29
de Diciembre
Santo
Tomás Becket de Canterbury
(+
1170)
Obispo,
mártir inglés
"Tomás", del arameo: "El Mellizo".
Iconografía: arzobispo, con la mitra, el báculo, una espada clavada en su cráneo.
Breve
Nació
en Londres, Inglaterra, en 1118, y murió en Canterbury, en 1170;
Canonizado en
1173.
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Tomás
nació en una familia trabajadora, fue bautizado el mismo día. Se
educó con los monjes en la abadía de Merton en Surrey, después en
Londres, y más tarde en la Universidad de París. Era guapo,
amistoso, le gustaba el buen vestir, y el deporte. Al mismo tiempo
era un hombre puro, y le gustaban las cosas de Dios.
Al
morir su padre se quedó en aprietos económicos, por lo que desde
1142 fue empleado en la corte del Arzobispo Theobald de Canterbury.
Su nobleza, sagacidad y capacidad le ganaron la confianza del
arzobispo. Juntos viajaron a Francia, Roma y otras partes del
continente. Llegó también a ganarse la amistad del rey. Tomás
obtuvo permiso para estudiar ley canónica y civil en Bologna, Italia
y en Auxerre.
En
1154, siendo aun joven, fue ordenado diácono, y nombrado Archi
Diácono de Canterbury. En esta posición fue negociador de los
asuntos de la Iglesia con la corona. Tomás convenció al Papa
Eugenio III, de no reconocer la sucesión de Eustace, hijo del Rey
Esteban de Blois. Esto aseguró el derecho de Enrique de Anjou al
trono como Enrique II.
Al
año siguiente (1155), por sugerencia del Arzobispo Theobald, Tomás
fue elegido como canciller de Inglaterra, puesto en el que sirvió
lealmente a Enrique II por 7 años. Su deber era administrar la ley,
y lo hizo con sabiduría e imparcialidad. Pero el rey tenía oscuros
intereses sobre la Iglesia.
Tomás,
comprendiéndolo, le dijo: "Si me
haces Arzobispo te arrepentirás. Ahora dices que me amas, pero ese
amor se convertirá en odio". Así ocurrió.
Renunció a su puesto de canciller, y fue ordenado sacerdote el día
antes de su consagración episcopal.
Lo
nombraron Arzobispo en 1162, y desde la consagración episcopal se
entregó por completo a servir al Rey de Reyes, donde la gloria está
en la humildad y la disciplina. Él mismo dijo que pasó de ser un
seguidor de sabuesos (referencia a la cacería) a un pastor de almas.
Desarrolló un profundo amor por la Eucaristía, hasta el punto que a
veces le salían lágrimas durante la misa. Cada noche cantaba el
Oficio Divino con los monjes.
Habían
muchos abusos en la Iglesia que debían rectificarse. Uno de los
puntos de conflicto con el rey fue la cuestión de las respectivas
jurisdicciones de la Iglesia, y del estado sobre miembros del clero
acusados de crímenes, y la libertad de apelar a Roma.
Examinaba
rigurosamente la conducta y la preparación de los que deseaban ser
sacerdotes, y a los que no estaban bien preparados, o no habían
hecho los estudios correspondientes, no los dejaba ordenarse de
sacerdotes, aunque llegaran con recomendaciones del mismo rey.
En
la famosa asamblea de Northampton, en 1164, Tomás se enfrentó con
sus adversarios. Ante las amenazas contra su vida se mantuvo firme,
lo cual irritó al rey hasta el punto que le dijo: "Tú eres
de los míos, yo te elevé de la nada, y ahora me retas".
Tomás le respondió: "Señor, Pedro fue elevado de la nada,
y sin embargo gobernó la Iglesia". "Sí",
contestó el rey, "pero Pedro murió por su Señor".
"Yo también moriré por Él cuando
llegue el momento". "¿Entonces, no
cederás ante mí?”, preguntó el rey. "No lo haré",
respondió Tomás.
El
rey se propuso ponerles enormes impuestos a los bienes de la Iglesia
Católica. El arzobispo se opuso totalmente a ello, y desde entonces
el cariño de Enrique hacía su antiguo canciller Tomás, se apagó
casi por completo.
Luego
pretendió el rey imponer un fuerte castigo a un sacerdote. El
arzobispo se opuso, diciendo que al sacerdote lo juzga su superior
eclesiástico, y no el poder civil. La rabia del mandatario se
encendió furiosamente. Enrique redactó una ley, en la cual la
Iglesia quedaba casi totalmente sujeta al gobierno civil. El
arzobispo exclamó: "No permita Dios que yo vaya jamás a
aprobar o a firmar semejante ley". Y no la aceptó.
El
Rey consideró colmada su paciencia. Enseguida éste se propuso que
en adelante, sería el gobierno civil quien nombrara sacerdotes para
ciertos cargos eclesiásticos. Tomás se le opuso terminantemente.
Tomas
optó por el exilio en Francia, antes que ceder al rey sobre los
derechos de la Iglesia. Tomás se fue a Francia a entrevistarse con
el Papa Alejandro III, y a pedirle que lo reemplazara por otro en
este cargo tan difícil. "Santo Padre le digo yo soy un pobre
hombre orgulloso. Yo no fui nunca digno de este oficio. Por favor:
nombre a otro, y yo terminaré mis días dedicado a la oración en un
convento". Y se fue a retiro,
pasando 40 días rezando y meditando en una casa de religiosos.
Por
la recomendación del Papa entró en el monasterio Cisterciense en
Pontigny, hasta que el rey amenazó con eliminar a todos los monjes
cistercienses de su reino, si continuaban protegiendo a Tomás.
Entonces, en 1166, se mudó a la abadía de San Columba Abbey en
Sens, que estaba bajo la protección del rey Luis VII de Francia.
Ambos
lados apelaron al Papa Alejandro III, quien trató de encontrar una
solución. Por fin, el rey de Francia persuadió a Enrique II a ir
donde Tomás, y hacer las paces. Enrique reconoció la demanda de
Tomás de que se respetara la libertad de apelar a Roma, y pensó que
al regresar a Inglaterra, Tomás no continuaría exigiendo los
derechos de la Iglesia.
Después
de seis años de destierro, y cuando ya le habían sido confiscados
por el rey todos sus bienes y los de sus familiares, el arzobispo
Tomás regresó a Inglaterra el 1º de diciembre de 1179, con el
título de "Delegado del Sumo Pontífice".
El
trayecto desde que desembarcó hasta que llegó a su catedral de
Canterbury fue una marcha triunfal. Las gentes aglomeradas a lo largo
de la vía lo aclamaban. Las campanas de todas las iglesias repicaban
alegremente, y parecía que la hora de su triunfo ya había llegado.
Pero era otra clase de triunfo distinta la que le esperaba en ese mes
de diciembre. La del martirio.
Cuando
Enrique escuchó, desde Normandía, que el Papa había excomulgado a
los obispos recalcitrantes, por usurpar los derechos del obispo de
Canterbury, y que Tomás no los soltaría hasta que prometiesen
obediencia al Papa, se encolerizó, y dijo: "¿No hay nadie
que me libre de este sacerdote turbulento?".
Estas
palabras motivaron a cuatro caballeros que le escucharon, y
decidieron tomar el asunto en sus manos.
Era
Adviento, cerca de Navidad. El 29 de Diciembre de 1170, los cuatro
caballeros con una tropa de soldados, se aparecieron a las afueras de
la Catedral de Canterbury, exigiendo ver al arzobispo. Los
sacerdotes, para proteger a Tomás le forzaron a refugiarse en la
Iglesia. Pero Tomás les prohibió bajo obediencia cerrar la puerta:
"Una iglesia no debe convertirse en
un castillo" les dijo.
"¿Por
qué se portan así, que temen?" les preguntó. “No
pueden hacer sino lo que Dios permita”. En la penumbra de la
iglesia, los caballeros reclamaron: "¿dónde está el
traidor, donde está el arzobispo?". "Aquí estoy",
dijo Tomás, "No soy un traidor, sino un sacerdote de Dios.
Me extraña que con tal atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué
quieren conmigo?".
Uno
de los caballeros levantó la espada como para atacarle, pero uno que
andaba con Tomás, le protegió del golpe con el brazo. Los cuatro
caballeros arremetieron entonces juntos, y le asesinaron en los
peldaños de su santuario. Mientras moría
bajo los golpes, Tomás repetía los nombres de los arzobispos
asesinados antes que él: San Denis, San Elphege de Canterbury.
Entonces dijo: "En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi
espíritu". Sus últimas palabras, según un testigo,
fueron: "Muero voluntariamente por el nombre de Jesús, y en
defensa de la Iglesia".
El
crimen causó indignación en toda la Cristiandad. El rey Enrique fue
forzado a hacer penitencia pública, y a construir el monasterio en
Witham, Somerset.
Muchos
milagros ocurrieron después de la muerte del santo. En 10 años, se
registraron 703 milagros. Tomás Becket fue aclamado como santo, por
Alejandro III dos años después de su muerte.
El
traslado de sus reliquias a un nuevo y esplendoroso santuario ocurrió
en 1220 (Julio 7), con la concurrencia de gente de toda Europa.
Cuatrocientos
años después de Sto. Tomás, otro monarca inglés, Enrique VIII,
quiso hacerse cabeza de la Iglesia, por lo que rompió la unidad y
persiguió a los fieles católicos. La ruptura culminó en la
instalación de Crammer como arzobispo de Canterbury en 1533.
San
Tomás Becket fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra,
su santuario, que había sido un importante centro de peregrinación
por más de tres siglos, fue arrasado y las reliquias fueron quemadas
(algunos dicen que se transfirieron a Stoneyhurst).
En
la actualidad muchos gobiernos una vez más se oponen a que la
Iglesia proclame la verdad sobre el hombre y la sociedad. Una vez más
se requieren hombres y mujeres santos que sean fieles en las pruebas
como Santo Tomás Becket.
Oración:
Te pedimos Señor, que por intercesión del Santo Obispo
Tomás Becket, la Iglesia permanezca firme en la selección de
postulantes para la ordenación sacerdotal, y en insistir en los
derechos civiles inalienables de la persona humana; como la libertad
al acceso a la educación religiosa; a la educación sexual
responsable con aprobación de la currícula por parte de los padres;
a la prohibición del consumo de marihuana; a la prohibición
estricta del acceso al alcohol a los menores; al derecho a la vida; a
vigilar el estricto cumplimiento de las cuotas alimentarias para
padres separados; a no consentir con ninguna forma de divorcio
express; a mejorar el acceso a la vivienda, al trabajo y la salud
para los matrimonios jóvenes, y tantas otras legislaciones que
dignifican y cimientan la vida humana y familiar cristiana. A Tí
Señor que eres el gran legislador del Universo, y que Vives por los
Siglos de los Siglos. Amén.
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