Segunda
Feria, 7 de agosto
SANTA
JULIANA DE MONTE CORNILLÓN
(†
1258)
Monja
y Reclusa Agustina
Impulsora
de la fiesta del Corpus Christi
Breve
Monja,
nacida en Retinnes, cerca de Lieja, Bélgica, en el año 1193; murió
en Fosses el 5 de abril de 1258.
En
el lugar de Fosses, en Brabante, hoy en Bélgica, Santa Juliana,
virgen de la Orden de San Agustín, fue priora de Monte Cornillon,
cercano a Lieja, y llevó después vida recluida, en la cual,
fortalecida con gracias especiales, promovió
la solemnidad del Cuerpo de Cristo. († 1258)
En
1206 recibió el velo, y se dedicó a los enfermos en el hospital, a
cargo del convento. También es conocida como: Juliana de Lieja
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Juliana
fue la hija segunda del matrimonio de Enrique y Frescinda, vecinos
del pueblo de Retina, cerca de Lieja. Nació en 1192, y quedó
huérfana a los cinco años. Junto con su hermana Inés, que tenía
seis, fue llevada al convento de Monte Cornillón, recientemente
fundado, cuyas religiosas se dedicaban, además del Oficio divino, al
cuidado de los leprosos y enfermos.
Demasiado
niñas las dos hermanas para aplicarse a las obras de caridad, fueron
puestas bajo la dirección de sor Sapiencia, una religiosa que las
instruyó en los rudimentos de la doctrina cristiana, y las inició
en las virtudes, que son la base de la vida espiritual: obediencia,
humildad, mortificación y penitencia.
Los
biógrafos, que han dejado en la penumbra a Inés, nos hablan de la
brillante santidad de Juliana. Dotada de excepcionales cualidades,
aprendió el salterio de memoria, demostró
un amor por la soledad, y un celo intemperante por la
mortificación, de lo que tuvo que corregirla su maestra, hasta
hacerla entender que la obediencia vale más que los sacrificios.
Hizo
rápidos progresos, y leyó con placer los escritos de San Agustín y
San Bernardo. También cultivó un ardiente
amor por la Santísima Virgen, la Sagrada Pasión, y especialmente el
Santísimo Sacramento.
A
los seis años, tuvo una visión que no pudo comprender. Vio
la luna resplandeciente de luz, pero atravesada de una mancha
obscura, que parecía cortar el globo en dos partes. Habló
de su visión a otras religiosas, pero no supieron desentrañársela;
es más: le dijeron que era peligroso investigar en la misma. Sin
embargo, la noticia se divulgó por Lieja, y la reputación de la
pequeña tomó incremento.
La
devoción de Juliana por la Sagrada Eucaristía iba en aumento,
guiada por Sapiencia, su maestra, la cual, habiendo sido nombrada
priora, hizo construir para Juliana un oratorio, donde la fervorosa
joven pudiera entregarse libremente a la oración.
Pero
la visión que contemplara de niña, se le presentaba continuamente a
su espíritu, llenándola de turbación y congoja. Al fin, a fuerza
de súplicas, consiguió que se le revelara el misterio. Una voz
celestial le manifestó que el globo de la luna era figura de la
Iglesia militante, y la mancha representaba la falta de una fiesta
especial al Santísimo Sacramento, queriendo Dios que fuera
instituida dicha fiesta, pues el Jueves Santo, que conmemoraba tal
celebración, al coincidir con la Semana Santa, no dejaba lugar a la
solemnidad requerida.
Ella
comunicó esta revelación a Roberto de Thorete, el entonces obispo
de Liège, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal
legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo
archidiácono de Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de
Jerusalén, y finalmente al Papa Urbano IV.
El
obispo Roberto se impresionó favorablemente, y como en ese tiempo
los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis,
invocó un sínodo en 1246, y ordenó que la celebración se tuviera
el año entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre
Juan de Monte Cornillón debía escribir el oficio para esa ocasión.
Éste
encara la composición del oficio litúrgico de la nueva festividad
con gran éxito, lo que lleva a cabo el año 1232. Al año siguiente
parece que ya en Laon, se celebró por primera vez la fiesta del
Corpus Christi
En
1230 fue elegida superiora, por el voto unánime de la comunidad.
Pero pronto Dios le envió pruebas muy duras. Su convento
estaba bajo la supervisión de un superior general, Roger, un hombre
de hábitos viciosos y escandalosos; él se aseguró esta posición
en 1233 mediante intrigas y sobornos.
Disgustado
por las virtudes, y la piedad de Juliana, y mucho más por sus
súplicas y reproches, incitó a la multitud contra ella.
Ella
escapó a la celda de la Beata Eva de Lieja, y luego a una casa que
le fue dada por John, un canónigo de Lausana.
Reivindicada
en las cortes, mediante la influencia de Roberto de Thorate, Obispo
de Lieja, ella fue restaurada a su posición en la comunidad, y Roger
fue destituído.
Pero
en 1247, Roger estaba otra vez en el poder, y consiguió de nuevo
expulsar a la beata. Juliana encontró refugio en Namur, y después
en Fosses, donde pasó los últimos años de su vida en reclusión.
La
muerte de Juliana fue tan santa como su vida. Desterrada hasta seis
veces, tuvo que cambiar otras tantas de refugio, perseguida a muerte
por sus crueles enemigos, que veían el contraste entre su virtud, y
la propia depravación. Privada de todo consuelo humano, jamás se la
oyó quejarse o murmurar.
Por
petición propia fue enterrada en Villiers. Después de su muerte, un
gran número de milagros ocurrieron por su intercesión (Acta SS.,
April, I, 435 sq.). En 1869, Pío IX confirmó el culto, y permitió
el oficio y Misa en su honor.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que por los méritos e intercesión de
Santa Juliana, podamos proclamar nuestro Amor por tu Cuerpo y tu
Sangre, no entregando el nuestro a la voracidad de la concupiscencia,
y así honrar el templo viviente que es nuestro propio cuerpo, en
donde has querido morar para siempre. A Tí Señor que nos enseñaste
que sólo mediante la penitencia y la oración continua, podremos
acceder a los divinos tesoros, que nos vas develando todos los días
en nuestro corazón. Amén.
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