lunes, 5 de febrero de 2018

Segunda Feria, 5 de febrero

SANTA ÁGUEDA


Virgen y Mártir

Patrona de las enfermeras

Breve
Padeció el martirio en Catania (Sicilia), probablemente en la persecución de Decio [249-251]. Desde la antigüedad, su culto se extendió por toda la Iglesia, y su nombre fue introducido en el Canon romano.
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Santa Águeda, poseía todo lo que una joven suele desear: Una familia distinguida, y belleza extraordinaria. Pero atesoraba, mucho más que todo, su fe en Jesucristo.

Así lo demostró cuando el Senador Quintianus, se aprovechó de la persecución del emperador Decio (250-253) contra los cristianos, para intentar poseerla. Las propuestas del senador, fueron resueltamente rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con otro esposo: Jesucristo.

Quintianus no se dio por vencido, y la entregó en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que ésta, la sedujera con las tentaciones del mundo. Pero sus malas artes se vieron fustigadas por la virtud, y la fidelidad a Cristo que demostró Santa Águeda.

Quintianus entonces, poseído por la ira, torturó a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que se le corten los senos. Es famosa respuesta de Santa Águeda: "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer, el mismo seno con el que de niño te alimentaste?".

La santa fue consolada con una visión de San Pedro, quién milagrosamente la sanó. Pero las torturas continuaron, y al fin, fue meritoria de la palma del martirio, siendo echada sobre carbones encendidos en Catania, Sicilia (Italia).

Según la tradición, en una erupción del volcán Etna, ocurrida un año después del martirio de Santa Águeda (c.250), la lava se detuvo milagrosamente, al pedir los pobladores del área la intercesión de la santa mártir.

Por eso, la ciudad de Catania la tiene como patrona, y las regiones aledañas al Etna, la invocan como patrona y protectora contra fuego, rayos y volcanes.

Además de estos elementos, la iconografía de Santa Águeda, suele presentar la palma (victoria del martirio), y algún símbolo o gesto, que recuerde las torturas que padeció.

Tanto Catania como Palermo, reclaman el honor de ser la cuna de Santa Águeda. En algunos lugares, el "pan de Santa Águeda" y el agua, son bendecidos durante la misa en su honor.

La Iglesia de Santa Águeda en Roma, tiene una impresionante pintura de su martirio sobre el altar mayor.

Fuentes antiguas
Su oficio, en el Breviario Romano, se toma en parte de las Actas latinas de su martirio. (Acta SS., I, Feb., 595 sqq.). De la carta del Papa Gelasius (492-496), a un tal Obispo Víctor (Thiel. Epist. Roman. Pont., 495), conocemos de una Basílica de Santa Águeda. Gregorio I (590-604), menciona que está en Roma (Epp., IV, 19; P.L., LXXVII, 688), y parece que fue este Papa, quien incluyó su nombre en el Canon de la Misa.

Solo conocemos con certeza histórica, el hecho y la fecha de su martirio, y la veneración pública con que se le honraba en la Iglesia primitiva. Aparece en el Martyrologium Hieronymianum (ed. De Rossi y Duchesne, en el Acta SS., Nov. II, 17) y en el Martyrologium Carthaginiense que data del quinto o sexto siglo (Ruinart, Acta Sincera, Ratisbon, 1859, 634).

En el siglo VI, Venantius Fortunatus la menciona en su poema sobre la virginidad, como una de las más celebradas vírgenes y mártires cristianas (Carm., VIII, 4, De Virginitate: Illic Euphemia pariter quoque plaudit Agathe Et Justina simul consociante Thecla. etc.).

Bibliografía
-Butler, Vida de Santos, vol. IV.  México, D.F.: Collier’s International - John W. Clute, S.A., 1965.
-The Catholic Encyclopedia
-Kirsch, J. P., Saint Agatha, Catholic Encyclopedia,   Encyclopedia Press. 1913,
-Sgarbossa, Mario y Giovannini, Luigi. Un Santo Para Cada Día. Santa Fe de Bogotá: San Pablo. 1996.

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Del oficio de lectura, 5 de Febrero, Santa Agueda, Virgen y mártir
Su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien
Del sermón de San Metodio, Obispo de Sicilia, sobre Santa Agueda
Analecta Bollandiana 68, 76-78

Hermanos, como sabéis, la conmemoración anual de esta santa mártir, nos reúne en este lugar, para celebrar principalmente su glorioso martirio, que pertenece ya al pasado, pero que es también actual, ya que también ahora, continúa su victorioso combate, por medio de los milagros divinos, por los que es coronada de nuevo todos los días, y recibe una incomparable gloria.

Es una virgen, porque nació del Verbo inmortal, (quien también por mi causa gustó de la muerte en su carne) e indiviso Hijo de Dios, como afirma el teólogo Juan: “A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios”.

Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para decirlo con el mismo simbolismo nupcial, que emplea el Apóstol Pablo.

Una virgen, que con la lámpara siempre encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua, con la púrpura de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar, y meditar continuamente, la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente ante sus ojos.

De este modo, su mística vestidura, es un testimonio que habla por sí mismo, a todas las generaciones futuras, ya que lleva en sí, la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad.

Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue en verdad buena, por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo, y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien.

En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda bondad, sino Aquel que es el sumo bien?. Por esto, difícilmente hallaríamos algo que mereciera, como Águeda, nuestros elogios y alabanzas.

Águeda, buena de nombre y buena por sus hechos; Águeda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Águeda, cuyo solo nombre, es un estímulo para que todos acudan a ella, y que nos enseña, también con su ejemplo, a que todos pongamos el máximo empeño, en llegar sin demora al bien verdadero, que es sólo Dios.


Oración: Te rogamos Señor y Dios nuestro, que por los méritos y la gloriosa intercesión de la virgen Santa Agueda, nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio, y por el mérito de su castidad. Que ella siempre le lleve alivio y consuelo a todas las enfermeras y enfermeros del mundo, en medio de tantas pruebas, y hasta ingratitudes que sufren a diario. A Tí Señor, que curaste a tantas personas en tu paso por la tierra. Amén.

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