Cuarta
Feria, 14 Marzo
Santa
Matilde
Reina,
viuda +968.
Breve
Modelo
de gobernante. Madre ejemplar. Mujer desprendida de los bienes
terrenales.
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Matilde
era descendiente del célebre Widukind, capitán de los sajones en su
larga lucha contra Carlomagno. Cuando la niña nació en el año 895,
fue confiada al cuidado de su abuela paterna, la abadesa del convento
de Erfut. Allí, sin apartarse mucho de su hogar, Matilde se educó y
creció, hasta convertirse en una jovencita que sobrepasaba a sus
compañeras, en belleza, piedad y ciencia, según se dice.
A
su debido tiempo se casó con Enrique, hijo del duque Otto de
Sajonia, a quien llamaban "el cazador". El matrimonio fue
excepcionalmente feliz, y Matilde ejerció sobre su esposo, una
moderada, pero edificante influencia.
Precisamente
después del nacimiento de su primogénito, Otto, a los tres años de
casados, Enrique sucedió a su padre en el ducado. Más o menos a
principios del año 919, el rey Conrado murió sin dejar
descendencia, y el duque fue elevado al trono de Alemania. No cabe
duda, de que su experiencia de soldado valiente y hábil le resultó
muy útil, puesto que su vida fue una lucha constante, en la que
triunfó muchas veces de manera notable.
El
mismo Enrique y sus súbditos, atribuyeron sus éxitos, tanto a las
oraciones de la reina, como a sus propios esfuerzos. Ésta seguía
viviendo, en la humildad que la había distinguido de niña. A sus
cortesanos y a sus servidores, más les parecía una madre amorosa,
que su reina y señora; ninguno de los que acudieron a ella en
demanda de ayuda, quedó defraudado.
Su
esposo rara vez le pedía cuentas de sus limosnas, o se mostraba
irritado por sus prácticas piadosas, con la absoluta certeza de su
bondad, y confiando en ella plenamente. Después de veintitrés años
de matrimonio, el rey Enrique murió de apoplejía, en el año 936.
Cuando
le avisaron que su esposo había muerto, la reina estaba en la
iglesia, y ahí se quedó, volcando su alma al pie del altar, en una
ferviente oración por él. En seguida, pidió a un sacerdote que
ofreciera el santo sacrificio de la misa, por el eterno descanso del
rey, y quitándose las joyas que llevaba, las dejó sobre el altar
como prenda de que renunciaba, desde ese momento, a las pompas del
mundo.
Habían
tenido cinco hijos: Otto, más tarde emperador; Enrique el
Pendenciero; San Bruno, posteriormente arzobispo de Colonia; Gerberga
que se casó con Luis IV, rey de Francia, y Hedwig, la madre de Hugo
Capeto.
A
pesar de que el rey había manifestado su deseo, de que su hijo
mayor, Otto, le sucediera en el trono, Matilde favoreció a su hijo
Enrique, y persuadió a algunos nobles para que votaran por él; no
obstante, Otto, resultó electo y coronado.
Enrique
no aceptó de buena gana renunciar a sus pretensiones, y promovió
una rebelión contra su hermano, pero fue derrotado y solicitó la
paz. Otto lo perdonó, y por la intercesión de Matilde, le nombró
duque de Baviera. La reina llevó desde entonces, una vida de
completo auto-sacrificio; sus joyas habían sido vendidas para ayudar
a los pobres, y era tan pródiga en sus dádivas, que dio motivo a
críticas y censuras.
Su
hijo Otto, la acusó de haber ocultado un tesoro, y de malgastar los
ingresos de su corona; le exigió que rindiera cuentas de todo cuanto
había gastado, y envió espías a vigilar sus movimientos, y
registrar sus donativos.
Su
sufrimiento más amargo fue descubrir, que Enrique instigaba y
ayudaba a su hermano, en contra de ella. Lo sobrellevó todo con
paciencia inquebrantable, haciendo notar, con un toque de patético
humor, que por lo menos la consolaba, ver que sus hijos estaban
unidos, aunque sólo fuera para perseguirla.
"Gustosamente
soportaré todo lo que puedan hacerme, siempre que lo hagan sin
pecar, si es que con ello se conservan unidos", solía
decir, según se afirma.
Para
darles gusto, Matilde renunció a su herencia, en favor de sus hijos,
y se retiró a la residencia campestre, donde había nacido. Pero
poco tiempo después de su partida, el duque Enrique cayó enfermo, y
comenzaron a llover los desastres sobre el Estado. El sentimiento
general, era que tales desgracias, se debían al trato que los
príncipes habían dado a su madre; Edith, la esposa de Otto, lo
convenció para que fuera a solicitar su perdón, y le devolviera
todo lo que le habían quitado.
Sin
que se lo pidieran, Matilde los perdonó, y volvió a la corte, donde
reanudó sus obras de misericordia. Pero no obstante que Enrique
había cesado de importunarla, su conducta continuó causándole gran
aflicción. Él nuevamente se volvió contra
Otto, y posteriormente castigó una insurrección de sus propios
súbditos en Baviera con increíble crueldad; ni aun los obispos
escaparon a su cólera.
En
955, cuando Matilde lo vio por última vez, le profetizó su próxima
muerte, y lo instó a arrepentirse, antes de que fuera demasiado
tarde. En efecto, al poco tiempo, murió Enrique, y la noticia causó
un dolor muy profundo en la reina.
Emprendió
la construcción de un convento en Nordhausen; hizo otras fundaciones
en Quedlinburg, en Engern, y también en Poehlen, donde estableció
un monasterio para hombres. Es evidente que Otto, jamás volvió a
resentirse porque su madre gastara los ingresos en obras religiosas,
pues cuando él fue a Roma, para ser coronado emperador, dejó el
reino a cargo de Matilde.
La
última vez que Matilde tomó parte en una reunión familiar fue en
Colonia, en la Pascua de 965, cuando estuvieron con ella el emperador
Otto "el Magno", sus otros hijos y nietos. Después de
esta reaparición, prácticamente se retiró del mundo, pasando su
tiempo en una y otra de sus fundaciones, especialmente en Nodhausen.
Cuando
se disponía a tratar ciertos asuntos urgentes que la reclamaban en
Quedlinburg, se agravó una fiebre que había venido sufriendo por
algún tiempo, y comprendió que pronto iba a llegar su último
momento.
Envió
a buscar a Richburg, la doncella que la había ayudado en sus
caridades, y que era abadesa en Nordhausen. Según la tradición, la
reina procedió a hacer una escritura de donación, para todo lo que
hubiera en su habitación, hasta que no quedó nada más que el
lienzo de su sudario. "Den eso al obispo Guillermo de Mainz
(que era su nieto). Él lo necesitará primero que yo".
En
efecto, el obispo murió repentinamente, doce días antes de que
ocurriera el deceso de su abuela, acaecido el 14 de marzo de 968. El
cuerpo de Matilde, fue sepultado junto con el de su esposo, en
Quedlinburg, donde se la venera como santa desde el momento de su
muerte.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, te suplicamos que por los méritos e
intercesión de Santa Matilde de Ringelheim, ilumines a nuestros
gobernantes a ser bondadosos con todo el pueblo, gobernando con
Justicia y Misericordia. A Tí Señor, que nos enseñaste en el
Pretorio de Poncio Pilatos, que todo poder de la Tierra proviene del
Cielo. Amén.
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