Domingo
31 de Diciembre
LA
SAGRADA FAMILIA
Jesús
mismo llegaría a declarar que sus padres y sus hermanos, eran los
que hacían la voluntad de su Padre
VINCENT
RYAN
ADVIENTO-EPIFANÍA
Edic.
Paulinas, Madrid-1986, págs. 91-95
Se
celebra la fiesta de la sagrada familia el domingo que cae dentro de
la octava de navidad. Es una fiesta de devoción, introducida por
primera vez como celebración opcional, en 1893. El culto de la
sagrada familia se hizo muy popular en el siglo diecinueve, sobre
todo en Canadá. El papa León XIII la promovió muchísimo. En unos
tiempos en que las fuerzas secularizantes, constituían una amenaza
clara para la familia cristiana, se propuso a la sagrada familia de
Nazaret como modelo, como fuente de inspiración y de ayuda.
Su
origen relativamente reciente, y el hecho de que propende al
sentimentalismo, han hecho que esta fiesta no goce de aceptación
universal. Ciertamente tenemos que disociarla de un tipo de
espiritualidad un tanto superficial, que presenta pinturas ñoñas e
idílicas de la familia de Nazaret, y que se refleja en un
determinado tipo de arte religioso muy popular en el siglo
diecinueve. La liturgia de la fiesta no constituye el espaldarazo, ni
la perpetuación de una piedad tan equivocada. Trataremos de verla
aquí de manera objetiva y positiva.
Si
la consideramos de manera positiva, la fiesta puede ayudarnos a ver
la encarnación en un contexto más amplio, a considerar sus
consecuencias culturales y sociales. Efectivamente, no basta con
decir que el hijo de Dios se hizo hombre. Esto sucedió en un tiempo
y en un lugar concretos. Él adoptó una
familia, un hogar, una ciudad, un medio cultural
determinados; creció en este entorno, fue educado en la fe judía,
aprendió el oficio de carpintero e hizo amigos. Los años pasados en
Nazaret fueron años de formación, de preparación para su misión.
En
una exquisita homilía que se lee en el Oficio de lecturas, el papa
Pablo VI llama la atención sobre este aspecto de la encarnación. Y
reflexionando sobre la vida familiar de Cristo en Nazaret, dice:
"Sobre todo, aquí se hace patente, la importancia de tener
en cuenta, la pintura general de su vida entre nosotros, con su
concreto entorno de lugar, tiempo, costumbres, lengua, práctica
religiosa".
Dios
se hizo hombre, trabajador, carpintero e hijo de carpintero,
nazareno, cuyos padres eran conocidos en aquel lugar. Le
reconocemos como verdadero hombre, pero no perdemos de vista jamás
su naturaleza divina. Efectivamente, "adoramos al hijo del Dios
vivo que se hizo" Hijo en una familia humana".
Navidad
es un tiempo hogareño, familiar. Y esto tiene una importancia
religiosa y psicológica: necesitamos volver a los orígenes, a las
raíces, a la familia de cuando en cuando.
En
el plano espiritual hacemos esto en nuestras celebraciones
litúrgicas, renovando nuestros "orígenes sagrados",
cuando celebramos el nacimiento de nuestro Señor. La cueva, el
pesebre..., allí comenzó todo.
Pero
el hogar fue el entorno en el que aprendimos la fe por primera vez.
Para los judíos de otros tiempos era una obligación sagrada, la de
volver al hogar y a la familia. Toda la noción del Año Jubilar, da
testimonio de esto: "Cada uno de vosotros recobrará su
propiedad, cada uno de vosotros se reintegrará a su clan" (Lev
25,10). De esta manera, la navidad es una especie de celebración de
familia, en el plano humano y en el espiritual.
El
Antiguo Testamento da testimonio, de un elevadísimo ideal de vida
familiar en el pueblo judío. Aparece claramente esto en la primera
lectura de la misma, tomada del Levítico (3,2-14), que destaca la
virtud del amor y de la obediencia filiales.
Indudablemente,
San Pablo se inspiró en éste, y en otros textos similares, cuando
escribió de comunidad y de vida familiar en el Señor. En el Oficio
de lecturas, tenemos su tratado del capítulo 5 de Efesios, donde
habla del amor y de la fidelidad conyugales, de la obediencia mutua,
del deber de los hijos para con los padres, y de éstos para con
aquéllos. La segunda lectura de la misa, tomada del capítulo 3 de
la carta a los de Colosas, ofrece un bello ideal, no sólo de vida
familiar, sino de vida comunitaria en general.
La
vida familiar es un valor importantísimo, pero no absoluto. Jesús
buscó ante todo la voluntad de su Padre. Los lazos familiares,
estaban subordinados a la misión que Él había recibido del Padre.
Las lecturas evangélicas para el ciclo trienal, aluden de una forma
un tanto inquietante, a lo que espera a Jesús y a sus padres: Él
será mal interpretado y perseguido, será "signo de
contradicción", y una espada de dolor, atravesará el corazón
de su madre.
"¿No
sabíais que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?". Y llegará
el momento en que Jesús abandone el hogar y a sus padres, para
adoptar la vida incómoda de un predicador itinerante, sin hogar y
sin un lugar donde reclinar su cabeza. No deja de amar a sus padres,
ni rompe todos los lazos y relaciones con el hogar, pero tiene que
distanciarse de la vida segura, circunscrita a Nazaret, a fin de
entregarse por completo a su misión. Había que establecer nuevas
relaciones, que trascendieran el parentesco puramente humano. Jesús
mismo llegaría a declarar que sus padres y sus hermanos, eran los
que hacían la voluntad de su Padre.
Los
seguidores de Jesús, están llamados también a dejar la seguridad
del hogar y de la familia, a sacrificar todo aquello que es lo más
deseable desde una perspectiva humana. Ese es el contenido
de toda vocación religiosa, o de una vocación que encierra una
llamada concreta a seguir a Cristo, y a servir a sus hermanos.
Es
necesario que nos perdamos a nosotros mismos para encontrarnos. Hay
que ampliar el horizonte de nuestra familia, para abrazar a todos los
hombres y mujeres. Esto no significa un frío distanciamiento de
nuestra propia parentela, sino la no esclavización en el apego a
ellos.
Jesús
no se distanció de su madre, pues ella le acompañó hasta el final.
Nosotros no dejamos o abandonamos a nuestros padres o familiares,
sino que establecemos una relación nueva, y más profunda con ellos.
Porque el Señor, complacido en nuestro sacrificio, nos devolverá,
en una forma más profunda y bella, a nuestros padres, hermanos,
hermanas y amigos.
Oración:
Dios Todopoderoso y Eterno, escribe por intermedio de tu Santa
Misericordia, nuestros nombres en tu Sagrada Familia del Cielo, y haz
que nuestros corazones se conviertan de uno de piedra a otro de
carne, lleno de frescura, y de donde emane por siempre tu agua
bendita. Amén.
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