lunes, 14 de diciembre de 2020

 14 de diciembre

SAN JUAN DE LA CRUZ

DOCTOR DE LA IGLESIA
1542-1591

La fe ardientemente vivida, es el principio de la experiencia mística

Con Santa Teresa, reformador del Carmelo. Su amor a Dios, hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la Misa.

La doctrina de San Juan, se resume en el amor al sufrimiento, y el completo abandono del alma en Dios. "Perfección de la caridad, y elevarse a la dignidad de hijo de Dios, por el amor"

Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor”

Breve

Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue a instancias de Santa Teresa de Ávila, el primero que a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Úbeda en el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso, sus escritos espirituales.

Algunos pensamientos de San Juan de la Cruz

"A la tarde, te examinarán en el amor; aprende a amar, como Dios quiere ser amado, y deja tu condición".

"¡Oh dulcísimo amor de Dios, mal conocido!. El que halló sus venas, descansó!

"Mira que no reina Dios, sino en el alma pacífica y desinteresada".

"Siempre el Señor, descubrió los tesoros de su sabiduría a los mortales, mas ahora que la malicia, va descubriendo mas su cara, mucho mas los descubre".

"Aunque el camino es llano y suave, para quienes tienen buena voluntad: quien camina, caminará poco, pero con trabajo, si no tienes buenos pies, y ánimo y porfía animoso, en eso mismo".


Noche oscura
[Poema: Texto completo]

San Juan de la Cruz

Canciones del alma, que se goza de haber

llegado al alto estado de la perfección,
que es la unión con Dios, por el camino
de la negación espiritual.

1. En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

2. A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

3. En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.

4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!

6. En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

8. Me quedé y olvidé,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

Vida de Pobreza

Gonzalo de Yepes, pertenecía a una buena familia de Toledo; pero como se casó con una joven de clase "inferior", fue desheredado por sus padres, y tuvo que ganarse la vida como tejedor de seda. A la muerte de Gonzalo, su esposa, Catalina Álvarez, quedó en la miseria y con tres hijos; Juan, que era el menor, nació en Fontiveros, en Castilla la vieja, en el año 1542.

Asistió a una escuela de niños pobres, en Medina del Campo, y empezó a aprender el oficio de tejedor, pero como no tenía aptitudes, entró más tarde a trabajar, como criado del director del hospital de Medina del Campo. Así pasó siete años. Al mismo tiempo que continuaba sus estudios, en el colegio de los jesuitas, practicaba rudas mortificaciones corporales.

A los veintiún años tomó el hábito, en el convento de los carmelitas de Medina del Campo. Su nombre de religión era Juan de San Matías. Después de hacer la profesión, pidió y obtuvo permiso, para observar la regla original del Carmelo, sin hacer uso de las mitigaciones, que eran permisos para relajar las reglas, que varios Pontífices habían aprobado, y eran entonces cosa común, en todos los conventos.

San Juan hubiese querido ser hermano lego, pero sus superiores no se lo permitieron. Tras haber hecho con éxito sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote en 1567. Las gracias que recibió con el sacerdocio, le encendieron en deseos de mayor retiro, de suerte que llegó a pensar en ingresar en la Cartuja.

Conoce a Santa Teresa

Santa Teresa fundaba por entonces, los conventos de la rama reformada de las carmelitas. Cuando oyó hablar del hermano Juan, en Medina del Campo, la santa se entrevistó con él, y quedó admirada de su espíritu religioso, y le dijo que Dios le llamaba a santificarse, en la orden de Nuestra Señora del Carmen.

También le refirió que el prior general, le había dado permiso de fundar dos conventos reformados para hombres, y que él debía ser su primer instrumento, en esa gran empresa. La reforma del Carmelo que lanzaron Santa Teresa y San Juan, no fue con intención de cambiar la orden, o "modernizarla", sino mas bien para restaurar y revitalizar, su cometido original, el cual se había mitigado mucho.

Al mismo tiempo que lograron ser fieles a los orígenes, la santidad de estos reformadores, infundió una nueva riqueza a los carmelitas, que ha sido recogida en sus escritos, y en el ejemplo de sus vidas, y sigue siendo una gran riqueza de espiritualidad.

Poco después, se llevó a cabo, la fundación del primer convento de carmelitas descalzos, en una ruinosa casa de Duruelo. San Juan entró en aquel nuevo Belén, con perfecto espíritu de sacrificio. Unos dos meses después, se le unieron otros dos frailes. Los tres renovaron la profesión, el domingo de Adviento de 1568, y nuestro santo tomó el nombre de Juan de la Cruz.

Fue una elección profética. Poco a poco, se extendió la fama de ese oscuro convento, de suerte que Santa Teresa, pudo fundar al poco tiempo, otro en Pastrana y un tercero en Mancera, a donde trasladó a los frailes de Duruelo. En 1570, se inauguró el convento de Alcalá, que era a la vez colegio de la universidad; San Juan fue nombrado rector.

Con su ejemplo, San Juan supo inspirar a los religiosos, el espíritu de soledad, humildad y mortificación. Pero Dios, que quería purificar su corazón, de toda debilidad y apego humanos, le sometió a las más severas pruebas interiores y exteriores.

Después de haber gozado de las delicias de la contemplación, San Juan se vio privado de toda devoción. A este período de sequedad espiritual, se añadieron la turbación, los escrúpulos, y la repugnancia por los ejercicios espirituales. En tanto que el demonio, le atacaba con violentas tentaciones, los hombres le perseguían con calumnias.

La prueba más terrible fue sin duda, la de los escrúpulos y la desolación interior, que el santo describe en "La Noche Oscura del Alma". A esto, siguió un período todavía más penoso de oscuridad, sufrimiento espiritual y tentaciones, de suerte que San Juan se sentía como abandonado por Dios. Pero la inundación de luz y amor divinos, que sucedió a esta prueba, fue el premio de la paciencia, con que la había soportado el siervo de Dios.

En cierta ocasión, una mujer muy atractiva, tentó descaradamente a San Juan. En vez de emplear el tizón ardiente, como lo había hecho Santo Tomás de Aquino, en una ocasión semejante, Juan se valió de palabras suaves, para hacer comprender a la pecadora, su triste estado.

El mismo método empleó en otra ocasión, aunque en circunstancias diferentes, para hacer entrar en razón, a una dama de temperamento tan violento, que el pueblo le había dado el apodo, de "Roberto el diablo".

Glorias para Dios

En 1571, Santa Teresa asumió por obediencia, el oficio de superiora en el convento no reformado, de la Encarnación de Ávila, y llamó a su lado a San Juan de la Cruz, para que fuese su director espiritual, y su confesor.

La santa escribió a su hermana: "Está obrando maravillas aquí. El pueblo le tiene por santo. En mi opinión, lo es y lo ha sido siempre". Tanto los religiosos como los laicos, buscaban a San Juan, y Dios confirmó su ministerio, con milagros evidentes.

Entre tanto, surgían graves dificultades, entre los carmelitas descalzos y los mitigados. Aunque el superior general, había autorizado a Santa Teresa a emprender la reforma, los frailes antiguos, la consideraban como una rebelión contra la orden; por otra parte, debe reconocerse que algunos de los descalzos, carecían de tacto, y exageraban sus poderes y derechos.

Como si eso fuera poco, el prior general, el capítulo general y los nuncios papales, daban órdenes contradictorias. Finalmente, en 1577, el provincial de Castilla, mandó a San Juan, a que retornase al convento de Medina del Campo.

El santo se negó a ello, alegando que había sido destinado a Ávila, por el nuncio del Papa. Entonces el provincial, envió un grupo de hombres armados, que irrumpieron en el convento de Ávila, y se llevaron a San Juan por la fuerza. Sabiendo que el pueblo de Ávila, le profesaba gran veneración al santo, le trasladaron a Toledo.

Como Juan se rehusase a abandonar la reforma, le encerraron en una estrecha y oscura celda, y le maltrataron increíblemente. Ello demuestra, cuán poco había penetrado el espíritu de Jesucristo, en aquellos que profesaban seguirlo.

Sufrimiento y unión con Dios

La celda de San Juan, tenía unos tres metros de largo, por dos de ancho. La única ventana era tan pequeña, y estaba tan alta, que el santo, para leer el oficio, tenía que ponerse de pie sobre un banquillo.

Por orden de Jerónimo Tostado, vicario general de los carmelitas de España, y consultor de la Inquisición, se le golpeó tan brutalmente, que conservó las cicatrices hasta la muerte.

Lo que sufrió entonces San Juan, coincide exactamente, con las penas que describe Santa Teresa en la "Sexta Morada": insultos, calumnias, dolores físicos, angustia espiritual, y tentaciones de ceder. Más tarde dijo: "No os extrañe, que ame yo mucho el sufrimiento. Dios me dio una idea de su gran valor, cuando estuve preso en Toledo".

Los primeros poemas de San Juan, que son como una voz que clama en el desierto, reflejan su estado de ánimo:

En dónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

El prior Maldonado, penetró la víspera de la Asunción en aquella celda, que despedía un olor pestilente, bajo el tórrido calor del verano, y dio un puntapié al santo, que se hallaba recostado, para anunciarle su visita.

San Juan le pidió perdón, pues la debilidad, le había impedido levantarse, en cuanto lo vio entrar. "Parecíais absorto. ¿En qué pensabais?", le dijo Maldonado.

"Pensaba yo en que mañana es fiesta de Nuestra Señora, y sería una gran felicidad, poder celebrar la misa", replicó Juan.

"No lo haréis, mientras yo sea superior", repuso Maldonado.

En la noche del día de la Asunción, la Santísima Virgen, se apareció a su afligido siervo, y le dijo: "Sé paciente, hijo mío; pronto terminará esta Prueba".

Algunos días más tarde, se le apareció de nuevo, y le mostró en visión, una ventana que daba sobre el Tajo: "Por ahí saldrás, y yo te ayudaré".

En efecto, a los nueve meses de prisión, se le concedió al santo, la gracia de hacer unos minutos de ejercicio. Juan recorrió el edificio, en busca de la ventana que había visto. En cuanto la hubo reconocido, volvió a su celda. Para entonces, ya había comenzado a aflojar las bisagras de la puerta.

Esa misma noche consiguió abrir la puerta, y se descolgó por una cuerda, que había fabricado con sábanas y vestidos. Los dos frailes, que dormían cerca de la ventana, no le vieron.

Como la cuerda era demasiado corta, San Juan tuvo que dejarse caer a lo largo de la muralla hasta la orilla del río, aunque felizmente no se hizo daño. Inmediatamente, siguió a un perro que se metió en un patio. En esa forma, consiguió escapar. Dadas las circunstancias, su fuga fue un milagro.

Gran guía y director espiritual

El santo se dirigió, primero al convento reformado de Beas de Segura, y después pasó a la ermita, cercana del Monte Calvario. En 1579, fue nombrado superior del colegio de Baeza, y en 1581, fue elegido superior de Los Mártires, en las cercanías de Granada.

Aunque era el fundador, y jefe espiritual de los carmelitas descalzos, en esa época, participó poco en las negociaciones y sucesos, que culminaron con el establecimiento, de la provincia separada de Los Descalzos en 1580. En cambio, se consagró a escribir las obras, que han hecho de él, un doctor de teología mística en la Iglesia.

La doctrina de San Juan, es plenamente fiel a la tradición antigua: el fin del hombre en la tierra, es alcanzar "Perfección de la caridad, y elevarse a la dignidad de hijo de Dios por el Amor"; la contemplación no es por sí misma un fin, sino que debe conducir al amor y a la unión con Dios, por el amor, y en último término, debe llevar a la experiencia de esa unión, a la que todo está ordenado.

"No hay trabajo mejor, ni mas necesario, que el amor", dice el santo. "Hemos sido hechos para el amor". “El único instrumento, del que Dios se sirve es el amor". "Así como el Padre y el Hijo están unidos por el amor, así el amor es el lazo de unión del alma con Dios".

El amor lleva a las alturas de la contemplación, pero como el amor es producto de la fe, ésta es el único puente que puede salvar el abismo, que separa a nuestra inteligencia, de la infinitud de Dios: la fe ardientemente vivida, es el principio de la experiencia mística. San Juan no se cansó nunca, de inculcar esa doctrina tradicional, con su estilo maravilloso y sus ardientes palabras.

Las verdades que enseñó, no deben empañarse, por las prácticas que puedan ser exageradas. Al mismo tiempo, se ha de tener cuidado, en discernir lo que es exageración. ¿Cual es nuestro punto de referencia?, ¿Fueron todos los santos exagerados?, ¿Fue Jesucristo exagerado, aceptando morir en la Cruz?. ¿O no será mas bien, que nosotros no sabemos amar hasta el extremo?.

Dios no pide lo mismo a todos. Él conoce la capacidad, y el corazón de cada uno. El amor expande el corazón, y las capacidades de entrega.

Solía pedir a Dios tres cosas: que no dejase pasar un solo día de su vida, sin enviarle sufrimientos; que no le dejase morir en el cargo de superior; y que le permitiese morir en la humillación y el desprecio.

Con su confianza en Dios, (llamaba a la Divina Providencia, el patrimonio de los pobres), obtuvo milagrosamente en algunos casos, provisiones para sus monasterios. Con frecuencia, estaba tan absorto en Dios, que debía hacerse violencia, para atender los asuntos temporales.

Su amor a Dios hacía que su rostro brillase en muchas ocasiones, sobre todo al volver de celebrar la misa. Su corazón, era como una ascua ardiente en su pecho, hasta el punto de que llegaba a quemarle la piel. Su experiencia en las cosas espirituales, a la que se añadía la luz del Espíritu Santo, hacían de él un consumado maestro, en materia de discernimiento de las personas y sus almas, de modo que no era fácil engañarle, diciéndole que algo procedía de Dios.

Juan dormía unas dos o tres horas, y pasaba el resto de la noche, orando ante el Santísimo Sacramento.

Pruebas y más pruebas

Después de la muerte de Santa Teresa, ocurrida en 1582, se hizo cada vez más pronunciada, una división entre los descalzos. San Juan apoyaba la política de moderación del provincial, Jerónimo de Castro, en tanto que el Padre Nicolás Doria, que era muy extremoso, pretendía independizar absolutamente a los descalzos, de la otra rama de la orden.

El Padre Nicolás fue elegido provincial, y el capítulo general, nombró a Juan vicario de Andalucía. El santo se consagró a corregir ciertos abusos, especialmente los que procedían del hecho de que los frailes, tuviesen que salir del monasterio a predicar. El santo opinaba, que la vocación de los descalzos, era esencialmente contemplativa. Ello provocó oposición contra él.

San Juan fundó varios conventos, y al expirar su período de vicario, fue nombrado superior de Granada. Entre tanto, la idea del Padre Nicolás, había ganado mucho terreno, y el capítulo general que se reunió en Madrid en 1588, obtuvo de la Santa Sede un breve, que autorizaba una separación aún más pronunciada, entre los descalzos y los mitigados.

A pesar de las protestas de algunos, se privó al venerable Padre Jerónimo Gracián, de toda autoridad, y se nombró vicario general al Padre Doria. La provincia se dividió en seis regiones, cada una de las cuales, nombró a un consultor, para ayudar al Padre Gracián en el gobierno de la congregación. San Juan fue uno de los consultores.

La innovación produjo grave descontento, sobre todo entre las religiosas. La venerable Ana de Jesús, que era entonces superiora del convento de Madrid, obtuvo de la Santa Sede, un breve de confirmación de las constituciones, sin consultar el asunto con el vicario general. Finalmente, se llegó a un compromiso en ese asunto. Sin embargo, en el capítulo general de Pentecostés de 1591, San Juan habló en defensa del Padre Gracián, y de las religiosas.

El Padre Doria, que siempre había creído, que el santo estaba aliado con sus enemigos, aprovechó la ocasión para privarle de todos sus cargos, y le envió como simple fraile, al remoto convento de La Peñuela. Ahí pasó San Juan algunos meses, entregado a la meditación, y a la oración en las montañas, "porque tengo menos materia de confesión, cuando estoy entre las peñas, que cuando estoy entre los hombres".

Pero no todos estaban dispuestos, a dejar en paz al santo, ni siquiera en aquel rincón perdido. Siendo vicario provincial San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había llamado al orden a dos frailes, y había restringido sus licencias de salir a predicar.

Por entonces, los dos frailes se sometieron; pero un consultor de la congregación, recorrió toda la provincia, tomando informes sobre la vida y conducta de San Juan, lanzando acusaciones contra él, afirmando que tenía pruebas suficientes, para hacerle expulsar de la orden. Muchos de los frailes, prefirieron seguir la corriente adversa a Juan, que decir la verdad y así hacer justicia. Algunos, llegaron hasta quemar las cartas que les envió Juan, para no caer en desgracia.

En medio de esa tempestad, San Juan cayó enfermo. El provincial le mandó salir del convento de Peñuela, y le dio a escoger entre el de Baeza, y el de Ubeda. El primero de esos conventos, estaba mejor provisto, y tenía por superior a un amigo del santo. En el otro, era superior el Padre Francisco, a quien San Juan, había corregido junto con el Padre Diego. Ese fue el convento que escogió.

La fatiga del viaje empeoró su estado, y le hizo sufrir mucho. Con gran paciencia, se sometió a varias operaciones. El indigno superior, le trató inhumanamente; prohibió a los frailes que le visitasen, cambió al enfermero porque le atendía con cariño; sólo le permitía comer los alimentos ordinarios, y ni siquiera le daba, los que le enviaban algunas personas de fuera. Cuando el provincial fue a Ubeda, y se enteró de la situación, hizo cuanto pudo por San Juan, y reprendió tan severamente al Padre Francisco, que éste abrió los ojos, y se arrepintió.

Santo y Doctor de la Iglesia

Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591.

En su muerte no se había disipado todavía, la tempestad que la ambición del Padre Nicolás, y el espíritu de venganza del Padre Diego, habían provocado contra él, en la congregación de la que había sido cofundador, y cuya vida había sido el primero en llevar.

La muerte del santo, trajo consigo la revalorización de su vida, y tanto el clero como los fieles, acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas, y se viese su vida auténtica, para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento, había sido superior por última vez.

Fue canonizado en 1726

Santa Teresa había visto en Juan, un alma muy pura, a la que Dios había comunicado, grandes tesoros de luz, y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo, justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la "Subida al Monte Carmelo", la "Noche Oscura del Alma", la "Llama Viva de Amor", y el "Cántico Espiritual", con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz, por sus obras Místicas.

La doctrina de San Juan se resume, en el amor al sufrimiento, y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba, pero no temía, a las cosas materiales, puesto que dijo: "Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor".

San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa, que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, “fué libre, como libre es el espíritu de Dios". Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino, y la unión sustancial del alma con Dios. "Reunió en sí mismo, la luz extática de la Sabiduría Divina, con la locura estremecida, del Cristo despreciado".

Fuente Bibliográfica:

-Butler, Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.
-Oficio Divino I, p. 1031

Oración: Te pedimos Señor y Dios nuestro, que por los méritos e intercesión, de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, y con la asistencia y protección de la Virgen Santísima, a que podamos descubrir la ventana, que nos ayude a liberarnos de nosotros mismos, de nuestras pasiones, ambiciones, errores, omisiones y violencias contra el prójimo, y así alcanzar la verdadera libertad, y poder gozar eternamente de la contemplación de tu gloria. Te lo pedimos a Tí, que Vives y Reinas por siempre, por los Siglos de los Siglos. Amén.

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