Domingo
18 de febrero
SANTA
MARIA BERNARDA SOUBIROUS
(†
1879) - Cuerpo Incorrupto
"YO
SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN"
¨¡Penitencia,
Penitencia, Penitencia!¨
"Rogarás
por los pecadores...Besarás la tierra por la conversión de los
pecadores"
"Bernardette
estaba totalmente perdida en Dios"
El
agua milagrosa de Lourdes, ha sido analizada por hábiles químicos:
es un agua virgen, muy pura, un agua natural, que carece de toda
propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad que ninguna
bacteria sobrevive en ella. (Simboliza la Inmaculada Concepción, en
cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original ni personal).
Breve
Hablar de
Bernadette, es hablar del perfume angélico, que cada tanto nuestro
Señor, nos regala para el goce espiritual de nuestras almas.
Y es
también un recordatorio doloroso de la insolencia de tantas
personas, que deberían hacer honor a su hábito de religiosas,
religiosos o incluso Obispos, sin mencionar a las autoridades
civiles, tan apegadas a las formalidades, y al estricto sentido de
clases sociales, y que no pueden soportar que alguien tan humilde,
sea depositaria de tantas revelaciones y bendiciones.
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Lourdes:
Milagro que resiste refutaciones
La
gruta de Lourdes respresenta nuestra alma -padre Jordi Rivero
La
Virgen se apareció en una gruta muy bella, pero que el pueblo de
Lourdes usaba de basurero.
Allí
iba Bernardita, niña pobre, a buscar leña. Por la intercesión de
la Virgen, surgió una fuente milagrosa de agua pura. La gruta se
convirtió en un lugar sumamente hermoso, donde multitudes van a
encontrarse con María.
Así
también es nuestra alma. Dios la creó bella, pero por el pecado, la
hemos convertido en un basurero. Pero Dios nos lavó con
el bautismo y con la confesión, para restaurar en nosotros la
belleza, y así podamos atraer a muchos para Cristo. Nuestra Madre
nos ayuda en cada paso de ese camino.
Nosotros
debemos aprender de Bernardita la humildad, para dejarnos guiar por
la Virgen hasta el cielo.
El
agua milagrosa de Lourdes, ha sido analizada por hábiles químicos:
es un agua virgen, muy pura, un agua natural, que carece de toda
propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad que ninguna
bacteria sobrevive en ella. (Simboliza la Inmaculada Concepción, en
cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original ni personal).
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Niñez
humilde y enfermiza pero llena de piedad.
Santa
Bernardette nació el 7 de enero de 1844, en el pequeño pueblo de
Lourdes, en las hermosas montañas de los Pirineos franceses. En su
bautismo, le pusieron el nombre de Marie-Bernard, pero desde pequeña
la llamaban por el diminutivo "Bernardette".
Su
padre Francisco, era un hombre honesto y recto, pero no muy capaz en
los negocios. Trabajó como molinero para los Casterot, una familia
acomodada. Vivía con su familia en el molino de Boly.
Su
madre, Luisa Casterot, se casó a los 16 años. Se pensaba que así
su futuro estaría asegurado, pero las cosas no resultaron de esa
manera. Cuando los clientes venían a moler su trigo, la joven pareja
les servía una comida completa. Esto podía hacerse en tiempos de
abundancia, pero llegó a hacer crisis en tiempos de estrechez.
Las
deudas forzaron a los Soubirous a dejar el molino, y albergarse en
una celda, propiedad de un primo de Francisco, que había estado en
una prisión. En un solo cuarto vivían los seis, el padre, la madre
y los cuatro hijos.
Los
mayores eran mujeres, de las que Bernardette era la primera, después
de ella venía Toinette (dos años y medio más joven), y luego los
dos varones, Jean-Marie y Justin. Para conseguir el escaso pan para
los niños, Francisco y Luisa tomaban todo tipo de trabajos que
podían encontrar.
Cuando
nació Bernardette, la familia todavía tenía recursos. Una prueba
de ello, es que la niña fue confiada a una nodriza por seis meses.
La nodriza, llamada Marie Avarant, y de casada Lagues, vivía en
Bartres, en el campo a 5 millas de Lourdes. Marie Lagues amamantó a
Bernardette por 15 meses, desde junio de 1844, a octubre de 1845. De
acuerdo con la costumbre, ambas familias quedaron muy unidas entre
sí.
Las
dificultades económicas de la familia Soubirous, dio oportunidad a
Marie para pedir hacerse cargo de Bernardette. El pretexto fue que
le ayudase con otros niños, pero en realidad la quería para el
pastoreo de ovejas. Quedó así como una pastorcita contratada,
aunque sin paga.
Al
ir a Bartres, le prometieron que podría prepararse con el sacerdote
del lugar para hacer su Primera Comunión. Tenía casi 14 años, y
era la única niña de su edad en Lourdes que no la había recibido.
Pero al ver que era muy buena en su trabajo, la obligaban a pasar más
tiempo cuidando las ovejas, lo que no le permitía asistir a las
clases de catecismo. Los dos niños de la familia donde vivía, se
marchaban todas las mañanas a las clases de catecismo, mientras a
ella le exigían marcharse al campo a pastorear. Esto le dolía
mucho en su corazón.
Ha
surgido un interrogante sobre la inteligencia de Bernardette. Muchos
sugieren que no era inteligente. Es cierto que ella aprendía con
dificultad, y hasta ella misma decía que tenía "mala cabeza",
queriendo decir que tenía poca memoria. Al habérsele negado la
posibilidad de estudiar, Bernardette, a los 13 años de edad, todavía
no sabía ni leer ni escribir.
El
maestro Jean Barbet, quién en una ocasión le dio clases de
catecismo, decía de ella: "Bernardette tiene dificultad en
retener las palabras del catecismo, porque no puede estudiarlas, ya
que no sabe leer, pero ella hace un gran esfuerzo en comprender el
sentido de las explicaciones. Aún mas, ella es muy atenta, y
especialmente, muy piadosa y modesta".
Sin
duda, Bernardita había sabido cultivar un gran tesoro en Dios: un
corazón adornado de las más bellas virtudes cristianas: inocencia,
amabilidad, bondad, caridad y dulzura.
El
sacerdote de Bartres, Abbé Arder, si bien se marchó a un
monasterio, poco después que llegara Bernardette, en los pocos
contactos que tuvo con ella, pudo captar la excelencia de su corazón.
Él tenía mucha fe en las apariciones de La Salette (1846),
ocurridas once años atrás, y así comparaba a Bernardette con los
niños de La Salette.
Decía:
"Ella me parece una flor, toda envuelta con perfume divino.
Yo le aseguro, que en muchas ocasiones cuando la he visto, he pensado
en los niños de La Salette. Ciertamente, si la Santísima Virgen se
le apareció a Maximino y a Melania, lo hizo en orden, a que ellos se
convirtieran en simples y piadosos como ella".
Ni
la ignorancia, ni la pobreza, ni el aspecto enfermizo de Bernardette,
le previnieron de apreciar en ella la simplicidad y la piedad. Decía
el Sacerdote en una ocasión: "Mira
a esta pequeña. Cuando la Virgen Santísima quiere aparecerse en la
tierra, Ella escoge a niños como ésta".
Sus palabras fueron proféticas, ya que a los pocos meses, la Virgen
se le comienza a aparecer en la gruta de Massabielle, cerca de
Lourdes.
Cuando
Bernardette vio, que su deseo de prepararse para recibir la Comunión
no era posible en Bartres, le pidió a María Lagues que le
permitiera ir a Lourdes, donde insistió a sus padres que le
concedieran regresar a casa. Quería recibir la Primera Comunión, y
tendría que empezar las clases de catecismo inmediatamente si quería
recibirla en 1858. Sus padres accedieron, y regresó a Lourdes el 28
de enero de 1858, solo 14 días antes de la primera aparición de la
Virgen.
Es
importante, por lo tanto, comprender la razón, por la que
Bernardette se encontraba en Lourdes cuando tenía 14 años, y
comenzaron las apariciones: ella buscaba con todo su corazón recibir
la Santa Comunión. La Virgen visita a un alma muy pura, llena de
amor por su Hijo; un alma dispuesta a cualquier sacrificio, para
llevar a cabo la obra de Dios.
Bernardette,
al verse impedida de recibir la comunión, recurre a la Virgen, reza
diariamente el rosario, y la Virgen le abre las puertas. La Virgen
sabe, que puede confiar en ella el trascendente mensaje que desea
comunicar al mundo.
LAS
APARICIONES EN LOURDES
El
11 de febrero de 1858, era el día elegido para que el cielo se
hiciera presente en la tierra. Ese día cambiaría para siempre, no
solo la vida de Bernardita, sino que marca el comienzo de una fuente
de gracia, que ha brotado para toda la humanidad. Fuente que solo
crece con el tiempo.
La
madre de Bernardita, permitió a ésta ir con su hermana menor
llamada María, y con otra niña, al campo a buscar leña seca. El
lugar preferido para recoger leña, era un campo que había frente a
la gruta. Bernardita por su fragilidad física se quedó atrás.
Las
compañeritas habían pasado ya el arroyo, pero Bernardita no se
atrevía a meterse al agua, porque estaba muy fría.
Las
demás insistían en que lo hiciese, y cuando ella empezó a
descalzarse, un ruido muy fuerte, parecido a un viento impetuoso, la
obligó a levantar la cabeza, y mirar hacia todos los lados. !Qué es
esto!, decía. Las hojas de los árboles estaban inmóviles. El ruido
del viento empezó de nuevo, y más fuerte en la gruta. Y ahí, en el
fondo de la gruta, una maravillosa aparición se destacaba delante de
ella. En este mismo momento, empezaron a sonar las campanas de la
Iglesia parroquial, y se oía el canto del Ángelus.
Primera
Aparición:
Una
luz resplandeciente como la del sol, pero dulce y apacible como todo
lo que viene del cielo, una Señora prodigiosamente bella se dejó
ver por Bernardita.
Vestía
un traje blanco, brillante y de un tejido desconocido, ajustado al
talle con un cinta azul; largo velo blanco, que caía hasta los pies,
envolviendo todo el cuerpo. Los pies, de una limpieza virginal y
descalzos, parecían apoyarse sobre el rosal silvestre.
Dos
rosas brillantes, de color de oro, cubrían la parte superior de los
pies de la Santísima Virgen. Juntas sus manos ante el pecho,
ofrecían una posición de oración fervorosa; tenía entre sus
dedos, un largo rosario blanco y dorado, con una hermosa cruz de oro.
Todo
en Ella irradiaba felicidad, majestad, inocencia, bondad, dulzura y
paz. La frente lisa y serena, los ojos eran azul celeste, llenos de
amor, y los labios mostraban suavidad y mansedumbre. La Señora
parecía saludarla tiernamente, mientras se inclinaba ante
Bernardita.
Bernardita
buscó su rosario, que traía siempre en su bolsillo, haciendo como
para defenderse, la señal de la cruz, pero su mano quedó
paralizada. En ese momento la Virgen tomo la cruz del rosario, e hizo
la señal de la cruz, y le dijo a Bernardita que lo hiciera como
ella.
En
ese momento, su brazo paralizado quedó libre. La Señora empezó a
pasar las cuentas del rosario entre sus dedos, y Bernardita empezó a
rezar el suyo. Al terminar, la Virgen le hizo señas con el dedo,
para que se acercara, y extendiendo el brazo, se inclinó dulcemente,
y sonrió como despidiéndose de Bernardita. ¡La Visión había
desaparecido!.
Bernardita
preguntó a las otras niñas si habían visto algo, y éstas al
responderle que no, les contó su experiencia, y les pidió silencio.
Pero la hermana de Bernardita se lo contó a su mamá. La madre no le
creyó, y ordenó a Bernardita que se dejase de imaginaciones, y que
le estaba prohibido regresar a la gruta.
Esa
noche, mientras rezaban el rosario en familia, Bernardita rompió en
llantos, repitiendo su invocación favorita: "Oh
María sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a Tí".
Segunda
aparición:
El
día 14 de febrero, las niñas insistieron en que les dieran permiso
para regresar a la gruta. Todos pensaban, que lo que le había pasado
a Bernardita era un engaño del demonio, y entonces le dijeron que
fuera a la gruta, y la rociara con agua bendita. Así huiría el
demonio, y se quedarían tranquilos.
Cuando
llegaron a la gruta, Bernardita les pidió que se arrodillaran a
rezar el Rosario. Apareció de nuevo la Virgen. El rostro de
Bernardita se transfiguró. Ésta tiró el agua bendita, y dijo: "Si
vienes de parte de Dios, acércate a nosotras". El agua
bendita llegó hasta los pies de la Virgen, y sonriendo con mas
dulzura, se acercó a Bernardita. Tomó el rosario y se persignó con
él. Empezaron ambas a rezarlo.
Al
atardecer, ya toda la población comentaba las maravillas que
ocurrían en la gruta de Lourdes, pero a los
comentarios se unían las burlas, desprecios e insultos.
Tercera
Aparición:
Los
padres de Bernardita empezaron a creerle, ya
que ella jamás había mentido,
y se caracterizaba por su obediencia. Además los
convenció la naturalidad con que ella exponía los eventos, y con
sus más pequeños pormenores.
El
18 de febrero, una señora y una religiosa deseaban acompañar a
Bernardita a la gruta. Fueron con ella primero a la Santa Misa, de
las 5:30 a.m., y de allí se dirigieron a la gruta. Bernardita
caminaba tan rápido, que parecía como si una fuerza superior, la
empujase hacia allá.
Se
arrodilló y empezó el rezo del rosario, lanzó un grito de júbilo,
al ver al fondo de la gruta a la Señora. Le preguntó si se podían
quedar sus dos acompañantes, y la Virgen le dijo que sí. Ellas
también se arrodillaron, y se pusieron a rezar, mientras encendían
un cirio bendecido.
Bernardita
le pasó un papel a la Virgen, pidiéndole que escribiera cualquier
cosa que deseaba comunicarle.
La
Virgen le dijo: "Lo que tengo que comunicarte no es necesario
escribirlo, hazme únicamente el regalo de venir aquí, durante
quince días seguidos". Bernardita se lo prometió, y la
Virgen le respondió: "Yo también te prometo hacerte
dichosa, no ciertamente en este mundo, sino en el otro".
La
quincena milagrosa:
El
rumor de las apariciones se esparció rápidamente, y una gran
multitud acudió a la gruta.
19
de febrero: Llegó Bernardita a la gruta, acompañada de sus
padres y un centenar de personas. A partir de este día, iba a todas
las apariciones, con una vela encendida.
20
de febrero: Alrededor de 500 personas la acompañaban.
21
de febrero: Varios
miles de personas, llenaban todos los alrededores de la gruta. Hubo
un momento en que la aparición parecía hacerse hacia atrás, y como
hundirse en el interior de la roca.
Para
no perderla de vista, Bernardita fue acercándose de rodillas.
Observó que la Virgen se había puesto triste. Le pregunto, ¿qué
te pasa?, ¿qué puedo hacer?.
La
Virgen respondió: "Rogad por los
pecadores".
Bernardita
era objeto de toda clase de burlas, persecuciones y ofensas. Incluso
las autoridades civiles tomaron carta en el asunto. El comisario
llegó a recogerla, para hacerle un largo examen. Amenazó
con llevarla a la cárcel, si continuaba yendo a la gruta.
Uno
de los principales médicos de Lourdes se dedicó a estudiarla,
observarla y examinarla. Éste llegó a la conclusión, que en
Bernardita no había ningún signo de alucinación, histeria o escape
de la realidad. Dijo así: "Aquí
hay un hecho extraordinario, totalmente desconocido a la ciencia y a
la medicina"
Sin
embargo, las persecuciones no terminaron; la policía continuó
tratándola indignamente. El Párroco de Lourdes la defendió
enérgicamente. En todo esto, Bernardita se mantuvo firme pero con
humildad, nunca tomando una posición defensiva, ni de ataque contra
nadie.
22
de febrero: La Virgen no se le apareció. Todos se burlaban
de Bernardita. Ella lloraba, pensando que quizás había cometido
alguna falta, y que por eso la Virgen no se le había aparecido. Pero
tenía la firme esperanza de volver a verla.
Una
de las cosas que más sorprendía, a la gente era ver a una humilde y
sencilla pastorcita, carente de adecuada educación, saludar con
gracia y dignidad a la Virgen, al concluir la aparición. Le
preguntaron una vez: "Dime, ¿quién te ha enseñado a hacer
tan graciosos saludos?". "Nadie, contestó, no sé
como habré saludado, trato de hacerlo como lo hace la Visión, y
ella me saluda de este modo cuando se marcha".
23
de febrero: Primera vez que la Virgen formula una orden
concreta. Ante 10 mil personas, la Virgen le da a Bernardita un
secreto que solo a ella le concierne, y que no puede revelar a nadie.
También le enseñó una oración que le hacía repetir, pero que no
quiso que la diera a conocer.
La
Virgen le dijo: "Y ahora hija mía,
ve a decir a los sacerdotes que aquí, en este lugar, debe levantarse
un Santuario, y que a él debe venirse en procesión".
Bernardita
se dirigió inmediatamente hacia la Iglesia, a darle el mensaje al
Párroco. El sacerdote le preguntó el nombre de la Señora, a lo
cual Bernardita le respondió que no sabía.
Después
de escucharla, el párroco le dijo: "Puedes comprender que yo
no puedo bastarme de tu solo testimonio; di a esa gran Señora que se
dé a conocer; si es la Virgen, que lo manifieste mediante un gran
milagro. ¿No dices que se te aparece encima de un rosal silvestre?.
Entonces dile de mi parte, que si quiere un Santuario, que haga
florecer el rosal”.
24
de febrero: Toda la
gente quiso saber qué pasaría con el encargo del Párroco, y si la
Virgen haría el milagro del rosal. Bernardita como siempre llegó a
la gruta, y se arrodilló, sin poner atención en absoluto a la gente
que iba por curiosidad.
Bernardita
le contó a la Virgen lo que el sacerdote le había pedido. La Virgen
solo sonrió, sin decir una palabra. Después la mando a rogar por
los pecadores, y exclamó tres veces: ¨¡Penitencia,
Penitencia, Penitencia!¨
Le
hizo repetir estas palabras, y Bernardita lo hacía, mientras se
arrastraba de rodillas hasta el fondo de la gruta. Ahí le reveló un
secreto personal, y después la Virgen desapareció.
Bernardita
por humildad no relató todo los detalles, pero los testigos contaron
que también se le vio besar la tierra a intervalos, La Virgen le
había dicho: "Rogarás por los
pecadores...Besarás la tierra por la conversión de los pecadores".
Como
la Visión retrocedía, Bernardita la seguía de rodillas besando la
tierra. Bernardita se volvió hacia los asistentes, y les hacia señas
de: "Ustedes también besen la tierra"
Desde
entonces se le fue encomendada a Bernardita, la penitencia por los
pecadores. Un día la Virgen la mandó a subir y bajar varias veces
la gruta de rodillas, la Virgen tenía la cara de tristeza.
"La
Virgen me lo ha mandado, por mí y por los demás" dijo
ella.
25
de febrero: "Hija mía¨, le dijo en la Visión, ¨quiero
confiarte solamente para ti el último secreto; igualmente que los
otros dos, no los revelaras a ninguna persona de este mundo".
Y
ahora -le dijo la Virgen después de un momento de silencio- ve a
beber y lavarte los pies a la fuente, y come de la hierba que hay
allí.
Bernardita
miró a su alrededor, pues no miraba ninguna fuente. Ella pensó que
la Virgen la mandaba al torrente, y se dirigió hacia allá.
La
Virgen la detuvo, y le dijo: "No vayas allá, ve a la fuente
que está aquí". Le señaló hacia el fondo de la gruta.
Bernardita
subió, y cuando estuvo cerca de la roca, buscó con la vista la
fuente no encontrándola, y queriendo obedecer, miró a la Virgen. A
una nueva señal Bernardita se inclinó, y escarbando la tierra con
la mano, pudo hacer en ella un hueco.
De
repente se humedeció el fondo de aquella pequeña cavidad, y
viniendo de profundidades desconocidas, a través de las rocas,
apareció un agua, que pronto llenó el hueco que podía contener un
vaso de agua.
Mezclada
con la tierra cenagosa, Bernardita la acerco tres veces a sus labios,
no resolviéndose a beberla. Pero venciendo su natural repugnancia al
agua sucia, bebió de la misma, y se mojó también la cara. Todos
empezaron a burlarse de ella, y a decir que ahora si se había vuelto
loca.
Pero,
...¡misteriosos designios de Dios!, con su débil mano acababa
Bernardita de abrir, sin saberlo, el manantial de las curaciones, y
de los milagros mas grandes, que han conmovido la humanidad.
El
agua milagrosa de Lourdes ha sido analizada por hábiles químicos:
es un agua virgen, muy pura, un agua natural que carece de toda
propiedad térmica. Además tiene la peculiaridad que ninguna
bacteria sobrevive en ella. Simboliza la Inmaculada Concepción, en
cuyo ser nunca hubo mancha de pecado original ni personal.
26
de febrero: El agua
milagrosa obró el primer milagro. El buen párroco de Lourdes había
pedido una señal, y en vez de la muy pequeña que había pedido, la
Virgen acababa de darle una muy grande, y no solo a él, sino a toda
la población.
El
primer milagro de curación
Había en Lourdes un pobre obrero de las canteras, llamado Bourriette, quien veinte años antes, había tenido el ojo izquierdo horriblemente mutilado por la explosión de una mina.
Había en Lourdes un pobre obrero de las canteras, llamado Bourriette, quien veinte años antes, había tenido el ojo izquierdo horriblemente mutilado por la explosión de una mina.
Era
un hombre muy honrado y muy cristiano. Mandó a la hija a buscarle
agua a la nueva fuente, y se puso a orar, aunque estaba un poco
sucia, se frotó el ojo con ella. Comenzó a gritar de alegría..Las
negras tinieblas habían desaparecido; no le quedaba más que una
ligera nubecilla, que fue desapareciendo al seguir lavándose.
Los
médicos habían dicho que él jamás se curaría. Al examinarlo de
nuevo, no quedó más remedio que llamarle a lo sucedido por su
nombre: milagro. Y lo más
grande era que el milagro, había dejado las cicatrices y las
lesiones profundas de la herida, pero había devuelto aun así la
vista.
Muchos
milagros siguen sucediendo en Lourdes, por lo que en el santuario hay
siempre una multitud de enfermos.
La
primera vela en la gruta de Lourdes
Un
día, al final de la aparición, Bernardita se acercó a su tía que
la acompañaba, y le dijo: “¿Quieres darme una vela, y
permitirme dejarla en la gruta?”. Entonces se dirigió hasta el
fondo de la gruta, y allí la dejó encendida, apoyándola en la
roca.
Esta
vela quizás en un momento fue la única; ahora son millones las que
arden constantemente ante la imagen de la Virgen.
La
vela encendida, es un hermoso símbolo: la cera blanca y virgen de la
que está formada, siempre ha representado la humanidad que Cristo
tomó de María, y que unida a la Divinidad, es la luz del mundo.
Como
la cera de la vela, esta humanidad sagrada se consumirá delante de
Dios en adoración, suplicas y acción de gracias. La luz de la vela,
resplandeciente y radiante, simboliza la Divinidad del Hijo de María.
La vela encendida representa igualmente al cristiano, que iluminado
por la fe, debe consumirse delante de Dios, como víctima de
penitencia y amor.
El
2 de marzo, Bernardita fue de nuevo a ver al párroco de Lourdes,
recordándole la petición de la Virgen de levantar un Santuario, en
el lugar de las apariciones. El párroco le contesto que era obra del
Obispo, quien ya estaba enterado de la petición, y sería el
encargado de poner por obra el deseo celestial de la Visión.
Ultimo
día, 4 de marzo, siguiendo su costumbre, Bernardita, antes de
dirigirse a la gruta, asistió a la Santa Misa. Al final de la
aparición, tuvo una gran tristeza, la tristeza de la separación.
¿Volvería a ver a la Virgen?.
La
Virgen siempre generosa, no quiso que terminara el día sin una
manifestación de su bondad: un gran milagro, un milagro maternal,
coronación de la quincena de apariciones.
El
milagro fué así: un niño de dos años estaba ya agonizando, se
llamaba Justino. Desde que nació, tuvo una fiebre que iba poco a
poco desmoronando su vida. Sus padres ese día, lo creían muerto. La
Madre en su desesperación lo tomó, y lo llevó a la fuente. El niño
no daba señales de vida. La madre lo metió 15 minutos en el agua,
que estaba muy fría. Al llegar a la casa, notó que se oía con
normalidad la respiración del niño.
Al
día siguiente, Justino se despertó con tez fresca y viva, sus ojos
llenos de vida, pidiendo comida, y sus piernas fortalecidas. Este
hecho conmocionó a toda la comarca, y pronto a toda Francia y
Europa; tres médicos de gran fama certificaron el milagro,
llamándolo de primer orden.
Entonces
el gobernador de Tarbes, ciudad a la que pertenecía Lourdes, reunió
a todos los alcaldes de la zona para dar instrucciones precisas, de
prohibir de inmediato la asistencia a la gruta de todo ciudadano.
Todo fue en vano, cada día acudían mas peregrinos de todas partes.
No
obstante las persecuciones, las burlas y las injurias, Bernardita
continuaba visitando la Gruta. Iba a rezar el Rosario con los
peregrinos. Pero la dulce visión no aparecía. Ella ya estaba
resignada a no volver a ver a la Virgen.
El
25 de Marzo, día de la Anunciación, Bernardita se sintió
fuertemente movida a ir a la Gruta; muy contenta obedeció ese
llamado en su corazón, y se fue inmediatamente hacia la Gruta.
Como
era una fecha solemne, los peregrinos tenían la esperanza de que la
Virgen se aparecería, y cuando llegó Bernardita se asombró de la
cantidad de personas que encontró.
Fue
este día 25, en la historia de las apariciones, un día de gloria.
Bernardita volvió a preguntarle a la Señora.."quieres tener
la bondad de decirme quien eres, y cuál es tu nombre?"
(la visión resplandecía más que nunca; siempre sonriendo, y siendo
su sonrisa la única respuesta.)
Bernardita
insistió..."¿quieres decirme quién
eres?, te lo suplico Señora Mía".
Entonces
la Señora apartó su vista de Bernardita, separó sus manos, hizo
deslizar en su brazo el rosario que tenía en sus dedos, levantó a
un mismo tiempo sus manos y su cabeza radiante, en tanto que sus
manos se juntaron delante del pecho, su cabeza se afirmó, y más
resplandeciente que la luz del sol, dirigida la vista al cielo dijo:
"YO SOY LA
INMACULADA CONCEPCIÓN",
y así desapareció, dejando en Bernardita esta imagen y ese nombre.
Bernardita,
oía por primera vez esas palabras. Mientras se dirigía a la casa
parroquial, para contarle al párroco (ya que éste le había dado el
encargo de preguntar a la visión como se llamaba), iba ella por todo
el camino repitiendo "Inmaculada Concepción", esas
palabras tan misteriosas y difíciles para una niña analfabeta.
Cuando
el párroco oyó el relato de Bernardita, quedó asombrado. ¿Cómo
podía una niña sin ninguna instrucción religiosa, saber el dogma
que solo unos cuatro años antes había la Iglesia promulgado?. En
1854, el Papa Pío IX había definido el dogma de la Inmaculada
Concepción. El sacerdote comprobó que Bernardita no se había
engañado, era ella, la Virgen Santísima, la soberana Madre de Dios,
quien se le aparecía en la Gruta.
5
de Abril: El día lunes de Pascua, volvió a la gruta, rodeada de
una verdadera multitud de personas que oraban con ella. Bernardita
arrodillada como era su costumbre habitual, tenía en la mano
izquierda la vela encendida que le acompañaba en todas las
ocasiones, y la apoyaba en el suelo.
Absorta
en la contemplación de la Reina de los cielos, y más sabiendo ahora
con seguridad que era la Virgen Santísima, levantó sus manos, y las
dejó caer un poco, sin percatarse que las tenía sobre el extremo de
la vela encendida; entonces la llama comenzó a pasar entre sus
dedos, y a elevarse por encima de ellos, oscilando de un lado para el
otro, según fuera el leve soplo del viento.
Los
que estaban ahí gritaban: "¡se quema!". Pero ella
permanecía inmóvil. Un médico que estaba cerca de Bernardita sacó
el reloj, y comprobó que por más de un cuarto de hora, la mano
estuvo en medio de la llama, sin hacer ella ningún movimiento. Todos
gritaban ¡milagro!. El médico comprobó que la mano de
Bernardita estaba ilesa.
Después
que terminó la aparición: uno de los espectadores aproximó a la
mano de Bernardita la llama de la misma vela encendida, y ella
exclamó: "¿Oh que quiere usted hacer, quemarme?”.
Ultima
aparición:
Fue
el día 16 de Julio, día de la Virgen del Carmen. Bernardita
se siente de nuevo movida a ir a la gruta, que está cercada,
vigilada y prohibido el ingreso. Va acompañado de una tía y unas
vecinas. Bajan por praderas contiguas a la gruta.
Se
arrodillaron lo más cerca posible de la gruta, pero sin poder llegar
a ella. Bernardita recibe la última visita de la Virgen, y diría:
"Nunca se había aparecido tan gloriosa".
Bernardita
había cumplido su misión, con gran amor y valentía ante todos los
sufrimientos que tuvo que sobrellevar, y ante todos los obstáculos
que el Enemigo puso en su camino.
Su
confesor dijo repetidamente: "La mejor prueba de las
apariciones es Bernardita misma, su vida".
RESUMEN
DEL MENSAJE DE LA VIRGEN DE LOURDES
El
Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858,
puede resumirse así:
1-
Es un agradecimiento del cielo por la
definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había
declarado cuatro años antes (1854), al mismo tiempo que
así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el
mundo que está necesitado de esta virtud.
2-
Es una exaltación a las virtudes de la pobreza y humildad
aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de
su mensaje.
3-
Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La
Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra
vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz en este mundo.
4-
Importancia de la oración, del rosario, de la penitencia y
humildad, besando el suelo como señal de ello; también, un mensaje
de misericordia infinita para los pecadores, y del cuidado de los
enfermos.
Algunos
puntos de reflexión sobre los signos visibles de la primera
aparición: En ellos hay una gran enseñanza espiritual:
1-Rodeada
de luz: es el símbolo de la luz de la fe, a la cual nos abrimos
por el Bautismo. La fe es la luz de la vida, con que debemos brillar
ante el mundo. Debemos hacer resplandecer la fe, por la santidad de
nuestras vidas.
2-La
luz era tranquila y profunda: en la fe cristiana hallaremos el
reposo para nuestra alma.
3-De
belleza incomparable, no hay nada igual aquí en la tierra:
trabajar intensamente por adquirir la verdadera belleza que es la del
alma, a fin de que Dios pueda contemplarnos con agrado.
4-Ropaje
tan blanco, tan puro, tan delicado que jamás tela alguna pudo
imitar: de que pureza tan perfecta y delicada, ha de estar
revestida nuestra alma delante de Dios, ya que el pecado mancha
nuestro blanco ropaje.
5-
Pies desnudos, brillando sobre cada uno de ellos una rosa luminosa:
Los pies desnudos, nos predican la pobreza evangélica, esta bella y
sublime virtud a la cual Jesús ha prometido el mismo Reino de los
Cielos. Las rosas luminosas: Jesús nos envía a difundir por todas
partes, el buen olor de Cristo, el divino perfume del Evangelio.
6-Las
manos siempre juntas, con el santo rosario: en ferviente oración,
orando siempre, y sin interrupción. La oración es nuestro alimento
constante, la respiración del alma, pues todas las virtudes solo
nacen en un alma que ora.
¡Nuestra
Señora de Lourdes...........Ruega por nosotros
MILES
DE CURACIONES
Hay
al menos 66 historias clínicas, que documentan científicamente los
milagros.
Miles
más sin duda han ocurrido, y continúan ocurriendo, pero no forman
parte de la documentación del santuario, la cual es en extremo
rigurosa.
También
hay innumerables curaciones del alma, que son las más importantes.
LA
PIEDAD DE BERNARDETTE VENCE LAS PRUEBAS
Dos
virtudes resaltaban en Bernardette: la piedad y la modestia.
Para ser piadoso no es necesario ser sabio.
Aún
cuando se hizo religiosa, ella misma decía que no sabía como orar,
y sin embargo pasaba largas horas en oración. Y su oración no era
mecánica, sino que le hablaba a Dios y a la Virgen, como se habla
con una persona cara a cara. Era pues una oración del corazón,
intensa, honesta y eficaz.
Amaba
la oración. Ella sabía muy bien como rezar el Santo
Rosario, el cual siempre llevaba en su bolsillo. Lo tenía en sus
manos, cuando se le apareció la Virgen. Su primer gesto, en momentos
de cualquier prueba o dificultad, era siempre tomar su rosario, y
empezar a recitarlo.
La
pequeña escogida por la Virgen, tendría mucho que sufrir hasta el
día de su muerte, tanto sufrimientos morales como físicos; pero
nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña niña, y que
ella responde con humildad, abandono, fe y coraje.
Bernardette
poseía además virtudes, que serían criticadas durante toda su vida
como "defectos". Por este error de la gente, se puso en
duda también la autenticidad de las apariciones.
Esta
niña de solo 14 años (cumplidos en Enero 7 1858), tuvo que ser
sabia, firme, extraordinariamente valiente, y saber discernir para
poder enfrentarse con las personas que trataban de disuadirla, entre
ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.
Para
tener una idea de la fortaleza interior, y la capacidad de su juicio,
podemos ver algunas de las frases que dijo, durante los
interrogatorios a los que tuvo que someterse.
Después
de que el Procurador Imperial, el señor Dutor, hizo quedarse de pie
por mucho tiempo a Bernardette y a su mamá, al fin les dijo
condescendientemente:
"Ahí
hay sillas. Pueden sentarse".
Bernardette
respondió: "No. Pudiéramos ensuciárselas"
En
otra ocasión, cuando le preguntaron sobre el idioma en que le habló
la Virgen, Bernardette dijo: "Ella me habló en dialecto".
"La
Virgen María no pudo haber hablado en dialecto", le
respondieron, "Dios y la Virgen no hablan dialecto".
A
lo que ella respondió: "¿Cómo podemos saber nosotros
dialecto, si ellos no lo hablan?"
-"Oh,
¿por qué piensa que me habló en Francés?. ¿puedo yo hablar en
Francés?"
En
la doceava aparición, Bernardette le acercó un rosario a la Virgen.
Un sacerdote le preguntó después de la aparición: “¿Así que
ahora también bendices rosarios?”
Bernardette
se rió, y dijo: "Yo no uso una estola, ¿o sí?"
Otro
le preguntó: "Así que Bernardette, ahora que la Virgen te
ha prometido que irás al cielo, no necesitas preocuparte del cuidado
de tu alma".
Bernardette:
"Pero Padre, yo solo iré al cielo si me porto correctamente"
Sus
interrogatorios serían de largas horas, algunas veces días
enteros; y sus interrogadores trataban de engañarla, para que
contradijera sus declaraciones. Pero ella se mantenía alerta, en
guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo
había inventado todo.
Bernardette
tuvo que enfrentarse frecuentemente con el párroco de Lourdes, Abbé
Peyramale, quién tenía fama por su mal genio. Sin embargo, todas
las veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar del temor que
sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre vencía su natural
miedo. Su voluntad de cumplir con lo que la Virgen le había
encargado, podía mucho más que el mal genio del sacerdote.
Y
así vemos como Bernardette, cumple los deseos de la Virgen, a pesar
de grandes obstáculos, y de sus propias flaquezas. Al final, en el
último día de las apariciones, el 25 de marzo de 1858, la Virgen
revela su identidad dándole a Bernardette, la prueba que tanto pedía
su párroco para creerle.
Las
palabras de la Virgen, "Yo Soy la Inmaculada Concepción"
, fueron las que derrumbaron de una vez por todas, el muro de la
incredulidad en el corazón del párroco, quién se convirtió desde
ese momento en su más grande defensor y apoyo, usando su mismo
temperamento, contra los que atacaban a la niña.
A
diferencia de otras apariciones, como La Salette, Pointman, Fátima,
Knock, Beuraing, exceptuando la Medalla Milagrosa; Bernardette era la
única vidente. No tenía otros que corroborasen el testimonio, y le
sirviesen de apoyo. Su única fuente de fortaleza era la misma Virgen
Santísima. Pero ésta, era suficiente para ella.
Llegaría
un tiempo donde sus cualidades, su fuerza interior, su rapidez al
contestar, todas usadas para defender las Apariciones de la Virgen,
se usarían en su contra.
Aquellos
que la apoyaban, sabían entender sus grandes virtudes, pero para los
que la criticaban eran sus grandes defectos. A su fortaleza interna,
le llamaban terquedad; a su rapidez en responder le llamaban
insolencia. Una vez en el Convento de San Gildard, en Nevers, cuando
fue acusada de tener amor propio, ella dibujó un círculo, y puso la
marca del dedo en el centro del mismo, y dijo:
"Que
el que no tenga amor propio ponga su dedo aquí" (indicando
la marca del centro).
Las
apariciones, fueron para Bernardette un regalo inmerecido, un regalo
que en sí mismo no la hizo santa. Era un regalo para ella, y para el
mundo. Ella, por su admirable correspondencia a la gracia, llegó a
la santidad. Nosotros también podemos.
Hemos
de tener claro, que Santa Bernardita no fue canonizada por haber
visto a la Virgen Santísima, sino por haber subido por la escalera
de la santidad, a través de enormes pruebas y cruces.
Para
ser santo no es necesario haber tenido grandes experiencias místicas.
Es suficiente tener estas dos cosas: Humildad y Amor. Es en la
asidua oración, y en la vida de virtud, que el Amor se expresa a sí
mismo.
BERNARDETTE
DESPUÉS DE LAS APARICIONES:
La
humilde jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después
de las apariciones como era antes, es decir la Virgen se encargo de
conservarla sencilla, humilde y modesta. No le gustaban ni el
bullicio ni la popularidad.
Pasaba
como una más, excepto por sus virtudes, por su inocencia, su candor
y rectitud en su obrar. Hizo su primera comunión el mismo año 1858,
el 3 de junio, día de Corpus Christi. Nada espectacular sucedió,
excepto que ella había piadosamente recibido a Jesús.
Dios
seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la
prueba amarga de los sufrimientos: de la incomprensión, la burla;
casi siempre estaba enferma, soportaba dolores de toda clase,
permanecía recogida y resignada con paciencia. Sufría de asma
crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma, gastralgia,
tumor de una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos
que le ocasionaron sordera; pero esta se le quitó un poco antes de
su muerte.
La
Virgen le dijo a Bernardette: "No te prometo hacerte feliz en
este mundo, sino en el próximo". Y estas palabras de la
Virgen, se cumplieron plenamente en nuestra santa.
Mucho
tuvo que sufrir durante su vida, hasta su muerte a los 35 años. La
salud de Bernardette era muy delicada, muchas veces tenía que estar
en cama con fiebre; tenía días bien críticos con ataques de asma,
que muchas veces eran bien dolorosos.
Muchos
encontraban cura en la fuente de Lourdes, pero no Bernardette. Un
día le preguntaron: "¿No tomas del agua de la fuente?.
Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a ti?”. Esta
pregunta insidiosa, pudo haberse convertido en una tentación para
Bernardette en no creer en la aparición, pero ella no se turbó.
Le
respondió:
"La
Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito"
¿Porqué
tu más que otros?
-"El
buen Dios solo lo sabe".
¿regresas
algunas veces a la gruta?
-
"Cuando el Párroco me lo permite".
¿Porqué
no te lo permite todo el tiempo?
-"Porque
todos me seguirían".
Antes
habías ido aún cuando se te había prohibido
-
"eso fue porque fui presionada."
La
Virgen Santísima te dijo que serías feliz en el otro mundo, así
que estas segura de ir al cielo.
-
"Oh no, eso será solo si obro bien".
¿Y
no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?
-"Nosotros
lo sabemos muy bien; no es necesario que yo lo diga".
ULTIMOS
AÑOS EN LOURDES
Bernardette
no podía recibir en su casa, el cuidado que ella necesitaba para su
frágil salud, y el gran número de visitantes curiosos le causaban
fatiga. Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale pidió a la Superiora
del Hospicio de Lourdes, que acogiera a la niña. Le dijo:
"Es
con ustedes que la niña debe estar. Ustedes pueden darle el cuidado
que ella necesita en todos los aspectos".
En
el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el
hospital y la escuela, le ofrecieron un asilo titular. Desde aquel
día, permaneció bajo su techo, con su salud delicada, pero con su
consigna de siempre: no llamar la atención de nadie.
Aún
cuando sus padres ya se habían mudado del edificio de la antigua
cárcel, y vivían en un molino, le dieron permiso sin dificultades,
de permanecer con las hermanas. Su madre lloró por su partida, pero
sabía que era por el bienestar de la niña.
En
el hospicio Bernardette, fue asignada bajo el cuidado de la Hermana
Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir mejor.
Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La superiora le dijo
a la Hermana Elizabeth: "se dice que ella no es muy
inteligente, mira a ver si es posible hacer algo con ella".
La
Hermana Elizabeth al entrar en contacto con Bernardette diría:
"Encuentro en ella una inteligencia muy viva, un candor
perfecto, y un corazón exquisito". Ella diría a la madre
superiora: "Mi querida Madre, la han engañado. Bernardette
es muy inteligente, y asimila muy bien la doctrina que se le da".
Sin
ser brillante, Bernardette adquirió gran cantidad de conocimiento
elemental. En su tiempo en el hospicio, permaneció siendo una niña
de su edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy vivaz, a
quien le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces la ponían a
cuidar niños más pequeños, como era la costumbre en las escuelas
elementales, y Bernardette se mostraba tan joven y juguetona, como la
más pequeña niña.
Uno
de los niños diría más tarde:
"Bernardette
era tan simple. Cuando le pedían que nos cuidara, lo hacía de una
manera tal, que parecía otra niña jugando con nosotros, que no nos
hacía pensar tanto, en su aventura milagrosa. Criados con este
pensamiento, de que nuestra compañera había visto a la Virgen, lo
considerábamos tan natural, como un niño de hoy día, que ha visto
al presidente de la república".
Bernardette
era completamente natural en su comportamiento diario, sin embargo,
era muy seria en lo tocante a su vida Cristiana.
Al
crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus momentos de vanidad,
queriendo estar arreglada, y lucir bien. Pero todas estas vanidades
pasaron por ella rápidamente, y sin dejar ningún rastro en su
corazón.
Decía
la Hermana Victorina: "La fiebre pasó rápidamente, y no
dañó su profunda piedad".
La
comunidad contaba con las oraciones de Bernardette. Un día, una
religiosa, la Madre Alejandrina, sufrió una torcedura, y el médico
le mandó a tener reposo. Pero ella era muy activa, y le pidió a
Bernardette que le pidiera a la Virgen que la curara. Bernardette
inmediatamente fue a rezar ante la estatua de la Virgen, en la
capilla. Oró con todo su corazón. ¿Qué pasó?... no sabemos nada
más que al otro día, el doctor encontró a la Madre Alejandrina
ocupada en su trabajo, como si nada hubiese pasado.
LA
VOCACIÓN RELIGIOSA
La
Virgen Santísima le dio una gracia especial, al llamarla a la vida
religiosa.
Parece
que nunca Bernardette consideró en serio el matrimonio. A los 19 o
20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa se le presentó
claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue
difícil hacerle comprender, que su salud era muy delicada para
enfrentar los rigores del Carmelo.
Fue
el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su diócesis, la Casa
Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio y la escuela de
Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su orientación.
Él le preguntó, cuáles eran sus intenciones para el futuro, y ella
le respondió:
"Señor
Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa, como una sierva".
Pero
hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una religiosa, como las
hermanas a las que tan apegada estás?.
"Oh,
Señor Obispo, nunca he creído, que esto pudiese ser para una
ignorante y pobre niña como yo. Usted sabe bien que soy pobre, y no
tendría la dote necesaria".
No
es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede hacer una excepción a
la regla, y recibir a una joven sin dote, si ella tiene signos claros
de vocación".
"Señor
Obispo, sus palabras me han tocado profundamente, le prometo que
pensaré en ellas" .
Bernardette
comprendía que una decisión como ésta, no se hace sin
consideración y reflexión. El Obispo estaba muy complacido con su
prudencia, y le recomendó que se tomara su tiempo, e hiciera su
decisión con completa libertad y sin apresuramiento.
En
Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre Superiora del Hospicio:
"Madre
mía, he orado mucho para saber si estoy llamada a la vida religiosa.
Creo que la respuesta es "sí". Yo quisiera entrar en su
congregación, si soy aceptada. Permítame pedirle que le escriba al
Obispo".
En
respuesta, la superiora abrazó a Bernardette, y sus lágrimas de
gozo fueron su afectuosa respuesta.
Habiendo
hecho su elección, más ataques de enfermedad y la necesidad de
tratar varios remedios, retardaron la puesta en práctica de su
promesa.
En
1866 escribió: "Estoy más presionada que nunca a dejar el
mundo. Ahora he decidido definitivamente, y espero dejarlo pronto".
Por
fin llegó el gran día, a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años
de edad.
Por
última vez, fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo
corazón. "¿Ven la gruta?, era mi cielo en la tierra".
Al día siguiente, se despidió de su familia, y el Julio 4 de 1866,
Bernardette dejó su pueblo natal, para nunca más volver.
Antes
de partir, improvisa una oración tomando como pauta el Magnificat:
acción de gracias por la pobreza de su esclava. Se dirige
directamente a María: "Sí Madre querida, tú te has abajado
hasta la tierra, para aparecerte a una débil niña. Tú, reina del
cielo y la tierra, has querido servirte de lo que había de más
humilde, según el mundo".
LA
RELIGIOSA, LA SANTA:
Se
va para comenzar su noviciado. Llegó al convento de las Hermanas de
la Caridad de Nevers, el 7 de julio de 1866, en la noche. El domingo
Bernardette tuvo un ataque de nostalgia, que le llevó a estar
llorando todo el día. La animaban diciéndole que este era un buen
signo, ya que su vida religiosa debía empezar con sacrificio.
En
los anales de la Casa Madre se lee:
"Bernardette
es en realidad, todo lo que de ella hemos oído, humilde en su
triunfo sobrenatural; simple y modesta, a pesar de que todo se le ha
unido para elevarla. Ella ríe, y es dulcemente feliz, aunque la
enfermedad se la está comiendo. Este es el sello de la santidad,
sufrimiento unido a gozo celestial".
HERMANA
MARÍA BERNARDA (MARIE BERNARD):
Ni
la superiora, la hermana Josefina Imbert, ni la maestra de novicias
Madre María Teresa Vausou, entendían el tesoro que se les había
confiado. Sí, admitían que la Virgen se le apareció, pero la veían
tan "ordinaria", que tenían dificultad en ver santidad en
ella. Su idea de santidad, aparentemente era diferente a la de la
Iglesia.
En
el proceso diocesano de Beatificación, el Reverendo Padre Peach,
profesor de teología dogmática en el seminario de Moulins, les dijo
a sus estudiantes:
"El
testimonio llegó a esto, que Bernardette era muy ordinaria. Pero
cuando se les preguntó, si ella era fiel a las reglas, si tenía que
ser corregida por desobediencia, o en referencia a la pobreza y
castidad, todas se apresuraron a decir: "Oh no, nada de eso".
¿Por
qué sus superioras la juzgaban tan mal?; solo se puede encontrar
respuesta en que era parte de la Providencia Divina, para la
santificación de Bernardette. De manera particular la Maestra de
Novicias, Madre María Teresa Vauzou, quién fue la causante de
muchos sufrimientos espirituales de Bernardette durante los 13 años
que vivió en el convento. La Madre María,
quien era estimada por su ojo agudo y su penetración psicológica,
nunca fue capaz de leer en esta alma límpida, su íntima unión con
Dios, ni tampoco su total abandono a los deseos de su divina
voluntad, la cual formaba su vida interior.
Bernardette,
sin haber estudiado sobre las formas de oración, pasaba horas en
ella, recitando su rosario con gran fervor. Vivía en unión perpetua
con la Virgen Santísima, y a través de Ella con Jesucristo.
"Bernardette
estaba totalmente perdida en Dios".
Al
recibir el hábito de postulante, recibió su nombre de religiosa, el
cual sería su mismo nombre bautismal, Sor María Bernarda.
PROFESIÓN
ANTICIPADA:
Tres
semanas después de haber recibido el hábito, Bernardette enfermó
de gravedad, con un nuevo ataque de tuberculosis, y tuvo que ser
puesta en la enfermería.
Esta
crisis de sofocación asmática, y de tos fue tan seria, que el
médico pensaba que su muerte era inminente.
La
Madre Superiora llamó al Obispo, y éste le administró el
Sacramento de Extrema Unción, pero ella no pudo recibir el Viático,
porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que
Bernardette estaba a punto de morir, la Madre Superiora quiso darle
el consuelo de pronunciar sus votos. Habló con el Obispo, y la
comunidad dio su aprobación unánime.
Sabiendo
lo que iban a hacer, Bernardette respondió con una sonrisa de
agradecimiento. Fue el Obispo Forcade, quien presidió la ceremonia.
Bernardette dio su consentimiento por medio de signos, ya que no
podía hablar. Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba
que estaba a punto de morir, pero Bernardette siempre ponía su salud
en las manos de la Virgen.
La
nueva religiosa se durmió, y se despertó a la mañana siguiente en
un estado de felicidad, que ella declaró a su Superiora: "Mi
Reverenda Madre, usted me hizo hacer la profesión religiosa, porque
pensaba que iba a morir. Bueno, mire no voy a morir".
La
Madre Superiora entonces le respondió: "Tonta, tú sabías
que no ibas a morir, y no nos lo dijiste. En este
caso, si no has muerto para mañana en la mañana, te quitaré el
velo".
Y
la hermana María Bernarda, con admirable sumisión heroica, le
respondió simplemente:
"Como
usted desee, reverenda Madre". Y a pesar del dolor que esto
le causaba, supo aceptar este cáliz que el Señor le enviaba.
Su
madre murió en Diciembre 8, 1866, tenía 45 años, y esta fue una de
las tristezas más grandes que experimentó. En medio de su dolor,
dijo al Señor:
"¡Mi
Dios, tú lo has querido!. Yo acepto el cáliz que me das. Que tu
Nombre sea bendito".
Durante
su noviciado, Bernardette fue tratada más severamente, y quizás más
cruelmente, que las otras novicias. Sus compañeras decían: "No
es bueno ser Bernardette". Pero ella lo aceptaba todo, y
veía en ello la mano de Dios.
Bernardette
profesó el 30 de octubre de 1867, con el nombre de Sor María
Bernarda. Tenía 23 años. Sin embargo, la felicidad de ese momento,
fue teñida por una ruda humillación.
Cuando
llegó el momento de distribuir a las nuevas profesas los trabajos,
la Madre Superiora, respondió a la pregunta del Obispo: "¿Y
la hermana Marie Bernard?, "Oh, Señor Obispo, no sabemos
que hacer. Ella no es buena para nada".
Y
prosiguió: "Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de
usarla ayudando en la enfermería". A lo cual el Obispo
consintió. La hermana Marie Bernard, recibió el dolor de esta
humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró,
simplemente aceptó el cáliz.
Otro
cáliz que pronto tomaría fue la muerte de su padre en 1871, 6 años
después que su mamá. Supo de la muerte de su papá, a quien no
había visto mas desde que dejó Lourdes, pero sabía que había
muerto conservando su fe.
Una
hermana la encontró llorando a los pies de la estatua de la Virgen,
y cuando la hermana la iba a consolar, ella le dijo:
"Mi
hermana, siempre ten una gran devoción a la agonía de nuestro
Salvador. El Sábado en la tarde, le oré a Jesús en agonía por
todos aquellos que morirían en ese momento, y fue precisamente en el
mismo momento, en que mi padre entró a la eternidad. Que consuelo
para mí el quizás haberle ayudado".
Muchas
tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas, se
apilaban sobre ella, y ella decía:
"Cuando
la emoción es demasiado fuerte, recuerdo las palabras de nuestro
Señor, "Soy Yo, no tengan miedo".
“Cuando
recibo el rechazo y humillaciones de mis Superioras y compañeras,
inmediatamente agradezco a nuestro Señor por esta gran gracia. Es el
amor de este Buen Maestro, el que hará desaparecer el árbol del
orgullo en sus malas raíces. Mientras más pequeña me hago, más
crezco en el Corazón de Jesús".
A
Bernardette se le concedió un gran regalo al comienzo de 1874. Había
sido asistente de enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus
fuerzas iban disminuyendo.
Después
de un ataque de bronquitis, en el otoño de 1873, por el cual tuvo
que ir al hospital, se determinó que estaba muy débil, para seguir
ayudando en la enfermería, y se le dio el trabajo de menos esfuerzo
físico en el Convento, el cual era al mismo tiempo el más
importante, y el cual ella amó mucho más que el de ayudante de
enfermería; la nombraron asistente de sacristán.
Su
nueva posición le daba la oportunidad, de pasar mucho tiempo en la
capilla, cerca del Santísimo Sacramento. Estaba casi sin
supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor en el
Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña.
Manejaba
todos los artículos sagrados, con gran reverencia. El corporal, los
purificadores y las albas, los trataba consciente, que Jesús
Encarnado los había tocado durante el Sacrificio de la Eucaristía.
Por eso, no permitía que nadie le ayudase en este ministerio.
Pero
este regalo no duró por mucho tiempo, ya que su salud constantemente
empeoraba. A partir de 1877, no es más que una inválida. Se le
provee cuidado lo más posible, y ella obedece todas las
prescripciones.
Pronunció
sus votos perpetuos, el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que
se sentía mejor. Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre,
retornó a la enfermería, para nunca más salir.
Sus
últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar por la noche
oscura del alma. Perdió confianza, la paz del corazón, y la
certeza del cielo. Fue tentada al desánimo y desesperación. Pensaba
que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más amargo, y
su sufrimiento mayor.
También
sufría mucho físicamente. La cama le causó tener la espalda
repleta de llagas. Su pierna tuberculosa se le reventó. Desarrolló
abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente sorda por
un tiempo.
Si
no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese
sospechado que estaba enferma. Su actitud tan serena y gozosa, no
manifestaba el profundo sufrimiento que padecía. No
perdió su fortaleza y la aceptación de su cruz.
A
una hermana, le dijo que iba a orar para que el Señor le mandara
consolación, ella le respondió:
"No,
no, no consolación, solo fortaleza y paciencia".
Bernardette
padeció su pasión, durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de
Abril de 1879, rogó a las religiosas que la asistían, que rezaran
el rosario, siguiéndolo ella con gran fervor.
Al
acabar un Ave María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la
Virgen de la Gruta y murió. Eran las 3:15 PM.
Sus
últimas palabras fueron la conclusión del Ave María: "Santa
María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora....pecadora..."
Su
cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el
centro del jardín del Convento, que estaba dedicada a San José. Fue
en esta Capilla, en la que después de 30 años, en Septiembre 22,
1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación
diocesano.
El
cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación. Su piel dura,
pero intacta, mantuvo su color. Hubo un segundo
reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación el
12 de Junio de 1925.
Bernardette
fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Y celebramos su fiesta, el
día en que partió a la casa del Padre, el 16 de Abril, aunque en
Francia se la celebra el 18 de Febrero, una semana después de la
fiesta de nuestra Señora de Lourdes.
Lourdes
se ha convertido en el santuario Mariano mas visitado de Europa, y el
segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe
en México. Infinidad de enfermos, han sido sanados en las aguas
milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las
muchísimas conversiones del corazón.
En
Nevers se encuentra el cuerpo incorrupto de Bernardita. Santa
Bernardette todavía se puede observar incorrupta en su capilla en
Nevers, dentro de un féretro de cristal, donde parece estar dormida.
Su dulzura y paz aun toca los corazones.
¡Santa
Bernardette, ruega por nosotros!.
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Las
apariciones de la Virgen de Lourdes y la Iglesia:
El
18 de Enero 1862, el obispo firmó la pastoral, aprobando las
apariciones. Aprobó su carácter sobrenatural, y la vida tan
auténtica de la vidente.
1874:
el Papa Pío IX, concedió al santuario el titulo de Basílica.
1876:
el mismo Papa, coronó solemnemente la estatua de la Virgen.
León
XIII: aprobó el oficio y misa de Lourdes
Pío
X llamo a Lourdes: "sede del poder y de la misericordia
de María, donde tuvieron lugar, maravillosas apariciones de la
Virgen".
1907:
este mismo Papa, extendió la celebración de la fiesta de
Nuestra Señora de Lourdes, a toda la Iglesia Universal.
Pío
XI: afirmó: "Lourdes, donde la Virgen se apareció
varias veces a la bienaventurada Bernardita, donde exhortó a todos
los hombres a la penitencia".
Elevó
al honor de los altares a Santa Bernardita Soubirous, el 8 de
Diciembre de 1933.
Pío
XII: escribió la encíclica "La peregrinación a Lourdes",
el más completo de todos los documentos sobre Lourdes".
Juan
XXIII: en la clausura del centenario de las apariciones de
Lourdes, recordaba lo siguiente: "La Iglesia, por la voz de
sus Papas, no cesa de recomendar a los católicos, que presten
atención al mensaje de Lourdes".
Finalmente,
Juan Pablo II, es el primer Papa que ha peregrinado a Lourdes, en el
año 1983, con motivo del 125 aniversario de las apariciones.
Allí
ofició la Santa Misa el día 15 de Agosto, afirmando dos veces:
"Venimos en peregrinación a Lourdes, donde María dijo a
Bernardita: "Yo soy la Inmaculada Concepción", y añadió:
"Aquí habló con una simple muchacha de Lourdes, rezó con ella
el rosario, le dio varios mensajes, y concluyó el Papa diciendo: "la
Virgen viene a salvar a los pecadores.."
Oración
Final: Concédenos Señor y Dios nuestro, la Fortaleza de la
Penitencia, que la Virgen María nos lo manda una y otra vez, a fin
de poder alcanzar la Casa Eterna, en compañía de Santa Bernadette.
También concédenos ser siempre dulces y amables con los niños y
niñas, manteniendo la firmeza, pero de una manera suave y
comprensiva. A Tí Señor, que nos dijiste que sólo siendo niños
entraremos en el Reino de los Cielos. Amén.
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