Tercera
Feria, 27 de febrero
San
Gabriel de la Dolorosa
Protector
de los seminaristas y novicias
(†
1862)
"Francisco,
tú no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en
él?. Entra en la vida religiosa", le dijo la Virgen durante
una procesión
El primero
de marzo de 1838, nació en el pueblecito de Asís (Italia), un niño
llamado Francisco Possenti, que como el famoso fundador de los
franciscanos, llegó a ser santo. Era el undécimo de trece hermanos,
y quedó huérfano de madre a los cuatro años.
Francisco,
que tomó más tarde como nombre religioso Gabriel de la Dolorosa,
tenía un "temperamento suave, jovial, insinuante, decidido y
generoso, poseía también un corazón sensible, y lleno de
afectividad... Era de palabra fácil, apropiada, inteligente, amena,
y llena de una gracia que sorprendía..." (Fuentes, p. 24s).
De
estatura más bien alta (medía 1,70 metros), tenía "buena voz,
era ágil, y bien formado" (ib.).
Con su
familia se trasladó a Spoleto, donde como
el otro Francisco, era un líder de los jóvenes. Allí
fue a la escuela de los hermanos de las Escuelas Cristianas, y al
liceo clásico con los jesuitas. Le agradaba mucho el canto, y
consiguió premios en poesía latina, y en las veladas teatrales. Era
un joven dinámico, con una gran pasión por su fe cristiana. En su
habitación, había colocado una escultura de la Piedad, para su
veneración íntima.
Cuando
iba al teatro Meliso con su padre, muchas veces salía a escondidas
para ir a rezar bajo el pórtico de la catedral, que estaba muy
cerca; después regresaba, antes de que concluyera la función, para
salir con los demás espectadores. Algunas veces usaba
cilicio, y se sabe que en una ocasión, rechazó las proposiciones
deshonestas de una libertina, amenazándole con una navaja.
Interviene
la Virgen María
El 22 de
agosto de 1856, estaba asistiendo a la procesión de la "Santa
Icone", una imagen mariana venerada en Spoleto, cuando la Virgen
María le habló al corazón, para invitarle con apremio: "Tú
no estás llamado a seguir en el mundo. ¿Qué haces, pues, en él?.
Entra en la vida religiosa"
(Fuentes, p. 208).
El 10 de
septiembre de 1856, entró en el noviciado pasionista de Morrovalle
(Macerata), y tomó el nombre religioso de Gabriel. Tenía solo 18
años. Su entrega fue con todo su corazón, y en la vida religiosa
encontró su felicidad: "La alegría y el gozo, que disfruto
dentro de estas paredes, son indecibles" (Escritos, p. 185).
Sus mayores amores eran Jesús Crucificado, la Eucaristía, y la
Virgen María.
Muerte
En el
convento de Isola, cuando los primeros rayos del sol entraban por la
ventana de su celda, en la mañana del 27 de febrero de 1862,
Gabriel, sumido en éxtasis de amor, y rodeado por los religiosos que
lloraban junto a su lecho, abandonó la tierra, y fue al cielo,
invitado por la Virgen María.
Treinta
años más tarde, el 17 de octubre de 1892, se iniciaron los trámites
para inscribirlo entre los santos, ya que la devoción de los fieles,
y los milagros que realizaba eran muchos.
Fue
canonizado por Benedicto XV en 1920.
Declarado copatrón de la juventud católica Italiana, 1926
Patrón principal de Abruzo en 1959.
Declarado copatrón de la juventud católica Italiana, 1926
Patrón principal de Abruzo en 1959.
Santa
Gemma, al leer la vida de San Gabriel de la Dolorosa quedó
profundamente vinculada espiritualmente con él, y éste se le
apareció en muchas ocasiones, para guiarla y consolarla.
Santuario
de San Gabriel en Italia:
Como llegar: Desde Roma: Autostrada A/24 dirección Teramo, salida "S. Gabriele", a 3 km está el Santuario.
Como llegar: Desde Roma: Autostrada A/24 dirección Teramo, salida "S. Gabriele", a 3 km está el Santuario.
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LAMBERTO
DE ECHEVERRÍA
Asís, la
ciudad embalsamada por el recuerdo de San Francisco y Santa Clara,
fue su cuna. Cuando nació, pertenecía aún a los Estados
pontificios, en cuya administración de justicia trabajaba, corno
juez asesor, su padre.
Vino al
mundo el 1 de marzo de 1838. Pocos años después, cuando el pequeño
Francisco tenía sólo cuatro años, murió su madre. Él quedó
huérfano, junto con sus doce hermanos, al cuidado de su padre,
ejemplar y cristianísimo. Y a su padre, debió una firme
educación familiar, gracias a la cual pudo llegar a superar el
obstáculo de un carácter propenso a la cólera, y que no dejaba de
dar frecuentes muestras de terca obstinación.
Francisco
Possenti, que así se llamaba antes de entrar en religión, hizo sus
primeros estudios con los hermanos de las Escuelas Cristianas, y
después con los jesuitas de Spoleto, a donde se había trasladado su
padre. Ya de escolar, se iniciaron en él las luchas en torno a la
vocación religiosa, que tanto habían de alargarse.
A los
dieciséis años, la pubertad logra enfriar algo sus fervores
infantiles. Una enfermedad le sirve de advertencia, y él, vuelto
hacia el Señor, le promete entrar en religión si se cura. Pero
recobrada la salud, no tarda en olvidar aquella promesa. Nuevo aviso,
nueva enfermedad, más peligrosa aún que la anterior.
Perdida
casi toda la esperanza, se encomienda al entonces Beato San Andrés
Bobola, y renueva su promesa de vivir como religioso. En efecto, al
aplicarle la imagen de San Andrés, queda dormido, y horas después
se despierta completamente curado. Pero... el mundo tiraba de él con
fuerza.
Se
encontraba en plena juventud, tenía éxito entre las muchachas de
Spoleto, y por otra parte, la vida religiosa se hacía muy dura, para
su carácter independiente.
Nuevo
aviso del cielo: el cólera se lleva a una de sus hermanas, que él
quería tiernamente. Parecía ya imposible desoír la voz de
Dios. Y en efecto, Francisco habla un día seriamente con su padre, y
le manifiesta que quiere entrar en religión. Cosa
curiosa, su padre, tan cristiano, se niega. Le
parece imposible que un muchacho tan frívolo pueda perseverar, y
quiere probar antes aquella vocación, que más le parece fruto de
una impresión fuerte, la causada por la muerte de su hermana, que de
una serena reflexión.
Y hay un
momento en que parece que todo le daba la razón. A pesar de haber
manifestado tan seriamente su deseo de marcharse del mundo, Francisco
vuelve a su vida anterior, y aun frecuentando los sacramentos, se
muestra aficionado al teatro, y se deja envolver por las vanidades
del mundo.
El
golpe definitivo, iba a llegar de la manera más inesperada.
El día de la octava de la Asunción de 1856, Francisco está viendo
pasar, como simple espectador, una procesión en la que se llevaba
una imagen de la Santísima Virgen, de gran veneración en Spoleto:
regalo de Federico Barbaroja a la villa; se decía que había sido
pintada por San Lucas. De pronto, el joven levanta su mirada al
cuadro de la Virgen, y se siente sobrecogido al ver fijos en él los
ojos de la imagen. Le parece escuchar una voz que dice: "Francisco,
el mundo no es para ti. Tienes que entrar en religión".
Se siente
anonadado. Ya no hay que deliberar más. Lo que importa, es poner
cuánto antes por obra, la decisión tomada.
Pero su
padre continúa oponiéndose. Y más, cuando ve que el joven ha
pedido su ingreso, nada menos que en la austera congregación de los
pasionistas. Buen cristiano, deja su padre el asunto en manos de dos
eclesiásticos respetables. Los dos, al principio, se inclinan a
pensar que Francisco no resistirá la vida pasionista. Los dos,
después de haber escuchado al joven, se conciertan con él para
eliminar las últimas dificultades.
Y así el
21 de septiembre de 1856, Francisco Possenti, cambiaba de hábito y
de nombre. Pasaba a ser un novicio pasionista, y a llamarse Gabriel
de la Dolorosa. Había dejado su casa paterna, y se encontraba en el
retiro de Morrovalle.
Su
vida religiosa iba a ser breve, pero intensísima. La
adaptación le costó terriblemente. Acostumbrado al género de
comidas, propio de una casa acomodada, los toscos alimentos del pobre
convento pasionista, le causaban una repugnancia invencible. A pesar
de las protestas de su naturaleza, insistía en comer, hasta que los
superiores, compadecidos, le permitieron temporalmente algún alivio.
Lo mismo
ocurría, con todos los demás aspectos de la observancia. Sin querer
aceptar la más mínima singularidad, seguía siempre al pie de la
letra un horario, y unos ejercicios que le costaban mucho, a su
delicada complexión.
En febrero
de 1858, comienza sus estudios, que le llevan primero al convento de
Preveterino, después al de Camerino, y finalmente al de Isola. En
todos estos conventos, dejó el recuerdo de su ejemplar aplicación.
Dicen que
tenía siempre ante los ojos, aquellas palabras que había escrito un
glorioso santo de su misma congregación, San Vicente María Strambi:
"Cuando tenéis que entregaros al estudio, imaginaos que
estáis rodeados por una multitud innumerable de pobres pecadores,
privados de todo socorro, y que os piden con vivas instancias, el
beneficio de la instrucción, el camino que conduce a la salvación".
Esta era la única preocupación de Gabriel:
prepararse para el sacerdocio, al que sin embargo, por sabios
designios de Dios, no habría de ejercer.
De una
parte, estarían los trastornos políticos del reino de Nápoles. Y
de otra parte, lo impediría también su propia salud. Cuando ya
empezaba a aproximarse la fecha de su ordenación sacerdotal, el 25
de mayo de 1861, cuando ya había recibido las órdenes menores, la
salud de Gabriel empezó a empeorar rápidamente.
La
tuberculosis se apoderó de él. Fue necesario recluirse en la
enfermería, y dedicarse de lleno a aceptar, con toda alegría y
sumisión a la voluntad de Dios, aquel inmenso sufrimiento. De
vómito de sangre en vómito de sangre, de ahogo en ahogo, vivirá
así un año enteramente entregado a Dios, ofreciéndose a Él como
holocausto y víctima.
Había
sido ejemplar mientras estuvo sano. Sus compañeros quedaban
maravillados, al contemplar la ejemplaridad de la observancia. A la
meditación de la pasión, típica de la congregación en la que
había ingresado, añadió siempre un amor entusiasta, ingenioso,
encendido a la Santísima Virgen. Se podría sacar un tratado
completo de devoción a ella, espigando detalles de la vida de San
Gabriel.
Desde lo
intelectual, con el estudio continuo de lo que se refiere a la
Santísima Virgen, y la lectura repetida de Las glorías de María,
de San Alfonso, hasta lo más menudo y cariñoso: todo un cúmulo de
expresiones filiales, que a cada paso surgen de sus labios y de su
pluma. El amor a la Santísima Virgen, fue
ciertamente la palanca que le permitió subir rápidamente por el
camino de la perfección.
Ejemplar
también, en la práctica de las virtudes religiosas. Amante de la
pobreza, hasta en los más mínimos detalles. Obedientísimo siempre,
con anécdotas que casi nos hacen pensar, en el mismo escrúpulo. Y
hasta su amor a la castidad, con el voto que hizo de no mirar nunca,
a la cara de mujer alguna.
Y fue
también muy ejemplar, mientras estuvo enfermo. La presencia de Dios,
que con tanta frecuencia solía él recordar, según es uso entre los
pasionistas, en sus recreos, se hizo ya para él, completamente
normal durante todo el día. Solo en la enfermería, podía darse de
lleno a tan santo ejercicio.
Sus mismos
padecimientos, le daban ocasión de ejercitar su caridad para con sus
hermanos, a quienes, ni en lo más agudo de sus sufrimientos, quería
nunca molestar. Así se constituyó en la admiración, y el ejemplo
de todos los estudiantes del convento.
Hacia el
fin de diciembre de 1861, un nuevo vómito de sangre, puso en peligro
su vida. Aún pudo asistir a misa el día de Navidad. Su estado quedó
estacionado, hasta el domingo 16 de febrero. Nueva crisis, nuevos y
más horribles dolores, nuevo vómito de sangre.
Al fin, se
vio claro que aquello no tenía remedio humano. Cuando se lo dijeron,
tuvo primero un ligero movimiento de sorpresa, e inmediatamente
después una gran alegría. Recibió el
viático, y pidió perdón públicamente a todos sus hermanos.
Pero aún
no era la hora. Sólo el 26 de febrero se le dio la extremaución. En
la noche siguiente, tras rechazar reiterados asaltos del enemigo,
Gabriel pidió por última vez la absolución. Y habiéndola
recibido, cruzadas las manos sobre el pecho, iluminado su rostro
juvenil por una luz celestial, rindió su último suspiro suave y
dulcemente. Había comenzado el 27 de febrero de 1862.
Se le
hubiera creído dormido, cuando echado en tierra sobre una tabla,
según el uso de los pasionistas, le pudieron contemplar los
religiosos, antes de proceder a la inhumación, en la capilla del
convento. Pero pese a la sencillez de su vida, transcurrida sin
contacto con el mundo, entre las paredes de las casas de estudio
pasionistas, pronto corrió por todas partes, la voz de su admirable
santidad.
En 1892,
se hizo la exhumación de sus restos. Iban
llegando de todas partes, noticias de milagros obtenidos por su
intervención. En 1908, San Pío X procedía a su
beatificación, teniendo el consuelo de asistir, anciana ya, una
señora, que en su juventud, le había tratado bastante, hasta el
punto de haber entrado en los planes de la familia Possenti, el
proyecto de una boda entre ambos. Años después, el 13 de mayo de
1926, Benedicto XV le canonizaba.
Muerto a
los veinticuatro años de edad, después de seis años de profesión
religiosa, todo el mundo mira a San Gabriel de la Dolorosa como
modelo, y protector de la juventud de los seminarios, noviciados y
casas religiosas de estudio. Y como modelo también de admirable y
sentida devoción a la Santísima Virgen María.
Oración:
Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e
intercesión de San Gabriel de la Dolorosa, surjan muchas vocaciones
sacerdotales y religiosas, y así poder afianzar el cuerpo de
pastores, tan diezmado hoy en día en casi todos los países. A Tí
Señor, que eres el Sumo Sacerdote y Reinas por los Siglos de los
Siglos. Amén.
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