jueves, 31 de agosto de 2017

Cuarta Feria, 30 de agosto
SANTA ROSA DE LIMA
Virgen
(+ 1617)
Patrona de América, Perú y las Filipinas
"Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús".
-Catecismo de la Iglesia Católica, 2449

Si los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento, y aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la paciencia”

Breve
Nació en Lima, Perú, el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y cuando vistió el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística.

Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa, y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación, el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición, y las burlas de sus padres y amigos.

Rosa sabía muy bien, que toda virtud sería inútil si no desterraba de su corazón el Amor Propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión, es capaz de esconderse aún en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia, y la abnegación de la voluntad propia.

Dios concedió a su sierva, gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años, la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma, se veía sumida en la más profunda desolación espiritual.

El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó, fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa, y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales.

Murió el día 24 de agosto del año 1617.

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Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española, en la capital del Perú en el año 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores, y María de Oliva.

Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa, y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación, el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición, y las burlas de sus padres y amigos.

En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas, y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse, y no ser ocasión de tentaciones para nadie.

Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos, acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual, no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas, y otras austeridades aún más sorprendentes, la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores, y contra sus propios sentidos.

Pero Rosa sabía muy bien, que todo ello sería inútil, si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse, aún en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia, y la abnegación de la voluntad propia.

Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció, ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.

Rosa tuvo que sufrir enormemente, por parte de quienes no la comprendían.

El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche, y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte, y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años, e hizo voto de virginidad, para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.

Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas.

Su amor a Dios era tan ardiente, que cuando hablaba de Él, cambiaba el tono de su voz, y su rostro se encendía, como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento, o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.

Extraordinarias pruebas y gracias

Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años, la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual.

El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa, y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales.

Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".

Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad, se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.

El Papa Clemente X la canonizó en 1671.

Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos, a entregarnos con más pasión al amado, Jesucristo. Es esa pasión de amor, la que nos debe mover a vivir nuestra santidad, abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto, o en el claustro.

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De los escritos de Santa Rosa de Lima

El salvador levantó la voz, y dijo con incomparable majestad: "¡Conozcan todos, que la gracia sigue a la tribulación. Sepan que sin el peso de las aflicciones, no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino, por donde se pueda subir al cielo!".

Oídas estas palabras, me sobrevino un ímpetu poderoso, de ponerme en medio de la plaza, para gritar con grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cualquier edad, sexo, estado y condición que fuesen: "Oíd pueblos, oíd todo género de gentes: de parte de Cristo, y con palabras tomadas de su misma boca, yo os aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones; hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conseguir la participación íntima de la divina naturaleza, la
 gloria de los hijos de Dios, y la perfecta hermosura del alma. Este mismo estímulo, me impulsaba impetuosamente a predicar, la hermosura de la divina gracia, me angustiaba, y me hacía sudar y anhelar.

Me parecía que ya no podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que se había de romper la prisión, y libre y sola, con más agilidad, se había de ir por el mundo, dando voces: "¡Oh, si conociesen los mortales, qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos ,y delicias!. Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos, en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz, ni de los trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres".


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BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Un breve comentario de las celebraciones de esta semana
Castelgandolfo
Miércoles 20 de agosto de 2008

Queridos hermanos y hermanas:

Cada día la Iglesia ofrece a nuestra consideración, uno o más santos y beatos, a los que invocar e imitar. En esta semana, por ejemplo, recordamos algunos muy apreciados por la devoción popular.

Ayer, San Juan Eudes, que frente al rigorismo de los jansenistas —en el siglo XVII— promovió una tierna devoción, cuyas fuentes inagotables se concentraron en los sagrados Corazones de Jesús y de María.

Hoy recordamos a San Bernardo de Claraval, a quien el Papa Pío VIII, llamó "doctor melifluo", porque destacaba en "hacer destilar de los textos bíblicos, el sentido que se encontraba escondido en ellos".

A este místico, deseoso de vivir sumergido en el "valle luminoso" de la contemplación, los acontecimientos lo llevaron a viajar por Europa, para servir a la Iglesia en las necesidades de su tiempo, y para defender la fe cristiana.

Ha sido definido también como "doctor mariano", no porque haya escrito muchísimo sobre la Virgen, sino porque supo captar su papel esencial en la Iglesia, presentándola como el modelo perfecto de la vida monástica, y de todas las demás formas de vida cristiana.

Mañana recordaremos a San Pío X, que vivió en un periodo histórico atormentado. De él, Juan Pablo II dijo, cuando visitó su pueblo natal en 1985: "Luchó y sufrió por la libertad de la Iglesia, y por esta libertad, se manifestó dispuesto a sacrificar privilegios y honores, a afrontar incomprensión y escarnios, puesto que valoraba esta libertad, como garantía última para la integridad y la coherencia de la fe" (Discurso a los sacerdotes de la diócesis de Treviso, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de julio de 1985, p. 16).

El próximo viernes, estará dedicado a Santa María Reina, memoria instituida por el siervo de Dios, Pío XII, en el año 1954, y que la renovación litúrgica, impulsada por el concilio Vaticano II, puso como complemento de la festividad de la Asunción, ya que ambos privilegios forman un único misterio.

Por último, el sábado rezaremos a Santa Rosa de Lima, la primera santa canonizada del continente latinoamericano, del que es la patrona principal. Santa Rosa solía repetir: "Si los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento, y aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la paciencia".

Murió a los 31 años, en 1617, tras una breve existencia llena de privaciones y sufrimiento, en la fiesta del apóstol San Bartolomé, del que era muy devota, porque había sufrido un martirio particularmente doloroso.

Así pues queridos hermanos y hermanas, día tras día la Iglesia nos ofrece la posibilidad de caminar en compañía de los santos. Hans Urs von Balthasar, escribió que los santos constituyen el comentario más importante del Evangelio, su actualización en la vida diaria; por eso representan para nosotros, un camino real de acceso a Jesús.

El escritor francés Jean Guitton, los describía como "los colores del espectro en relación con la luz", porque cada uno de ellos refleja, con tonalidades y acentos propios, la luz de la santidad de Dios. ¡Qué importante y provechoso es, por tanto, el empeño por cultivar el conocimiento y la devoción de los santos, así como la meditación diaria de la palabra de Dios, y el amor filial a la Virgen!.

El período de vacaciones constituye, ciertamente, un tiempo útil para repasar la biografía, y los escritos de algunos santos o santas en particular, pero cada día del año, nos ofrece la oportunidad de familiarizarnos con nuestros patronos celestiales.

Su experiencia humana y espiritual, muestra que la santidad no es un lujo, no es un privilegio de unos pocos, o una meta imposible para un hombre normal; en realidad, es el destino común de todos los hombres, llamados a ser hijos de Dios, la vocación universal de todos los bautizados.

La santidad se ofrece a todos; naturalmente no todos los santos son iguales: de hecho, como he dicho, son el espectro de la luz divina. Y no es necesariamente un gran santo, el que posee carismas extraordinarios.

En efecto, hay muchísimos, cuyo nombre sólo Dios conoce, porque en la tierra han llevado una vida aparentemente muy normal. Precisamente estos santos "normales", son los santos que Dios quiere habitualmente. Su ejemplo testifica que sólo cuando se está en contacto con el Señor, se llena uno de su paz y de su alegría, y se es capaz de difundir por doquier serenidad, esperanza y optimismo.

Considerando la variedad de sus carismas, Bernanos, gran escritor francés, a quien siempre fascinó la idea de los santos —cita a muchos en sus novelas— destaca, que "cada vida de santo, es como un nuevo florecimiento de primavera".

Que esto nos suceda también a nosotros. Así pues, dejémonos atraer por la fascinación sobrenatural de la santidad. Que nos obtenga esta gracia María, la Reina de todos los santos, Madre y refugio de los pecadores.

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes de Toledo, y de otras diócesis de España, que constituyen la Fraternidad Sacerdotal en el Corazón de Cristo.

Os encomiendo en mi oración, para que continuéis aspirando cotidianamente a la santidad, ejerciendo vuestro ministerio con alegría, sencillez de corazón, y fidelidad al Evangelio y a la Iglesia.

La conducta ejemplar de un sacerdote, y el testimonio de su amor a Dios y a los hermanos, son fuente de gracias incesantes para el pueblo de Dios, y una invitación constante para que otros, respondan con generosidad a la llamada del Señor. Os bendigo a todos con afecto.

(En polaco)
La semana pasada, Polonia fue azotada por tempestades y huracanes, acontecimientos insólitos en esa región. Ha habido muertos y heridos. Muchos han perdido el patrimonio de una vida entera. A cuantos han sufrido de algún modo daño, a causa de esta desgracia, les aseguro mi cercanía espiritual, y mi recuerdo en la oración. Que la bendición del Señor descienda sobre ellos, y sobre vosotros, aquí presentes.

(En italiano)
Me dirijo por último a los jóvenes, a los enfermos, y a los recién casados. A todos, os invito a dedicar cada vez más tiempo a la formación cristiana, para ser fieles discípulos de Cristo, camino, verdad y vida.

Como no todos los fieles habían podido entrar en el patio, el Papa se asomó al balcón que da a la plaza, y antes de impartirles la bendición, les dijo:

¡Buenos días a todos vosotros!. En esta semana, celebramos las fiestas de muchos santos. Hoy San Bernardo de Claraval, gran doctor de la Iglesia, gran doctor sobre todo de la veneración a la Virgen. Es un hombre que creó paz, y así nos muestra cómo vivir el Evangelio. Celebramos mañana a San Pío X, que en un período difícil, guió a la Iglesia, renovó la liturgia, y así renovó a la Iglesia desde dentro.

De este modo todos los santos, nos muestran cómo vivir el Evangelio. Son una interpretación libre del Evangelio, y nos guían en nuestro camino. A todos os deseo unas felices vacaciones, y una feliz semana. Gracias por vuestra presencia. Mi bendición para todos vosotros. ¡Felicidades y adiós!.

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Beato Inácio de Azevedo y Beato Juan de Mayorga, y 40 compañeros mártires
1570 Océano Atlántico
Sacerdotes Jesuitas

Se encontraban de viaje para proseguir la evangelización del Brasil. En su primer viaje, con licencias del rey don Sebastián, erigió en Río de Janeiro, el Colegio Real de altos estudios, foco insigne de la evangelización en ese país. En su segundo viaje muere martirizado por la flota de un corsario francés, en las Islas Canarias. Muere abrazando la imagen de la Madona de San Lucas

Oración: Te pedimos Señor, que a semejanza de Santa Rosa, poder vencer nuestro Amor Propio, soportando con paciencia el adverso clima familiar, laboral y social que reina en nuestros días.

Te pedimos también, por todas las personas que mueren por su Fe Católica y Apostólica, y lleves su alma a tu seno, como lo hiciste con los Beatos Inácio de Azevedo, Juan de Mayorga, y los 40 compañeros, que fueron martirizados a consecuencia de la terrible guerra de religión entre católicos y protestantes, que azotaba Europa en ese tiempo.


A Tí Señor que nos advertiste, que por si éramos verdaderos discípulos tuyos, no correremos mejor suerte que vos. Amén.

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