Sábado
29 de abril
SANTA
CATALINA DE SIENA
Virgen,
esposa mística de Cristo, Segunda mujer proclamada Doctora de la
Iglesia, dominica terciaria, consejera de papas, autora del
"Diálogo"
-(1347-1380)
-Patrona
de Ayas, Italia, Prevención de Incendios. Vivió
al final de su vida solo de la Sagrada Eucaristía.
“Dios
purgó tu corazón del veneno con que estaba infectado, por tu gran
apego a las criaturas”
Breve
Nació
en Siena el año 1347. Ya desde niña aspiraba a lo mejor, y
consiguió entrar en la Tercera Orden dominicana. Movida por su gran
amor a Dios y al prójimo, promovió la paz
y la concordia entre las ciudades, y defendió valientemente los
derechos y la libertad del Romano Pontífice, favoreciendo también
la renovación de la vida religiosa. Es autora de
importantes obras de espiritualidad. Murió el año 1380.
Sus
cortos 33 años de vida fueron de gran impacto para la Iglesia. Santa
Catalina es una de las tres doctoras de la Iglesia (las otras dos son
Santa Teresa de Avila y Santa Teresita del Niño Jesús), a pesar de
que nunca tuvo una preparación académica formal. Santa
Catalina fue el instrumento que utilizó el Señor para que regresara
el Papado de Aviñón (Francia) a Roma.
Santa
Catalina tenía un profundo amor a la Eucaristía, a la Santísima
Virgen y a los pobres. Tuvo muchas experiencias místicas, entre
ellas: El desposorio con Cristo, profecías, estigmas y ayunos de
largos períodos, en los cuales se alimentaba solamente de la
Eucaristía.
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Por
el Padre Jordi Rivero
En la fiesta de la Anunciación, en el año 1347, nació en Siena, "la ciudad de la Virgen", una joven de un atractivo extraordinario, y de una gran fuerza de voluntad. En solo 33 años de santidad heroica vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su Amado Señor. Esta alma extraordinaria es conocida en la historia como Santa Catalina de Siena, una de las más grandes de la Iglesia, y una de las más fascinantes.
En la fiesta de la Anunciación, en el año 1347, nació en Siena, "la ciudad de la Virgen", una joven de un atractivo extraordinario, y de una gran fuerza de voluntad. En solo 33 años de santidad heroica vivió, sufrió y murió por el Cuerpo Místico de su Amado Señor. Esta alma extraordinaria es conocida en la historia como Santa Catalina de Siena, una de las más grandes de la Iglesia, y una de las más fascinantes.
Durante
su corta vida convirtió a muchos, de diferentes edades y clases, a
una auténtica vida cristiana. Los que la conocían sabían que solo
tenían que presentarle a Catalina un pecador, y por su sencilla pero
profunda caridad, y por su corazón y personalidad, el pecador era
movido a ser otro "catelinato", como le decían a sus
seguidores en Siena.
Jesucristo
es el centro de su vida
Catalina
fue tan inmensamente devota a su Salvador, que Él fue el centro de
sus muchas experiencias místicas. Pero veremos como la santa, tenía
una muy tierna, amorosa y confiada relación con la Virgen Santísima,
y en un número significativos de eventos en su vida, fue en la Madre
de Dios que ella buscó su refugio, o fue la Virgen la que vino en su
ayuda.
Confianza
y amor a la Virgen María
Desde
niña, empezó a orar a la Reina de Siena, y a menudo se le oía
rezar el Ave María bajando las escaleras de su casa.
Un
día cuando tenía 6 años de edad, y mientras caminaba por las
calles de Siena con su hermano, elevó su mirada, y de repente vio
sobre el techo de la Iglesia de Santo Domingo, al Rey de Reyes sobre
un espléndido trono, vestido como el Papa con su corona Papal; y con
Él estaban San Pedro, San Pablo y San Juan. Jesús mirando con
ternura a Catalina, despacio y solemnemente la bendijo, haciendo tres
veces la señal de la Cruz sobre ella, con su mano derecha, como lo
hace un Obispo.
Desde
ese momento, Catalina dejó de ser una niña, se enamoró
profundamente de su amado Salvador. "esa visión y esa
bendición fueron tan poderosas que después de ella no pudo pensar
en nada mas que en los ermitaños, y en como imitarlos".
El
año siguiente, ante un cuadro de Nuestra Señora, se ofreció al
Señor que la había bendecido. En este momento tan crucial oró a la
Virgen: "¡Santísima Virgen, no
mires mi debilidad, sino dame la gracia de tener como esposo a Aquel
a quién yo amo con toda mi alma, tu Santísimo Hijo, Nuestro Único
Señor, Jesucristo!. Le prometo a Él y a Tí, que nunca tendré otro
esposo".
Solo
Jesucristo será su esposo
Cuando
Catalina tenía doce años, su familia quería obligarla a contraer
matrimonio. Ella, después de consultar con un sacerdote dominico
acerca de su voto de castidad, y como defenderlo ante esta amenaza,
se cortó el pelo, como señal de haber cortado con el mundo.
Sus
padres hacían todo lo posible por impedir que ella tuviera tiempo de
oración y soledad. La pusieron a trabajar a toda hora, tratándola
muy mal, como sirviente de la familia.
Catalina
humildemente aceptó este rechazo de su familia, y actuaba como si
estuviese en la casa de Nazaret, tomando como a su única madre a la
Virgen Santísima.
Sus
hermanas y amistades la persuadieron a que participara en sus
diversiones y vanidades. Pero pronto se arrepintió, y le dolió
aquello por el resto de su vida. Lo consideró como la mayor
infidelidad a su esposo del cielo, de la cual ella fue culpable. La
muerte de su hermana mayor, Bonaventura, ocurrida poco después,
confirmó sus sentimientos.
Modelo
de virtud antes de sus quince años de edad
Con
su ejemplo de humildad, obediencia y caridad ante su familia, los
conquistó, y entonces le permitieron ser miembro de la Tercera Orden
de Santo Domingo, y tener un cuarto privado. Allí comenzó a hacer
actos de mortificación heroicos.
Se
alimentaba principalmente de hierbas, y vestía con telas muy crudas.
Asistía con gran generosidad a los pobres, a los enfermos, consolaba
a los presos. Su sometimiento de la propia voluntad al Señor, aún
en sus penitencias, daba verdadero valor a lo que hacía.
Pero
sus experiencias místicas no le quitaban las pruebas. Sufría por su
temperamento, al que dominaba con gran paciencia, y por los baños
calientes que le ordenaron los médicos. En
medio de sus dolencias oraba sin cesar, para expiar sus ofensas y
purificar su corazón.
Recibe
el hábito de la tercera orden dominica
En
la noche anterior a su profesión en la orden, después de pasar por
una severa prueba, en la cual el demonio se le apareció como un
caballero muy guapo y elegante, y le ofreció un traje de seda con
joyas brillantes, Catalina se tiró sobre el crucifijo y gritó: "¡Mi
único, mi amado esposo, Tú sabes que jamás he deseado a nadie más
que a Tí. Ven en mi ayuda, mi amado Salvador!".
De
pronto, frente a Catalina estaba la Madre de Dios, teniendo en sus
manos un traje de oro, y con su voz suave y tierna, la Virgen le
dijo: "Este vestido, hija mía, lo
he traído del corazón de mi Hijo. Estaba escondido en la herida de
su costado, como en una canasta de oro, y te lo hice con mis propias
manos". Entonces con ferviente amor y humildad,
Catalina inclinó su cabeza, mientras la Virgen le imponía este
vestido celestial.
Por
fin, en 1635, a los 18 años (según algunos escritores a los 20
años), recibió el hábito de la tercera orden dominica.
Durante
tres años después de recibir el hábito, Catalina vivió en la
santa soledad de su pequeño cuarto, y en su capilla favorita. Allí
pasó un entrenamiento estricto basado en la auto-negación y
desarrollo espiritual, bajo la dirección personal de Cristo y de su
Madre. No hablaba sino con Dios, la Virgen y
su confesor.
Severos
ataques del demonio
La
serpiente, viendo su vida angelical, la asaltaba buscando destruir su
virtud. Llenaba su imaginación con las más sucias representaciones,
y asaltaba su corazón con las más bajas y humillantes tentaciones.
Después
su alma quedaba en una nube de oscuridad, la más severa prueba
imaginable. Se veía a sí misma cientos de veces al borde del
precipicio, pero siempre sostenida por una mano invisible.
Sus
armas eran la oración ferviente, la humildad, la resignación y
confianza en Dios. Así venció las pruebas que sirvieron
mucho para purificar su corazón. Nuestro Señor la visitó después
y ella le dijo: "¿Dónde estabas,
mi divino Esposo, mientras yo yacía en tan temible condición de
abandono?".
Jesús
le contestó: "Estaba contigo".
"¡¿Cómo?! -replicó
ella- “¡¿entre las sucias
abominaciones en que infectaban mi alma?!”. Él le
dice "Eran desagradables y sumamente
dolorosas para Tí. Este conflicto, por lo tanto, fue tu mérito, y
la victoria sobre ellas, fue debido a mi presencia".
El
enemigo también la invitaba al orgullo, sin escatimar ni violencia
ni estrategia alguna para seducirla a sus vicios. Pero la humildad
era su defensa. Dios la recompensó con su caridad para los pobres, y
muchos milagros.
Nupcias
con Jesús
Un
día jueves, después de que Catalina había orado todo el día con
extraordinaria fe, Nuestro Señor se le apareció y le dijo: "Ya
que por amor a Mí has renunciado a todos los gozos terrenales, y
deseas gozarte solo en Mí, he resuelto solemnemente celebrar Mi
desposorio contigo, y tomarte como mi esposa en la fe".
Mientras
el Señor hablaba, aparecieron muchos ángeles, su Santísima Madre,
San Juan, San Pablo y Santo Domingo (ella era de su orden). Y
mientras el Rey David tocaba una dulce música en su arpa, nuestra
amorosa Madre tomó la mano de Catalina, y la puso en la mano de su
Hijo. Entonces Jesús, puso un anillo de oro en el dedo de Catalina,
y dijo: "Yo, tu creador y Salvador,
te acepto como esposa, y te concedo una fe firme que nunca fallará.
Nada temas. Te he puesto el escudo de la fe, y prevalecerás sobre
todos tus enemigos".
Guía
de papas y pobres
Con
la fortaleza recibida del Señor, Catalina continuó creciendo en su
fervor y efectividad en el apostolado, primero entre la gente
de Siena, luego en Pisa, en Florencia, y eventualmente en las
ciudades Papales de Avignón y Roma. Catalina fue atrayendo a un
grupo de devotos amigos. Todos sus
discursos, acciones y hasta su silencio inducía al amor a la
virtud. Según el papa Pío II, nadie se acercó a
ella, que luego no se fuera mejor.
Estableció
una inspiradora correspondencia que alcanzó seis volúmenes.
Comenzaba todas sus cartas con estas palabras: "En
el nombre de Jesucristo Crucificado y de la dulce María".
Santa
Catalina llegó a influenciar a dos papas, numerosos prelados y
religiosos. Más que ningún otro factor,
fueron las oraciones y sacrificios de esta joven esposa de Cristo,
las que le permitieron ser instrumento de mensajes divinos, que
llegaron a ser escuchados por el Papa.
La
conversión de Nannes
Nannes,
un poderoso personaje, fue llevado ante la santa. Nada de lo que ella
le decía parecía tener efecto. Entonces Catalina hizo una pausa
repentina, para ofrecer oraciones por él. En
ese mismo instante el joven comenzó a llorar, profundamente
convertido. Se reconcilió con sus enemigos, y se dedicó
a la penitencia.
Cuando
más tarde Nannes tuvo muchas calamidades temporales, la santa se
alegraba entendiéndolo que eran para su bien espiritual. "Dios
purgó tu corazón", dijo Catalina, "del
veneno con que estaba infectado por tu gran apego a las criaturas".
Nannes dio a Catalina una mansión, la cual ella, con la aprobación
del papa, convirtió en un convento.
Fueron
muchas las conversiones impresionantes que se lograron por su
mediación. Entre ellas, durante la pestilencia de 1374, en la que
sirvió a los enfermos, las de dos santos dominicos, Raimundo de
Capua y Bartolomé de Siena. Los pecadores
más empecinados se ablandaban ante el poder de sus exhortaciones.
Tenía
el don de sanación
Catalina
tenía gran compasión por los enfermos, y los atendía con esmero.
En una visita a Pisa, enviada por sus
superiores, sanó a muchos enfermos, y aún a más almas.
Intercede
por un condenado a muerte
Como
Catalina dedicaba toda su vida enteramente al servicio del
Crucificado, y de su dulce Madre, ésta a menudo venía en su
auxilio. En ocasiones en que Catalina tenía entre manos la
conversión de un endurecido pecador, se dirigía con confianza a la
Madre de Misericordia.
A
través de la Virgen Santísima logró la gracia de la resignación y
de la paz, para un joven condenado a la decapitación, y pudo estar
con él hasta el final.
"Esperé
por él en el lugar de la ejecución, esperé en oración continua, y
en la presencia de María, y antes que él llegase, puse mi cabeza
sobre el ladrillo, y oré suplicándole al cielo, repitiendo:
"¡María!". Quería obtener la gracia de que ella, en el
último momento, le diera luz y paz. Y María no me defraudó".
Milagros
al servicio de los pobres
En
al menos dos ocasiones, Catalina recibió ayuda sobrenatural de parte
de la Virgen, cuando preparaba comida para los demás. Una vez cuando
estaba horneando pan para su familia; la otra vez fue durante una
epidemia, donde por la misma cantidad de harina que tenían todos
los demás, logró sacar cinco veces más pan.
No
debemos olvidar que Jesús le concedía tanto, porque ella por su
parte era siempre fiel, presta para sufrirlo todo, y pasar las
mayores pruebas por Su amor.
El
mayor de los milagros posiblemente fue su paciencia ante los severos
ataques y reproches aun de personas desagradecidas, que ella había
beneficiado con sus servicios. Así fue el caso de una mujer
leprosa, a quién todos habían abandonado, y que Catalina cuidó con
esmero. Su cuidado continuó igual a pesar de los insultos de la
mujer.
Atendió
a otra mujer cancerosa. Por mucho tiempo Catalina vencía su natural
desagrado, y chupaba y vestía sus llagas. Ésta sin embargo publicó
contra Catalina las calumnias mas infames, las que fueron secundadas
por una hermana del convento. Catalina sufrió en silencio la
persecución violenta. y continuó con afecto sus servicios, hasta
que con su paciencia y oración obtuvo de Dios la conversión de
ambas.
Un
noble secretario
Esteban
fue uno de los discípulos más cercanos a Catalina. Hijo de un
senador de Siena, este noble había sido reducido a la ruina por sus
enemigos. La santa le enseño el camino del Evangelio, y la renuncia
a las cosas del mundo. Se hizo secretario de la santa, y compiló sus
palabras y cartas. Fue su compañero en los viajes a Avignón,
Florencia y Roma. Más tarde, por consejo de la santa, Esteban se
hizo monje Cartujo. Asistió a la santa en su muerte, y escribió su
vida.
El
Diálogo de Santa Catalina de Siena
Fue
en el "día de María", como Catalina llamaba al sábado,
que empezó a escribir su famoso "Diálogo", un tratado
inspirado sobre las virtudes cristianas.
La
Virgen le da un confesor
Catalina
había orado por muchísimo tiempo para conseguir un buen confesor y
director espiritual. Ella, como todos los santos, comprendía la
importancia de ser guiada por un santo pastor de almas.
Un
día, durante la misa en la iglesia dominica de Santa María Novella,
en Florencia, le pareció a la santa que la Virgen estaba de pie a su
lado, y le indicaba un sacerdote para que fuera su guía: el Padre
Raimundo de Capúa. Éste se convirtió en el director
espiritual de Catalina.
Después
de muchos años de una relación muy fructífera, le llamó: "mi
Padre y mi hijo, quién mi dulce Madre María me regaló". Él
por su parte creció mucho espiritualmente gracias a la inspiración
de la santa, y llegó a ser beatificado.
Inspira
el retorno del papado a Roma
En
1375 Florencia, Perugia, una gran parte de la región Toscana de
Italia, y hasta de los propios Estados Pontificios, entraron en liga
contra la Santa Sede. El corazón de Catalina, que tres años antes
había profetizado estos eventos, se traspasó de dolor. Por sus
oraciones y esfuerzos, muchas ciudades, entre ellas Arezzo, Lucca y
Siena se mantuvieron fieles al Papa.
El
papa Gregorio XI que residía en Avignón, al no conseguir nada con
sus cartas a Florencia, envió un ejército a esta ciudad. Las
divisiones internas causaron que los florentinos buscaran
reconciliación. Le pidieron a Santa Catalina que fuera mediadora. La
santa llegó a Avignón, el 18 de junio de 1376. El Papa se reunió
con ella, y con gran admiración por su prudencia y santidad, le
dijo: "No quiero otra cosa sino paz.
Pongo este asunto enteramente en tus manos".
El
papado se encontraba en Avignón, (hoy parte de Francia), desde el
1314, cuando fue electo Papa el francés que tomó el nombre Juan
XXII. Sus sucesores también vivieron en Avignón.
El
Papa es el obispo de Roma, por lo que los romanos protestaban que su
obispo los había abandonado por setenta y cuatro años, y amenazaban
con un cisma. Gregorio XI había hecho un voto secreto de regresar a
Roma, pero no se decidía al notar la resistencia de su corte.
Aprovechando
la presencia de Catalina en Avignón, le consultó el caso. "Cumpla
lo que le ha prometido a Dios", fue la respuesta
de Catalina. La santa recibió del Señor la certeza de que el papa
debía regresar a Roma, y aquél fue el momento en que se lo pudo
comunicar.
El
papa, sorprendido de que supiese por revelación lo que él no había
confiado a nadie, decidió cumplir con su traslado a Roma. Catalina
le escribió en varias ocasiones, animándole a apresurar su retorno
a Roma. El Papa salió de Avignón el 14 de septiembre de 1376.
No
tardaron en aparecer las envidias, y las preguntas farisaicas de los
que deseaban atrapar a la santa. Pero se quedaban asombrados, ante
sus respuestas a las preguntas más difíciles sobre la vida interior
y otros temas.
Por
otro lado, los florentinos continuaban en sus intrigas contra el
Papa, por lo que éste envió a Catalina a vivir en esa ciudad. Allí
sufrió muchísimo, y en varias ocasiones peligraba su vida. Pero al
final, en 1378, logró la reconciliación de esta ciudad con el
sucesor de Gregorio, el Papa Urbano VI.
Gusto
por la vida contemplativa
En
seguida Catalina volvió a Siena, para continuar su vida solitaria de
oración intensa. Algunas de sus meditaciones fueron recogidas en el
tratado Sobre la Providencia.
Por
años vivió en abstinencia rigurosa, de tal manera que prácticamente
se alimentaba solo de la Eucaristía. En una ocasión ayunó desde el
miércoles de ceniza hasta el día de la Ascensión, recibiendo
solamente la Sagrada Hostia.
La
corona de espinas
En
una visión, El Señor le presentó dos coronas, una de oro y la otra
de espinas, invitándola a escoger la que más le gustara. Ella
respondió: "Yo deseo, oh Señor, vivir aquí siempre unida a
tu Pasión y a tu Dolor, encontrando en el dolor y el sufrimiento mi
respuesta y deleite". Entonces, con decisión tomó la
corona de espinas, y la presionó con fuerza sobre su cabeza.
Experiencias
místicas con la Virgen
Dos
veces, en fiestas litúrgicas especiales, la Virgen le ayudó
milagrosamente. Durante una Misa de año nuevo, Catalina estaba tan
sobrecogida por la emoción, que cuando se puso de pie para ir a
recibir comunión, estuvo a punto de caer. La Virgen, con sus manos
tiernas, y al mismo tiempo fuertes, la sostuvo hasta que se recuperó.
Un
día de la Asunción, que tradicionalmente era la fiesta más grande
del año en Siena, la ciudad de la Virgen, Catalina estaba muy
enferma en cama, y deseaba intensamente por lo menos poder ver la
catedral. De pronto se encontró en el atrio de la Catedral de la
Asunción de Nuestra Señora, y pudo caminar perfectamente, y
participar en la Misa solemne dedicada a la Virgen.
El
niño Jesús
Catalina
tenía gran devoción al Niño Jesús. Una noche de Navidad, mientras
oraba con sus hermanas de la tercera orden, en la Iglesia de San
Domingo, se le concedió una visión muy impresionante: La Virgen
María de rodillas adorando en oración ferviente al recién nacido,
el Divino Niño.
Catalina
estaba tan sobrecogida, que suplicó humildemente a la Virgen que le
permitiera cargar al Niño por un momento. Con una sonrisa afectuosa,
la Virgen tomó el Niño, y se lo entregó a Catalina, quien
teniéndolo en sus brazos, lo besó, y le susurró en el oído los
nombres de todos sus seres queridos.
Poco
antes de morir, en el adviento, Santa Catalina escribió estas
palabras a una amiga: "Te pido, en este dulce tiempo de
adviento y de la fiesta de la Navidad, que visites el pesebre donde
reposa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María, una
extranjera y un exilio, en tan gran pobreza que no tiene con que
vestir al Hijo de Dios, o fuego con que calentarlo....Asegúrate de
recurrir siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz".
Las
turbulencias políticas continúan
En
1378 ocurre el gran cisma de la Iglesia. Al morir Gregorio XI, el
papa Urbano VI fue electo. Más tarde, muchos cardenales declararon
la elección nula, y eligieron un nuevo papa, Clemente VII. Con él,
se fueron a Avignón.
Santa
Catalina sufrió muchísimo por Jesús y su Iglesia. Escribió a los
cardenales y príncipes de varios países, implorándoles que
reconozcan al papa Urbano, y así acabar con el cisma. También
escribió al mismo papa Urbano, exhortándole a dominar su difícil
temperamento, que había sido en parte causa de la división. El papa
la escuchó, y le pidió ir a Roma para ayudarle a persuadir a los
cismáticos. Trabajando en esa misión en Roma, la santa se enfermó,
y murió el 29 de abril de 1380, a la edad de treinta y tres años.
Fue
enterrada en Roma, en la iglesia de Minerva, donde hoy día puede
visitarse su cuerpo, que yace bajo el altar tras un panel de cristal.
Su cabeza está en la iglesia de Santo Domingo en Siena, en cuya
ciudad también se puede visitar su casa, ver sus instrumentos de
penitencia, y otras reliquias.
Para
apreciar la vida de la santa, tan engalanada con dones
extraordinarios, no podemos olvidar su incondicional amor a la cruz.
Tuvo grandes y prolongados sufrimientos, tanto los físicos como los
del corazón. Cuando se ama mucho, se sufre por el amado. Ella
sufría las ofensas contra Jesús, contra Su Madre, contra la
Iglesia, contra los pobres. Sufría por los pecadores.
Aunque
muchos la admiraban, muchos también la tildaban de farsante, y la
hacían sufrir. Sus virtudes heroicas la hicieron victoriosa sobre
sus pasiones, en las pruebas más difíciles. Es por todo esto que la
debemos admirar, y nos sirve de inspiración para nosotros buscar la
santidad. En Santa Catalina vemos lo que Dios puede hacer con un
corazón que se deja traspasar de amor por Él, y por la Virgen.
-Canonizada
por el Papa Pío II en 1461.
-Urbano VIII transfirió su festividad al 30 de abril
-Urbano VIII transfirió su festividad al 30 de abril
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Oficio
de lectura, 29 de abril, Santa Catalina de Siena
Gusté
y ví
Del Diálogo de santa Catalina de Siena, Virgen, sobre la Divina Providencia
(Cap. 167, Acción de gracias a la Santísima Trinidad)
Del Diálogo de santa Catalina de Siena, Virgen, sobre la Divina Providencia
(Cap. 167, Acción de gracias a la Santísima Trinidad)
¡Oh
Deidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión de la naturaleza
divina, diste tanto valor a la sangre de tu Hijo unigénito!. Tú,
Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto más
busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco.
Tú
sacias al alma de una manera en cierto modo insaciable, pues en tu
insondable profundidad, sacias al alma de tal forma, que siempre
queda hambrienta y sedienta de ti, Trinidad eterna, con el deseo
ansioso de verte a Tí, la luz, en tu misma luz.
Con
la luz de la inteligencia gusté y ví en tu luz tu abismo, eterna
Trinidad, y la hermosura de tu criatura, pues revistiéndome yo misma
de Tí, ví que sería imagen tuya, ya que tú, Padre eterno, me
haces partícipe de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es
propia de tu Hijo unigénito. Y el Espíritu Santo, que
procede del Padre y del Hijo, me ha dado la voluntad que me hace
capaz para el amor.
Tú,
Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que
iluminada por Tí, conocí en la recreación que de mí hiciste, por
medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que estás amoroso de la
belleza de tu hechura.
¡Oh
abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: ¿podías
darme algo más preciado que Tú mismo?. Tú
eres el fuego que siempre arde sin consumir; Tú eres el que consumes
con tu calor, los amores egoístas del alma. Tú eres
también el fuego que disipa toda frialdad; tú iluminas las mentes
con tu luz, en la que me has hecho conocer tu verdad.
En
el espejo de esta luz te conozco a Tí, bien supremo, bien sobre todo
bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza
sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría; pues Tú mismo
eres la sabiduría, Tú, el pan de los ángeles, que por ardiente
amor te has entregado a los hombres.
Tú
eres el vestido que cubre mi desnudez; Tú nos alimentas a nosotros,
que estábamos hambrientos, con tu dulzura; Tú que eres la dulzura
sin amargor, ¡oh Trinidad eterna!.
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Oficio
de lectura, XIX domingo del tiempo ordinario
Con lazos de amor
Del diálogo de Santa Catalina de Siena, virgen, sobre la divina providencia
Cap 4, 13
Dulce
Señor mío, vuelve generosamente tus ojos misericordiosos hacia éste
tu pueblo, al mismo tiempo que hacia el cuerpo místico de tu
Iglesia; porque será mucho mayor tu gloria si te apiadas de la
inmensa multitud de tus criaturas, que si sólo te compadeces de mí,
miserable, que tanto ofendí a tu Majestad.
Y
¿cómo iba yo a poder consolarme, viéndome disfrutar de la vida, al
mismo tiempo que tu pueblo se hallaba sumido en la muerte; y
contemplando en tu amable Esposa las tinieblas de los pecados,
provocadas precisamente por mis defectos, y los de tus restantes
criaturas?.
Quiero
por tanto, y te pido como gracia singular, que la inestimable caridad
que te impulsó a crear al hombre a tu imagen y semejanza, no se
vuelva atrás ante esto. ¿Qué cosa, o quién, te ruego, fue el
motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad?.
Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible, con el que
contemplaste a tu criatura en Tí mismo, y te dejaste cautivar de
amor por ella. Pero reconozco abiertamente, que a causa de la culpa
del pecado, perdió con toda justicia, la dignidad en que la habías
puesto.
A
pesar de lo cual, impulsado por este mismo amor, y con el deseo de
reconciliarte de nuevo por gracia al género humano, nos entregaste
la palabra de tu Hijo unigénito. Él fue efectivamente el mediador y
reconciliador entre nosotros, y Tú nuestra justificación, al
castigar y cargar sobre Tí, todas nuestras injusticias e
iniquidades.
Él
lo hizo, en virtud de la obediencia que Tú, Padre eterno, le
impusiste, al decretar que asumiese nuestra humanidad. ¡Inmenso
abismo de caridad!. ¿Puede haber un corazón
tan duro que pueda mantenerse entero y no partirse, al contemplar el
descenso de la infinita sublimidad ,hasta lo más hondo de la vileza,
como es la de la condición humana?.
Nosotros
somos tu imagen, y Tú eres la nuestra, gracias a la unión que
realizaste en el hombre, al ocultar tu eterna deidad, bajo la
miserable nube, e infecta masa de la carne de Adán. Y
esto, ¿por qué?. No por otra causa que por tu inefable Amor. Por
este inmenso Amor, es por el que suplico humildemente a tu Majestad,
con todas las fuerzas de mi alma, que te apiades con toda tu
generosidad de tus miserables criaturas.
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Santa
Catalina le preguntó al Señor:
"Dulce Cordero sin mancha, tú estabas muerto cuando Tu costado fue abierto ¿Para qué, entonces, permitiste que Tu Corazón fuese de tal forma herido y abierto a la fuerza?”.
"Dulce Cordero sin mancha, tú estabas muerto cuando Tu costado fue abierto ¿Para qué, entonces, permitiste que Tu Corazón fuese de tal forma herido y abierto a la fuerza?”.
Nuestro
Señor le respondió. "Por varias razones, de las que te diré
la principal. Mis deseos hacia la raza humana eran infinitos, y el
tiempo actual de sufrimiento y tortura estaban al terminar. Ya que mi
amor es infinito, yo no podía por este sufrimiento, manifestarte
cuanto te amo. Es por eso que Yo quise revelarte el secreto de mi
corazón, permitiéndote verlo abierto, para que puedas entender que
te amé mucho más de lo que te podía probar, por un sufrimiento que
ha terminado".
Oración:
Te pedimos Señor, que por los méritos e intercesión de Santa
Catalina de Siena, se purge nuestro corazón de todo el veneno que
contiene en su interior, y pueda mantenerse ordenado, estabilizado y
pleno de Amor y Misericordia, para entregártelo en nuestro día
postrero. A Tí Señor que nos ofreciste tu corazón traspasado, y lo
haces todos los Viernes para nuestra conversión, en la hora de tu
Misericordia a las 3.00 de la tarde. Amén.
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