27
de Noviembre
NUESTRA
SEÑORA DE LAS GRACIAS

APARICIONES
DE LA VIRGEN MARÍA, A SANTA CATALINA LABOURE Y LA MEDALLA
MILAGROSA
París -1830
Breve
Santa
Catalina Laboure, oyó de nuevo la voz en su interior: "Haz
que se acuñe una medalla, según este modelo. Todos cuantos la
lleven puesta, recibirán grandes gracias. Las gracias serán más
abundantes, para los que la lleven con confianza".
Las
apariciones
El
año 1830, es un año clave: tiene lugar en París, la primera
aparición moderna, de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII
llamó, la "era de María", una etapa de repetidas visitas
celestiales. Entre otras: La Salette, N.D. Du Laus, Lourdes, Fátima
... Y como en su visita a Santa Isabel, La Virgen siempre viene para
traernos gracia, para acercarnos a Jesús, el fruto bendito de su
vientre. También para recordarnos, el camino de salvación, y para
advertirnos de las consecuencias, de optar por otros caminos.
Santa
Catalina Labouré
Catalina
nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña ( Francia
). Entró a la vida religiosa, con las Hijas de la Caridad, el 22 de
enero de 1830, y después de tres meses de postulantado; el 21 de
abril, fue trasladada al noviciado de París, en la Rue du Bac, 140.
El
Corazón de San Vicente
La
novicia estaba presente, cuando trasladaron los restos de su
fundador, San Vicente de Paul, (Ver el 27 de
Septiembre en el blog), a la nueva iglesia de los Padres
Paulinos, a solo unas cuadras de su noviciado. El brazo derecho del
santo, fue a la capilla del noviciado.
En
esta capilla, durante la novena, Catalina vio el corazón de San
Vicente, en varios colores. De color blanco, significando la unión
que debía existir, entre las congregaciones fundadas por San
Vicente. De color rojo, significando el fervor y la propagación, que
habían de tener dichas congregaciones. De color rojo oscuro,
significando la tristeza, por el sufrimiento que ella padecería.
Oí
interiormente una voz: "el corazón de San Vicente, está
profundamente afligido, por los males que van a venir sobre Francia".
La
misma voz añadió un poco más tarde: "El corazón de San
Vicente, está más consolado, por haber obtenido de Dios, a través
de la intercesión de la Santísima Virgen María, el que ninguna de
las dos congregaciones, perezca en medio de estas desgracias, sino
que Dios hará uso de ellas para reanimar la fe".
Visiones
del Señor en la Eucaristía
Durante
los 9 meses de su noviciado, en la Rue du Bac, sor
Catalina tuvo también la gracia especial, de ver todos los días al
Señor, en el Santísimo Sacramento.
El
domingo de la Santísima Trinidad, 6 de junio de 1830, el Señor se
mostró, durante el evangelio de la misa, como un Rey con una cruz en
el pecho. De pronto, los ornamentos reales de Jesús, cayeron por
tierra, lo mismo que la cruz, como unos despojos despreciables.
"Inmediatamente - escribió sor Catalina - tuve
las ideas más negras y terribles: que el Rey de la tierra estaba
perdido, y será despojado de sus vestiduras reales. Se acercaban
cosas malas".
Catalina
sueña con ver a la Virgen
El
domingo 18 de Julio 1830, era la víspera de la fiesta de San Vicente
de Paul, La maestra de novicias, les había hablado sobre la devoción
a los santos, y en particular a la Reina de todos ellos, María
Santísima. Sus palabras, impregnadas de fe y de una ardiente piedad,
avivaron en el corazón de Sor Laboure, el deseo de ver y de
contemplar, el rostro de la Santísima Virgen.
Como
era víspera de San Vicente, les habían distribuido a cada una, un
pedacito de lienzo, de un roquete del santo. Catalina se lo tragó, y
se durmió pensando que San Vicente, junto con su ángel de la
guarda, le obtendrá esa misma noche, la gracia de ver a la Virgen,
como era su deseo.
Precisamente,
los anteriores favores recibidos, en las diversas apariciones de San
Vicente a Sor Catalina, alimentaban en su corazón, una confianza sin
límites, hacia su bienaventurado padre, y su candor y viva
esperanza, no la engañaron. "La
confianza consigue todo cuanto espera" (San Juan
de la Cruz).
El
Ángel la despierta
Todo
era silencio, en la sala donde dormía Sor Catalina, y cerca de las
11:30 PM, oyó que por tres veces, la llamaban por su nombre. Se
despertó, y apartando un poco las cortinas de su cama, miró del
lado que venía la voz, y vio entonces a un niño vestido de blanco,
que parecía tener como cuatro o cinco años, y el cual le dijo:
"Levántate pronto, y ven a la capilla; la Santísima Virgen
te espera".
Sor
Catalina vacila; teme ser notada de las otras novicias; pero el niño
responde a su preocupación interior, y le dice: "No temas;
son las 11;30 p.m.; todas duermen muy bien. Ven, yo te aguardo".
Ella
no se detiene ya ni por un momento; se viste con presteza, y se pone
a disposición de su misterioso guía, "que permanecía en
pie, sin separarse de la columna de su lecho".
Vestida
Sor Catalina, el niño comienza a andar, y ella lo sigue, marchando a
"su lado izquierdo". Por donde quiera que pasaban, las
luces se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos
resplandores, y a su paso todo quedaba iluminado.
Al
llegar a la puerta de la capilla, la encuentra cerrada; pero el niño
toca la puerta con su dedito, y aquella se abrió al instante.
Dice
Catalina: "Mi sorpresa fue más
completa, cuando al entrar a la capilla, vi encendidas todas las
velas y los cirios, lo que me recordaba, la Misa de media noche".
(todavía ella no ve a la Virgen).
El
niño la llevó al presbiterio, junto al sillón destinado al Padre
Director, donde solía predicar a las Hijas de la Caridad. Catalina
se puso allí de rodillas, y el niño permaneció de pie todo el
tiempo, en su lado derecho.
La
espera le pareció muy larga, ya que con ansia deseaba ver a la
Virgen. Miraba ella con cierta inquietud, hacia la tribuna derecha,
por si las hermanas, que solían detenerse para hacer un acto de
Adoración, y que frecuentaban estar en vela, la viesen.
Por
fin llegó la hora deseada, y el niño le dijo: "Ved aquí a
la Virgen, vedla aquí".

Sor
Catalina oyó como un rumor, como el roce de un traje de seda, que
partía del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José. Vio
que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente el
presbiterio, "fue a sentarse en un sillón sobre
las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio".
Sor
Catalina, en el fondo de su corazón, dudaba si verdaderamente estaba
o no, en presencia de la Reina de los Cielos, pero el niño le dijo:
"Mira a la Virgen".
Le
era casi imposible describir, lo que experimentaba en aquel instante,
lo que pasó dentro de ella, y le parecía que no veía a la
Santísima Virgen.
Entonces
el niño le habló, no como niño, sino como el hombre mas enérgico,
y con palabras muy fuertes, le dijo: -"¿Por ventura, no
puede la Reina de los Cielos, aparecerse a una pobre criatura mortal,
en la forma que más le agrade?".
Entonces,
mirando a la Virgen, me puse en un instante a su lado, me arrodillé
en el presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de la
Santísima Virgen.
"Allí
pasé, los momentos más dulces de mi vida; me será imposible decir
lo que sentí". Ella me dijo, cómo debía portarme con
mi director, la manera de comportarme en las penas, y acudir
mostrándome con la mano izquierda, a arrojarme al pie del altar, y
desahogar allí mi corazón, pues allí recibiría todos los
consuelos, de que tuviera necesidad. Entonces le pregunté, que
significaban las cosas que yo había visto, y ella me lo explicó
todo".
Instrucciones
de la Santísima Virgen
Fueron
muchas las confidencias, que Sor Catalina recibió de los labios de
María Santísima, pero jamás podremos conocerlas todas, porque
respecto a algunas de ellas, le fue impuesto el más absoluto
secreto.
La
Virgen le dió algunos consejos, para su particular provecho
espiritual, ya que la Virgen es Madre y Maestra.
1-
Como debía comportarse con su director (humildad
profunda y obediencia). Esto a pesar de que su confesor,
el padre Juan María Aladel, no creyó en sus visiones, y le dijo que
las olvidara.
2-
La manera de comportarse en las penas, (paciencia,
mansedumbre, gozo)
3-
Acudir siempre, mostrándole con la mano izquierda, a arrojarse al
pie del altar, y desahogar su corazón, pues allí recibiría, todos
los consuelos de que tuviese necesidad. (corazón
indiviso, no consuelos humanos).
La
Virgen también le explicó, el significado de todas las apariciones
y revelaciones, que había tenido de San Vicente y del Señor.
Luego
continuó diciéndole:
Dios
quiere confiarte una misión; te costará trabajo pero lo lograrás,
pensando que lo haces para la gloria de Dios. Tú conocerás cuan
bueno es Dios. Tendrás que sufrir, hasta que se lo digas a tu
director. No te faltarán contradicciones; mas te asistirá la
gracia; no temas. Háblale a tu director, con confianza y sencillez;
ten confianza, no temas. Verás ciertas cosas; dáselas. Recibirás
inspiraciones en la oración.
Los
tiempos son muy calamitosos. Han de llover desgracias
sobre Francia. El trono será derribado. El
mundo entero, se verá afligido por calamidades de todas clases (al
decir esto, la Virgen estaba muy triste). Venid a los pies de este
altar, donde se prodigarán gracias, a todos los que las pidan con
fervor; a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres.
Deseo
derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo ardientemente. Me causa
dolor, el que haya grandes abusos en la observancia, el que no se
cumplan las reglas, el que haya tanta relajación en ambas
comunidades, a pesar de que hay almas grandes en ellas. Díselo al
que está encargado de ti, aunque no sea el superior. Pronto será
puesto al frente de la comunidad. Él debe hacer cuanto pueda, para
restablecer el vigor de la regla. Cuando esto suceda, otra comunidad
se unirá a las de ustedes.
Vendrá
un momento, en que el peligro será grande; se creerá todo perdido;
entonces yo estaré contigo, ten confianza. Reconocerás mi visita, y
la protección de Dios y de San Vicente sobre las dos comunidades.
Mas
no será lo mismo en otras comunidades; en ellas habrá
víctimas..(lágrimas en los ojos). El clero de París tendrá muchas
víctimas. Morirá el señor Arzobispo.
Hija
mía, será despreciada la cruz, y el Corazón de mi Hijo será otra
vez traspasado; correrá la sangre por las calles, (la Virgen no
podía hablar del dolor, las palabras se anudaban en su garganta;
semblante pálido). El mundo entero se entristecerá. Ella piensa:
¿cuando ocurrirá esto?, y una voz interior asegura: cuarenta años
y diez, y después la paz.
La
Virgen, después de estar con ella unas dos horas, desaparece de la
vista de Sor Catalina, como una sombra que se desvanece.
En
esta aparición la Virgen:
Le
comunica una misión, que Dios le quiere confiar.
La
prepara con sabios consejos, para que hable con sumisión y
confianza, a su director.
Le
anuncia futuros eventos, para afianzar la fe de aquellos, que
pudieran dudar de la aparición.
Le
Regala una relación familiar, de madre-a hija: la ve, se acerca a
ella, hablan con familiaridad y sencillez; la toca y la Virgen no
solo consiente, sino que se sienta, para que Catalina pueda
aproximarse, hasta el extremo de apoyar sus brazos y manos, en las
rodillas de la Reina del Cielo.
Todas
las profecías se cumplieron:
1-la
misión de Dios pronto le fue indicada, con la revelación de la
medalla milagrosa.
2-una
semana después de esta aparición, estallaba la revolución. Los
revoltosos ocupaban las calles de París, saqueos, asesinatos, y
finalmente era destronado Carlos X, sustituido por el "rey
ciudadano", Luis Felipe I, gran maestro
de la masonería.
3-El
Padre Aladel (director), es nombrado en 1846, director de las Hijas
de la Caridad, y establece la observancia de la regla; y hacia la
década del 1860, otra comunidad femenina, se une a las Hijas de la
Caridad.
4-En
1870, a los 40 años, llegó el momento del gran peligro, con los
horrores de la Comuna, y el fusilamiento del Arzobispo Monseñor
Darboy, y otros muchos sacerdotes.
5-
Solo queda por cumplir la última parte.
Aparición
del 27 de noviembre del 1830
La
tarde el 27 de Noviembre de 1830, sábado víspera del primer domingo
de Adviento, en la capilla estaba Sor Catalina, haciendo su
meditación, cuando le pareció oír, el roce de un traje de seda,
que le hizo recordar a la aparición anterior.
Aparece
la Virgen Santísima, vestida de blanco con mangas largas, y túnica
cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco, que sin
ocultar su figura, caía por ambos lados hasta los pies. Cuando
quiso describir su rostro, solo acertó a decir, que era la Virgen
María en su mayor belleza.
Sus
pies se posaban sobre un globo blanco, del que nítidamente se veía
la parte superior, y aplastaban una serpiente verde, con pintas
amarillas. Sus manos, elevadas a la altura del corazón, sostenían
otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita.
La
Santísima Virgen, mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo
el globo. A veces miraba al cielo, y a veces a la tierra. De pronto
sus dedos, se llenaron de anillos, adornados con piedras preciosas
que brillaban, y derramaban su luz en todas direcciones,
circundándola en este momento de tal claridad, que no era posible
verla.
Tenía
tres anillos en cada dedo; el más grueso junto a la mano; uno de
tamaño mediano en el medio, y uno más pequeño, en la extremidad.
De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se
alargaban hacia abajo y llenaban toda la parte baja.
Mientras
Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su
corazón:
“Este
globo que ves (a los pies de la Virgen), representa al mundo entero,
especialmente a Francia, y a cada alma en particular. Estos rayos,
simbolizan las gracias que yo derramo, sobre los que las piden. Las
perlas que no emiten rayos, son las gracias de las almas que no
piden”.
Con
estas palabras, la Virgen se da a conocer, como la mediadora de las
gracias, que nos vienen de Jesucristo.
El
globo de oro (la riqueza de gracias), se desvaneció de entre las
manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los
rayos de luz, seguían cayendo sobre el globo blanco bajo sus pies.
La
Medalla Milagrosa:
En
este momento, se apareció una forma ovalada, en torno a la Virgen, y
en el borde interior, apareció escrita la siguiente invocación:
"María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos
a Tí".

Estas
palabras formaban un semicírculo, que comenzaba a la altura de la
mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen,
terminando a la altura de la mano izquierda.
Oí
de nuevo la voz en mi interior: "Haz
que se acuñe una medalla, según este modelo. Todos cuantos la
lleven puesta, recibirán grandes gracias. Las gracias serán más
abundantes, para los que la lleven con confianza".
La
aparición, entonces, dio media vuelta, y quedó formado en el mismo
lugar, el reverso de la medalla.
En
él aparecía una M, sobre la cual había una cruz, descansando sobre
una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura,
y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el
primero, estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo
traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.
La
misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el
fin de diciembre de 1830, y a principios de enero de 1831. La Virgen
dijo a Catalina: "En adelante, ya no me verás, hija mía;
pero oirás mi voz en la oración".
Un
día que Sor Catalina estaba inquieta, por no saber que inscripción
poner en el reverso de la medalla, durante la oración la Virgen le
dijo: "La M y los dos corazones, son bastante elocuentes".
Símbolos
de la Medalla, y mensaje espiritual:
En
el Anverso:
-María
aplastando la cabeza de la serpiente, que está sobre el mundo.
Ella, la Inmaculada, tiene todo poder, en virtud de su gracia, para
triunfar sobre Satanás.
-El
color de su vestuario, y las doce estrellas sobre su cabeza: la mujer
del Apocalipsis, vestida del sol.
-Sus
manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal de su misión
de madre, y mediadora de las gracias, que
derrama sobre el mundo, y a quienes las pidan.
-Jaculatoria:
dogma de la Inmaculada Concepción (antes de la definición
dogmática de 1954). Misión de intercesión, confiar y recurrir a la
Madre.
-El
globo bajo sus pies: Reina del cielo y de la tierra.
-El
globo en sus manos: el mundo
ofrecido a Jesús, por sus manos.
En
el reverso:
-La
cruz: el misterio de redención- precio que pagó Cristo:
obediencia, sacrificio, entrega.
-La
M: símbolo de María, y de su maternidad espiritual.
-La
barra: es una letra del alfabeto griego, "yota"
o I, que es monograma del nombre, Jesús.
Agrupados
ellos: La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador.
-Las
doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda sobre
los Apóstoles, y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.
-Los
dos corazones: la corredención. Unidad indisoluble.
Futura devoción a los dos corazones, y su reinado.
Nombre:
La
Medalla se llamaba originalmente: "de la Inmaculada Concepción",
pero al expandirse la devoción, y haber tantos milagros concedidos a
través de ella, se le llamó popularmente "La
Medalla Milagrosa".
Conversión
de Ratisbone:
Alfonso
Ratisbone era abogado y banquero; judío de 27 años. Tenía un gran
odio hacia los católicos, porque su hermano Teodoro, se había
convertido y ordenado sacerdote; tenía como insignia la medalla
milagrosa, y luchaba por la conversión de los judíos.
Alfonso
pensaba casarse poco después, con una hija de su hermano mayor,
Flora, diez años menor que él, cuando en enero de 1842, haciendo un
viaje de turismo a Nápoles y Malta, y por una equivocación de
trenes, llegó a Roma. Aquí se creyó, en la obligación de visitar
a un amigo de la familia, el barón Teodoro de Bussiere,
protestante convertido al catolicismo.
El
barón le recibió con toda cordialidad, y se ofreció a enseñarle
Roma. En una reunión, donde Ratisbone hablaba horrores de los
católicos, este barón lo escuchó con mucha paciencia, y al final
le dijo: "Ya que usted está tan seguro de sí mismo,
prométame llevar consigo, lo que le voy a dar.
- ¿Qué
cosa?.
-
Esta medalla.
Alfonso
la rechazó indignado, y el barón replicó: "Según sus
ideas, el aceptarla le debía dejar a usted indiferente. En cambio a
mí, me causaría satisfacción".
Se
echó a reír, y se la puso comentando que él no era terco, y que
era un episodio divertido. El barón se la puso al cuello, y le hizo
rezar el Memorare.
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Memorare
Oración
de intercesión a la Santísima Virgen, comúnmente atribuida a San
Bernardo de Clairvaux (1090-1153), posiblemente porque fue
popularizada por Claude Bernard, el "Sacerdote Pobre"
(1588-1641). El verdadero autor es desconocido. Los primeros textos
que se conocen, datan del siglo quince.
Frecuentemente
los Papas le han otorgado indulgencias, hay ahora indulgencias
parciales para quienes la reciten.
La
versión común dice: "¡Acordaos, oh, piadosísima Virgen
María!, que jamás se ha oído decir, que ninguno de los que han
acudido a vuestra protección, implorando tu auxilio, haya sido
desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen
de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a
comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén".
(Etim. Latín memorare, recordar.)
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El
barón pidió oraciones a varias personas, entre ellas para el
conde La Ferronays. Cuando el conde de Bussiere lo visitó,
y le comentó lo que había hecho con Ratisbone, éste le respondió:
"si le ha puesto la medalla milagrosa, y le ha hecho rezar el
Memorare, seguro que se convierte".
El
conde La Ferronays, murió de repente dos días después. Se supo que
durante esos dos días, había ido a la basílica de Santa María la
Mayor, a rezar cien Memorares, por la conversión de Ratisbone.
Por
la Plaza España, se encuentra el barón Teodoro de Bussiere con
Ratisbone, en su último día en Roma, y éste le invita a pasear.
Pero antes, tenía que pasar por la Iglesia de San Andrés, para
arreglar lo del funeral del conde La Ferronays. Ratisbone le acompaña
a la Iglesia.
He
aquí su testimonio, de lo que entonces sucedió: "a
los pocos momentos de encontrarme en la Iglesia, me sentí dominado
por una turbación inexplicable.
Levanté
los ojos, y me pareció que todo el edificio desaparecía de mi
vista.
Una
de las capillas, la de San Miguel, había concentrado toda la luz, y
en medio de aquel esplendor, apareció sobre el altar, radiante y
llena de majestad y de dulzura, la Virgen Santísima, tal y como está
grabada en la medalla.
Una
fuerza irresistible me impulsó hacia la capilla. Entonces la Virgen,
me hizo una seña con la mano, como indicándome que me
arrodillara... La Virgen no me habló, pero lo he comprendido todo".
El
barón de Bussiere, lo encuentra de rodillas, llorando y rezando con
las manos juntas, besando la medalla. Poco tiempo más tarde, es
bautizado en la Iglesia del Gesu, en Roma. Por orden del Papa, se
inicia un proceso canónico, y fue declarado "verdadero
milagro".
Alfonso
Ratisbone entró en la Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote, fue
destinado a París, donde estuvo ayudando a su hermano Teodoro, en
los catecumenados, para la conversión de los judíos.
Altar
de la Madonna del milagro
Santa
Andrea delle Fratte
Aquí
ocurrió el milagro
Después
de haber sido por 10 años Jesuita, con permiso sale de la orden, y
funda en 1848, las religiosas y las misiones de Nuestra Señora de
Sión. En solo los diez primeros años, Ratisbone consiguió la
conversión de 200 judíos y 32 protestantes.
Trabajó
lo indecible en Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de
Pilato, que convirtió en convento e Iglesia de las religiosas.
También consiguió que estas religiosas, fundasen un hospicio en
Ain-Karim, donde murió santamente en 1884, a los 70 años.
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Triduo
en honor de la Virgen de la Medalla Milagrosa.
Por la señal de la
Santa Cruz, etc.
ACTO
DE CONTRICION.
Oración para todos los días:
¡Oh
María sin pecado original concebida, rogad por nosotros, que
recurrimos a Vos!
¡Dulcísima Reina de los cielos y de la
tierra!; que por amor a los hombres, te dignaste manifestarte, a
vuestra sierva Sor Catalina, con las manos llenas de rayos de luz; a
fin de hacer saber al mundo, que deseas derramar abundantes gracias,
sobre todos los que con confianza te piden;
Concédeme
Madre mía, que a imitación de Sor Catalina, derrames en mi alma, la
luz necesaria, para conocer mi nada y mi miseria; y lo mucho que debo
a mi Padre Dios, por tantísimos beneficios, que me ha dispensado; y
que cumpliendo su voluntad en esta vida, pueda gozar en Tu compañía
eternamente en el cielo. Amén.
Tres Ave Marías, y 3 veces la
jaculatoria Oh María sin pecado original concebida, rogad por
nosotros que recurrimos a Vos.
Primer Día:
¡Amorosísima
Madre mía!, que placer tiene mi alma, cuando considero que tantos
deseos tienes, en concederme vuestros favores; que no esperas otra
cosa, sino que acuda a Tí, para remediar nuestros males, y llenarnos
de vuestras gracias y dones.
Oh María, mi Madre amada, reina de
la Corte Celestial, te ruego que todos acudamos siempre a Tí, como
nuestra única esperanza.
Memorare:
Acuérdate, ¡Oh
piadosísima Siempre Virgen María!, que no se ha oído decir jamás;
que ninguno de los que han recurrido a vuestra protección, e
implorado vuestro socorro, haya sido abandonado de Tí. Animado con
esta confianza, Oh Virgen de las Vírgenes!, a Tí vengo; gimiendo
bajo el peso de mis pecados, me postro a Tus pies.
¡Oh Madre del
Divino Verbo!, no desprecies mis súplicas; antes bien, escúchalas
favorablemente, y dígnate acogerlas. Amén.
Tres veces la
jaculatoria: Oh María sin pecado original concebida, rogad por
nosotros, que recurrimos a Vos.
Segundo Día:
Santísima
Madre de Dios!, Señora nuestra y mi tierna Madre!; que consuelo tan
grande siente mi corazón, cuando contemplo Tu imagen, como te vió
Sor Catalina, con un globo en vuestras Divinas Manos, que
representaba toda la tierra, y lo estrechabas sobre vuestro pecho;
simbolizando el amor que tienes a los hombres. Concédeme, ¡oh
Divina Madre Eterna! Oh Madre mía!, el que sepamos corresponder a
tanto amor, procurando imitar vuestras virtudes. Así sea.
Repetir
la Oración del Memorae
Tercer Día:
¡Virgen
Inmaculada!. Celestial Madre mía!. Con que placer llego ante Tu
Santísimo Altar para contemplar Tus virtudes, y exponer mis penas.
Que tu aliento santo cubra mi espíritu, al acercarme ante Tu Sagrada
Imagen, donde veo representada tu más profunda humildad, una
modestia admirable, y el resto de todas las perfecciones, con que el
Señor Dios te adornó.
Haz Madre Santísima, Celestial
Señora, Reina del Clero, de los Apóstoles. Madre del Mesías. Hija
predilecta de Dios Padre. Que oigamos siempre Tus maternales avisos,
para que arrepentidos de nuestras culpas, e imitando vuestras
virtudes, logremos la inmensa dicha de estar contigo en el cielo, por
toda la eternidad. Así sea.
Repetir la Oración del Memorae
ORACIÓN
DE CONSAGRACIÓN A NUESTRA MADRE DE LA MEDALLA MILAGROSA.
Postrado
ante vuestro acatamiento,
¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!,
y
después de saludaros en el augusto misterio,
de vuestra
concepción sin mancha,
os elijo, desde ahora para siempre, por mi
Madre,
Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones,
y
Protectora ante la majestad de Dios.
Yo os prometo, Virgen
Purísima, no olvidaros jamás,
ni de vuestro culto, ni de los
intereses de vuestra gloria,
a la vez que os prometo también,
promover en los que me rodean, vuestro Amor.
Recibidme,
Madre tierna, desde este momento,
y sed para mí, el Refugio en
esta vida,
y el sostén a la hora de la muerte. Amén.
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