sábado, 7 de noviembre de 2020

 7 de noviembre

SAN WILIBRORDO, Obispo

Precursor de la evangelización de Alemania y Holanda

Fue un hombre de oración y acción, además de un Pastor infatigable

(+ 739)

Breve

Inició la evangelización de Alemania, más allá del río Rhin.

Comenzó en el siglo VII, a finales de la época merovingia, gracias a la obra de los monjes irlandeses y anglosajones. Logró su máximo desarrollo en las décadas siguientes, por la acción misionera de San Bonifacio, su discípulo.

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Wilibrordo nació en Northumbría, en el año 658. Ingresó a la vida monástica, viviendo en su tierra, hasta que el Abad Egberto lo envió a Frisia, la actual Holanda, donde desarrolló su acción apostólica.

Su padre, Wilgils, un noble anglosajón, había quedado viudo. Cristiano ferviente, perteneciente a la primera generación de convertidos del paganismo, resolvió abrazar la vida solitaria. Todo lo abandonó, hasta la más dulce prenda que le quedaba: un día llamó Wilgils, a la puerta del monasterio de Ripon, y ofreció a Dios y al abad Wilfrido, a su hijito Wilibrordo.

Ripon era una abadía fervorosa; y Wilfrido (el abad) era un padre austero, y a la vez cariñoso para sus religiosos. El hijo de Wilgils, fue educado con esmero, en la escuela abacial. Fue su preceptor, San Ceolfrido, el mismo que años después, debía ser en Wearmouth, abad de San Beda el Venerable. El pequeño oblato, creció en un ambiente de santidad y cultura. A los quince años, ratificó libremente, con su profesión monástica, la propia donación a Dios, hecha por su padre.

La vida del joven monje, transcurría plácida y fervorosa, al amparo de los muros claustrales, cuando una fuerte conmoción, vino a turbar la paz del monasterio

Después de los contratiempos, sufridos por la misión de Wilfrido, Wilibrordo fue enviado con once compañeros, a Frisia. La victoria de Pipino de Herstal, contra el rey Radbod, en el año 689, facilitó la empresa. El duque los recibió con todos los honores.

Este monje, a quien los biógrafos describen pequeño de estatura, cabellos negros, de delicada salud, ojos profundos y vivos, encarna muy bien, la figura del monje occidental: un trabajador que no conoce descanso, ni crisis de desánimo, austero, prudente, leal, tenaz, devoto del Papa.

Se había formado, en la abadía inglesa de Ripon, y a los 20 años pasó a Irlanda, para perfeccionar su cultura teológica, bajo la guía del abad Egberto, que lo consagró sacerdote, a los treinta años.

Pero Wilibrordo, antes de comenzar su obra de evangelización, quiso ir a Roma, para obtener el beneplácito del Papa Sergio I, el cual aprobó su misión, y lo animó. De regreso a Frisia, el monje escogió Amberes, como centro de su apostolado. Con el tiempo, Utrecht llegaría a ser, la más famosa de sus fundaciones.

No era fácil la tarea confiada a Wilibrordo, y a su pequeña hueste monástica. El pueblo germánico de los frisones, que en ese siglo, ocupaba la desembocadura de los grandes ríos, que terminan su recorrido, en las costas de los Países Bajos, constituía un campo rebelde a todo cultivo. Aquellos bárbaros de estatura imponente, barba rubia y largas melenas, eran guerreros feroces, testarudos, apegados a sus viejas tradiciones, y extremadamente amantes de su libertad e independencia.

El poder romano, nunca había sido estable en Frisia, y el cristianismo, que por vez primera había penetrado en la región, con los funcionarios merovingios, eran considerado como la religión de los invasores, y recogió ninguna, o muy pocas simpatías.

Entretanto, se revelaban las bellas cualidades, del arzobispo de los frisones. Era, según testimonio de San Bonifacio, varón "de gran santidad y de austeridad maravillosa", pero bueno y paternal para los otros. Típico anglosajón, paciente y tenaz, humilde y hábil, celoso y realista, dotado de voluntad inquebrantable, y prudencia nunca desmentida, Wilibrordo tenía el temple de gran conductor de hombres, y de gran organizador.

La única preocupación, que le guiaba en todas sus acciones, era la salvaguarda y consolidación de su obra. Sus ansias apostólicas nunca desbordan los límites, de lo que le parecía seguro. Verdad es que intentó evangelizar la Frisia del Norte, y hasta estuvo en Dinamarca, movido por el mismo impulso misionero, pero pronto comprendió, que era una empresa prematura, y regresó a su campo de acción, el territorio dominado por la espada de Pipino II.

No es que fuera un cobarde, un pusilánime: en cierta ocasión destruyó un ídolo con peligro de su vida, y en momentos difíciles, se mantuvo firme, ante la ira del rey Radbod.

Pero Wilibrordo, nada tenía de aventurero. Iba siempre a lo seguro y positivo. Sus catecúmenos jamás bautizados rápidamente, ni en masa; cada uno de ellos, debía someterse a una seria preparación individual. Y así, su obra no tuvo dimensiones enormes y espectaculares, pero fue segura y durable.

Para la fundación de la nueva diócesis de Frisia, Wilibrordo fue nuevamente a Roma, en donde el Papa Sergio I lo consagró obispo, el 21 de noviembre del año 695, con el nombre de Clemente. Desde este momento, emprende una infatigable labor misionera, que comprenderá desde los valles del Rhin, hasta Dinamarca.

A la muerte de Pipino II, toda su obra, por la que tanto había trabajado, literalmente fué barrida por completo, dado que los frisios iniciaron una revolución. Cuando Carlos Martel restableció la paz (718), Wilibrordo había alcanzado ya, los sesenta años de edad.

Pero no soñaba todavía en descansar; ni siquiera se lamentó, ante los estragos causados, por aquellos años destructores. La obra de su vida, estaba casi totalmente arruinada. Él y sus monjes, empezaron animosamente a rehacerla. En este tiempo difícil, tuvo Wilibrordo un precioso ayudante, en un monje compatriota suyo, Winfrido, el futuro San Bonifacio, apóstol de Alemania. Y la cristiandad en Frisia fue restaurada.

En Echternach, Luxemburgo, había fundado un pequeño convento, y allí murió, el 7 de noviembre del año 739, a los 81 años de edad.

Fue un hombre de oración y acción. Pastor infatigable, supo organizar su diócesis, con un gran sentido de la autoridad, que le permitió, gracias a la formación de los obispos auxiliares, evitar el fraccionamiento de las Iglesias, debido a la dispersión de la actividad pastoral.

Oración: Dios Todopoderoso y Eterno, que por la intercesión y los méritos de San Wilibrordo y San Bonifacio, Alemania y Holanda, así como toda Europa, vuelvan a sus raíces cristianas, con profundo espíritu de penitencia y conversión, y así puedan nuevamente, iluminar al mundo entero, con la antorcha de la Fe y el Amor a tu Divino Hijo. Ayúdanos también, a saber valorar los pequeños, pero constantes avances espirituales, en nuestra vida, sin desalentarnos en ningún momento. Por nuestro Señor Jesucristo, que Vive y Reina eternamente, por los Siglos de los Siglos. Amén.

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