Segunda
Feria, 21 de agosto
San
Pío X
Papa
y confesor
Realizó
curaciones milagrosas en varias Audiencias Públicas
San
Pio X dedicó una especial atención a los sacerdotes. Muchas veces
dijo que de su santidad, dependía en gran medida, la santidad del
pueblo cristiano.
Restauró
el canto gregoriano en las misas, y condenó ese compendio de
herejías autodenominada “Modernismo”.
1835-1914
Breve
Nació
en la aldea de Riese, situada en la región véneta, el año 1835.
Primero ejerció santamente como presbítero, más tarde fue obispo
de Mantua, y luego patriarca de Venecia.
En
el año 1903 fue elegido papa. Adoptó como lema de su pontificado:
«Instaurare omnia in Christo»,
consigna por la que trabajó intensamente con sencillez de espíritu,
pobreza y fortaleza, dando así un nuevo incremento a la vida de la
Iglesia. Tuvo que luchar también contra los errores doctrinales, que
en ella se filtraban. Murió el día 20 de agosto del año 1914.
"Era
uno de esos hombres elegidos, de los que hay pocos, con una
personalidad irresistible. Todos tenían que sentirse conmovidos por
su absoluta sencillez, y su bondad angelical. Sin embargo, era algo
más lo que le hacía entrar en todos los corazones; ese "algo"
se puede definir mejor al observar que todo aquél que fue admitido a
su presencia, salió con la profunda convicción de haber estado
frente a un santo. Y entre más se sabe sobre él, mayor fuerza
adquiere esta convicción". Baron von Pastor, historiador,
sobre el Papa Pío X:
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Nuestro
Papa nació en 1835, con el nombre de Giuseppe (José) Sarto, hijo de
un humilde cartero, en la ciudad de Riese, en el Veneto. Fue el
segundo de diez hijos de una pobre familia.
Asistió
a la escuela elemental de Riese, y gracias a las instancias del cura
párroco, pasó a la escuela superior de Castelfranco, a una
distancia de ocho kilómetros, que el chico recorría a pie dos veces
al día.
Más
tarde, en virtud de una beca que se obtuvo para él, pudo asistir al
seminario de Padua. Por dispensa especial, se le ordenó sacerdote a
la edad de veintitrés años, y desde aquel momento, se entregó
completamente al ministerio pastoral; al cabo de dieciséis años,
ascendió a canónigo en Treviso, donde prosiguió con mayor ahínco
su dura y generosa tarea sacerdotal.
En
1884, fue consagrado obispo de Mántua, diócesis que se hallaba en
bajas condiciones morales, debido a su clero negligente, hasta el
extremo de haber provocado un cisma en dos poblaciones.
Fue
tan limpio y brillante, el triunfo que obtuvo el obispo en el
desempeño de aquel cargo, plagado de dificultades que en 1892, el
Papa León XIII consagró a Monseñor Sarto como cardenal sacerdote
de San Bernardo de los Baños, y casi inmediatamente, lo elevó a la
sede metropolitana de Venecia, que comprende el título honorífico
de patriarca.
Ahí
se transformó en un verdadero apóstol para toda la región del
Veneto, y puso de manifiesto, el valor de su sencillez y su rectitud,
en una sede que se ufanaba de su magnificencia y de su pompa.
A
la muerte de León XIII, en 1903, era creencia general que habría de
sucederle, en la cátedra de San Pedro, el cardenal Rampolla del
Tíndaro; las tres primeras votaciones del cónclave indicaron que la
opinión general estaba en lo cierto; pero entonces, el cardenal
Puzyna, arzobispo de Cracovia, comunicó a la asamblea de electores,
que el emperador Francisco José de Austria, imponía el veto formal
contra la elección de Rampolla.
El
anuncio causó una profunda conmoción; los cardenales protestaron
con energía por la intervención del emperador, y las cosas llegaron
al punto de efervescencia, cuando Rampolla, con mucha dignidad,
retiró su candidatura.
Al
cabo de otras cuatro votaciones, resultó elegido el cardenal
Giuseppe Sarto. Así llegó a la cátedra de Pedro un hombre de
humilde cuna, sin relevantes dotes intelectuales, sin experiencia en
las diplomacias eclesiásticas, pero con un corazón tan grande, que
no le cabía en el pecho, y tan bueno que parecía irradiar gracias:
"un hombre de Dios, que conocía los
infortunios del mundo, y las penurias de la existencia, y en la
grandeza de su corazón, solo quería arreglarlo todo, y consolar a
todos".
Uno
de los primeros actos del nuevo Papa, fue el de recurrir a la
constitución "Commissum nobis", a fin de terminar, de una
vez por todas, con cualquier supuesto derecho de cualquier poder
civil, para interferir en una elección papal, por el veto u otro
procedimiento. Más adelante, dio un paso cauteloso, pero definitivo,
hacia la reconciliación entre la Iglesia y el Estado, en Italia, al
levantar prácticamente el "Non Expedit".
Su
manera de hacer frente, a la muy crítica situación, que no tardó
en presentarse en Francia, fue directa y tan efectiva como cualquiera
de los medios diplomáticos en uso. En 1905, luego de numerosos
incidentes, el gobierno francés denunció el concordato de 1801,
decretó la separación de la Iglesia y el Estado, y emprendió una
campaña agresiva contra la Iglesia.
El
gobierno propuso crear una organización, para que se preocupara de
las propiedades eclesiásticas, bajo el nombre de "associations
cultuelles", a la que muchos de los prominentes personajes
católicos de Francia, deseaban someterse por vías de ensayo; pero
tras una serie de consultas con los obispos franceses, el Papa Pío X
emitió un par de declaraciones enérgicas y dignas, por las que
condenaba la ley de separación, y calificaba la "asociación"
de anticanónica.
A
los que se quejaban, de que había sacrificado todas las posesiones
de la Iglesia en Francia, les respondió: "Aquellos
se preocupaban demasiado por los bienes materiales, y muy poco por
los espirituales". La separación ofreció la
ventaja de que a partir de entonces, la Santa Sede pudo nombrar
directamente a los obispos franceses, sin la nominación previa de
los poderes civiles.
El
obispo de Nevers, Monseñor Gauthey dijo del Papa: "Pío
X, nos emancipó de la esclavitud, al costo del sacrificio de
nuestras propiedades. Que Dios le bendiga por siempre, por no haber
titubeado en imponernos ese sacrificio". La
severa actitud del Papa, causó tantos trastornos y dificultades al
gobierno francés, que veinte años más tarde, se avino a concertar
un nuevo acuerdo, dentro de los cánones, para la administración de
las propiedades de la Iglesia.
Contra
el Modernismo
El
nombre de Pío X se vincula generalmente, y con toda razón, al
movimiento que purgó a la Iglesia de ese "resumen de todas las
herejías", al que alguno tuvo la ocurrencia de llamar
"Modernismo".
Un
decreto del Santo Oficio, fechado en 1907, condenó a ciertos
escritores y ciertas ideas; muy pronto le siguió la carta encíclica
"Pascendi dominici gregis", en la que se indicaban
peligrosas tendencias de alcance imprevisible, se señalaban, y
condenaban las manifestaciones del modernismo en todos los campos.
Pero
también se adoptaron medidas enérgicas, y a pesar de que hubo
furiosas oposiciones, el modernismo en la Iglesia fue desenmascarado.
Ya había conquistado bastante terreno entre los católicos, y sin
embargo, no fueron pocos quienes opinaron que la condena del Papa,
había sido excesiva y oscurantista.
Cinco
años después, en 1910, la encíclica del Papa sobre San Carlos
Borromeo, fue mal interpretada, y se ofendieron los protestantes en
Alemania. Pío X publicó la explicación oficial del párrafo mal
interpretado en el Osservatore Romano, y ahí mismo recomendó a los
obispos alemanes, que no hiciesen más comentarios ni publicidad en
torno a la encíclica, en el púlpito o en la prensa.
Renovarlo
todo en Cristo: Eucaristía y Palabra
En
su primera encíclica Pío X, anunciaba que su meta primordial era la
de "renovarlo todo en Cristo",
y sin duda que con ese propósito en mente, redactó y aprobó sus
decretos sobre el sacramento de la Eucaristía.
Por
ellos, recomendaba y encomiaba la comunión diaria, si fuese posible;
que los niños se acercaran a recibirla al llegar a la edad de la
razón, y que se facilitara el suministro de la comunión a los
enfermos. Recordemos que en la Edad Media, y
posteriormente en la época del jansenismo, los fieles católicos
comulgaban rarísima vez. La comunión diaria o muy frecuente, se
consideraba como algo extraordinario, y aun indebido. También
el Papa se preocupó por la Palabra, puesto
que instaba a la lectura diaria de la Biblia,
aunque en este caso, las recomendaciones del Papa no fueron tan
ampliamente aceptadas.
Desde
1903, y con el objeto de aumentar el fervor en el culto divino,
emitió un motu proprio, con una serie de instrucciones sobre la
música sacra, destinadas a terminar con los abusos al respecto, y
a restablecer el uso del canto gregoriano en la Iglesia.
Dio
alientos a los trabajos de la comisión, para la codificación de las
leyes canónicas, y fue él quien llevó a cabo la completa
reorganización de los tribunales, oficinas y congregaciones de la
Santa Sede.
También
estableció Pío X, una comisión correctora y revisora del texto
Vulgata de la Biblia (este trabajo les fue encomendado a los monjes
benedictinos), y en 1909, fundó el Instituto Bíblico para el
estudio de las Escrituras, y lo dejó a cargo de la Compañía de
Jesús.
A
favor de los Pobres
Siempre
consagró sus preocupaciones y actividades a los débiles y los
oprimidos. Con inusitada energía, denunció los malos tratos a
que eran sometidos los indígenas, en las plantaciones de caucho del
Perú.
Creó
y organizó una comisión de ayuda a los damnificados, tras el
desastroso terremoto de Messina, y por cuenta propia, acogió a
numerosos refugiados en el hospicio de Santa Marta, junto a San
Pedro.
Sus
caridades, en todas las partes del mundo donde se necesitaban
socorros, eran tan abundantes y frecuentes, que las gentes de Roma, y
de toda Italia, se preguntaban de dónde saldría tanto dinero.
La
sencillez de sus hábitos personales, y la santidad de su carácter,
se ponían de manifiesto en su costumbre de visitar cada domingo,
alguno de los patios, rinconadas o plazuelas del Vaticano, para
predicar, explicar y comentar el Evangelio de aquel día, a todo
el que acudiera a escucharle.
Era
evidente que Pío X se sentía desconcertado, y tal vez un poco
escandalizado, ante la pompa y la magnificencia del ceremonial en la
corte pontificia. Cuando era patriarca de Venecia, prescindió de una
buena parte de la servidumbre, y no toleró que nadie, fuera de sus
hermanas, le preparase la comida; como Pontífice, eliminó la
costumbre de conferir títulos de nobleza a sus familiares.
"Por disposición de Dios”,
solía decir, “mis hermanas son
hermanas del Papa. Eso debe bastarles".
En
una ocasión, antes de cierta ceremonia, exclamó ante un viejo amigo
suyo: "¡Mira cómo me han vestido!", y se
echó a llorar. A otro de sus amigos, le confesó: "No
cabe duda de que es una penitencia, verse obligado a aceptar todas
estas prácticas. ¡Me condujeron entre soldados, como a Jesús
cuando le apresaron en Getsemaní!".
Estas
anécdotas describen la grandeza de corazón, y la sencillez de la
bondad de Pío X. A un joven inglés, protestante convertido al
catolicismo, y que deseaba ser monje, pero sentía el escrúpulo de
haber estudiado muy poco, le dijo el Papa: "Para
alabar bien a Dios, no se necesita ser sabio".
Un
escritor de Mantua, publicó un libro de carácter sensacionalista,
en el que lanzaba infames acusaciones contra Pío X; éste no quiso
emprender ninguna acción legal, pero en cuanto supo que el
calumniador se hallaba en bancarrota, el Papa le envió ayuda: "Un
hombre tan desdichado, comentó, necesita oraciones más que
castigos".
Aún
durante su vida, Dios utilizó al Papa Pío X como instrumento de sus
milagros, y hasta en esos casos sobrenaturales, se puso de manifiesto
su perfecta modestia y sencillez. Durante
una audiencia pública, uno de los asistentes mostró su brazo
paralizado, al tiempo que decía: "¡Cúrame,
Santo Padre!". El Papa
se acercó sonriente, tocó el brazo tumefacto, y dijo amablemente:
"Si, sí". Y el
hombre quedó curado.
En
otra audiencia privada, una niña de once años que estaba
paralítica, pidió lo mismo. "¡Quiera Dios concederte lo
que deseas!", dijo el Pontífice. La niña se levantó, y
anduvo por sí misma.
Una
monja que sufría de una tuberculosis muy avanzada, le pidió la
salud. "Sí", fue todo lo que repuso Pío X, mientras ponía
las manos sobre la cabeza de la religiosa. Aquella tarde, el médico
declaró que estaba completamente sana.
Primera
Guerra Mundial
El
24 de junio de 1914, la Santa Sede firmó un concordato con Servia;
cuatro días más tarde, el archiduque Francisco de Austria y su
esposa fueron asesinados en Sarajevo; a la medianoche del 4 de
agosto, Alemania, Francia, Austria, Rusia, Gran Bretaña, Servia y
Bélgica estaban en guerra.
Era
el undécimo aniversario de la elección del Papa. Pío X no solo
había vaticinado aquella guerra europea, como otros muchos, sino que
profetizó que estallaría definitivamente para el verano de 1914.
Aquel
conflicto fue para el Papa un golpe fatal. "Esta
será la última aflicción que me mande el Señor. Con gusto daría
mi vida, para salvar a mis pobres hijos de esta terrible calamidad".
Pocos días más tarde sufrió una bronquitis; al día siguiente, 20
de agosto, murió. Fue en verdad, víctima de la Guerra.
"Nací
pobre, he vivido en la pobreza, y quiero morir pobre",
dijo en su testamento. Demostró la verdad de aquellas palabras: su
pobreza era tanta, que hasta la prensa anticlerical quedó admirada.
Después
del funeral en la basílica de San Pedro, Monseñor Cascioli,
escribió lo siguiente: "No tengo la menor duda de que este
rincón de la cripta se convertirá, muy pronto, en un santuario, un
centro de peregrinación. Dios glorificará ante el mundo a este
Papa, cuya triple corona fue la pobreza, la humildad y la bondad".
Y así fue por cierto.
El
Pontificado de Pío X no fue tranquilo, y el Papa mostró resolución
en su política. Hubo muchos que le criticaron, lo mismo dentro que
fuera de la Iglesia. Pero, al morir, todas las voces fueron una;
desde todas partes, desde todas las clases, surgió un llamado para
que se reconociera la santidad de Pío X, el que fuera Giuseppe
Sarto, hijo del cartero.
En
1923, los cardenales de la curia decretaron que se había abierto su
causa, firmada por veintiocho prelados. En 1954, el Papa Pío XII
canonizó solemnemente a su predecesor, ante una enorme multitud que
llenaba la Plaza de San Pedro, en Roma. Aquel
fue el primer Papa al que se canonizaba desde Pío V, en 1672.
San
Pio X y los sacerdotes
San
Pio X dedicó una especial atención a los sacerdotes. Muchas veces
dijo que de su santidad dependía en gran medida la santidad del
pueblo cristiano. En el cincuenta aniversario de su
ordenación sacerdotal, dedicó a los sacerdotes una exhortación,
sobre cómo deben ser los sacerdotes que la Iglesia necesita. Pedía,
ante todo, sacerdotes santos, entregados por entero a su labor de las
almas.
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Oficio
de lectura, 21 de agosto, San Pío X, Papa
La
voz de la Iglesia resuena dulcemente
De
la constitución apostólica Divino afflátu, del papa San Pío X
AAS 3 [1911], 633-635
AAS 3 [1911], 633-635
Es
un hecho demostrado, que los salmos compuestos por inspiración
divina, cuya colección forma parte de las Sagradas Escrituras, ya
desde los orígenes de la Iglesia, sirvieron admirablemente para
fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían continuamente a Dios
un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que
confiesan su nombre, y que además, por una costumbre heredada del
Antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la Sagrada
Liturgia, y en el Oficio Divino.
De
ahí nació, lo que San Basilio llama «la voz de la Iglesia», y la
salmodia, calificada por nuestro antecesor Urbano octavo, como «hija
de la himnodia, que se canta asiduamente ante el trono de Dios, y del
Cordero», y que según el dicho de San Atanasio, enseña, sobre todo
a las personas dedicadas al culto divino, «cómo
hay que alabar a Dios, y cuáles son las palabras más adecuadas»
para ensalzarlo.
Con
relación a este tema, dice bellamente San Agustín: «Para
que el hombre alabara dignamente a Dios, Dios se alabó a sí mismo;
y porque se dignó alabarse, por esto el hombre halló el modo de
alabarlo».
Los
salmos tienen además, una eficacia especial para suscitar en las
almas el deseo de todas las virtudes. En efecto, «si
bien es verdad que toda Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento, inspirada por Dios es útil para enseñar, según está
escrito, sin embargo, el libro de los salmos, como el paraíso en el
que se hallan (los frutos) de todos los demás (libros sagrados),
prorrumpe en cánticos, y al salmodiar, pone de manifiesto sus
propios frutos junto con aquellos otros».
Estas
palabras son también de San Atanasio, quien añade asimismo: «A
mi modo de ver, los salmos vienen a ser como un espejo, en el que
quienes salmodian, se contemplan a sí mismos, y sus diversos
sentimientos, y con esta sensación los recitan».
San
Agustín dice en el libro de sus Confesiones: «¡Cuánto lloré
con tus himnos y cánticos, conmovido intensamente por las voces de
tu Iglesia, que resonaba dulcemente!. A medida que aquellas
voces se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba haciendo más
clara en mi interior, y me sentía inflamado en sentimientos de
piedad, y corrían las lágrimas, que me hacían mucho bien».
En
efecto, ¿quién dejará de conmoverse ante aquellas frecuentes
expresiones de los salmos, en las que se ensalza de un modo tan
elevado, la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su inefable
justicia, su bondad o clemencia, y todos sus demás infinitos
atributos, dignos de alabanza?. ¿En quién no encontrarán eco,
aquellos sentimientos de acción de gracias, por los beneficios
recibidos de Dios; o aquellas humildes y confiadas súplicas, por los
que se espera recibir; o aquellos lamentos del alma que llora sus
pecados?. ¿Quién no se sentirá inflamado de amor, al descubrir la
imagen esbozada de Cristo redentor, de quien San Agustín «oía
la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre
por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?.
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También
recordamos con Amor y Agradecimiento a los siguientes Santos y
Mártires:
-Santa
Ciriaca, viuda y mártir, Roma, s. III.
-San
Anastasio, convertido por San Agapito, Salona (Italia), s,
III.
-Santos
Lusorio, Ciselio y Camerino, mártires, Cerdeña, 301.
-San
Privato, mártir y obispo, Gaudevan (Francia), 202.
-Santos
Barroso y Maximiano, mártires. Dos soldados de Juliano el
Apóstata, decapitados en Antioquía, 363. Sus cuerpos descansan hoy
en Arjona, Jaén.
-San
Paterno, mártir, Fondi (Italia), 251.
-Santa
Basa, mártir, y sus hijos Teogonio, Agapio y Fidel,
mártires, Edesa (Siria), 304.
-San
Euprepio, obispo de Verona. s. II?
-San
Cuadrato, ob. de Verona, s. II?
-San
Bernardo Ptolomei (22 agosto), Siena (Italia), 1348.
-San
Juan, mártir. Fue un rico
comerciante de Córdoba, a quien los mahometanos obligaron a
apostatar de la fe, atórmentándole con palos, hambre y dura cárcel.
En ella le encontró San Eulogio, cuando le condujeron a su vez a él,
y escribe que contempló sus espaldas llagadas por los azotes.
Falleció en paz, después de salir de la prisión por los años 854
u 856.
-Santa
Humbelina, abadesa de Jully-sur-Sarce (Francia), 1141.
-Santa
Teocleta, la Taumaturga, una de las santas más populares
en Oriente, s. IX.
-San
Bernardo, Santa Engracia y Santa María, hermanos; hijos
de un moro y convertidos al cristianismo por unos monjes portugueses,
Bernardo tomó el hábito en Clairvaux. Vuelto a España, fue
martirizado por los moriscos en Alcira, juntamente con sus dos
hermanas, s. XII.
Oración:
Señor y Dios nuestro, que para
defender la fe católica, y restaurar todas las cosas en Cristo,
colmaste al papa San Pío X de divina sabiduría y fortaleza
apostólica, concéde a nuesto Papa Francisco la misma fortaleza,
para enfrentar los crecientes desafíos de la Post-Modernidad. A Tí
Señor, que nos prometiste discernimiento para saber aprovechar lo
mejor de lo viejo, y de lo nuevo. Amén.
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