Cuarta
Feria, 24 de abril
San
Fidel de Sigmaringa
(†
1622)
Sacerdote
mártir – Abogado de los Pobres
«Vine
a extirpar la herejía, no a abrazarla»
Breve
Nació
en Sigmaringa, Prusia (Hoy: Alemania), en el año 1578.
Entró
en la Orden de los Capuchinos, y llevó una vida de gran aspereza,
entregado a la oración. Por su gran actividad como predicador, la
Congregación para la Propagación de la Fe, le encargó fortalecer
la recta doctrina en Suiza.
Perseguido
a muerte por los herejes, sufrió el martirio, el año 1622 en Seewis
(Suiza).
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Hizo
estudios de ley canónica y civil, en la Universidad de Freiburg en
Breisgau. Pero pronto, por causa de la corrupción de las cortes,
abandonó su profesión de abogado. Fue ordenado sacerdote, y
admitido en la Orden de los Frailes Menores, de la Reforma Capuchina
en Freiburg, adoptando el nombre de Fidel.
Escribió
un libro de ejercicios espirituales, que más tarde, fue publicado
con el título "exercitia seraphicae devotionis".
Predicador
ungido por el Espíritu Santo, fue incansable en su apostolado, y sus
esfuerzos, por convertir a los herejes. Escribió muchos panfletos,
exponiendo los errores del Calvinismo y el Zwinglianismo.
Fidel
comentó a un fraile, que desde su ingreso a la orden, había orado
constantemente, para que se le concedieran dos favores: nunca caer en
pecado mortal, y morir por la Fe.
En
1621, le enviaron de misionero al país de los Grisones, ya que la
mayoría de la población, se había hecho Calvinista, en parte por
la ignorancia y descuido de los sacerdotes. Antes de partir, el
nuncio papal, le envió a reformar el monasterio Benedictino en
Pfafers.
Partió
a la misión en gran pobreza, solo llevaba su crucifijo, la Biblia,
un Breviario, y la regla de su orden.
Su
intensa obra evangelizadora en Mayenfeld, levantó una fuerte y
violenta oposición. Recibió frecuentes amenazas e
insultos. Pero dio gran fruto. Entre los conversos por su prédica,
fue Rudolph de Salis, el hombre más influyente del pueblo, y tras él
muchos otros.
Los
herejes, alarmados, lo calumniaron, diciendo que su misión era más
política que religiosa, y que venía a preparar el camino, para la
subyugación del país a los Austríacos. Esto llevó a la gente a
querer matarlo.
El
24 de abril, Fidel se confesó, celebró la Misa y predicó. Mientras
iba camino a Seewis (Suiza), sus acompañantes notaron que estaba muy
animado. Llegado a Seewis, fue a predicar en la iglesia, cuando de
repente, se formó un tumulto. Asesinaron a varios soldados
austriacos, que cuidaban la iglesia, y golpearon a Fidel. Un
Calvinista le ofreció protección en un lugar seguro.
Fidel
se lo agradeció, pero le dijo que su vida, estaba en manos de Dios.
Fuera de la iglesia, le ofrecieron salvar su vida si apostataba de la
fe católica. Fidel respondió: "Vine
a extirpar la herejía, no a abrazarla". Entonces
lo mataron a golpes. Fue el primer mártir de la Congregación de la
Propaganda, que estaba recién establecida.
Su
cuerpo fue llevado después a Feldkirch, y enterrado en la iglesia de
su orden, excepto su cabeza y el brazo izquierdo, que fueron
colocados en la catedral de Coire.
Fue
beatificado en 1729, y canonizado en 1745.
Representado
en el arte con un crucifijo, y una herida en su cabeza; su emblema es
un mazo.
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Del
oficio de lectura, 24 de abril
San
Fidel de Sigmaringa
Presbítero
y mártir
Elogio
de San Fidel, presbítero y mártir
Hombre
fiel por su nombre, y por su vida
El
papa Benedicto XIV, celebró la figura de San Fidel, defensor de la
fe católica, con estas palabras:
«Desplegando
la plenitud de su caridad, al socorro material de su prójimo, acogía
paternalmente a todos los pobres, y los sustentaba, haciendo colectas
en favor suyo, por todas partes.
Remediaba
la indigencia de los huérfanos y las viudas, con las limosnas de los
ricos; socorría a los presos, con toda clase de ayudas materiales y
espirituales; visitaba a los enfermos, y los reconciliaba con Dios,
preparándoles para el último combate.
Su
actividad más meritoria fue la que desplegó, en ocasión de la
peste que se declaró en el ejército austríaco, exponiéndose
constantemente a las enfermedades y a la muerte».
Junto
con esta caridad, Fidel –hombre fiel por su nombre y por su vida–
sobresalió en la defensa de la Fe católica, que predicó
incansablemente. Pocos días antes de morir, y confirmar esa fe con
su propia sangre, en su último sermón, dejó lo que podríamos
llamar su testamento:
«¡Oh
fe católica, qué estable y firme eres, qué bien arraigada, qué
bien cimentada estás sobre roca inconmovible!. El cielo y la tierra
pasarán, pero tú nunca podrás pasar. El orbe entero te contradijo
desde un principio, pero con tu poder, triunfaste de todos.
Lo
que ha conseguido la victoria sobre el mundo, es nuestra Fe, que
sometió al imperio de Cristo, a los reyes más poderosos, y puso a
las naciones a su servicio.
¿Qué
otra cosa, sino la Fe, y principalmente la Fe en la resurrección,
hizo a los Apóstoles y Mártires, soportar sus dificultades y
sufrimientos?.
¿Qué
fue lo que hizo a los anacoretas, despreciar los placeres y los
honores, y vivir en el celibato y la soledad, sino la fe viva?.
¿Qué
es lo que hoy lleva a los verdaderos cristianos, a despreciar los
placeres, resistir a la seducción, y soportar sus rudos
sufrimientos?.
La
Fe viva, activa en la práctica del Amor, es la que hace dejar los
bienes presentes, por la esperanza de los futuros, y trocar los
primeros por los segundos».
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, que te has dignado, conceder la palma del
martirio a San Fidel de Sigmaringa, cuando abrasado en tu Amor, se
entregaba a la propagación de la Fe, concédenos también a
nosotros, imitar su martirio, arrancando de nuestro interior, toda
herejía, toda concupiscencia, toda avaricia.
A
Tí Señor, que nos aconsejaste cortarnos una mano, un pie, o
arrancarnos un ojo, si era necesario para cesar nuestra complacencia
con el Pecado, y así poder entrar a la Vida Eterna. Amén.
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