7 De Mayo de 2024
San Agostino Rocelli
(1818 – 1902)
Se
mostró con una profunda sensibilidad por los derechos humanos, y por
la justa causa de la promoción del hombre y de la mujer.
En
Agustín Roscelli, la Iglesia nos señala un ejemplo de sacerdote y
de Fundador santo.
Como sacerdote encarnó la figura del
"pastor", del educador en la fe, del ministro de la
Palabra, del guía espiritual.
Siempre dispuesto a donarse en
la obediencia, en la humildad, en el silencio y en el sacrificio,
buscó sólo la voluntad de Aquél, que lo había llamado y
enviado.
En el desarrollo de su ministerio sacerdotal, siguió
el ejemplo de Cristo, armonizando la vida interior, con la intensa
acción pastoral, y su obra fue fecunda, porque estuvo alimentada por
la continua oración, y por un gran amor hacia la Eucaristía.
Supo
leer las situaciones de su tiempo, e intervenir concretamente en
favor de los más indefensos, y en particular se empeñó para salvar
a la juventud, de las insidias y de los peligros morales.
Se
dejó conducir por el Espíritu hasta fundar, casi sin saberlo, una
Familia religiosa.
Nació en Bargone de Casarza Ligure
(Génova, Italia), el 17 de julio de 1818 de Domingo y María
Gianelli; fue bautizado el mismo día, porque se temía por su
vida.
Su familia, pobre de medios materiales, fue siempre para
él, un ejemplo de fe y de virtudes cristianas.
Inteligente,
sensible, más bien reservado, Agustín muy pronto se mostró útil a
la familia, en el cuidado del rebaño paterno.
Sus padres lo
confiaron al Párroco, el Padre Andrés Garibaldi, quien le impartió
los primeros elementos del saber.
Hacia el sacerdocio
En
mayo de 1835, con ocasión de una misión animada por el
Archipresbítero de Chiavari, Antonio María Gianelli, Agustín se
sintió decididamente llamado al sacerdocio, y se trasladó a Génova
para comenzar los estudios.
Los años de preparación a la
Ordenación sacerdotal fueron duros y difíciles, debiendo él mismo
afrontar graves desafíos económicos.
Lo sostuvieron la
voluntad tenaz, la intensa oración, y la ayuda de personas buenas,
tales como el canónigo Gianelli quien, nombrado Obispo de Bobbio en
el año 1838, le encontró una ubicación como clérigo-sacristán, y
custodio de la iglesia del Conservatorio de las Hijas de San José en
San Rocchino, de la cual Mons. Gianelli era el Director; los jesuitas
después, lo vieron como el "diligente prefecto", como lo
afirma el mismo Rector en 1845.
El 19 de setiembre de 1846,
fue ordenado sacerdote por el Cardenal Plácido María
Tadini.
Vice-Párroco - Confesor santo - Educador junto a
los Artesanitos
El Padre Agustín fue destinado
inmediatamente al populoso barrio de San Martín de Albaro donde, con
el espíritu de Cristo Pastor, y con la administración de todos los
sacramentos, inició su humilde servicio en la obra de santificación,
dedicándose con esmero, caridad y con el ejemplo, al crecimiento
espiritual del Cuerpo de Cristo.
En el confesionario, adquirió
un conocimiento concreto, de la triste realidad y de los peligros, en
los que se encontraban tantas jóvenes que, por motivos de trabajo,
se trasladaban a la ciudad, convirtiéndose en fácil presa para los
deshonestos.
Allí, su corazón de padre, se angustiaba y se
conmovía al pensar, que tantas almas sencillas podían perderse,
porque se las dejaba solas e indefensas.
En 1858, si bien
continuaba a dedicarse asiduamente, al ministerio de la Confesión,
aceptó colaborar con el Padre Francisco Montebruno, en la Obra de
los Artesanitos.
Entre los Encarcelados y luego al
Orfanatorio
En 1872, amplió su campo de apostolado. Como
ministro de Cristo "tomado entre los hombres, y constituido en
favor de los hombres", se consagró enteramente a la obra, a la
que el Señor lo había llamado, sin apartarse de las miserias, y de
las pobrezas morales de su ciudad, interesándose no sólo de la
juventud masculina y femenina, sino incluso de los detenidos en la
cárcel de San Andrés, para llevar el consuelo y la misericordia del
Señor.
En 1874, Capellán del nuevo Orfanatorio Provincial en
la calle "delle Fieschine", se dedicó a los recién
nacidos, administrándoles el Bautismo, por un lapso de 22 años (de
los registros resulta que los bautizados fueron 8.484) y, haciendo
suyas las palabras de San Agustín, "la plenitud de todas
nuestras obras es el amor", trabajó intensamente incluso a
favor de las madres solteras, las que eran jovencitas sencillas del
pueblo que, por la falta de un trabajo digno y retribuido, se
convertían en víctimas de los malintencionados.
Las
escuelas taller
El Padre Roscelli, recibió la propuesta
de algunas de sus penitentes, espiritualmente maduras que, su deseo
de salvar las almas, le ofrecieron su colaboración, para ayudar a
tantas jóvenes necesitadas de asistencia moral, de una guía segura,
y de ser capaces de ganar honestamente lo necesario para vivir.
En
estas sedes, las jóvenes recibían una instrucción moral y
religiosa, junto a una sólida formación humana y cristiana, en
forma tal, que las preparaba para prevenir o para defenderse de los
peligros de la ciudad, y al mismo tiempo las capacitaba
profesionalmente.
Una nueva Congregación
La
tímida idea de dar vida, a una Congregación religiosa fue
estimulada por Mons. Salvador Magnasco, y por las colaboradoras del
Padre Roscelli, las maestras de las Casas-Taller, las que estaban
convencidas, que la Consagración a Cristo, y el empeño de
santificación en la vida comunitaria, son la fuerza del
apostolado.
El Padre Agustín, interpeló incluso al Papa Pío
IX, y después de haber recibido la respuesta "Deus benedicat
te et opera tua bona" (Dios te bendiga a ti y a tu buena obra),
se sometió totalmente a la voluntad de Dios, y el 15 de octubre de
1876, realizó su sueño, y el 22 del mismo mes, entregó el hábito
religioso a sus primeras Hijas, a las que llamó Hermanas de la
Inmaculada, indicando a las mismas el camino de santidad, señalado
particularmente por las virtudes propias, de Quien es el modelo de la
vida consagrada.
Después de las primeras incertezas, su obra
se consolidó, y se dilató más allá de los confines de Génova y
de Italia.
La existencia del "pobre sacerdote"
concluyó el 7 de mayo del año 1902.
El Padre Roscelli
fue:
Hombre de Dios: intuyó los designios de Dios sobre sí
mismo, y se abandonó a Él en una total docilidad.
En el
humilde Sacerdote, la acción divina y la humana, la contemplación y
la acción, se integraron en una admirable unidad de vida. Su
apostolado, siempre ha brotado de la experiencia de Dios, que se abre
a la oración, a la testimonianza de fidelidad al ministerio
sacerdotal, al anuncio del Evangelio.
Sal de la tierra:
contemplativo, pobre, austero, siempre eligió el último puesto, la
renuncia. Olvidado de si mismo, de las propias exigencias, del propio
tiempo, estuvo siempre a disposición de los demás en el
confesionario, y como fermento evangélico, intensificó la caridad
"en la que confluían el amor hacia Dios, y hacia los
hombres".
Profético: separado del mundo, pero en
estrecha relación, con la realidad concreta de su tiempo, en
Roscelli se ha hecho visible, el primado del amor de Dios,
acercándose con espíritu misericordioso, y con corazón amoroso de
Padre, a los abandonados, a los encarcelados, a las madres solteras,
a la juventud en general y injusticia, a quien hubiese caído víctima
de la injusticia; a todos ayudó, y se mostró con una profunda
sensibilidad por los derechos humanos, y por la justa causa de la
promoción del hombre y de la mujer.
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