Sábado
6 de Mayo
Santo
Domingo Savio
Patrono
de los coros de niños, monaguillo.
"No
puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más
pequeñas, para la mayor gloria de Dios"
Domingo
significa: "el que está consagrado al Señor"
Breve
En
1950, el mismo año en que fue canonizada la jovencita María
Goretti, mártir de la castidad, tuvo lugar la beatificación de
Domingo Savio, confesor de la fe, de catorce años de edad. Su
devoción a Jesús Sacramentado, y a la Santísima Virgen María
fueron proverbiales. Su canonización tuvo lugar en 1954.
Domingo
entra a formar parte de la familia de Don Bosco
Nació
en Riva del Piamonte, Italia, en 1842. Era hijo de un campesino, y
desde niño manifestó deseos de ser sacerdote.
Cuando
San Juan Bosco empezó a preparar a algunos jóvenes para el
sacerdocio, con objeto de que le ayudaran en su trabajo, en favor de
los niños abandonados de Turín, el párroco de Domingo le recomendó
al chico. San Juan Bosco, en el primer
encuentro que tuvieron los dos, se sintió muy impresionado por la
evidente santidad de Domingo, quien ingresó en octubre de
1854, en el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, a los doce
años de edad.
Uno
de los recuerdos imborrables que dejó Domingo en el Oratorio fue el
grupo que organizó en él. Se llamaba la Compañía de María
Inmaculada. Sin contar los ejercicios de piedad, el
grupo ayudó a Don Bosco en trabajos tan necesarios, como la limpieza
de los pisos, y el cuidado de los niños difíciles.
En
1859, cuando Don Bosco decidió fundar la Congregación de los
Salesianos, organizó una reunión; entre los veintidós presentes se
hallaban todos los iniciadores de la Compañía de la Inmaculada
Concepción, excepto Domingo Savio, quien había volado al cielo dos
años antes.
Poco
después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de
impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su
pequeño crucifijo, les dijo: "Antes
de empezar, mirad a Cristo y decid: ‘Jesucristo, que era inocente,
murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a
Cristo tratando de vengarme deliberadamente’. Después podéis
empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí".
Los dos bribonzuelos quedaron avergonzados.
Mucho
bien hizo a Domingo la guía de Don Bosco
Domingo
observaba escrupulosamente el reglamento; por supuesto, algunos de
sus compañeros no les gustó que el santo quisiese que ellos
observasen el reglamento en la misma forma. Le llamaban chismoso y le
decían: "Corre a acusarnos con Don Bosco"; con lo cual no
hacían sino mostrar cuán poco conocían al fundador del Oratorio,
que no soportaba a los chismosos. Muy probablemente, Santo Domingo
reía de buena gana en esas ocasiones, pues era
de un espíritu muy alegre, cosa que algunas veces le creó
dificultades.
Si
Domingo no tenía nada de chismoso, era en cambio muy hábil para
contar cuentos; ello le daba gran ascendiente con sus compañeros,
sobre todo con los más jóvenes.
Fue
en verdad una feliz providencia de Dios, que Domingo cayese bajo la
dirección de un director tan experimentado como Don Bosco, pues de
otro modo se habría convertido fácilmente en un pequeño fanático.
Don
Bosco alentaba su alegría, su estricto cumplimiento del deber de
cada día, y le impulsaba a participar en los juegos de los demás
niños. Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No
puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más
pequeñas, para la mayor gloria de Dios".
"La
religión debe ser como el aire que respiramos; no hay que cansar a
los niños con demasiadas reglas y ejercicios de devoción"
-solía decir Don Bosco-. Fiel a sus principios, prohibió a Domingo
que hiciese mortificaciones corporales sin su permiso expreso,
diciéndole: "La penitencia que Dios
quiere es la obediencia. Cada día se presentan mil oportunidades de
sacrificarse alegremente: el calor, el frío, la enfermedad, el mal
carácter de los otros. La vida de escuela constituye una
mortificación suficiente para un niño".
Una
noche, Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama,
sin más cobertor que una sábana. "¿Te has vuelto loco? -le
preguntó- Vas a coger una pulmonía". Domingo respondió:
"No lo creo. Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el
establo de Belén".
Don
Bosco escribe la biografía de Santo Domingo Savio
La
fuente más importante sobre la corta vida de Santo Domingo Savio, es
el relato que escribió el mismo Don Bosco. El santo se esforzó por
no decir nada que no pudiese afirmar bajo juramento, particularmente
por lo que se refiere a las experiencias espirituales de Domingo,
tales como el conocimiento sobrenatural del
estado espiritual del prójimo, de sus necesidades, y del futuro.
En
cierta ocasión, Domingo desapareció durante toda la mañana, hasta
después de la comida. Don Bosco le encontró en la iglesia,
arrebatado en oración, en una postura muy poco confortable; aunque
había pasado seis horas en aquel sitio,
Domingo
creía que aún no había terminado la primera misa de la mañana. El
santo joven llamaba a esas horas de oración intensa "mis
distracciones": "Siento
como si el cielo se abriera sobre mi cabeza. Tengo que hacer, o decir
algo, que haga reír a los otros".
San
Juan Bosco relata que las necesidades de Inglaterra ocupaban un lugar
muy especial en las oraciones de Domingo, y cuenta que en "una
violenta distracción", Domingo vio sobre una llanura cubierta
de niebla, a una multitud que avanzaba a tientas; entonces se acercó
un hombre cubierto con una capa pontificia, y llevando en la mano una
antorcha que iluminó toda la llanura, en tanto que una voz decía:
"Esta antorcha es la fe católica,
que iluminará a Inglaterra". A
instancias de Domingo, Don Bosco relató el incidente al Papa Pío
IX, quien declaró que eso le confirmaba en su resolución de prestar
especial atención a Inglaterra.
Nuestro
Señor premió, tanto amor con gracias y carismas singulares. En otra
oportunidad, durante la misa, después de comulgar, quedó en éxtasis
hasta las dos de la tarde, en que Don Bosco lo sorprendió detrás
del altar mayor elevado del suelo, y con la
mirada fija en la parte que daba al tabernáculo.
Despertado, preguntó si ya había terminado la misa. Las dulzuras
que en estos raptos disfrutaba, no se pueden expresar con palabras.
En
sus visitas y en sus comuniones recibía, a veces, mensajes para el
Papa, las autoridades, y hasta para el mismo Don Bosco. Un día,
durante el cólera, le sacó urgentemente de su despacho, y lo llevó
a través de unas callejas, hasta una buhardilla, donde sin que nadie
se hubiera dado cuenta, agonizaba una enferma, la cual así pudo ser
asistida en su muerte. Preguntado cómo lo había sabido, miró
indefiniblemente a su director, y se echó a llorar. Éste respetó
su silencio.
Muere
el joven santo
La
delicada salud de Domingo empezó a debilitarse, y en 1857 fue
enviado a Mondonio para cambiar de aire. Los médicos diagnosticaron
que padecía de una inflamación en los pulmones, y decidieron
sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento
no hizo más que precipitar el desenlace.
Domingo
recibió los últimos sacramentos, y al anochecer del 9 de marzo,
rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya
hacia el fin, trató de incorporarse, y murmuró: "Adiós, papá
... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla . . ."
Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y
exclamó: "¡Estoy viendo cosas
maravillosas!". Esas fueron sus últimas
palabras.
La
causa de beatificación de Domingo se introdujo en 1914. Al principio
despertó cierta oposición, por razón de la corta edad del santo.
Pero el Papa Pío X consideró, por el contrario, que eso constituía
un argumento en su favor, y su punto de vista se impuso. Sin embargo,
la beatificación no se llevó a cabo sino hasta 1950, dieciséis
años después de la de Don Bosco.
Fuente
bibliográfica:
"Vidas
de los Santos de Butler", vol. I y partes en letra itálica,
procedentes de: "Vidas de Santos (2)", del Padre Eliécer
Sálesman, (Santafé de Bogotá: Editorial Centro Don Bosco, 1994).
Ver
también enlace santodomingosavio.com.ar
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que suscitaste a Santo Domingo Savio como
ejemplo de Amor y Devoción a tu Santo Nombre, haz que la juventud lo
lleve siempre en su corazón, como símbolo de pureza, castidad y
obediencia a tus Sagradas Enseñanzas. A Tí Señor que nos enseñaste
que si no permanecíamos como niños nunca entraríamos al Reino de
los Cielos. Amén.
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