor.

A diferencia de Timoteo, cuando se conocieron, Tito ya había abrazado la fe. Tito se convirtió en secretario del apóstol, y éste a su vez, puso en Tito toda su confianza, tanto, que se ha llegado a decir, que fue su discípulo más querido.

San Pablo lo envió, para que procurara que los creyentes, cumplieran lo que les había dicho en sus cartas. Tito acompañó a Pablo y a Bernabé, al Concilio de Jerusalén, en donde San Pablo le impidió dejarse circuncidar.

El apóstol de los gentiles –San Pablo– lo nombró obispo de la isla de Creta, y le dirigió una carta, en donde le señala las cualidades que deben tener los sacerdotes.

El duro ambiente, en el que se desarrolló la evangelización en Grecia, Macedonia y Creta, se puede resumir en el siguiente párrafo de San Pablo (Cor. 1,22-23): "Los judíos piden milagros, los griegos sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, más poder y sabiduría de Dios para los llamados, ya judíos, ya griegos".

Tito fué siempre, fuente de consuelo para San Pablo, al saber que no estaba solo, en la dura tarea de la evangelización.

Según la tradición Tito murió en Creta, ya de avanzada edad, y en calidad de obispo, en el año 96.


Basílica de San Tito en Gortina, Creta

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Benedicto XVI presenta las figuras de Timoteo y Tito
Intervención en la audiencia general

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 13 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI, en la audiencia general de este miércoles, dedicada a comentar, las figuras de dos de los colaboradores más cercanos de San Pablo Apóstol: San Timoteo y San Tito.

Queridos hermanos y hermanas:
Después de haber hablado ampliamente del gran apóstol Pablo, hoy tomamos en consideración, a dos de sus colaboradores más cercanos: Timoteo y Tito. A ellos, están dirigidas tres cartas, tradicionalmente atribuidas a Pablo, de las que dos están destinadas a Timoteo y una a Tito.

«Timoteo» es un nombre griego, y significa «que honra a Dios». Mientras Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, le menciona seis veces, Pablo en sus cartas le nombra en 17 ocasiones, (además aparece una vez en la Carta a los Hebreos). Podemos deducir que para Pablo, gozaba de gran consideración, aunque Lucas no nos cuenta, todo lo que tiene que ver con él.

El apóstol, de hecho, le encargó misiones importantes, y vio en él, a una especie de «alter ego», como se puede ver en el gran elogio que hace de él, en la Carta a los Filipenses. «A nadie tengo de tan iguales sentimientos («isópsychon»), que se preocupe sinceramente de vuestros intereses» (2,20).

Timoteo había nacido en Listra, (a unos 200 kilómetros al noroeste de Tarso), de una madre judía, y de un padre pagano (Cf. Hechos 16, 1). El hecho de que la madre, hubiera contraído un matrimonio mixto, y que no hubiera circuncidado a su hijo, hace pensar que Timoteo, se crió en una familia que no era estrictamente observante, aunque se dice que conocía las Escrituras desde la infancia (Cf. 2 Timoteo 3, 15). Se nos ha transmitido el nombre de su madre, Eunice, y el de su abuela Loida (Cf. 2 Timoteo 1, 5).

Cuando Pablo pasó por Listra, al inicio del segundo viaje misionero, escogió a Timoteo como compañero, pues «los hermanos de Listra e Iconio, daban de él un buen testimonio» (Hechos 16, 2), pero «le circuncidó a causa de los judíos, que había por aquellos lugares» (Hechos 16, 3). Junto a Pablo y Silas, Timoteo atravesó el Asia Menor hasta Tróada, desde donde pasó a Macedonia.

Se nos dice que en Filipos, donde Pablo y Silas fueron acusados de alborotar la ciudad, y encarcelados por haberse opuesto, a que algunos individuos sin escrúpulos, se aprovecharan de una joven adivina (Cf. Hechos 16, 16-40), Timoteo quedó libre.

Cuando después Pablo, se vio obligado a viajar, hasta llegar a Atenas, Timoteo le alcanzó en esa ciudad, y desde allí fue enviado a la joven Iglesia de Tesalónica, para confirmarla en la Fe (Cf. 1 Tesalonicenses 3,1-2). Se unió después al Apóstol en Corinto, dándole buenas noticias sobre los tesalonicenses, y colaborando con él, en la evangelización de esa ciudad (Cf. 2 Corintios 1, 19).

Volvemos a encontrar a Timoteo en Éfeso, durante el tercer viaje misionero de Pablo. Desde allí, el apóstol escribió probablemente a Filemón y a los Filipenses, y ambas cartas son redactadas junto a Timoteo (Cf. Filemón 1; Filipenses 1, 1). De Éfeso, Pablo le envió a Macedonia junto a un cierto Erasto, (Cf. Hechos 19,22) y después a Corinto, con el encargo de llevar una carta, en la que recomendaba a los corintios, que le dieran buena acogida (Cf. 1 Corintios 4,17; 16,10-11).

Aparece otra vez como co-redactor de la Segunda Carta a los Corintios, y cuando desde Corintio, Pablo escribe la Carta a los Romanos, transmite los saludos de Timoteo, así como el de los demás (Cf. Romanos 16,21). Desde Corinto, el discípulo volvió a viajar a Tróada, en la orilla asiática del Mar Egeo, para esperar allí al Apóstol, que se dirigía hacia Jerusalén, al concluir su tercer viaje misionero (Cf. Hechos 20, 4).

Desde ese momento, en la biografía de Timoteo, las fuentes antiguas sólo nos ofrecen, una mención en la Carta a los Hebreos, donde puede leerse: «Sabed que nuestro hermano Timoteo, ha sido liberado. Si viene pronto, iré con él a veros» (13, 23).

Concluyendo, podemos decir que la figura de Timoteo, destaca como la de un pastor de gran importancia. Según la posterior «Historia eclesiástica» de Eusebio, Timoteo fue el primer obispo de Éfeso (Cf. 3, 4). Algunas de sus reliquias, se encuentran desde 1239 en Italia, en la catedral de Termoli, en Molise, procedentes de Constantinopla.

Por lo que se refiere a la figura de Tito, cuyo nombre es de origen latino, sabemos que era griego de nacimiento, es decir, pagano (Cf. Gálatas 2, 3). Pablo se lo llevó a Jerusalén, con motivo del así llamado Concilio Apostólico, en el que se aceptó solemnemente, la predicación a los paganos del Evangelio, sin los condicionamientos de la ley de Moisés.

En la Carta que le dirige, el Apóstol le elogia, definiéndole «verdadero hijo según la fe común» (Tito 1, 4). Después de que Timoteo se fuera de Corinto, Pablo envió a Tito con la tarea, de hacer un llamamiento a la obediencia, a esa comunidad rebelde.

Tito llevó la paz entre la Iglesia de Corinto, y el Apóstol escribió estas palabras: «el Dios que consuela a los humillados, nos consoló con la llegada de Tito, y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que le habíais proporcionado, comunicándonos vuestra añoranza, vuestro pesar, vuestro celo por mí, hasta el punto de colmarme de alegría… Eso es lo que nos ha consolado. Y mucho más, que por este consuelo, nos hemos alegrado por el gozo de Tito, cuyo espíritu fue tranquilizado por todos vosotros». (2 Corintios 7,6-7.13).

Pablo volvió a enviar Tito --a quien llama «compañero y colaborador» (2 Corintios 8, 23)-- para organizar la conclusión de las colectas, a favor de los cristianos de Jerusalén (Cf. 2 Corintios 8, 6).

Ulteriores noticias, que se encuentran en las cartas pastorales, hablan de él como obispo de Creta (Cf. Tito 1, 5), desde donde, por invitación de Pablo, se unió al apóstol en Nicópolis, en Epiro, (Cf. Tito 3,12).

Más tarde, fue también a Dalmacia (Cf. 2 Timoteo 4, 10). No tenemos más información sobre los viajes sucesivos de Tito, ni sobre su muerte.

En definitiva, si consideramos juntas las dos figuras de Timoteo y de Tito, nos damos cuenta, de algunos datos muy significativos. El más importante, es que Pablo se sirvió de colaboradores en el desarrollo de sus misiones. Él es ciertamente, el Apóstol por antonomasia, fundador y pastor de muchas Iglesias. De todos modos, queda claro que no lo hacía todo solo, sino que se apoyaba en personas de confianza, que compartían el esfuerzo y las responsabilidades.

Cabe destacar además, la disponibilidad de estos colaboradores. Las fuentes con que contamos sobre Timoteo y Tito, subrayan su disponibilidad para asumir las diferentes tareas, que con frecuencia, consistían en representar a Pablo, incluso en circunstancias difíciles.

Es decir, nos enseñan a servir al Evangelio con generosidad, sabiendo que esto implica también, un servicio a la misma Iglesia.
Acojamos, por último, la recomendación, que el Apóstol Pablo hace a Tito, en la carta que le dirige: «Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios, traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras. Esto es bueno, y provechoso para los hombres» (Tito 3, 8).

Con nuestro compromiso concreto, debemos y podemos, descubrir la verdad de estas palabras, y realizar en este tiempo de Adviento, obras buenas para abrir las puertas del mundo a Cristo, nuestro Salvador.

¡Muchas gracias por vuestra visita!
Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que los méritos e intercesión de San Tito Obispo, podamos siempre sentirnos acompañados por su presencia, en las dificultades de nuestra vida, perseverando en la Fe, la Esperanza y la Caridad. Amén.

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