Cuarta
Feria 14 de Febrero
Santos
Cirilo, Monje y Metodio, Obispo. Hermanos
Patronos
de Europa
«Bendito
el Señor, que no nos entregó en presa a los dientes del demonio;
hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la
trampa se rompió, y pudimos escapar».
Breve
San
Cirilo y San Metodio toman precedencia, sobre San Valentín en la
liturgia.
Cirilo.
Apóstol de los eslavos.
Nacido
en Tesalónica, en la nobleza griega. Hizo brillantes estudios en
Constantinopla, y enseñó filosofía en esa ciudad. Como monje, tomó
el nombre de Cirilo. Evangelizó en Rusia con gran éxito.
En
el año 863, se dirigió con su hermano Metodio, a evangelizar a
Moravia en la lengua nativa. Algunos del clero occidental se les
opusieron, y rehusaron ordenar a sus candidatos al sacerdocio.
Desarrollaron
el alfabeto de la lengua eslava. Después de críticas por
usar este lenguaje en la liturgia, fue aceptado.
Entre
los dos, publicaron los textos litúrgicos en lengua eslava, escritos
en caracteres "cirílicos", como después se designaron en
honor a San Cirilo. Promovieron grandemente la cultura y la fe.
Llamados
a Roma, Cirilo murió allí el 14 de febrero del año 869. Puede que
haya sido obispo, o que se haya muerto antes de la consagración.
Metodio,
consagrado obispo, marchó a Panonia, donde desarrolló una
infatigable labor de evangelización. Tuvo que sufrir mucho a causa
de los envidiosos, y la presión política imperial de Alemania, pero
contó siempre con el apoyo de los papas. Evangelizó en
Moravia, Bohemia, Panonia y Polonia.
Bautizó
a Santa Ludmila y al duke Boriwoi. Fue arzobispo de Vellehrad,
Eslovaquia, donde fue apresado en el año 870, por la oposición del
clero alemán. Algunos le acusaron de hereje, pero siempre fue
liberado de cualquier acusación. Tradujo la Biblia a la lengua
eslava.
Murió
el 6 de abril del año 885, en la ciudad eslovaca de Vellehrad.
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Del
oficio del 14 de Febrero, San Cirilo, monje, y San Metodio,
Obispo
Acrecienta tu Iglesia, y reúne a todos sus miembros en la unidad
De la Vida eslava de Constantino Cirilo
(Cap. 18: Denkschriften der kaiserl. Akademie der Wissenschaften 19, Viena 1870, p. 246)
Acrecienta tu Iglesia, y reúne a todos sus miembros en la unidad
De la Vida eslava de Constantino Cirilo
(Cap. 18: Denkschriften der kaiserl. Akademie der Wissenschaften 19, Viena 1870, p. 246)
Cargado de
trabajos, Constantino Cirilo cayó enfermo; estuvo muchos días con
fiebre, y un día tuvo una visión de Dios, y empezó a cantar así:
«Qué
alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»; se
regocijan mi corazón y mi espíritu».
Revestido
de sus ornamentos, se pasó todo aquel día lleno de contento,
diciendo:
«Desde
ahora ya no soy siervo ni del emperador, ni de hombre alguno sobre la
tierra, sino sólo de Dios todopoderoso. Primero no existía, luego
existí, y existiré para siempre. Amén».
Al día
siguiente, se vistió con el santo hábito monástico, y como quien
añade luz a la luz, se impuso el nombre de Cirilo. Permaneció con
este hábito durante cincuenta días.
Llegada la
hora de recibir el merecido descanso, y emigrar a las moradas
eternas, levantó las manos hacia Dios, diciendo entre sollozos:
«Señor
Dios mío, que creaste todas las jerarquías angélicas, y las
potestades incorpóreas, desplegaste el cielo y afirmaste la tierra,
y trajiste todas las cosas de la inexistencia a la existencia; que
escuchas continuamente a los que hacen tu voluntad, te temen y
guardan tus preceptos: escucha mi oración, y guarda a tu fiel
rebaño, que encomendaste a éste, tu siervo inepto e indigno.
Líbralos
de la impiedad y del paganismo, de los que blasfeman contra Tí,
acrecienta tu Iglesia, y reúne a todos sus miembros en la unidad.
Haz que tu pueblo viva concorde en la verdadera fe, e inspírale la
palabra de tu doctrina, pues tuyo es el don que nos diste, para que
predicáramos el Evangelio del Cristo, exhortándonos a hacer buenas
obras, que fueran de tu agrado.
Te
devuelvo como tuyos a los que me diste; dirígelos con tu poderosa
diestra, y guárdalos bajo la sombra de tus alas, para que todos
alaben y glorifiquen el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén».
Y besando
a todos con el ósculo santo, dijo:
«Bendito
el Señor, que no nos entregó en presa a los dientes del demonio;
hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador; la
trampa se rompió, y pudimos escapar».
Y con esto
se durmió en el Señor. Tenía cuarenta y dos años de edad.
El papa
ordenó que todos los griegos residentes en Roma, así como los
romanos, asistieran con cirios, al funeral de aquel santo varón, y
que lo hicieran como si del mismo papa se tratase.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que iluminaste a los pueblos eslavos
mediante los trabajos apostólicos de los santos hermanos Cirilo y
Metodio, haz que la Fe de esos pueblos se acreciente, y que sea el
germen de la evangelización en todo el mundo. A Tí Señor, que nos
enseñaste que la piedra que ha sido desechada por los constructores,
se convertirá en la piedra fundamental de tu edificio espiritual.
Amén.
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(Interesantísima
reseña histórica que nos ayuda a entender y valorar, la compleja
trama de la evangelización de los pueblos eslavos, y echa luz sobre
los conflictos latentes en esas regiones. De este relato, tomamos
conciencia de la paciencia y perseverancia de los santos misioneros,
de aquella y también de la época actual)
14
de febrero
SANTOS
CIRILO Y METODIO
Patronos
de Europa
(†
869 y 884)
SANTIAGO
MORILLO, S. I.
Las
vidas paralelas de estos dos santos hermanos del siglo IX, adquieren
relieve de trascendente actualidad en los siglos XX y XXI. Son ellos,
no sólo apóstoles de los países eslavos, sino también
portaestandartes de la fidelidad a Roma, en los tiempos borrascosos
que preludiaron el cisma oriental. Focio, que había de ser patriarca
de Constantinopla, y primer promotor de la ruptura bizantina con
Roma, fue profesor y jefe eclesiástico de ambos.
Supieron
ellos a tiempo, desligarse del cismático patriarca, para seguir en
unión con Roma, centro de la catolicidad. Su táctica, marca un hito
perenne en los actuales problemas de la unión de los cristianos.
Los
hermanos Cirilo y Metodio, nacieron en Salónica, hermosa y antigua
ciudad de la Macedonia griega, a principios del siglo IX. La ciudad
se distinguía por su carácter cosmopolita, y los tesalonicenses
aprendían con gusto, los mas extraños idiomas, gloriándose de
poder entender hasta a los bárbaros del Norte, y mantener activo
comercio, con las regiones más recónditas de la Panonia, de la
Misia y de la Dacia.
El
valle del río Vardar, en cuya desembocadura se encuentra la ciudad,
forma como un corredor de entrada, a la península Balcánica, y a la
región danubiana. Salónica era por eso, plaza fuerte tan
celosamente atendida por los emperadores bizantinos, ya que perdida
ella, podía darse por terminada la dominación griega en los
Balcanes.
Eslavos
y búlgaros intentaron varias veces apoderarse de Salónica, pero en
su fracaso, llegaron a establecerse pacíficamente en los suburbios
de la ciudad. Entre estas gentes sencillas, aprendieron los dos
hermanos el difícil e inculto idioma eslavo.
Su
padre se llamaba León, y ocupaba el alto cargo de lugarteniente
general de la zona militar; hombre versado no sólo en asuntos
militares, sino filosóficos y religiosos, en su biblioteca abundaban
las obras de los Santos Padres, particularmente
las de San Gregorio Nacianceno. Tanto él como su señora,
eran de noble abolengo y muy piadosos. Tuvieron siete hijos, de los
que Metodio era el primero y Cirilo el último. Aquél nació en el
año 815; éste en el año 826.
Lo
mismo el nombre de Metodio, que el de Cirilo, son monásticos; Cirilo
se llamaba Constantino, debiendo el nombre de Metodio de empezar
igualmente por M, según la costumbre monacal de permutar el nombre
propio, por otro que empezase por la misma letra.
Muy
joven aún, Metodio fue nombrado gobernador de la provincia de la
Macedonia interior, en las fronteras de la actual Albania, donde ya
se establecían los eslavos. Allí conoció el espíritu y las
necesidades de este pueblo. Cirilo inició sus estudios en Salónica.
En
ese tiempo leía y releía las obras de San Gregorio Nacianceno,
aprendiendo de memoria sus maravillosas composiciones poéticas, y
aspirando a la sabiduría divina, que brillaba en los escritos del
maestro. Muerto prematuramente León, cuando Cirilo tenía
sólo catorce años, fue éste acogido bajo la protección de
Teoctistos, canciller imperial, y primer ministro de la emperatriz
Teodora, quien le llamó a Constantinopla, para completar allí su
formación.
Constantinopla
estaba en el siglo IX, en el apogeo de su esplendor: era
efectivamente, la capital del mundo civilizado, y centro
importantísimo de cultura cristiana. El patriarcado, gozaba de
muchísimos privilegios, lo que unido a la intromisión de los
poderes civiles en el terreno eclesiástico, ofrecía terreno
propicio a las intrigas, y a la venalidad de los altos dignatarios de
la Iglesia.
Los
monjes eran los que preferentemente salvaguardaban la ortodoxia, y
defendían la Iglesia de las injerencias civiles. El
pueblo era profundamente piadoso, datando de entonces el incremento
del culto a las sagradas imágenes, con la derrota de la herejía
iconoclasta el 19 de febrero de 842. Gobernaba el patriarcado, el
santo monje Ignacio.
Teoctistos
cedió a Cirilo, un cuarto en su propio palacio, y le inscribió en
la universidad Imperial, que funcionaba en la misma corte, no lejos
de Santa Sofía. Sus maestros fueron León, el sabio más ilustre de
la ciudad, por sobrenombre el Filósofo, o el Matemático, y Focio.
Éste,
a despecho de haber alumbrado el cisma oriental, poseía, con todo,
una ciencia prodigiosa, y grandes méritos en el campo filosófico,
histórico y aun teológico. Focio era entonces seglar. Cirilo hizo
notables progresos en el conocimiento de la antigüedad clásica, y
en las obras de los Santos Padres.
No
pudo, en cambio, mantener relaciones cordiales con el arrogante
Focio, que odiaba al canciller, a la emperatriz, al santo patriarca
Ignacio, y a los monjes en general. A Cirilo le asqueaba la vida
oficial, y decidió retirarse a un monasterio. Ante las súplicas de
Teoctistos, y la influencia de la emperatriz, demoró Cirilo su
retiro. El año 847, recibió la ordenación sacerdotal, y fue
nombrado bibliotecario patriarcal, archivero curial, y secretario del
Consejo Eclesiástico.
Ante
las injusticias de que a diario era testigo en el desempeño de su
cargo, Cirilo desapareció misteriosamente. Obligado a
regresar a Constantinopla, en el momento en que su maestro Focio, era
elevado a la dignidad de patriarca, aceptó sustituirle en la cátedra
de filosofía; tanto se distinguió en ella, que a los veinticinco
años, era ya universalmente conocido con el sobrenombre de
"filósofo".
Durante
los reinados de Teodora y Miguel, venían del Norte y del Oriente,
legaciones de pueblos extranjeros a Constantinopla, buscando en
Bizancio protección y luz. Los emperadores enviaban embajadores,
mitad religiosos, mitad políticos, para poner trabas a las empresas
mahometanas y germanas.
Cirilo
fue escogido en el año 851 para acompañar, en calidad de intérprete
y consejero, una delegación imperial, a la corte del califa de
Bagdad.
Coincidiendo
con su retorno a Constantinopla, se acentúan sus ansias de soledad,
y sus preocupaciones por la vida monástica.
Debió
estar en correspondencia con su hermano Metodio, quien tras los
desengaños experimentados en su gobierno, abandonó la carrera
administrativa, y abrazó la vida monástica, entrando en el año
853, en un monasterio del monte Olimpo.
Este
monte Olimpo, no tiene relación alguna con el Olimpo griego, morada
de los dioses mitológicos; estaba situado en el Asia Menor, no lejos
del mar de Mármara, cerca de la actual ciudad de Brus; era conocido
como el Olimpo asiático o bitinio, centro monacal de contemplación
y de estudio. Cirilo siguió a su hermano Metodio, en las soledades
del monasterio.
Fue
ésta una época de paz para ambos hermanos, en la que harían
grandes acopios de santidad, y de ciencia sagrada. Constantinopla,
en cambio, era un volcán de pasiones. Bardas, hermano de Teodora,
hombre ambicioso e inmoral, y tutor de Miguel, legítimo heredero del
trono, acabó por encarcelar y asesinar a Teoctistos, expulsar del
trono a Teodora, desterrar al patriarca Ignacio, y entronizar al
arribista Focio.
Éste
no olvidó a los dos hermanos, y para captárselos a su bando, les
ofreció dignidades, que ellos rehusaron valientemente. Focio buscaba
desde entonces, un pretexto para alejarlos diplomáticamente del
Imperio; en esto coincidía con los deseos de ambos hermanos, que no
podían reconocer la autoridad de Focio. Pronto se presentó una
ocasión oportuna para ello.
El
hakán de los kázaros envió, hacia el año 861, una embajada a
Constantinopla, solicitando misioneros que refutasen los errores
islámicos y judíos. Cirilo y Metodio, parecieron los sujetos más
aptos para esta empresa; Cirilo como director, Metodio como
consejero.
A
través del Quersoneso, al sur de la península de Crimea, se dirigen
en el año 861, al país de los kázaros en la costa del mar Negro,
entre el Don y el Cáucaso, donde fueron recibidos con todos los
honores.
Dios
bendijo en forma extraordinaria esta misión, en la que los hermanos
demostraron dotes excepcionales, además de la santidad de sus vidas,
para adaptarse a mentalidades extrañas, para aprender lenguas
extranjeras, y sobre todo, para no mezclar en su apostolado, la
religión con el nacionalismo o la Política.
Su
labor fue sencillamente cristianizar, a base del respeto a los usos y
costumbres de los pueblos. Cirilo escribió entonces
una obrita, para confutar los errores judaizantes de que estaban
contagiados los kázaros. Metodio la tradujo al eslavo, pero de ella
no quedan sino pocos fragmentos. Más de 200 dignatarios abrazaron el
cristianismo, y la amistad entre Bizancio y el kan, quedó firmemente
cimentada.
Un
suceso llenó de alegría el corazón de los hermanos, a su paso por
Kerson: el hallazgo del cuerpo de San Clemente Romano, en unas ruinas
de la islita que está frente a la ciudad, en la tarde del 23 de
enero.
Los
sagrados despojos fueron llevados primeramente a la catedral, donde
quedó una parte de ellos; la otra la conservó Cirilo, llevándola
consigo a Constantinopla, y más tarde a Roma.
De
vuelta a Constantinopla, el emperador y el patriarca, los recibieron
con el honor que correspondía al éxito de su misión. Los dos
hermanos volvieron a retirarse al monasterio del monte Olimpo, pero
su retiro debió de durar poco tiempo.
Entran
ahora en escena los pueblos eslavos. Ratislao, príncipe de Moravia,
enviará una embajada a Bizancio, solicitando también misioneros.
Hacia el siglo IX, se habían extendido ya los eslavos desde las
llanuras de la Rusia meridional, por el norte, hasta el mar Blanco;
por el sur, hacia el Adriático y el Egeo; por el occidente habían
penetrado hondamente en Alemania, y por el este llegaban al Volga. Se
habían formado incluso varios Estados eslavos, tanto al norte como
al centro y sur de Europa. Entre ellos se distinguía por su
creciente poderío, la nación morava.
Moravia
había sido ya precedentemente cristianizada, al menos en parte, por
misioneros alemanes, pero con escaso éxito, debido sin duda, a la
falta general de adaptación al medio ambiente. Es natural que a un
pacto entre príncipes, se unieran el motivo religioso y el político;
el rey moravo soñaba con poner trabas a la expansión germánica, el
emperador bizantino acariciaba la idea de extender su influencia
entre los pueblos de Centroeuropa.
Cirilo
y Metodio, ajenos a las miras políticas de ambos reyes, pensaron
solamente en cristianizar. Estudiaron mejor las costumbres del
país, se hicieron rápidamente cargo del sistema conducente a la
evangelización de los eslavos, y sacaron la conclusión de que se
imponía una liturgia oriental en lengua del país, en consonancia
con la doctrina de la adaptación. La empresa debió ser ardua por
muchos conceptos. Primero, por lo que parecía una innovación en
metodología misional; segundo, por la oposición de los alemanes.
No
debía ser, efectivamente, fácil introducir una liturgia en lengua
nativa, dado que no existía alfabeto eslavo. Cirilo, que ya en un
principio se había esforzado por transcribir algunas palabras
eslavas, con la ayuda del alfabeto griego, renueva ahora
ahincadamente sus esfuerzos, logrando definitivamente adaptar los
caracteres cursivos griegos a la lengua eslava, supliendo con media
docena de signos originales, los sonidos eslavos inexistentes en la
fonética griega.
Surge
así el alfabeto llamado "glagolita" (de glagol = palabra),
con el que tradujeron progresivamente los libros indispensables para
el culto, y el conocimiento de la Sagrada Escritura. Este milagro
lingüístico, produjo una enorme impresión en la corte bizantina.
El
alfabeto "glagolita" no debe confundirse con el "cirílico",
basado en la aplicación a la fonética eslava de los signos unciales
griegos. Aunque este último lleva el nombre de "cirílico"
por San Cirilo, con todo, su autor parece que fue Clemente, uno de
sus discípulos. Cirilo es únicamente autor del "glagolita".
Digamos
de paso que las traducciones de la Sagrada Escritura a la lengua
eslava, llevan el sello de los mejores códices antiguos, conservados
por los monjes del monte Olimpo, siendo, aunque tardías, de gran
importancia para la crítica textual, y para la restauración del
texto bíblico original.
El
éxito de los dos hermanos entre los moravos fue enorme, pero
chocaron con la resistencia tenaz de los misioneros germanos, que
veían en ellos a dos vagabundos filósofos, perturbadores de la paz
religiosa, en lo que ellos creían que eran solo feudos de Germania.
Pero
el príncipe los protegía con su apoyo, el pueblo los quería,
admirando en ellos a unos griegos finos, cultos y enérgicos, que
hablaban la lengua de su país, y les presentaban la palabra de Dios
adaptada a su mentalidad. La mies fue tan copiosa, que faltaban
sacerdotes para tanto fruto de conversiones. Ninguno de los dos era
obispo, y Metodio ni siquiera era sacerdote.
Con
la intención de interesar a algún prelado en la empresa de
convertir a los eslavos, se ponen en camino, acompañados de algunos
de sus discípulos; atraviesan la parte inferior de la Panonia, donde
entran en relaciones con el príncipe Kocel, que la gobernaba como
vasallo del Imperio germánico.
Estuvieron
allí unos seis meses; Kocel aprendió la escritura eslava, y puso
bajo el magisterio de Cirilo, a 50 jóvenes de su séquito, para que
les enseñase los libros eslavos, y los rudimentos de la fe; él
mismo acompañó a los peregrinos hasta las fronteras de su reino, y
más tarde se había de interesar ante Roma, en que Metodio fuese
nombrado obispo de Panonia.
Al
llegar a Venecia encontraron, por el contrario, fría acogida por
parte del patriarca y del clero, prevenido ya por los rumores
adversos que sobre ellos corrían; estos rumores eran acusación de
apostasía y de herejía, que hasta habían llegado hasta Roma,
promovidos por el clero germano.
(Nota:
desgraciadamente esto se vive en nuestros días, con la discusión de
si se debe dirigir la misa en latín con cántico gregoriano, o en la
lengua tradicional con la música y letra que entiende cada pueblo.
Sin dudas es una decisión difícil, porque todos los cambios han
dado lugar a abusos, pero quizás lo mejor sea un equilibrio. Quizá
las misas solemnes de Navidad, Pascua, Domingo de Misericordia, la
Santísima Trinidad, Corpus Christie, y de la Inmaculada, debieran
hacerse en latín con canto gregoriano, y las del tiempo ordinario en
la lengua ordinaria, con los cánticos sencillos de cada pueblo).
De
no mediar el elemento político, que encendía las pasiones
nacionalistas, y ofuscaba la inteligencia de la verdad católica, no
se explicaría esta hostilidad contra los hermanos apóstoles.
Ellos
practicaban sencillamente la adaptación, cual lo había hecho
Jesucristo, los Apóstoles, toda la Iglesia primitiva, al evangelizar
el mundo; pero aun dado caso de que en el siglo IX, o en los pueblos
eslavos, no conviniera ya continuar el mismo sistema, una cosa
meramente metodológica, no es para provocar acusaciones tan graves.
Los
dos hermanos continúan viaje a Roma. El recibimiento fue apoteótico,
y por ende, inesperado. Había corrido la voz de que eran portadores
de las reliquias de San Clemente; el papa Adriano II, junto a
numerosos cardenales y obispos, y una muchedumbre inmensa de
ciudadanos, les salieron al encuentro, y llevaron procesionalmente el
santo cuerpo del papa romano.
El
Papa tuvo ocasión de conversar largamente con Cirilo, y prendado de
su profunda piedad, de su intachable ortodoxia, de su celo
apostólico, bendijo largamente a los hermanos, y aprobó sus
proyectos misioneros.
Metodio
y otros tres eslavos, recibieron la ordenación sacerdotal, y
celebraron su misa en rito eslavo, los días 5 y 6 de enero,
respectivamente, del año 868. Los libros eslavos, bendecidos por el
Papa, recibieron como su consagración, al ser colocados oficialmente
sobre el altar de Santa María ad praesepe (Santa María Mayor).
Ante
una reunión de cardenales, obispos y teólogos, presidida por el
Papa, Cirilo expuso sus proyectos apostólicos; fue aplaudido
unánimemente, excepción hecha de los que simpatizaban con el
emperador de Alemania, que veían en la nueva liturgia eslava, una
barrera al poder expansionista de los príncipes germanos.
Se
quiso nombrar obispo a Cirilo; pero ya enfermo desde la misión a los
kázaros, su salud se agravó rápidamente, y tras despedirse de su
hermano Metodio, y de todos los presentes, se durmió en la paz del
Señor el 14 de febrero del año 869.
Antes
de morir, y después de recibir los últimos sacramentos, hizo la
profesión monacal, y cambió el nombre de Constantino por el de
Cirilo. Los funerales fueron presididos por el mismo Papa, quien
mandó que su cuerpo recibiera sepultura en la basílica de San
Clemente, junto a las reliquias, que él mismo había traído.
Metodio,
que a pesar de ser mayor que su hermano, había sido siempre su fiel
ayudante, toma ahora el timón de la desolada misión morava. Si no
tenía la preparación teológica y científica de su hermano Cirilo,
poseía, en cambio, en alto grado el don de mando y de gobierno.
Regresa
al Oriente, en calidad de "misionero apostólico de los
eslavos", y de "legado pontificio", y portando cartas
para los príncipes Ratislao, Kocel y Sviatopolk.
Llamado
nuevamente a Roma, volvió a la Ciudad Eterna, acompañado de nobles
varones, y de veinte candidatos al sacerdocio. Metodio fue consagrado
obispo a fines del año 869, y nombrado primer arzobispo de Sirmio
(Srem), diócesis que se extendía a Moravia, Panonia, Servia, y por
el norte hasta la Sarmacia (desde la frontera griega, hasta más allá
de los Cárpatos). Esta archidiócesis debía separar el Oriente
bizantino, y el Occidente romano-germánico, germen de seculares
luchas.
Cuando
en el año 870, Metodio torna a la misión para tomar posesión de su
archidiócesis, encontró las cosas cambiadas. Sviatopolk, tío de
Ratislao, había hecho causa común con los príncipes y obispos
alemanes; Ratislao, protector fiel de Metodio, fue hecho prisionero y
desapareció, sin vestigio, de la escena.
Metodio
fue encerrado en una torre, donde le hicieron sufrir ultrajes y
humillaciones durante dos años y medio, queriéndole obligar a
renunciar a sus cargos y dignidades.
En
el año 872, tuvo noticias del secuestro el papa Juan VIII, quien
mandó bajo excomunión que fuese puesto en libertad; el obispo de
Ancona, "legado pontificio ad hoc", le liberó de la
cárcel, y Metodio prosiguió incansable su obra evangelizadora. Por
todas partes, era recibido como "enviado del cielo". Sus
discípulos se extendieron por el norte entre los ucranianos y
polacos, y por el sur entre los panonios, croatas y servios.
Los
alemanes arreciaban en sus acusaciones de herejía contra Metodio, y
el Papa le impone el sacrificio de abandonar la liturgia eslava.
Importaba menos a Metodio el triunfo momentáneo de sus enemigos, que
el fracaso de una misión tan fecunda; por eso emprendió un nuevo
viaje a Roma en el año 879, para responder de las acusaciones de
herejía, y de innovación en la liturgia.
El
Papa Juan VIII aprobó enteramente su ortodoxia y su liturgia.
Metodio pudo volver justificado a su misión. Hacia el año 882 lo
encontramos en Constantinopla, y poco tiempo después muere entre sus
fieles, el 6 de abril del año 884.
Se
le hicieron grandiosos funerales con oficios en latín, griego y
eslavo: "Reunido el pueblo en masa con cirios y lágrimas,
acompañó a su buen pastor. Allí estaban todos, hombres, mujeres,
niños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, viudas y
huérfanos, extranjeros e indígenas, enfermos y sanos, porque
Metodio se había hecho todo para todos, para salvarlos a todos".
Su
cuerpo fue llevado posteriormente a Roma, y colocado junto a San
Clemente y al de su hermano Cirilo. Un cuadro sintetiza su santidad:
el alma de Cirilo es presentada al supremo juez por sus dos santos
protectores, Miguel y Gabriel, príncipes de las milicias
celestiales; San Andrés y San Clemente asisten al trono divino, y el
hermano Metodio levanta suplicante el cáliz eucarístico en sufragio
del difunto.
Ambos
suelen ser pintados juntos por los iconógrafos bizantinos, leyendo y
bautizando en Moravia, con un hombre arrodillado a sus pies, que les
ofrece pan y sal, según el rito de los eslavos, en signo de amistad.
Los
sepulcros de Cirilo y Metodio en Roma, son lazo de unión, profesión
de ecumenicidad, garantía de esperanza, en una no muy lejana
recuperación del Oriente cristiano, a la obediencia del Papa.
Cirilo
y Metodio esperan en Roma, la hermosa hora del encuentro y del
abrazo. Son como el Oriente hincado en el corazón de Roma. Son como
los testigos de una caridad unitiva, que traspasa pueblos y coliga
siglos.
Además
de las fiestas en el día de su muerte (14 de febrero y 6 de abril),
se les honra con una fiesta común, lo mismo en la Iglesia oriental
que en la latina. León XIII puso sus nombres en el Misal Romano, el
25 de octubre de 1880, fijando su fiesta para el 5 de julio, que
luego, en diciembre de 1887, fue trasladada al 7 del mismo mes; en el
rito, oriental se celebra el 11 de mayo, tanto por los católicos
como por los disidentes.
Oración
Final: Dios Todopoderoso y Eterno, que pueda tu rebaño
católico y ortodoxo, mantenerse unido con un solo pastor,
Jesucristo, y en obediencia al Papa Romano, cuando ya cesen todas las
ambiciones políticas y terrenales. A Tí Señor, que nos advertiste
que no se puede servir a dos amos; no se puede servir a Dios y al
dinero. Amén.
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